Lectores, ojo, parece que este blog se corta en la mitad del texto sobre la mani campesina. Pero no! Debajo de la última foto pone"Weitere Informationen", y con un click sale todo lo demas.
Liebe Leser, dieser Blog scheint mitten im spanischen Text abzubrechen, aber unter dem letzten Foto steht "Weitere Informationen" und mit einem Click kommt der ganze Rest, inklusive des deutschen Textes!
Volver a Cocha
Volver a Cocha es como volver a casa.
Lo cierto es que no me ha costado ni un poco despedirme de Julio,
Cristina y Critóbal. Su trato ha sido correctísimo, amable, sobre
todo profesional: ni una palabra de más, ni un salirse ni un ápice
de la norma. Ellos, en cambio, sí parecían un poco conmovidos al
decirnos adios en el taxi. Quizás sea cuestión de mentalidad o de
idiosincrasia.
El taxi nos deja en una barraca del
sindicato del transporte a Cocha. Imposible entender como funcionan
estas organizaciones. Al lado de la vendedora de billetes, una señora
reparte comida a los sindicados (no me atrevo a preguntar si es para todos, no sea que tenga que comprarme y cemerme el cocido), algunos sindicados discuten
sentados algo sobre una reunión próxima, tampoco logramos saber si el vehículo pertenece al chófer o al sindicato... Por fin nos montamos en una furgoneta
en la que cabemos 8 personas más el conductor. Por 15 Bobs por
cabeza nos llevará con maletas, apretaditos pero cómodos, a
Cochabamba, distante a 160 km, una hora más rápido que cualquier
autobús. Me toca sentarme en „el sector tres“ como decía
aquella amiga innombrable, entre Sabine y Andrea. Andrea es joven,
trabamos conversación y me cuenta que ha venido a Villa Tunari para
visitar a un tío suyo, que la zona le gusta mucho,
pero que en invierno hace un frío que traspasa los huesos, lo sabe
porque ha trabajado en las obras de la carretera y en un hotel. Al
llegar al alto, me explica cuáles son los cultivos de maiz, de papa,
de quinoa, de oca, de habas... y me cansa un poco. Debe notarlo, porque
entonces intenta llamar a su hermano y resulta que „le falta
crédito“. Quedarse sin crédito en el „celular“ es una frase
que se oye a menudo en la calle y que da una idea de la frágil
economía de muchos bolivianos. Le pido a Sabine el nuestro, al que
sólo hemos cargado los 50 Bobs iniciales y se lo paso, advirtiéndole
que tampoco sé si tiene crédito suficiente. Pi-pi-pi... teclea:
¡Pero si tiene
muchísimo!, exclama, y habla con su hermano escuetamente; luego
sigue tecleando. Pi-pi-pi...Se me ocurre que a lo mejor es un „timo por
celular“, y casi lo deseo por tener alguna aventurilla en este país „tan
inseguro“. Además, tampoco me importa mucho porque el móvil está
a nombre del que nos lo vendió (así lo hicimos para ahorrarnos
trámites nosotros y ganar un poco más él). Pero no es un timo.
Andrea me lo devuelve: „He apuntado mi nombre y mi teléfono por si necesitais algo“, me dice. Cuendo se baja en Sacaba, muy cerca del
desvío a casa de Mara, nos despedimos casi como amigos.
El sastre que me arregló unos pantalones |
Es agradable entrar en una ciudad y
saber que en tal calle vive fulano, o que en tal otra está la
oficina de mengano; crea una suerte de vínculo personal que nos
permite considerarla más cercana. Llegar al hostal también es
llegar a casa, abre la puerta Coco (en este país parece que muchos
varones se llaman Coco) y se alegra sinceramente de nuestro regreso;
Edward, el americano profesor de flamenco, aparece y nos dice que „qué gusto
ver otra vez a adultos normales“ y la holandesa fisioterapeuta que
se paga la estancia de su propio bolsillo, currando (arduamente) en
un voluntariado, ha organizado una cena para el viernes con su centro
de trabajo y nos invita. Pero ya hemos quedado con Mara y
Coco, su marido.
El Palacio Portales
En Cochabamba no hay grandes monumentos que ver. Tal vez el principal, por lo menos el más rico, sea el palacio Portales. Está situado al norte del río Rocha, en barrios nuevos donde abundan los mejores comercios, los bares y restaurantes más modernos, las boutiques más chic. Son calles tan globalizadas que yendo por ellas casi no se sabe si se está en Cochabamaba o en Cochinchina.
Se puede llegar allí cruzando el río por un futurista puente de tubo digno de cualquier Calatrava y que comunica un Cine-Center propiedad de un español (en provincias se sabe todo!), con una calle-pesebre, donde abundan los restaurantes, picadas, peñas y discotecas.
Si se sigue recto hacia arriba, en el lugar de mejor aire y de luz más pura de la ciudad está el Palacio Portales, construído hacia 1920 por Simón I. Patiño, magnate del estaño y muchimillonario mundial. Nacido en el altiplano y abandonado por su padre en la más tierna infancia, Patiño borró de su nombre el primer apellido vasco, Iturbe, y sólo usó el gallego de su abnegada madre. Cuando el magnate ya se había comprado media Europa, regresó a su Bolivia natal y quiso establecerse en esta casa de Cochabamba, pero le dió un ataque al corazón y los médicos le prohibieron su propia patria a causa de las excesivas alturas. De modo que nunca vivió en el palacio que ya había llenado de lujoso mobiliario importado de Francia e Inglaterra.
Todo esto nos lo explica un envarado guía que recita con proba fidelidad el texto aprendido de memoria. Si alguien le pregunta algo (por ejemplo, porqué se llama Palacio Portales), apenas interrumpe su declamación para decir: „ eso viene luego“. Por supuesto, está prohibidísimo sacar fotos y, para cumplir la norma, un par de militares (!?) vigilan y ordenan a Sabine que ha elegido la estrategia de hacer todas las fotos ilegales que pueda, que apague su cámara.
La
visita concluye en medio de un aburrimiento ejemplar. Ah, se llama
"Portales" porque así lo bautizó la gente a causa de las muchas y
grandes puertas que tiene.
Patiño
también tiene una fundación de caracter universitario con
residencia en Suíza, que es donde parece que también residen los
herederos de sus millones. En este palacio la fundación tiene una
biblioteca de investigación (a la que es imposible acceder si no se
llevan las siete cartas de recomendación de siete profesores) y una
pequeña sala de cine en la que ahora se pasa una Semana del
Documental Chileno.
Antofagasta,
en Chile, ciudad boliviana en su origen, se llama así porque el
tirano Melgarejo así la bautizó, es una ciudad con el enigmático
atractivo de lo irracional: Una de esas moles surgidas en un
lugar donde no había agua potable, ni ladrillos, ni madera, ni nada
con lo que se pudiera hacer algo, pero podía ser un puerto cercano a las
minas de salitre y cobre. Antofagasta nos atrajo desde el principio.
Quizás porque allí emigró desde el Rin un tío abuelo de Sabine
quien, tras perder sus ahorros jugando en el barco de arribo desde
Valparaíso, montó una fábrica de mechas para explosionar caliche y
rehizo su fortuna. Cuando nosotros estuvimos allí hace seis años,
Antofagasta era una ciudad reprimida, tomada por el Opus, llena de
librerías religiosas y de pasquines religiosos por las calles y
círculos culturales. En Antofagasta aprendimos a jugar a la Rayuela
en un club de las afueras al que llegar de noche costaba tres sustos
por lo menos. En los años veinte se produjeron en Antofagasta seis o
siete películas mudas que tuvieron mucho exito en Chile y de las que
sólo se conserva un resto de cinco minutos, porque el material se utilizó "para fabricar peines". Con la llegada del
sonoro se acabó aquella industria. El documental es conducido por el
actor de aquellas películas, un simpático „Rodolfo Valentino“
de más de 90 años, con grandes alardes de memoria y nobles dosis de
autoironía. Pero la película también está teñida de patriotería
chilena, de frases destinadas a fundamentar porqué aquel gobierno
chileno decidió invadir la ciudad y quitársela a Bolivia.
Eran los tiempos de Santa María de Iquique (que no era una iglesia, sino la escuela "Carlos Santamaría") y la política anglochilena estaba llena de tropelías imperialistas que revertían en ganancias para la bolsa de Londres, desde donde se dirigía el cotarro. Durante estos días, el gobierno de Evo reclama a Chile el mar que le arrebató porque necesita un puerto cercano para exportar sus riquezas minerales, que ahora son casi bolivianas del todo. Al documental asistimos unas 20 personas.
Eran los tiempos de Santa María de Iquique (que no era una iglesia, sino la escuela "Carlos Santamaría") y la política anglochilena estaba llena de tropelías imperialistas que revertían en ganancias para la bolsa de Londres, desde donde se dirigía el cotarro. Durante estos días, el gobierno de Evo reclama a Chile el mar que le arrebató porque necesita un puerto cercano para exportar sus riquezas minerales, que ahora son casi bolivianas del todo. Al documental asistimos unas 20 personas.
Al salir cenamos en un restaurante iraní muy bonito que hay cerca del Palacio
Portales. El dueño, emigrado desda hace veinte años de Teherán,
charlaba con nosotros mientras nos comíamos el mejor kebab de
nuestra vida. Alabó la facilidad con que aún se puede abrir un
negocio en países emergentes como Bolivia, al contrario que en
Europa, donde hay demasiadas trabas burocráticas. Pero criticó al
gobierno por su política de subsidios de desempleo „que les quita
a los bolivianos las ganas de trabajar“. Parece que todos los
pequeños empresarios del mundo tienen la misma opinión de los
parados. Debe ser que echan de menos los tiempos de la esclavitud.
Después
de cenar nos bajamos al Cine-Center porque habíamos quedado con Mara
y Coco para ir a la última sesión y después ir a tomar una copa.
Pero en la cartelera sólo había mierda americana para elegir, así
que Mara sacó entradas para ver Amor, del austriaco Haneke, el de La
Cinta Blanca y La Pianista. Por lo menos las tres tienen el
mismo sello. Trintignan, que parece que se quedó sin piel desde que
su yerno matara a palos a su hija, es pura sensibilidad desnuda; la
naturalidad de Enmanuelle Riva ya me dejó sin aliento en aquel
Resnais (Hiroshima mon Amour), y la Huppert, que me hace gracia donde
quiera que se ponga, porque me parece que es la única que no se toma
en serio a sí misma. Los tres convierten la película en un recital de
primera, tan cercano y tan realista que resulta insufrible.
Salimos del cine destrozados y dejamos la copa para otro día menos
intenso.
En el restaurante iraní |
Im Portales-Park, Motive aus der Schweiz: Bernhardiner rettet Schulmädchen Motivo suízo en el parque Portales: un San Bernardo salva a un nina camino de la escuela |
Una
mani de chol@s campesinos
Otro día fuimos andando hasta la Cancha para agenciarme una mochila nueva, porque a la paraguaya que arrastro habiéndola remendar por todos los zapateros que me encuentro le empiezan a fallar las cremalleras y eso ya no tiene remedio.
Otro día fuimos andando hasta la Cancha para agenciarme una mochila nueva, porque a la paraguaya que arrastro habiéndola remendar por todos los zapateros que me encuentro le empiezan a fallar las cremalleras y eso ya no tiene remedio.
Wieder in der Cancha |
De vuelta, entramos en el Museo Arqueológico. Se trata de un bonito recinto en el que se expone cerámica, momias precolombinas, armas y joyas. Nadie nos vigila y Sabine se hincha a hacer fotos contra todos los carteles de prohibición. Nuestras reacciones al respecto son absolutamente dispares. A los dos nos molesta no poder hacer fotos, nos parece una prohibición absurda en una era en la que se puede retratar hasta con el teléfono y sin flash.
Im archäologischen Museum |
Yo me dedico a hablar con los guardianes o dejar una frase de indignación escrita en el libro de visitas. Sabine lo toma como un juego y empieza a hacer fotos a escondidas. Sea como sea, estamos convencidos de que cualquier prohibición es censura, de que los fondos del museo se quedan sin publicidad „boca a boca“ y de que se puede sacar un dinero cobrando el derecho a fotografiar. Aparte de que las postales y diapositivas desaparecen como en su día las cabinas de teléfono. Opinamos que es una de esas reglas inútiles que por inercia se siguen imponiendo. Los guardianes, que no hacen más que aburrirse todo el día en lugar de ponerse a limpiar el polvo, se toman esta función con un celo infantil patético, para rellenar así sus frustradas expectativas profesionales. Totalmente absurdo.
Al
salir del museo, el portero nos ofrece el prospecto que debería
habernos entregado al entrar y nos pide a cambio el boleto de
entrada. Así funciona en este país la corrupción del pequeño
funcionariado: el portero revende la misma entrada a los escasos
visitantes que llegan; el chófer del autobús se niega a cobrar los
aumentos de precio del transporte para poder seguir recogiendo
viajeros y llevarlos de pie, peor que sardinas en lata, pero
quedándose con el importe de sus viajes, el policía prefiere cobrar un par
de pesos antes que poner la multa de tráfico... Al final, turistas, viajeros
y viajantes, todos contentos. Tal vez el país no funcionara sin este
pequeño lodazal.
Desde
el Museo nos dirigimos hacia el café París, del que ya casi somos
habituales, pero la plaza mayor que tenemos que atravesar está
obstruída por una manifestación. Serán unas 2000 personas, campesinos y campesinas (son las que más se ven) que han llegado desde los alrededores de
Cochabamba con sus tractores, vacas, ovejas y burros a reclamar por
la „expansión de la mancha urbana“ que amenaza sus tierras y
vaquerías. Aquella "Guerra del Agua" que transformó la ciudad en un campo de batalla, recogida en una película por la Bollaín, acabó: Ahora empieza otra, pero ya hay cauces de reclamación.
Sie Herren Bürgermeister! Füllen Sie nicht ihre Taschen, indem Sie Agrarland verstädtern! |
Para nuestro afán de fotografiar, estas
manis son un paraíso. Las
cholitas tan llamativas y tan empeñadas en seguir peinándose con trenzas y
llevando polleras hinchadas con sus buenos traseros y veinte enaguas, ponen un
gesto de resignación pero no pueden recriminarnos que les
saquemos una foto. Los hombres que discuten en corrillos preguntan
para quién fotografiamos y acaban hablando con nosotros y nos
explican la situación.
Con
uno de ellos, un tipo de unos treinta años, de pomúlos
aimaras dignos de ser dibujados, nos quedamos hablando casi una hora.
Da gusto escuchar sus argumentos tan bien formulados, con voz suave y
gesto tranquilo: desde el altiplano (zona dura, enriquecida
recientemente por la venta de terrenos minerales) están llegando
emigrantes a establecerse en las afueras de las ciudades.
Empiezan
construyendo viviendas ilegales que luego se legalizan y acaban con
las ricas tierras de lo que tradicionalmente ha sido „el granero de
Bolivia“. Muchos agricultores venden sus terrenos, muchas lecherías
se cierran. Lo que reclaman los manifestantes es una normativa y un
plan urbanístico que impidan los abusos y la corrupción.
La policía se aburre de su propia presencia |
Hablamos
también de nosotros: qué hacemos, adónde vamos, qué hemos visto
de Cochabamba. Cuando sale a relucir el Palacio Portales, nos cuenta
que su abuela, que conoció directamente a Patiño, siempre decía
que el origen de su reiqueza era un pacto con el diablo: por cada
nuevo millón, el magnate le vendía el alma de un familiar o de un
empleado. Por eso ella dejó de trabajar allí. La verdad es que da
gusto escucharle. También su sobrina Erika, que está junto a él,
le
mira boquiabierta.
mira boquiabierta.
El
cerro de San Pedro, al este de la cochabamba, es un mirador
magnífico. En la cumbre hay un Cristo „transitable“ con los
brazos abiertos. Antes o después tendremos que subir allí, andando
o en teleférico. Para llega hay que atravesar el
barrio mortuorio de Cocha, donde se concentran hospitales, mutuas,
praxis y funerarias.
Ir por allí produce desorientación: suenan
músicas de bandas que tocan marchas que sólo se revelan fúnebres
cuando se sabe que lo son; en los atrios de las capillas, corros de
personas sentadas en sillas con un plato y un vaso en la mano podrían
estar celebrando un bautizo o una comida de empresa si no estuvieran
vestidas de negro, esperando el ágape funerario; suponemos que todos
los días tiene que ser así, porque bodas o bautizos se pueden
programar, pero la muerte no admite demora.
Música en una capilla mortuoria |
Atravesamos
también dos o tres parques y llegamos a la base del teleférico. Las
escaleras son demasiado largas y varios carteles exhortan a no subir ni bajar
por ellas para evitar atracos. Nuevo encuentro con la violencia
ciudadana.
Subimos en nuestra cabina mirando alternativamente cómo
es la ciudad y cuántos ladrones se esconden entre la rala vegetación
del Monte San Pedro. Suponemos que estarían con el resuello salido y
muertos de calor a esta hora del mediodía y que por eso mismo
no vemos a ninguno.
Gefahr! Vermeiden Sie, Opfer von Kriminellen zu werden. Nutzen Sie die Treppen nicht! |
La
cima del monte es un buen parque: familias que hacen picnic en la
esplanada, paseantes que dormitan en los bancos, vendedores de
comida... el aire es fresco y limpio, las vistas son magníficas.
Desde arriba, Cochabamba también es una ciudad bonita, con mucho
verde, la laguna Alalay, los montes que la limitan. Buscamos nuestra
casa y la emcontramos facilmente, buscamos la de Mara y Coco pero no
la encontramos, estamos allí una hora más o menos y nos bajamos.
El Cristo de la Concordia está en discordia con los cánones estéticos. Tiene facciones achinadas y agujeros por todo el cuerpo aparentemente inmotivados. Aunque teóricamente se puede ascender por sus intestinos, está cerrado.
Este afán de poner un Cristo (en estos países que han estado tan dejados de la mano de Dios) en cada monte o "Apu" protector de las ciudades, o de poner nombres de militares y políticos (generalmente los mayores depredadores de cada país) y sólo ésos en las calles me llama la atención. Ahora que hay papa argentino, aliado de Videla, proliferarán aún más. Con lo bonitos que son los nombres precolombinos de los accidentes geográficos!
Actividad poco piadosa a los pies del Cristo (zoom de la anterior) / Am Fuße des Christus |
Salida
vespertina y nocturna
El
viernes, nuestro último día en Cocha, Mara llama por teléfono y
dice que nos puede dar una vuelta en coche por lugares a los que no
se llega normalmente. Aceptamos encantados, aunque ya estamos citados
con ella y Coco para salir a cenar.
Conocemos
a Mara y Coco de vernos alguna vez por Madrid, en casa de su primo
Carmelo. Además de esta „común amistad“, hay afinidad de
íntereses entre nosotros pues de alguna manera somos todos
profesionales del turismo y nos gusta viajar. Es muy parecida nuestra
forma de ver el mundo desde la ventanilla de un autobús y buscando
la realidad debajo de lo más favorecedor de cada
lugar. Nuestra manera de aprender y de observar cómo vive la gente
es similar.
Mara
y Coco tienen tres hijas. Mara, que trabaja desde casa, sale por la
mañana a llevarlas al cole y por la tarde a recogerlas. Más o
menos. Wara (16) va sola en micro y Yau (13) acude a una esquina
donde Mara, que ha recogido a la menor, Lia (7), la espera. Hoy tiene
que llevar a Lia a equitación y le quedan un par de horas libres
entre el hipódromo y la hora de recogida. Además, ahora está Coco en casa. Ese
par de horas las dedica a llevarnos a pasear en su furgoneta china.
Vamos al oeste de la Cochabamba, por el antiguo camino a La Paz, donde
los montes verdes ven crecer nuevos barrios en sus faldeos y donde
quedan hermosas chacras (parcelas con setos de árboles de unos
1000-5000 m² que están siendo objeto de especulación y motivo de
la mani de cholos de anteayer).
El Cristo de la Concordia desde la casa y la valla de la ONG Der Hügel mit dem Christus von Maras + Cocos Haus aus |
Una ONG norteamericana está haciendo no se sabe qué muy cerca y ha comenzado vallando sus terrenos con una terrible tapia de hojalata („calamina“ se llama, aunque no esté hecha de cañas) que cercena el fabuloso paisaje por los pies. Mara espera que se les acaben las subvenciones pronto, que el proyecto sea abandonado y que la calamina acabe en los tejados de las nuevas casas de la zona. Oirle hablar de estos problemas muestra otra perspectiva de estas asociaciones "sin ánimo de lucro". Ahora está pensando en mudarse de vivienda: las ninas ya tienen edad de salir con sus amigas y vivir en el campo no es lo más adecuado. Así pues, busca realquilar su casa y cambiarse a un apartamento durante algunos años. Ojalá no le hagan los mismos destrozos ni traten su casa con el mismo desafecto con que nuestro amigo realquilado, el arquitecto César Cabanas y su hijo Luisito destrozaron nuestro piso madrileño!
Mara hat uns in ihre Lieblingsgegend am Stadtrand gefahren, wo es noch ganz ländlich und satt grün ist |
Mientras
hablamos de todo esto pasamos por los nuevos barrios y nuevos parques
de alrededor de la Avenida Beijin (alguien conoce otra de tal nombre en
occidente?), por barriadas que quedan fuera de plano en las que
abundan las villas de la burguesía cochabambina rodeadas de jardines
de diseño.
Luego vamos a encontrarnos coon Coco y las niñas. Wara llega eufórica, llena de fuerza y empieza a hablar del sistema capitalista y del sistema socialista, y pregunta cosas muy difíciles de responder para las que ella misma tiene su propia salida. Coco y yo nos convertimos en interlocutores semimudos. La simpática vitalidad de la moza desmiente su delicada condición física.
Luego vamos a encontrarnos coon Coco y las niñas. Wara llega eufórica, llena de fuerza y empieza a hablar del sistema capitalista y del sistema socialista, y pregunta cosas muy difíciles de responder para las que ella misma tiene su propia salida. Coco y yo nos convertimos en interlocutores semimudos. La simpática vitalidad de la moza desmiente su delicada condición física.
padre e hija /Vater und Tochter |
Nos
despedimos para tres horas más tarde. Vamos a cenar en el
mismo barrio donde vivimos. Hablamos del país, de las dificultades de Evo
Morales y de que no se vé quién pueda sucederle; De la habilidad con que dio la vuelta a los abusivos contratos con las multinacionales y de la maestría con que mantiene a raya la inflacción („los aymaras son
silenciosos pero tenaces y pertinaces“, dice Coco en un momento de
la conversación; a mí, estas definiciones de psicologia étnica me
dan pavor, y me llevan a pensar en nuestro repugnante y taciturno
gallego, Rajoy).
Hablamos de nuestro viaje e incluso lo organizamos un poco; de alguna manera decidimos ponernos en mano de su agencia, sobre todo después de la experiencia en Villa Tunari. Así pues, apalabramos 3 días por el salar de Uyuni y cuatro días en el barco de Trinidad. También se mencionan las misiones cercanas a santa Cruz. Ambos conocen el país al dedillo y son nuestros amigos. ¿Qué más queremos?.
Hablamos de nuestro viaje e incluso lo organizamos un poco; de alguna manera decidimos ponernos en mano de su agencia, sobre todo después de la experiencia en Villa Tunari. Así pues, apalabramos 3 días por el salar de Uyuni y cuatro días en el barco de Trinidad. También se mencionan las misiones cercanas a santa Cruz. Ambos conocen el país al dedillo y son nuestros amigos. ¿Qué más queremos?.
Sólo
volver a recomendar su página web: www.viajarporbolivia.es
Nach
unserem Ausflug an den Dschungelrand sind wir zurück nach Cochabamba
gekommen, um dort unsere Höhenkonditionierung fortzuführen, bevor
es wirklich in die Höhe gehen sollte, nach La Paz. So waren wir noch
einmal fünf Tage in unserem netten Guesthouse, haben Mara und Coco
und die Mädchen noch ein paar Mal gesehen, sind gemeinsam ins Kino
und zum Essen gegangen und haben sonst noch einige Erledigungen
gemacht. Die Stadt war uns vertraut und angenehm, wir wussten wo
alles war, der Mann vom Waschsalon und der Händler an der Ecke
kannten uns schon. Die Tage haben wir dazu genutzt, noch die letzten
weißen Flecken auf dem Touristen-Stadtplan zu füllen: eine
Besichtigung des Portales-Palastes und eine Fahrt auf den
Aussichtsberg der Stadt. Und dann war da ja auch noch der Ausflug
nach Tarata, von dem Gabriel schon im vorigen Cochabamba-Blog
berichtetet hat und dessen Beschreibung ich hier noch nachschiebe.
Sammeltaxis mit
fester Rute heissen in Bolivien Trufis (Taxi
con ruta fija). Sie decken fast den gesamten Nahverkehr ab, sind
etwas teurer als Busse oder Micros (Kleinbusse) und warten, bis sie
genügend Passagiere beieinander haben, so dass das Auto voll ist. Die
halbstündige Fahrt von Cochabamba ins etwa 30 km entfernte Tarata
kostet 5 Bolivianos, umgerechnet etwa 50 Cent. Tarata sei „muy
lindo“ und ausserdem sei dort Melgarejo geboren, hieß es. Mir sagt
der Name nichts, aber Gabriel, der tapfer die bolivianische Literatur
liest, weiss, dass es sich um einen der unrühmlichsten Diktatoren des
19. Jhs. handelt. Er hatte den Namen schon bei unseren Recherchen zu
Chile gehört, denn Melgarejo gilt als der Gründer der (heute
chilenischen) Hafenstadt Antofagasta. Er war ein Militärkommandant,
Anlaphabet und Chaot, der sich selber mittels Staatsstreich zum Staatschef katapultiert hat
und von 1864 bis 1871 an der Macht war. Während dieser Zeit hat er
seinen Geburtsort (Tarata) zur Hauptstadt Boliviens gemacht und sich
dort einen Palast bauen lassen. Er führte den Guanokrieg so, dass
Bolivien seinen Zugang zum Meer verlor und zettelte danach den
Salpeter-Krieg an, in dem sich Chile mit Hilfe Englands Grossteil der
Atacama-Wüste unter den Nagel riss und Peru und Bolivien ziemlich
alt aussehen liess. Irgendwelche dubiose Verhandlungen entschieden die Chilenen für sich, nachdem sie Melgarejo zwei Jagdhunde und einen Vollblut-Schimmel schenkten, den er Holofernes
nannte. Die bolivianische Geschichtsschreibung ist nicht gut auf
Melgarejo zu sprechen, aber er ist einer der Herrscher, die am
längsten an der Macht waren, denn vor Evo hat es in 190 Jahren des
bolivianischen Nationalstaats über 200 Regierungen gegeben. (Fotos zu Melgarejo im spanischen Text zum ersten Blog über Cochabamba)
Im Hof des Museums saß – als wir in die Schauräume gingen – eine Frau, die die Toiletten bewachte. Normalerweise zahlt man einen Boliviano und erhält dafür einen halben Meter Klopapier. Nachdem wir ihre Dienste beim Kommen nicht in Anspruch genommen hatten, hat sie wohl beschlossen, dass die einzige Chance für einen Verdienst für heute vorbei sei. Als wir später die Toiletten nutzen wollten, waren sie jedenfalls verschlossen. Niemand mehr da. Morgen kann man wieder pinkeln ...
Nachdem wir uns endlich
aus Mamanis Fürsorge befreit haben, machen wir einen Rundgang durch
den Ort. Er hat eindeutig bessere Zeiten gesehen. Gabriel hat
gelesen, dass er im 18. Jh. um die 15.000 Einwohner hatte (heute sind
es kaum halb so viele). Einige Fassaden und Portale zeugen noch von
der guten alten Zeit. Wir finden auch die Brücke, die Melgarejo für
Holofernes bauen liess. Eine Minibrücke über ein trockenes
Bachbett, das durch den Ort führt. Damit sich das edle Ross in
Regenzeiten die Hufe nicht nass machen müsste.
Vom alten
Regierungspalast ist noch das Prachtportal zu erkennen, das uns
Mamani mit einem überschwänglichen Kunstgeschichte-Rundumschlag
beschrieben hatte: „ein barockes Tor mit Renaissance-Einflüssen,
maurischen Elementen, dorischen Kapitellen, romantischen Bögen und
edlen isabellinischen Details (Gabriel hat dieses Kuddelmuddel
mitgeschrieben, sonst hätten wir es wohl nicht mehr
zusammengebracht). Auch einige andere Tore sind alt, aber man sieht,
dass hier niemand das Geld hat, koloniale Bauten zu restaurieren oder
anderweitig etwas Pracht herzustellen.
Damit haben wir wohl
alle Sehenswürdigkeiten von Tarata gesehen (Melgarejos Geburtshaus
war nicht zu identifizieren, die den Berichten nach recht schöne
Kirche geschlossen). Zurück am Hauptplatz wartet schon das nächste
Sammeltaxi und bringt uns zurück in die
Stadt.
Der Portales-Palast (Palast der großen Tore) gilt als „die“ Sehenswürdigkeit Cochabambas. Wir hatten schon einmal einen Versuch gestartet, ihn zu besichtigen, aber waren vor dem Tor gescheitert, das die erbarmungslosen Wächter 20 Minuten vor Schließ-Zeit bereits für den Einlass fest verrammelt hatten. Der Palast liegt etwas randlich, in einem besseren Viertel jenseits des Flusses, so dass wir den vergeblichen Besuch unter „so lernt man weitere Stadtviertel kennen“ abgebucht hatten. In der Tat gibt es in dieser Ecke eine ganze Reihe „globalisierter“ Lokale, und – für alle HiFi-Fans ein Begriff – wir sind auch am größten und schicksten ausgestatteten BOSE-Laden, den wir je gesehen haben, vorbeigekommen. Sowas zeigt deutlich, wie hier die Welten auseinanderklaffen, es gibt also durchaus Schichten, die sich auch hier ALLES leisten können.
Der
Film wurde dann in einem Nebengebäude gezeigt und war sehr kurios.
Antofagasta (das wir ja schon oben wegen seines bolivianischen Gründers Melgarejo erwähnt haben) liegt in Chile in jenem nördlichen Bereich, den die
Chilenen im Salpeterkrieg den Bolivianern abgeknöpft haben. Wüste
bis an die Küste, nix wert, bis man plötzlich drauf kommt, Salpeter
zu vermarkten. Damals boomten hier ein paar Städte aus dem Nichts,
die wir auf unserer Chile-Reise schon gesehen haben und von denen
Antofagasta die größte ist. Heute wird von dort das Kupfer aus der
großen chilenischen Grube Chuquimata verladen. Es war wohl auch die Gegend, in
der meine weitläufigen Verwandten, die Harseims, ihr Geld gemacht
haben, indem sie eine Zündschnur-Fabrik aufmachten, was für die
Sprengung des Gesteins natürlich unverzichtbar war. Es gab überall
auch große Theater und, so informierte uns der Film, offenbar auch
eine ganz blühende Stummfilmproduktion. Mindestens 8 große und
erfolgreiche Spielfilme hat man dort gedreht und zumindest in ganz
Chile mit Begeisterung angeschaut. Für den Dokumentarfilm konnte ein
heute über 90-jähriger Schauspieler interviewt werden, der damals
einer der Stars war und sich noch gut an die Zeit seines Ruhms erinnerte. Und, man stelle
sich vor, von diesen Filmen gibt es heute NICHTS mehr! Keine einzige
Kopie, kaum ein paar Fragmente. Unvorstellbar. Der Erfolg des
chilenischen Films war vorbei, als aus Hollywood die ersten Tonfilme
kamen, denn dafür fehlten hier Technik und Kapital, und die alten
Stummfilme, so erzählt der charmante alte Schauspieler achselzuckend
– sie wurden eingeschmolzen, aus dem Zelluloid hat man Kämme
gepresst!!
Es sollte unser Kinotag werden. Als wir gegen 9 aus dem steril-eleganten Ambiente des Palacio Portales kamen, rief Mara an, sie gingen um 10.30 ins Kino, ob wir mitkämen (manchmal ist das bolivianische Handy doch von Nutzen!). Ok … Mara und Coco besorgten die Karten, für uns reichte die Zeit grade aus, um in einem sehr hübschen iranischen Restaurant einen super-leckeren Kebab zu essen und zum Kinocenter zu schlappen, vorbei an der Kneipenstraße der besseren Leute von Cochabamba, wo sich „jung und wohlhabend“ die Drinks genehmigte. Wir dagegen haben uns ins tiefgekühlte Kino gesetzt und uns mit Michael Hanekes „Liebe“ die Stimmung bis in den Keller ziehen lassen (nix für Leute über 60!!!). Danach war keine Laune mehr da, um irgendwo einen Absacker genießen zu können, so dass wir uns mit Mara und Coco nochmals für den nächsten Abend zum Essen und Ausgehen verabredet haben.
Und das war dann auch wirklich fröhlich, und natürlich kannten sie Lokale in Cochabamba, die wir Touris noch nicht kannten, und es war ein Vergnügen zu sehen, dass sie offensichtlich stadtbekannte Persönlichkeiten sind, denn überall wurden sie bergüßt, kam irgendwer auf Coco zu, der ihn kannte. Aber ok, Coco stammt aus Cochabamba und seine Familie lebt hier, also ein wirklich „Eingeborener“. Man sah allerdings auch, wie schnell man sich in eine rein weiße Gesellschaft begibt, je später der Abend, je internationaler die Lokale, desto weniger indianische Gesichter.
Eine Demo der Milchbauern
Zwischenzeitlich formierte sich die Bauernschar wieder und rief einige Parolen, aber insgesamt hatten wir den Eindruck, dass ihr Auflauf niemanden wirklich kümmerte. Dabei haben wir versucht uns vorzustellen, was es für ein Aufwand gewesen sein muss, hier Hunderte von Bauern (Männer und Frauen) zusammenzukarren, Milchbauern, die ja in der Früh erst gemolken haben müssen, dann hat sie jemand in Lastwagen und Bussen eingesammelt, hergefahren, und am Nachmittag mussten alle wieder zurück, um am Abend wieder vor Ort zu melken. Die Frauen nahmen die Aktion jedenfalls als willkommenen Anlass für einen Stadt- und Einkaufsbummel, es herrschte allgemein gute Laune, eher ein Familienausflug als eine zornige Protestaktion, so schien es. Für uns ist so eine Demo immer ein guter Anlass, Leute zu fotografieren, ohne dass es uns peinlich oder ihnen lästig wäre.
Mit Mara und Coco in der Kneipe / En un bar |
Nochmal
Cochabamba
Zurück in Cocha / Volver a Cocha |
Tarata
Straße mit Kurve! / Calle en curva de Tarata |
Unser Trufi setzte uns in
Tarata auf dem Hauptplatz ab, und der erste Eindruck des Dorfes glich
durchaus einem spanischen Dorf im alten Kastilien. Auffallend war,
dass es hier – fast erstmalig auf unserer Reise – kein
Schachbrettmuster-Strassennetz gab, und dass die Adobehäuser alle
mit Dachschindeln gedeckt waren, die hier „musleros“ heissen
(muslo = der Oberschenkel), weil sie per Hand auf dem Oberschenkel
geformt werden.
Am Dorfplatz weist man uns
zum Tourismusbüro und zum Museum, was beides in dem frisch
renovierten Gebäude des alten Rathauses untergebracht ist. Dort
empfängt uns leicht irritiert ein Mann mit dem zerfurchten Gesicht
der Eingeborenen und dem für diese typischen Namen Mamani. Was wir
denn wollten. Ach, Information. Das hatte er wohl nicht erwartet,
aber er erwärmt sich für sein Thema, kramt Papier raus, darunter
auch einen Ortsplan, und berichtet uns von Melgarejo und den wenigen
Spuren, die von ihm im Dorf geblieben sind, sowie von den anderen
Sehenswürdigkeiten des Ortes. Sehr oft kommen hier wohl keine
Touristen hin.
Mamani greift locker in die archäologische Vitrine |
Mamani ist auch Herr des
Museums, und er lässt es sich nicht nehmen, uns selber
aufzuschliessen und uns herumzuführen. Mit Stolz zeigt er uns
präkolumbianische Funde, die er locker aus der Vitrine herausholt,
deren Tür ohnehin kaputt ist. Auch diverse Fossilien sind hier
angesammelt, aber der Schatz des Museums ist die Original-Uniform von
Melgarejo und diverse Gegenstände aus seinem Umfeld. Darunter der
Rock einer Dame des Hauses, den sich Mamani gleich selber anzieht, um
uns zu zeigen, was das für ein elegantes Stück war.
Im Hof des Museums saß – als wir in die Schauräume gingen – eine Frau, die die Toiletten bewachte. Normalerweise zahlt man einen Boliviano und erhält dafür einen halben Meter Klopapier. Nachdem wir ihre Dienste beim Kommen nicht in Anspruch genommen hatten, hat sie wohl beschlossen, dass die einzige Chance für einen Verdienst für heute vorbei sei. Als wir später die Toiletten nutzen wollten, waren sie jedenfalls verschlossen. Niemand mehr da. Morgen kann man wieder pinkeln ...
Die Brücke für das Pferd ... / El Puente de Melgarejo |
Prachtportal von Melgarejos Palast / Portada del palacio de Melgarejo |
Der Schutzheilige von
Tarate ist der Heilige Severin, den ich aus Bonn kenne (gibt es da
nicht in Mehlem ein St. Severin? Und in Köln auch, in der Kölner
Severinstraße ist doch das Archiv in den U-Bahntunnel gestürzt?
Muss also ein rheinischer Römer gewesen sein). Ein deutscher
Franziskanermönch hat im Jahre Schnee eine Reliquie dieses Heiligen
nach Tarata mitgebracht (eigentlich ist der Leichnam in der St.
Severinskirche in Köln beigesetzt, aber wer merkt schon, wenn ein
Zahn oder ein Fußknochen fehlt).
Klosterkirche St. Severin / Iglesia de San Severino de ´Tarata |
Jedenfalls ist diese
Reliquie in der Kirche des Franziskanerklosters der ganze Stolz der
Gemeinde. Dorthin schleppen wir uns in der prallen Mittagssonne,
fürchtend, dass hier mittäglich alles geschlossen ist. Aber falsch.
Das Klostertor ist offen und hinter dem Fensterchen des
Eintrittskarten-Verkäufers sitzt ein bärtiges Gesicht, das sich
erfreut zeigt, als wir im Besucher-Pflichteintrag unsere
Nationalitäten preisgeben.
Das Tor wird hinter uns
geschlossen, der Bart verlässt das Verkaufsfenster und öffnet von
innen die Tür, vom Kartenverkäufer wird er zum Klosterführer. Er
ist ein großer schwerer eindeutig weißer Mann, Mönch oder Priester, aber
ohne Kutte, sondern mit beuliger
Jogginghose, Gummilatschen und ausgeleiertem T-Shirt bekleidet. Er
entpuppt sich als ausgewanderter Baske, der hier gemeinsam mit zwei
anderen Brüdern (und acht Angestellten!) den Laden schmeisst.
Und
was für ein Laden! Es ist das adretteste Kloster, das wir auf
unserer Reise gesehen haben. Alles frisch renoviert und gepflegt. Mit Geld aus Deutschland! Das Kloster dient nicht mehr als Kloster,
sondern als Begegnungsstätte, Ort zur Einkehr und für Exerzizien,
oder wie-immer man das nennt. Morgen kommt eine Gruppe von 30 aus
Cochabamba. Uns wird alles gezeigt, auch die wenigen Räume, die
nicht modernisiert sind, zu denen eine gemütlich aussehende
Trinkstube gehört. Ja, hübsch sei sie, aber kalt, meint der Baske,
und als ich einwende, die Temperatur könne man doch mit
dementsprechenden Quantum guten Biers oder Weins anheben, da lacht er
erstmalig laut und anhaltend – offenbar habe ich sein Thema
getroffen.
Weinkeller im Kloster / Bodega del monasterio |
Deutscher Mönch des Klosters Cuara alemán del monasterio de Tarata |
Palacio
Portales
Der Portales-Palast (Palast der großen Tore) gilt als „die“ Sehenswürdigkeit Cochabambas. Wir hatten schon einmal einen Versuch gestartet, ihn zu besichtigen, aber waren vor dem Tor gescheitert, das die erbarmungslosen Wächter 20 Minuten vor Schließ-Zeit bereits für den Einlass fest verrammelt hatten. Der Palast liegt etwas randlich, in einem besseren Viertel jenseits des Flusses, so dass wir den vergeblichen Besuch unter „so lernt man weitere Stadtviertel kennen“ abgebucht hatten. In der Tat gibt es in dieser Ecke eine ganze Reihe „globalisierter“ Lokale, und – für alle HiFi-Fans ein Begriff – wir sind auch am größten und schicksten ausgestatteten BOSE-Laden, den wir je gesehen haben, vorbeigekommen. Sowas zeigt deutlich, wie hier die Welten auseinanderklaffen, es gibt also durchaus Schichten, die sich auch hier ALLES leisten können.
Beim
zweiten Anlauf sind wir besser informiert. Wir wissen, dass im
Portales-Palast ein chilenisches Filmfestival stattfindet und
entscheiden uns, zuerst eine Besichtigung zu machen und nachher den
heutigen chilenischen Film mit dem Titel „Hollywood in Antofagasta“
anzusehen. Ehrlich gesagt war letzterer spannender als der Palast,
aber eins nach dem anderen:
Also,
dieser italienische Renaissancepalast oder was-auch-immer der Stil
ist, wurde hier um 1920 in einem traumhaften Park gebaut. Als
eventueller Alterssitz des Zinn-Millionärs Simon
Patiño.
Dieser hatte wohl als einfacher Minenarbeiter begonnen, sein Glück
im Gold und Silber versucht, aber dann Dusel gehabt und zum richtigen
Zeitpunkt dicke Zinnvorkommen gefunden. Aber er hatte es am Herzen
und die Ärzte haben ihn in tiefere Lagen geschickt, ich glaube er
war dann auch viel in Europa. Habe ehrlich gesagt bei der Führung
nicht sehr gut aufgepasst. Die wirklich sehr luxuriöse Villa hat er
sich bauen lassen in der Hoffnung, mal in seine Heimat zurückkommen
zu können, aber weiter als Buenos Aires ist er wohl nie wieder
gekommen. Mit der vielen Kohle hat er eine offensichtlich
finanziell gut laufende Stiftung eingerichtet, die ihren Sitz in der
Schweiz hat und hier in Bolivien eine ganze Menge Aktivitäten
unterhält, hauptsächlich Bildungs- und Kulturprojekte. Die Führung
ist tödlich, der Führer leiert seinen Text runter und wir
versuchen, (aus Trotz, weil's verboten ist) heimlich Fotos zu
schießen, während uns die (meist europäischen) Herkunftsorte von
jedem Möbelstück und jedem Marmorfries runtergebetet werden.
Die
Stiftung unterhält auch eine Universität in Cochabamba und
subventioniert Publikationen, die zum Verkauf ausliegen. So kommt es
zum Austausch von wenig Geld und viel Gewicht in Form von Buch, wir
ziehen davon mit drei Bänden Gedichten in Aymara, Quechua und
Guarani, jeweils im Original und übersetzt ins Spanische.
Beim Iraner |
Die Gastgeberin empfängt uns herzlich |
Und das war dann auch wirklich fröhlich, und natürlich kannten sie Lokale in Cochabamba, die wir Touris noch nicht kannten, und es war ein Vergnügen zu sehen, dass sie offensichtlich stadtbekannte Persönlichkeiten sind, denn überall wurden sie bergüßt, kam irgendwer auf Coco zu, der ihn kannte. Aber ok, Coco stammt aus Cochabamba und seine Familie lebt hier, also ein wirklich „Eingeborener“. Man sah allerdings auch, wie schnell man sich in eine rein weiße Gesellschaft begibt, je später der Abend, je internationaler die Lokale, desto weniger indianische Gesichter.
Eine Demo der Milchbauern
Auch
beim zweiten Teil unseres Cochabamba-Aufenthaltes sind wir in der
Cancha einkaufen gegangen und haben nicht auf unseren täglichen
Stadtrundgang verzichtet, der stets in einem der Cafés in der Nähe
des Platzes des 14. Septembers endete. An einem dieser Tage liefen
wir dort in ein gößeres Happening. Der ganze Platz war mit Bauern
gefüllt, die mit Plakaten und mit Maisstauden geschmückten
Gefährten vor dem Gebäude der Regionalregierung und dem Rathaus
demonstrierten. Wir kamen in einer Demopause an, in der alle
erschöpft auf dem Platz lagerten oder sich zumindest auf die
Bordsteinkanten gesetzt hatten.
Fliegende Händler verkauften Mittagseintöpfe und Snacks en masse. Kühe, Schafe und Ziegen, die die Demonstranten mitgebracht hatten, bekamen grade unter den Rathausarkaden ihr Futter – das Wachpersonal schaute etwas hilflos. Worum es ging, haben wir gefragt. Sie seien die Milchbauern des Departements Cochabamba, hieß es, und sie wollten sich dagegen wehren, dass die Stadt so unkontrolliert ausufere, das würde ihr Weideland gefährlich reduzieren. Gabriel fand einen jungen Landarbeiter, der uns gerne den Standpunkt der Bauern erklärte, aber obwohl er durchaus engagiert und informiert schien konnte er nicht wirklich plausibel erklären, wen die Ausweitung der „mancha urbana“ (des „städtischen Flecken“) eigentlich trifft. Denn klar ist, dass – auch wenn die ausufernden Siedlungen der Zuziehenden städtebaulich ungeplant sind – sie doch auf Privatland stattfinden, das irgendwem gehört, und dieser Irgendwer wird bei den Siedlern nicht schlecht kassieren. Auch in der Presse war in den nächsten Tagen zu lesen, dass diese Grundbesitzer am Stadtrand nicht unglücklich über die Ausweitung der Stadt sind. Der Protest – so schien es uns – war also eher vom Gewerkschafts-Standpunkt aus gestartet, dem es darum geht, die Bedeutung des Milchbauerntums in Cochabamba zu erhalten.
Fliegende Händler verkauften Mittagseintöpfe und Snacks en masse. Kühe, Schafe und Ziegen, die die Demonstranten mitgebracht hatten, bekamen grade unter den Rathausarkaden ihr Futter – das Wachpersonal schaute etwas hilflos. Worum es ging, haben wir gefragt. Sie seien die Milchbauern des Departements Cochabamba, hieß es, und sie wollten sich dagegen wehren, dass die Stadt so unkontrolliert ausufere, das würde ihr Weideland gefährlich reduzieren. Gabriel fand einen jungen Landarbeiter, der uns gerne den Standpunkt der Bauern erklärte, aber obwohl er durchaus engagiert und informiert schien konnte er nicht wirklich plausibel erklären, wen die Ausweitung der „mancha urbana“ (des „städtischen Flecken“) eigentlich trifft. Denn klar ist, dass – auch wenn die ausufernden Siedlungen der Zuziehenden städtebaulich ungeplant sind – sie doch auf Privatland stattfinden, das irgendwem gehört, und dieser Irgendwer wird bei den Siedlern nicht schlecht kassieren. Auch in der Presse war in den nächsten Tagen zu lesen, dass diese Grundbesitzer am Stadtrand nicht unglücklich über die Ausweitung der Stadt sind. Der Protest – so schien es uns – war also eher vom Gewerkschafts-Standpunkt aus gestartet, dem es darum geht, die Bedeutung des Milchbauerntums in Cochabamba zu erhalten.
Gabriel
redet fast eine Stunde mit dem jungen Mann, der mit seiner sanften
Stimme gut und zusammenhängend erzählt, auch an uns interessiert
ist und seine Meinung klar formuliert. Als die Rede drauf kommt, was
wir in Cochabamba gesehen haben und dass wir im Palacio Portales
waren, berichtet er von seiner Großmutter. Die habe bei Patiño
als Hausangestellte gearbeitet. Damals seien die Angestellten davon
überzeugt gewesen, dass der Zinn-Magnat einen Pakt mit dem Teufel
geschlossen habe. Für jede verdiente Million habe er dem Teufel eine
Seele überlassen, zuerst von Familienangehörigen, als es immer mehr
wurden auch von den Angestellten. Deshalb habe sie – die Großmutter
– den guten Job aufgegeben.
Zwischenzeitlich formierte sich die Bauernschar wieder und rief einige Parolen, aber insgesamt hatten wir den Eindruck, dass ihr Auflauf niemanden wirklich kümmerte. Dabei haben wir versucht uns vorzustellen, was es für ein Aufwand gewesen sein muss, hier Hunderte von Bauern (Männer und Frauen) zusammenzukarren, Milchbauern, die ja in der Früh erst gemolken haben müssen, dann hat sie jemand in Lastwagen und Bussen eingesammelt, hergefahren, und am Nachmittag mussten alle wieder zurück, um am Abend wieder vor Ort zu melken. Die Frauen nahmen die Aktion jedenfalls als willkommenen Anlass für einen Stadt- und Einkaufsbummel, es herrschte allgemein gute Laune, eher ein Familienausflug als eine zornige Protestaktion, so schien es. Für uns ist so eine Demo immer ein guter Anlass, Leute zu fotografieren, ohne dass es uns peinlich oder ihnen lästig wäre.
Frauen und ... |
... Männer, immer getrennt |
Ein letzter Blick auf Cochabamba
... vom
Christo de la Concordia. Fast überall in Cochabamba sieht man die
riesige weiße Christusfigur, die auf einem Hügel ca. 200 m oberhalb
der Stadt thront (Foto oben bei Gabriels Text). Sie soll größer als die von Rio de Janeiro sein,
geben die Touri-Prospekte an. Und sie ist sicher auch noch gräßlicher.
Warum hier nicht ein netter Puma, ein Papagei oder von mir aus
irgendein Indio-Held als Denkmal dienen kann? Aber der Aussichtspunkt
lockt trotzdem, so dass wir am letzten Tag doch noch an den Fuß des
Hügels marschieren und uns mit der Gondelbahn hinauffahren lassen.
Es gibt auch eine Treppe, aber – anders als in Salta, wo der Weg
auf den Aussichtsberg durch einen herrlichen Wald führte – ist
hier der bewuchslose Hügel nicht wirklich sehr verlockend. Außerdem
warnen riesige Schilder davor, den Fußweg über die Treppe zu
nehmen. Man würde unterwegs überfallen! Auf der Fahrt in der Gondel
nach oben halten wir deshalb den Blick starr nach unten gerichtet und
suchen im niedrigen Buschwerk nach den dort lauernden Dieben. Aber
sie waren wohl gut getarnt.
"Unser" Stadtviertel |
Der
Blick von oben ist wirklich super. Er zeigt uns eine Lagune am
östlichen Stadtrand, bis zu der wir es nie geschafft haben, und
zeigt die ausufernden Vororte in alle Seitentäler hinein. Wir nehmen
einen wunderbaren Eindruck von dieser schönen Stadt mit, in der wir
uns 14 Tage lang sehr wohl gefühlt haben. Keine großen
Sehenswürdigkeiten (außer dem Christus!), aber einfach nett. Am
nächsten Tag geht’s im Bus nach La Paz, wir sind gespannt, was uns
erwartet.
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