Cochabamba
Cosecha de coca secándose en Agrigento |
El efecto“cocaína“, ese
„no-se-nota-pero-jodo-que-sí“, es genial („La coca da todo lo que se pide en
una oración“).
Y como con la euforia puede desbocarse un poco el texto, pues lo
advierto.
El día que salimos de Tarija, el cielo se caía
a chaparrones. Las calles se habían vuelto ríos y la portera del aparthotel nos
dijo que las lluvias durarían y podrían causar catástrofes.
También nos auguró
que el vuelo seguramente se retrasaría. La situación estaba tan descentrada que
tuve que ser yo quien se ocupara de las maletas porque el taxista „chapaco“
(=tarijeño) ni se bajó para meterlas en su vehículo ni para sacarlas al final
de la carrera y, encima, se permitió cobrar una tarifa (ligeramente) desmedida.
(Pero ¿quién discute por 10 Bobs? Apunto sin embargo la anécdota porque, de
alguna manera, me llamó la atención su „desfachatez“, porque después he recordado aquella actitud en
otros contextos y, puedo estar confundido, pero me parece que esta es la nueva
conciencia proletaria despertada por Evo. La reconozco de los dependientes de
las tiendas de Leipzig-RDA).
El aeropuerto de Tarija es pequeño, limpio,
„coqueto“, por emplear una palabra que era prolija en el cálamo de mi
correctora de Anaya y que a mí me
levantaba sarpullidos: Un hotel coqueto, un museo coqueto, corregía aquella
coqueta típarraca!. A la entrada tiene una plaza llamada „Plaza De Los Tres Pasos Al Frente“ (!!!) y, al final del
aparcamamiento, una foto del „Toti Tui“ cuando llegó a decir alguna misa por
aquí, seguramente en el mismo viaje en el que cantó la inefable misa del film
„El baño del Papa“.
Flughafen Tarija |
Denkmal "Nur drei Schritte bis zur Front" |
El vuelo es normal. El avión de la BOA es más amplio que los de Iberia, los precios son imbatibles (40 € Tarija-Cochabamba). Llegamos bien. Un taxista pulcro y educado nos lleva a nuestra casa y nos cobra menos que el taxista chapaco de la mañana.
El hotel o lo que sea
Nuestra casa de huéspedes en Cochabamba es uno
de los modelos más logrados de la página „airbnb“. Es un chalet, en cierto modo
como el de Salta, con patio delantero y un gran jardín trasero, rodeado de
rascacielos. Nuestra habitación, con terraza y baño, nos cuesta unos 20 € por
noche. La gran cocina es común. Es un hostel para adultos: una pareja de
holandeses que trabajan en proyectos de una ONG, una holandesa que acaba de
llegar, un norteamericano que da clases de flamenco (!) y de inglés, un
filipino al que aún no hemos visto en pelo... además, dos apartamentos
edificados en el jardín en los que vivían los padres de la pareja holandesa que
se fueron a poco de llegar nosotros y un matrimonio mixto (holandés-boliviana)
que pasó seis meses aquí...
Es un alojamiento céntrico: En diez minutos
estamos en la plaza mayor de Cochabamba, en dos minutos en la avenida del
Prado, centro de bares y restaurantes. Inmejorable.
Cochabamba
No sé si tendrá algo que ver con las Cochimbambas,
pero es de esas ciudades de sonoro nombre que encandila. Ahora, si me
preguntaran en qué parte del mapa está situada, no sé si sabría decirlo. Es lo
que tiene llegar a los sitios como un saltamontes. Cochabamba es grande, casi
un millón de habitantes, y está alta, a unos 2600 m sobre el nivel del mar.
Hay
que mascar hojas de coca por necesidad, aunque sea distintivo de clase (baja)
ir por la calle con el carrillo lleno. Apenas se deja notar el soroche a
ciertas horas del día, pero nuestra actividad disminuye, los movimientos se
vuelven un poco lentos, a la hora de la siesta la cama es ineludible, aunque
nos levantamos tarde.
Cochabamba tiene un clima privilegiadamente agradable y
una calle para estarse todo el día en ella. No hemos hecho otra cosa. Pasear,
orientarse en la estratificación social de los barrios, sentarse en los cafés,
buscar „ciberlocales“... De alguna manera se nos ha tenido que pasar la semana
sin que nos hayamos dado cuenta!
El café París es un poco más pequeño que el
Gijón, pero con estilo. En la plaza hay un par de rincones donde, al atardecer,
se reunen los tíos a leer las hojas del periódico colgadas, a discutir de
religión o de política, a presenciar juegos malabares o de magia, lugares así
vimos en Cuzco y otras ciudades de Perú.
Son magníficos los puestos de venta de
fruta y, mejores, los carritos ambulantes de zumo de maranja pelada. Limpios,
sanos, baratos, entretenidos: desde ver como se pela la naranja como si fuera
un pollo „al ast“ o un asado „al palo“, hasta admirar con que precisión la
sirve la pulcra vendedora. A espaldas de la catedral hay un curioso lugar de
aire medioevo-mecanizado: En un plaza, unos veinte escribanos sentados en
mesitas delante de sus „Olivetti“ escriben cartas, instancias, denuncias,
declaraciones...
Y eso en plena era del E-Mail! También fuimos a ver un museo
arqueológico con fósiles de animales, cerámicas y momias incas, un convento de
San Francisco que podría ser como el de las Carmelitas de Arequipa, pero mucho
menos ostentoso. Sin embargo su arquitectura desnuda y austera no deja de tener
atractivo.
Un día pasamos por delante del Teatro Achá y
el portero nos invitó a pasar. Admiramos el bonito interior „art decó“ y, como
dos días después actuaba el Ballet Folklórico de la Paz („Bafopaz“), volvimos
para ver la actuación.
Lo más memorable: por 30 bobs vimos a 40 personas bailar
o tontear en escena durante casi 3 horas. El espectáculo fue informativo, a
caballo entre los de la Sección Femenina y el Parque Sindical.
...y la Cancha!
Cancha debe ser uno de los pocos vocablos
quéchuas que ha permeado en el léxico moderno, idiolecto deportivo. A lo mejor si se escribiera „Qancha“ se
revalorizaría su exotismo. Digo yo que debe ser quéchua porque en Cuzco existía
la „Coricancha“ del templo del sol y la „Inticancha“ en el Macchu Picchu.
La
„Cancha“ de Cochabamba es un terreno enorme,
como cinco o seis ( o veinte o treinta?)
campos de fútbol dedicados al comercio. El mayor laberinto de callejones,
tenderetes, puestos, calles y pabellones que he visto en mi vida. No conozco
Hongkong (ni para comprobarlo voy a ir allí), pero estoy seguro de que la
cancha de Cochabamba no le va a la zaga. Hay lugares sucios, llenos de barro
cuando llueve, hay lugares modernísmos, en los que te sirven un licuado
mientras te decides a comprar.
En el cancha se encuentra de todo: desde
electrodomésticos nuevos a trajes de Armani falsificados o auténticos. Fuimos a
comprarnos un jersey para cuando subamos al altiplano, y nos perdimos. Despues
de tres horas de pulular por callejones de campaña encontramos uno en el que
vendían „chompas de llama“ y, tan cansados como estábamos, una risueña
vendedora nos metio entre risas los
artículos que le dio la gana (por 25 €). Luego seguimos extraviados por allí
casi dos horas más. Por fin, alguien nos supo indicar una salida directa hacia
el centro, precisamente en dirección contraria a la que llevábamos.
Volvimos después otro día para coger una micro
hacia Tarata y no osamos entrar en ningún edificio, pero anduvimos kilómetros
hasta llegar al microbús „Trufi“ („Taxi de Ruta Fija“).
Tarata, patria chica de Melgarejo
Cuando me enteré de que el tirano Mariano
Melgarejo (ya iba a poner Mariano Rajoy) había nacido en Tarata, un pueblo de
nombre tan trompetero, a sólo 30 km de Cochabamba, llegar allí se convirtió
casi en una necesidad. El trufi nos costó 5 Bobs por persona.
Melgarejo fue un bestia. Lo más parecido en el
bestiario español que se me ocurre es Queipo de Llano o similar, con la
diferencia que Bolivia, hoy día, se avergüenza de Melgarejo y, en España,
Queipo de Llano tiene calles a su nombre. Fue un militar chusquero que se
autoascendió a dictador mediante golpe de estado y estuvo desde 1864 a 1871 en
el poder. Finiquitó la guerra del Guano dejando a Bolivia sin mar y comenzó la
guerra del Salitre con los peores auspicios imaginables, para privar a Bolivia
de Atacama. Chile, y su aliada Inglaterra, se beneficiaron en ambas contiendas.
En sus intentos de soborno, los chilenos le regalaron dos perros de caza y un
caballo blanco que el bautizó con el nombre de Holofernes. Tiranuelo,
campechano, chistoso, déspota, Melgarejo se mueve entre el chiste y la tragedia
por la historia de Bolivia. Me encontré con él en Chile, donde fundó una de las
ciudades salitreras del norte, Antofagasta, llamada así porque Melgarejo tenía
una finca en la (actual) Argentina, en Antofagasta de la Sierra, cerca de La
Rioja y, no sé dónde, leí los pactos que Melgarejo firmó y fue como leer un
texto de Gila. Por supuesto, las ganancias del guano y del salitre se las
repartieron entre Inglaterra y Francia. Cuando llegó un astuto petrimetre
francés, le Barón de la Rivière, a negociar con Melgarejo, este le preguntó por
qué se llamaba barón. Es un título, le respondio el noble, y Melgarejo,
agarrándose los cataplines, le contestó: „pues en este país, varón es el que
nace con los huevos bien puestos y los mantiene bien puestos toda la vida“. Ese
era Melgarejo. Hizo de Tarata la capital de Bolivia en una época en que Bolivia
tenía capitales móviles como la España de los Reyes Católicos y, en Tarata,
donde nació en una humilde casa del barrio de tintoreros, se construyó un
palacio presidencial y un puente sobre un arroyo sin agua para que Holofernes
no se manchara en épocas de riada.
Tarata es un pueblo incluso pintoresco.
Tiene
la ventaja, sobre los normales en esta parte de Sudamérica, que no está trazado
a escuadra, según las normas coloniales, que es de adobe, lo que da cierta
consistencia estética y que tiene tejados de teja „árabe“, que aquí se llaman „musleras“
porque están moldeadas con los muslos de los tejeros. Podría ser un pueblo de
la sierra de Salamanca o de la alta Extremadura, salvando distancias y sólo
para hacerse un idea.
En la plaza, desde la oficina de Turismo, se asciende a un pequeño museo municipal. Nos guia el propio encargado de la oficina, un señor apellidado Mamani, con cara de indígena y lengua de trapo. A Mamani le sorprende nuestra llegada. Nos pregunta qué deseamos y cuando le respondemos que información, se levanta de un salto nos ofrece asiento y se dispone a aclararnos dudas en actitud de tomar el te o el café. Pero nosotros no tenemos dudas, sólo queremos un plano del pueblo. A falta de más conocimientos le suelto el nombre de Melgarejo y, entre avergonzado y orgulloso, se enreda en las contradicciones de una apología destructiva digna del personaje. Imposible repetir sus frases y más con la distancia. Nos subió arriba y nos enseñó su colección de fosiles y de cerámicas precolombinas; luego el uniforme del tirano, sus guantes, su gorro („Su cráneo, no, que se conserva en la iglesia, tratado convenientemente para conservar su pelo y su barba“).
Nos mostró fotos en las que se le ve con su gabinete („era de
estatura normal, pero se sentaba en tres cojines para parecer más alto“) y una
pollera y una blusa de alguna mujer de su casa („Fíjense qué finura de
tejido“), Sabine, que apenas entiende nada de lo que dice, saca fotos y, la
última, esa de mamani con la falda superpuesta, le hace soltar un risita
avergonzada, pero no se atreve a decir que la destruyamos. Tampoco sabe que va
a ir por los espacios siderales haciendo el ridículo.
En el museo hay también una colección de
portadas de Tarata. Son portadas „capitalinas“, con un buen marco y las anchas hojas
de madera cortadas en forma lobulada.
Una de ellas es la del palacio
Presidencial y Mamani pierde los estribos en su descripción: „es una portada
suntuosa, tiene columnas barrocas y arcos románticos, capiteles dóricos como
las de los templos romanos y está llena de influencias mozárabes“. Eso dijo exactamente. Para no olvidarlo, apunté en mi
libreta todos los estilos que nombró.
El patrón de Tarata es San Severino. Un santo
romano que quién sabe cómo fue a parar allí. A las afueras, cerca del barrio de
tintoreros y atravesando el río seco por el puente de Melgarejo, se llega al
convento del Santo, regido por los franciscanos.
Un cura vasco, pues, nacido en
San Sebastian, nos enseña lo que nada tiene que mostrar: todo está
reconstruído y renovado con dinero de la
iglesia alemana („!alabado sea Ratzinger!“). En honor a Sabine nos ganamos una
visita especialmente prolija.
El nos cuenta que fue un fraile alemán el que trajo
las reliquias de San Severino, uno que los pocos santos que Wojtila no defenestró. Actualmente el convento sirve para hacer ejercicios espirituales y esos trips de oración a todo
confort que tanto parece gustarles a los Frailes Menores.
Qué más cosas hicimos en Tarata? Pues tomar un
café y una ensalada de frutas por 10 bobs (!) y arreglar la mochila que me había malarreglado el remendón de Tarija y que aquí fue remendada muy bien por un mozo joven emigrado de Potosí.
Viel Militärpräsenz am Flughafen von Tarija (Cafetería)
Presencia militar en la cafateía del aeropuerto de Tarija
Am Morgen unseres Abflugs schüttet es in Tarija aus allen Löchern. Der Taxifahrer rührt sich nicht vom Sitz, bis Gabriel die Koffer verstaut hat, ist er schon pitschenass, und dann schwimmen wir raus zum Flughafen. Der ist nett, klein und adrett. Ob das Flugzeug aus Cochabamba käme, wisse man nicht. Nach 2 Stunden weiß man es. Der Morgenflug ist gestrichen, wir werden auf den Nachmittagsflug um 17:20 h umgebucht. Inzwischen ist es 12 Uhr, es regnet weiter und wir beschließen, nicht in die Stadt zurückzufahren, sondern verdödeln den Tag am Flughafen. Verblüffend die starke Militärpräsenz, besonders angesichts von kaum mehr als 3-5 Flügen, die hier während unserer Wartezeit landen und starten. Als es schließlich in einer sehr neuen Boeing 737 mit viel Platz losgeht, hat der Regen aufgehört. Beim Landeanflug auf Cochabamba nach 45 Minuten sieht man viel Grün, Felder, Wasser, Berge, aus der Luft ein fruchtbarer Eindruck.
In Cochabamba wird klar, was heute mit
dem Morgenflug los war. Ein großes Plakat verkündet es: Heute hat
Evo die Flughäfen nationalisiert bzw. die Aktien der spanischen
Flughafengesellschaft verstaatlicht. Deshalb das Militär, deshalb
kurzzeitige Unterbrechungen im Flugverkehr (die am nächsten Tag von
der Presse geleugnet werden). Die Motive leuchten ein, die
Aktiengesellschaft hat offenbar die Gewinne mitgenommen, aber seit
über 10 Jahren keine Investitionen mehr getätigt, was ihr wohl
irgendwann einmal per Vertrag auferlegt war. Fotos in der Zeitung demonstrieren,
was wir auch gespürt haben: die Landepiste ist voller Schlaglöcher.
Na, ob das unter staatlicher Regie nun besser wird? Wir hoffen es.
Cochabamba hat gut 900.000 Einwohner
und wächst kräftig weiter. Es hat ein wirklich angenehmes trockenes
mildes Klima – mit ganzjaehrig fast mediterranen Temperaturen. Das
historische Zentrum spannt sich zwischen 2 Plätzen auf, dem
traditionellen Hauptplatz, Plaza 14. September (Aufstand gegen die
Spanier 1810) und dem Kolumbus-Platz, Plaza de Colón, an dem das
moderne Cochabamba beginnt. Der Platz des 14. September ist von
schönen Arkadengängen umgeben, hat auf einer Seite die hier mal
wirklich alte Kathedrale und dient als Nachrichtenstation und
Hyde-Park fuer alle möglichen Gruppierungen. Die verschiedenen
Diskussionsgrüppchen sind immer ein Zuhören wert, aber auch die von
wem-auch-immer hingehängten und kommentierten Zeitungsausschnitte
sind ein Hingucker.
Auf diesem Platz kommen wir so gut wie täglich vorbei, trinken Kaffee in einem seiner schönen Cafes oder informieren uns enfach nur, was grade mal wieder Thema ist.
Cochabamba
Viel Militärpräsenz am Flughafen von Tarija (Cafetería)
Presencia militar en la cafateía del aeropuerto de Tarija
Die Anreise
Regentag |
Von Tarija aus gelangt man mit dem Bus
nur mühsam weiter. Ausserdem in Orte, in die wir noch nicht wollen,
z.B. Potosi, das auf 4000 m Höhe liegt – und das nach 18 Stunden
Busfahrt. Gesuender ist es, langsam an Höhe zu gewinnen! Eine
Werbung der nationalen Fluggesellschaft BOA führt uns auf die Spur:
für 40 € kann man nach Cochabamba fliegen. Das liegt weiter
nördlich und mehr mitten im Land als Potosi, „nur“ auf knapp
2600 m Höhe und kann uns genausogut wie jeder andere Ort zur
Höhenakklimatisation dienen. Wir wissen nichts von Cochabamba, außer
dass Carmelos Kusine dort lebt, und das ist ja per se schon ein Grund
für einen Besuch. Ach, doch, da war doch die Geschichte vom Wasserkrieg. Wir haben darüber einen Film gesehen. Etwa im Jahr 2000 als man hier die Wasserversorgung privatisieren wollte, was mit enormen Preiserhöhungen einhergegangen wäre. Damals hat die Bevölkerung einen ordentlichen Zoff veranstaltet und es geschafft, dass der Vertrag mit der privaten Firma wieder gelöst wurde und sich stattdessen die Gemeinde drum gekümmert hat, die ständig wachsende Stadt mit ordentlichem Trinkwasser zu versorgen. Heute gibt es in Cochabamba Wasser 24 Stunden am Tag, und wir trinken es.
Am Morgen unseres Abflugs schüttet es in Tarija aus allen Löchern. Der Taxifahrer rührt sich nicht vom Sitz, bis Gabriel die Koffer verstaut hat, ist er schon pitschenass, und dann schwimmen wir raus zum Flughafen. Der ist nett, klein und adrett. Ob das Flugzeug aus Cochabamba käme, wisse man nicht. Nach 2 Stunden weiß man es. Der Morgenflug ist gestrichen, wir werden auf den Nachmittagsflug um 17:20 h umgebucht. Inzwischen ist es 12 Uhr, es regnet weiter und wir beschließen, nicht in die Stadt zurückzufahren, sondern verdödeln den Tag am Flughafen. Verblüffend die starke Militärpräsenz, besonders angesichts von kaum mehr als 3-5 Flügen, die hier während unserer Wartezeit landen und starten. Als es schließlich in einer sehr neuen Boeing 737 mit viel Platz losgeht, hat der Regen aufgehört. Beim Landeanflug auf Cochabamba nach 45 Minuten sieht man viel Grün, Felder, Wasser, Berge, aus der Luft ein fruchtbarer Eindruck.
Am Flughafen von Cochabamba wird die Nationalisierung schon stolz verkündet / pancarta en el aeropuerto de Cochabamba |
Zu Hause auf Zeit
Unser Quartier haben wir wieder über
airbnb gebucht. Es liegt hyper-zentral, an der Nahtstelle zwischen
historischem Zentrum und der Neustadt. Es ist im Internet als das
beste „Guesthouse“ von Cochabamba angepriesen, und da die
Besitzer die Brüder Daniel und Alex West sind, vermuten wir, dass es
sich um ein englisches Bed&Breakfast-Etablissement handelt. Das große
Holztor hat kein Schild, aber eine unscheinbare Klingel. Es öffnet
uns Coco, der Hausverwalter. Das Einfamilienhaus aus den 20er Jahren
ist ein solides Ziegelhaus mit einem etwas neueren Zweithaus hinten
im Garten. Das Haus ist so umgestaltet, dass es 3 Zimmer gibt, die
ein Gemeinschaftsbad nutzen, und drei Appartements, die eigene Bäder
haben.
Außerdem gibt es eine große Küche für alle, ein kleines
Esszimmer mit Klavier, in dem der amerikanische Flamenco-Tänzer
Englischunterricht gibt, und einen großen Garten mit Tischen und
Obstbäumen. Im Zweithaus gibt es zwei größere Wohnungen, die
ebenfalls vermietet werden. Das Haus ist genial, alle sind
Langzeitgäste (außer uns) und irgendwie kümmert sich jeder ein
bißchen, und niemand schert sich drum, was die anderen machen. Es
gibt vier junge Holländer, die in irgendwelchen gemeinnützigen
Institutionen Freiwilligendienst machen (Physiotherapie, Schulgärten
anlegen, Hausaufgabenbetreuung u.Ä.) und seit 3 bis 8 Monaten hier
wohnen, einen Filipino, von dem niemand nix weiß, eine deutsche
Familie, die nach 5 Monaten grade abreist, und den Amerikaner, der
seit 5 Jahren hier residiert und fest davon überzeugt ist, bald
Millionär zu sein, da er (neben seinen anderen Aktivitäten) dabei
ist, einen sensationellen Roman zu schreiben.
Für rd. 20 € pro Nacht (fuer Bed&Bad
ohne Breakfast) fügen wir uns in den Haustrott, belegen unser Fach
in der Küche und im Kühlschrank, öffnen die Tür, wenn jemand
kommt, sammeln die vom Baum fallenden Avokados und plaudern mit Coco
oder den Mitbewohnern. Da ich am Küchentisch meine Schmerzgrenze in
Sachen „schmuddelig“ signifkant unterschritten sehe, investiere
ich sogar 3,50 Euro in eine neue Wachstuch-Tischdecke. Alle freuen
sich. Die Brüder West – offenbar die zweite Generation einer
britisch-bolivianischen Familie – sieht man selten, aber man
braucht sie auch nicht. Das Guesthouse funktioniert ohne sie
reibungslos und ohne große Organisation.
Hinter dem braunen Tor versteckt sich unser Refugium Tras la puerta marrón se esconde nuestro alojamiento |
Einfahrt zum Bankparkplatz neben "unserem" Haus Entrada al aparcamiento del nuevo banco al lado de nuestra habitación |
Das Haus ist ähnlich situiert, wie es
unser Häuschen in Salta war: In einem Viertel, in dem früher
bessere Einfamililienhäuser dominierten, und das nun seit einiger
Zeit als so zentral gilt, dass es lohnt, hier Appartmenthäuser und
Bürogebäude zu errichten. Auch dieses Häuschen sollte von einer
Bank aufgekauft werden, aber die Brüder West wollten offensichtlich
nicht. Jetzt steht auf der einen Seite (links) ein 8-geschossiger
Bürobau einer Telefongesellschaft, während hinter dem Haus ein
riesiges Bankgebäude entsteht. Auch der übernächste Nachbar wollte
nicht an die Bank verkaufen, aber der direkte rechte Nachbar schon.
Dessen Grundstück war aber eindeutig zu schmal für den Bankbau.
Dort ist jetzt die Einfahrt zum Bankparkplatz. Zur Straße hin sieht
das Ganze ziemlich irre aus. Von links anfangend, kommt erst ein ca.
6-geschossiges Appartmenthaus mit fensterloser Brandmauer nach
rechts. Dann ein nettes kleines Haus (Archtiektenverband), dann eine
Betonpiste (der spätere Parkplatz der dahinterliegenden Bank), dann
unser Haus, hinter einer großen Mauer, mit zwei kleinen Läden
rechts und links, auf „unserem“ Grundstück, dann ein verwilderter Garten und schließlich das
8-geschossige Telefonbürohaus. So geht Stadtentwicklung in
Lateinamerika.
Die Stadt
Cochabamba desde el Cerro San Pedro |
Da hat man sich nun grade mit den Chilenen verkracht, weil die ein paar bolivianische Grenzsoldaten festgenommen haben, und dann sowas: Evos Tochter macht Urlaub in Chile! |
Die Landepiste sieht aus wie Sau, Schuld hat die Privatisierung. So ein Glück, dass Evo die Flughafengesellschaft nun nationalisiert hat! |
Auf diesem Platz kommen wir so gut wie täglich vorbei, trinken Kaffee in einem seiner schönen Cafes oder informieren uns enfach nur, was grade mal wieder Thema ist.
Im Norden und Osten des Zentrums liegen
die traditionell besseren Wohnviertel, die sich nun mit
Bürohochhäusern mischen und auch in den Bereich jenseits des
Flusses Rocha bis hin zu den Berghängen ausdehnen. Im Süden und
Westen erstrecken sich riesige Wohngebiete, die alle dem Wildwuchs
der letzten Jahrzehnte zu verdanken sind. Beim Anflug sah die Stadt
aus, wie eine halbfertige Legostadt aus den alten roten Legosteinen.
Alle Häuser halbfertig, kaum was verputzt, aber auch keine Barackensiedlungen.
Die Stadtbusse von Cochabamba sind noch bunter als die von Asunción Los microbuses de Cochabamba, con más color que los de Asunción |
Das milde Klima, die – für Bolivien
– mittlere Höhenlage (ab 2550 m) sowie der phasenweise blühende
Cocahandel haben Cochabamba zu einem beliebten Zuzugsgebiet aus dem
Altiplano gemacht. Die Bevölkerung ist entsprechend gemischt. Meine
Betrachtungen zu Strohhutfrauen und Bowlerhutfrauen, die ich in
Tarija angestellt habe, gelten auch hier: Strohhut, Zöpfe und Faltenrock
sind ländliche Trachten, mehr die Kleidung einer Kaste als einer
Region. Bowlerhut und Poncho sind dagegen wohl wirklich aus dem
Altiplano. Daneben überwiegen aber auch hier die Mestizen, und es
gibt einen – je nach Stadtviertel – mehr oder weniger
beträchtlichen Anteil von Weißen.
Cochabamba ist eine recht schoene,
angenehme Grossstadt, aber es gibt keine wirklichen
Sehenswürdigkeiten. Einzig vielleicht der Convento Sta. Teresa, bei
uns ganz in der Nähe, ein schon von aussen malerisch anzusehender
Kirchen- und Klosterbau aus dem 17. Jh., der einen ganzen
Strassenblock einnimmt. Der geführte Rundgang zeigt uns das gesamte
alte Gemäuer mt dem grossen Kreuzgang, alles in den 1960er Jahren
verlassen und seitdem nicht mehr angefasst. So sieht man den
Original-Zustand, in dem die Nonnen damals lebten und der seit
Jahrhunderten kaum verändert war. Und, warum habe sie die
Räumlichkeiten verlassen? Weil sie bessere bekamen! Vom Kirchendach
aus schauen wir runter und sehen die neuen Anbauten mit weiteren 3
(in Worten: drei) Kreuzgängen für die holden Damen, ein wahrer
Luxus im Zentrum der Stadt.
Die Cancha
Der Konvent Sta. Teresa |
Südlich der Altstadt liegt die Cancha,
die in den Reiseführern als der größte informelle Markt
Lateinamerikas dargestellt wird. Ich neige dazu, das zu glauben.
Gabriel tippt, die Bezeichnung sei Quechua, da wir das Wort in
anderen Kombinationen auch schon in Peru gehört haben. Hier
jedenfalls ist es der ein ganzes Stadtviertel bedeckende Markt,
auf/in dem man alles findet, was man sich in Europa im Spannungsfeld
zwischen KaDeWe und dem Samstagsmarkt von Palermo vorstellen kann.
Mittwochs und Samstags sind Markttage, da füllen sich dann außer den stationaeren Marktbauten auch noch alle umliegenden Straßenzüge mit Marktständen, aber fangen wir mal an einem Montag oder Dienstag an. Und möglichst solle es nicht regnen, denn dann verwandelt sich der Untergrund von den überwiegend nicht geteerten Straßen des Marktviertels in Matsche. Müllmatsche. Das Marktareal sind 4-6 Straßenkarrees unterschiedlichster Bebauung, die U-förmig um den Bahnhof liegen (Hier fährt täglich 1 Zug, Mo, Mi, Fr weg, Di, Do, Sa kommt er zurück). 2-3 der Karrees bestehen aus riesigen, nach den Seiten offenen Hallen, eines ist eine gigantische Zeltstadt, ein oder zwei Blocks haben feste Gebäude oder Gebäudeteile, hinter denen es dann in Hallen weitergeht, aber man sieht es nie so genau. Denn innen haben alle diese Konstruktionen lange Gänge, an denen rechts und links Stände vermietet sind, die mit Pappwänden, Zeltplanen oder wie auch immer voneinander abgetrennt sind. Ich kann es wirklich nicht genau sagen, denn jeder einzelne kleine Verkaufskubikel ist an 3 Seiten und der Decke rappelvollgehängt mit Waren, nur nach vorne offen. In den besseren Gebäuden kann der Stand nach vorne mit einem Gitter oder irgendwas verschlossen werden, andere legen nur Planen über ihre Waren, aber meistens ist wohl auch einfach alles offen. Eine Orientierung ist unmöglich, denn das wohlgeordnete Wirrwarr von Gängen erschließt sich keiner Orientierung. Irgendwann biegt man ab und weiss nicht mehr, wo man eben noch hergekommen ist.
Als wir beim ersten Besuch nach etwa 5 Stunden fix und fertig waren, wies uns jemand den Heimweg durch einen Teil, der als (überdachter) Straßenmarkt einen gefühlten Kilometer lang gradeaus ging – genau in der entgegengesetzten Richtung als die, die wir dachten … Das ganze Chaos ist eigentlich genau wie ein orientalischer Zouk, und in Chile heißen solche Märkte auch „Persa“.
Mittwochs und Samstags sind Markttage, da füllen sich dann außer den stationaeren Marktbauten auch noch alle umliegenden Straßenzüge mit Marktständen, aber fangen wir mal an einem Montag oder Dienstag an. Und möglichst solle es nicht regnen, denn dann verwandelt sich der Untergrund von den überwiegend nicht geteerten Straßen des Marktviertels in Matsche. Müllmatsche. Das Marktareal sind 4-6 Straßenkarrees unterschiedlichster Bebauung, die U-förmig um den Bahnhof liegen (Hier fährt täglich 1 Zug, Mo, Mi, Fr weg, Di, Do, Sa kommt er zurück). 2-3 der Karrees bestehen aus riesigen, nach den Seiten offenen Hallen, eines ist eine gigantische Zeltstadt, ein oder zwei Blocks haben feste Gebäude oder Gebäudeteile, hinter denen es dann in Hallen weitergeht, aber man sieht es nie so genau. Denn innen haben alle diese Konstruktionen lange Gänge, an denen rechts und links Stände vermietet sind, die mit Pappwänden, Zeltplanen oder wie auch immer voneinander abgetrennt sind. Ich kann es wirklich nicht genau sagen, denn jeder einzelne kleine Verkaufskubikel ist an 3 Seiten und der Decke rappelvollgehängt mit Waren, nur nach vorne offen. In den besseren Gebäuden kann der Stand nach vorne mit einem Gitter oder irgendwas verschlossen werden, andere legen nur Planen über ihre Waren, aber meistens ist wohl auch einfach alles offen. Eine Orientierung ist unmöglich, denn das wohlgeordnete Wirrwarr von Gängen erschließt sich keiner Orientierung. Irgendwann biegt man ab und weiss nicht mehr, wo man eben noch hergekommen ist.
Als wir beim ersten Besuch nach etwa 5 Stunden fix und fertig waren, wies uns jemand den Heimweg durch einen Teil, der als (überdachter) Straßenmarkt einen gefühlten Kilometer lang gradeaus ging – genau in der entgegengesetzten Richtung als die, die wir dachten … Das ganze Chaos ist eigentlich genau wie ein orientalischer Zouk, und in Chile heißen solche Märkte auch „Persa“.
Bei unserem ersten Besuch der Cancha
(Mittwoch, Regen) haben wir uns ordentlich verirrt. Man verlässt
hoffnungsfroh ein Marktgebäude und findet sich in einer völlig
überquellenden Dreckstraße wieder, Verkäuferinnen mit Schubkarren
voller dicker Bohnen, Lieferwagen mit Waren, bunte Stadtbusse, die
Passagiere ein- und ausladen, Regenschirmverkäufer, Karren, die
tollen frisch gepressten Orangensaft verkaufen (die Orangen werden
vor dem Pressen mit einem Maschinchen geschält! So kommen keine
Bitterstoffe in den Saft, und dann wird gepresst, direkt ins Glas!),
Fahrradfahrer, Mammis mit auf den Rücken gebundenen Kindern, weitere
Kinder auf dem Boden, Hunde, dazwischen wird gegessen. Stände mit
Suppentöpfen, dampfende Eintöpfe-löffende Menschen – ein
Durcheinander, das nicht überboten werden kann. Wir fragen nach
Ständen, die Rucksäcke verkaufen. Da hinten links, und dann in der
nächsten Straße rechts und im Gebäude rechts dann der dritte und
vierte Gang. Es ist ja alles geordnet, nur wir kennen die Ordnung
nicht.
Einkaufsgalerie nahe der Cancha |
Papayas |
Inzwischen können wir uns allerdings
etwas orientieren. Aber den Bereich mit den Wunder-Heilmitteln und
„Miamicito“ (Klein-Miami), wo es vielleicht eine Ersatzbatterie
für Gabriels Kamera geben könnte, diese beiden Sektoren haben wir
immer noch nicht gefunden. Obwohl ich gelesen habe, dass Miamicito
inzwischen rund 1000 Stände hat, die alle neueste Technologie und
Elektronik verkaufen. Stattdessen sind wir im Schuh-Sektor rumgeirrt,
haben über den Kartoffelreichtum gestaunt und Gänge voller
Musikinstrumente bewundert. Es gibt hier wirklich alles, Markenware
aus aller Welt im Original und als Imitat, man kann tagelang nur
schauen.
100 Kartoffelsorten |
Ich habe im Internet dazu einige
Information gefunden, nach der die Cancha als das Teststück für
jeden Bürgermeister gilt. Und fast jeder Bürgermeister hat sich
schon daran versucht, da Ordnung reinzubringen, den Wildwuchs zu
unterbinden, die „informellen“ fliegenden Händler zu
formalisieren etc. Das einzige, was als geglückt gilt, ist die
(weitgehende) Trennung von Lebensmitteln und anderen Waren, aber die
Cancha wächst weiter, und trotz des Chaos kaufen alle Einwohner von
Cochabamba und Umgebung dort ein, egal aus welcher Schicht sie
kommen.
Auch hier wieder viel Alltag
Wir sind insgesamt fast zwei Wochen in
Cochabamba. Erst eine Woche, dann machen wir einen Abstecher nach
Villa Tunari (dazu ein eigener Blog) und nach der Rückkehr bleiben
wir noch einmal 5 Tage im selben netten Quartier (auch dazu noch ein
Ergänzungsblog). Umgeben von lauter Leuten, die täglich in die
Arbeit gehen, stellt sich auch für uns schnell der Alltag ein.
Wir
bringen Wäsche zur Wäscherei, pflegen Blog und E-mail-Kontakte,
suchen ein Quartier für La Paz im Internet, bringen eine Hose von
Gabriel zum Schneider, kaufen Müsli und kochen auch mal leckere
Anden-Kartoffeln mit Guacamole (aus den Avocados aus dem Garten!); wir
verlaengern unsere Visa (es gibt immer nur 30 Tage auf einmal),
stöbern in Buchläden und Bücherkiosken und decken uns mit
Literatur ein, die uns etwas über Bolivien, seine Vergangenheit,
seine Kultur und seine Literatur aufklärt; wir kaufen erstmalig
Andenken und schöne weiche Alpaka-Pullover (Gabriel hat irgendwo
gelesen, dass es diese nirgends so günstig gebe, wie hier in
Cochabamba). Ich will mir auch eine warme Jacke zulegen, für die
kühlen Nächte auf dem Altiplano, aber ich bin zu dick für die
handgestrickten Jacken-Modelle. Schade. Ich weigere mich, mich –
wie viele der auch oft recht runden Mammis – wurstartig in so ein
Modell reinzuzwängen. Nach dem Verkäuferinnen-Motto: „Das gibt schon nach, wenn
Sie es eine Weile tragen“ – ich fühle mich, wie Loriot beim
Anzug-Kaufen. Schließlich finde ich glücklicherweise ein Geschäft
mit teurer, aber erlesener Ware und lege mir doch eine richtig
schicke neue Alpake-Jacke zu. Die alte aus Peru habe ich in 8 oder 9
Wintern am IfL-Schreibtisch aufgetragen. Schließlich haben wir so
viel eingekauft, dass wir uns wieder ein Paket nach Hause schicken,
voller Stricksachen, Bücher und CDs – wie üblich. Auch das ist
Alltag: Karton kaufen, füllen, zur Post bringen, vom Zoll prüfen
lassen (nein, wir schicken KEINE Drogen!), zukleben ... ein
Vormittag-füllendes Unterfangen.
Die nette Verkäuferin ist eigentlich Lehrerin, aber nicht in Evos Partei; sie behauptet, deshalb nicht unterrichten zu dürfen. Sie verkauft uns begeistert eine ganze Reihe Bücher. |
Weiter besteht unser Alltag natürlich
aus Essen: es gibt ein paar wunderbare Cafés, eine Reihe Lokale, die
als internationale Studentenkneipen beschrieben werden können und
sich hauptsächlich durch Lichtmangel auszeichnen, und eine ganze
Menge unterschiedlicher und teils sehr guter Restaurants. Chinesisch,
Koreanisch, Persisch, Italienisch, globalisiert-international … wie
man will. Unter den autochthonen, oft sehr einfachen Lokalen ist der
„Palast des Silpancho“ hervorzuheben.
Der Silpancho ist eine lokale Spezialität, die man probiert haben sollte, aber nicht öfter als einmal! Er besteht aus einem Berg Reis und Kartoffeln, der flächendeckend in Tellergröße mit einem Fladen bedeckt ist. Der Fladen – klärt mich Gabriel auf (ich hielt ihn für einen Pfannekuchen!) – ist ein rundes paniertes Stück Huhn oder Rind, das unter einer Dampfwalze gelegen hat, so dass es auf eine Dicke von ca. 3 mm reduziert wurde. Obendrauf thronen zwei Spiegeleier.
Der Silpancho ist eine lokale Spezialität, die man probiert haben sollte, aber nicht öfter als einmal! Er besteht aus einem Berg Reis und Kartoffeln, der flächendeckend in Tellergröße mit einem Fladen bedeckt ist. Der Fladen – klärt mich Gabriel auf (ich hielt ihn für einen Pfannekuchen!) – ist ein rundes paniertes Stück Huhn oder Rind, das unter einer Dampfwalze gelegen hat, so dass es auf eine Dicke von ca. 3 mm reduziert wurde. Obendrauf thronen zwei Spiegeleier.
Auch etwas Kultur gehört zum Alltag.
Wir gehen ein paarmal ins Kino – ein moderner Multikino-Palast ist
nicht weit, aber es gibt auch ein chilenisches Filmfestival mit
Dokumentarfilmen in einer Stiftung, sogar gratis. Wir besuchen auch
das archäologische Museum (das einzige Museum, ich weiß gar nicht,
ob es auch noch andere gäbe??), und als wir am Theater vorbeikommen,
werden wir nicht nur vom Portier (ungebeten) zur Besichtigung
eingeladen, sondern sehen auch, dass das Nationalballett aus La Paz
kommt, so dass wir sogar ein zweites Mal in das – diesmal volle –
Theater kommen (Fotos s. oben in Gabriels Text). Das Ballett (das Ballet Folklórico de la Paz mit der
schicken Abkürzung „Bafopaz“), bringt eine bessere
Volkstanzveranstaltung, die zwischenzeitlich von Komikern
aufgelockert wird, nicht unbedingt alles mein Fall, aber ein nicht zu
übertreffender Einblick in die Volksseele und die Gepflogenheiten
des mittleren Bildungsbürgertums von Cochabamba.
Präkolombinische Schriftzeichen (archäol. Museum) Escritura precolombina (Museo Arqueológico) |
Ja, und was unseren Alltag in Cocha
noch alltäglicher und angenehmer macht ist Mara und ihre Familie.
Mara ist die Kusine von Carmelo, unserem Freund aus dem dritten Stock
in Madrid, aber den kennt Ihr wohl inzwischen alle. Sie hat etwa
17-jährig Spanien verlassen, ist mit dem Bolivianer Coco verheiratet
(der nicht mit unserem Hausverwalter Coco zu verwechseln ist) und hat
drei Töchter von ca. 7, 13 und 16 Jahren. Die Familie lebt vom
Reisevermarkten (Bolivien-Reisende, nicht versäumen:
www.viajarporbolivia.es).
Sie betreiben eine
Tourismusagentur, Sie arbeitet zu Hause mit dem Computer, Er ist die
halbe Zeit weit weg in Uyuni (wo wir noch hinkommen) und führt dort
die Geschäfte. Sie sind zumindest teilweise Hotel- und
Hotelboot-Besitzer, aber all dies werden wir später berichten, denn
diese Dinge werden wir alle ausprobieren. Ich erzähle das nur, weil
wir wegen dieser Aktivitäten nicht nur „Hallo und schöne Grüße
von Carmelo“ sagen wollten, sondern uns auch der Obhut dieser
Profis in Sachen Reisplanung in Bolivien anvertrauen wollen.
Aber der
Empfang war so herzlich, dass er wirklich weit entfernt von einem
Geschäftsbesuch war. Letzteres haben wir irgendwann nach dem
Abendessen zwschen dem zweiten und dritten Glas Wein kurz
angesprochen. Die beiden Besuche bei dieser Familie, in ihrem
traumhaften
Landhaus, etwa 15 km ausserhalb (Mara ist der Chauffeur
der Familie, fährt täglich mehrfach Kids rein und raus und trägt
sich schon mit dem Gedanken, zurück in die Stadt zu ziehen) haben
uns ganz wunderbar mit einem (nicht ganz) normalen Familienleben
einer bolivianischen Familie vertraut gemacht.
Und unvergesslich, als uns Mara das erste Mal abholte, mit ihrem Schuhkarton auf Rädern, irgendeinem chinesischen kleinen Liefer-Kastenauto älterer Bauart, die erste Tochter schon eingesammelt auf der hinteren Sitzbank, Gabriel auf dem Beifahrersitz, ich auf der mittleren Bank, und an der roten Ampel verabschiedet sich die Autoelektrik. Hut ab vor so viel Gelassenheit: Mara steigt aus, geht ums Auto rum, öffnet die Schiebetür, haut dreimal auf die (unter meinem Sitz befindliche) Autobatterie und beschimpft dabei die Tochter, sie solle ihre Schuhe nicht in der Gegend rumschmeissen. Wo der zweite Schuh sei. (Gabriel hat vorne den Zündschlüssel umgedreht, der Motor läuft wieder, die Ampel ist längst grün, die Autos hupen), die Tochter soll mal die Plastiktüte von dahinten vorgeben. Und seelenruhig stopft sie die Schuhe in die Plastiktüte, bevor sie die Tür wieder schliesst, wieder ums Auto rumgeht, einsteigt und bei inzwischen wieder roter Ampel losfährt. Während wir in verschiedenen Stadtvierteln die beiden anderen Töchter und Maras Freundin Lizi einsammeln, wiederholt sich die Szene noch ein paarmal, und ich beschliesse, dass ich lieber nicht hinsehe.
Ein traumhaftes Landhaus ... Una casa en el campo |
Mara y Wara |
Lizi y Wara |
Und unvergesslich, als uns Mara das erste Mal abholte, mit ihrem Schuhkarton auf Rädern, irgendeinem chinesischen kleinen Liefer-Kastenauto älterer Bauart, die erste Tochter schon eingesammelt auf der hinteren Sitzbank, Gabriel auf dem Beifahrersitz, ich auf der mittleren Bank, und an der roten Ampel verabschiedet sich die Autoelektrik. Hut ab vor so viel Gelassenheit: Mara steigt aus, geht ums Auto rum, öffnet die Schiebetür, haut dreimal auf die (unter meinem Sitz befindliche) Autobatterie und beschimpft dabei die Tochter, sie solle ihre Schuhe nicht in der Gegend rumschmeissen. Wo der zweite Schuh sei. (Gabriel hat vorne den Zündschlüssel umgedreht, der Motor läuft wieder, die Ampel ist längst grün, die Autos hupen), die Tochter soll mal die Plastiktüte von dahinten vorgeben. Und seelenruhig stopft sie die Schuhe in die Plastiktüte, bevor sie die Tür wieder schliesst, wieder ums Auto rumgeht, einsteigt und bei inzwischen wieder roter Ampel losfährt. Während wir in verschiedenen Stadtvierteln die beiden anderen Töchter und Maras Freundin Lizi einsammeln, wiederholt sich die Szene noch ein paarmal, und ich beschliesse, dass ich lieber nicht hinsehe.
[Gabriel berichtet von einem Ausflug
nach Tarata. Schaut schon mal die Fotos an, ich erzähle demnächst
darüber, habe heute keine Lust mehr :-).
]
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