Una tibia cortina de lluvia cae vertical sobre el mar de hojas verdes, amarillas, rojas, rayadas, punteadas que en salvaje desorden forman la vegetación de la jungla. El cielo es gris plomo, pero hace casi 30º y la lluvia caliente no refresca la atmósfera.
Hojas y flores brillan bajo las gotas, el concierto de la naturaleza es ensordecedor, se enciende y se apaga. Grillos, cicadas, bandadas de pájaros, sonidos inidentificables, el toc-toc de un pájaro carpintero, el goteo de un canica cayendo en un vaso de agua (después, alguien nos ha dicho que es el reclamo de la oropéndola macho).
Apenas escampa y el agua que no se ha tragado la tierra se evapora en una niebla poblada de mariposas. Ya en Iguazú vimos especies extraordinarias, aquí casi nos hemos vuelto especialistas. Se puede pasar el día mirándolas, todo el día persiguiéndolas con la cámara porque las condenadas son rapidísimas y tienen un vuelo quebrado, de curso impredecible, tan inquietas como niñas para quienes fuera imposible ni pensar posarse un segundo. Las hay que anuncian lluvia, otras que pregonan la limpieza del ambiente, las que salen al atardecer y las que vienen a mirarnos desayunar. A veces parecen flores que se desprenden de su arbusto y echan a volar, otras son tan grandes y desmadejadas como trapos llevados por el viento. Son muchísimas nuestras fotos de vegetación SIN mariposa. Pero alguna CON alguna también tenemos!
Hojas y flores brillan bajo las gotas, el concierto de la naturaleza es ensordecedor, se enciende y se apaga. Grillos, cicadas, bandadas de pájaros, sonidos inidentificables, el toc-toc de un pájaro carpintero, el goteo de un canica cayendo en un vaso de agua (después, alguien nos ha dicho que es el reclamo de la oropéndola macho).
Lo que más se ve en este paraje son insectos. Ya nos lo había advertido Mara. („Es inútil buscar otra clase de fauna: está recluída en el bosque, y cómo va a salir? En todos los restaurantes de Villa Tunari se ofrece fauna de la región a la brasa y el ruido de los coches, los tractores, la gente, los espanta aún más: no os quedará otro remedio que jugar con insectos“).
Por todas partes se apresuran hormigas de todos los tamaños imaginables arrastrando pedazos de hojas mayores que ellas (hay que tener cuidado con unas grandes, como de 1 cm, cuya mordedura produce fiebre), escarabajos de colores chillones, orugas que se arrastran parsimoniosas, más mariposas que aletean, mosquitos que pican y zumban. Donde quiera que se pise saltan 2, 3, más saltamontes que se transforman mientras dura el salto en mariposillas amarillas, blancas, azules o naranja. Imposible pensar tampoco en una foto suya. Y, naturalmente, está la vegetación de bambús, palmeras, cocos, mangos, aguacates, plataneros, palmas datileras, guayabas, naranjos, mandarinos, limoneros, papayas y todos los ficus que en Europa sirven para adornar oficinas o esforzados jardines y que aquí tienen tamaño de árboles y furor invasivo. Plantas desconocidas que florecen en amarillo, lila, carmesí, rosa, azul... nardos de aroma empalagoso, buganvillas, estrelicias, orquídeas, ibiscos, cantutas, daturas....
Y las copas de los árboles rezuman movimiento: párajos negros con cola amarilla (oropéndolas, piroles que parecen vueltos al revés, o sea, con mucho negro y menos amarillo que en Europa), pequeños pajarillos parecidos a los petirrojos, rápidos como centellas, gorriones invisibles en el desorden del árbol, rapaces merodeadoras, bandadas de papagayos que se lanzan de un árbol a otro como flechas y, por no faltar, también hay picaflores (verdes, dos).
Por todas partes se apresuran hormigas de todos los tamaños imaginables arrastrando pedazos de hojas mayores que ellas (hay que tener cuidado con unas grandes, como de 1 cm, cuya mordedura produce fiebre), escarabajos de colores chillones, orugas que se arrastran parsimoniosas, más mariposas que aletean, mosquitos que pican y zumban. Donde quiera que se pise saltan 2, 3, más saltamontes que se transforman mientras dura el salto en mariposillas amarillas, blancas, azules o naranja. Imposible pensar tampoco en una foto suya. Y, naturalmente, está la vegetación de bambús, palmeras, cocos, mangos, aguacates, plataneros, palmas datileras, guayabas, naranjos, mandarinos, limoneros, papayas y todos los ficus que en Europa sirven para adornar oficinas o esforzados jardines y que aquí tienen tamaño de árboles y furor invasivo. Plantas desconocidas que florecen en amarillo, lila, carmesí, rosa, azul... nardos de aroma empalagoso, buganvillas, estrelicias, orquídeas, ibiscos, cantutas, daturas....
Y las copas de los árboles rezuman movimiento: párajos negros con cola amarilla (oropéndolas, piroles que parecen vueltos al revés, o sea, con mucho negro y menos amarillo que en Europa), pequeños pajarillos parecidos a los petirrojos, rápidos como centellas, gorriones invisibles en el desorden del árbol, rapaces merodeadoras, bandadas de papagayos que se lanzan de un árbol a otro como flechas y, por no faltar, también hay picaflores (verdes, dos).
Nido colgante de la oropéndola / Nest der Oropendula im Bambus |
El Viaje
Mara es prima de Carmelo y tiene doble nacionalidad (su bisabuela común era boliviana). Hace unos 20 años se vino a vivir a Bolivia. Conoce el país como la palma de su mano. Ahora reside a las afueras de Cochabamba. Está casada con Coco, tienen tres hijas envidiables y se dedican al turismo. La página web www.viajarporbolivia.es da información más completa de las actividades de su agencia. El „hotel de selva“ El Puente, donde estamos, es suyo. También el barco que nos llevará de paseo por los ríos de Benin.
Cultivos de papas en la puna Kartoffelanbau im Altiplano |
Derumbes y atasco en la carretera a Villa Tunari Erdrutsch und Baustelle auf der Strecke |
Los 160 km de carretera que hay entre Cochabamba y Villa Tunari los recorre en 4 horas largas un microbús. Primero hay que subir a la puna y luego bajar los escalones de la yunga hasta el bosque subtropical. La carretera es buena, pero con las lluvias sufre derrumbes que pueden entorpecer el viaje. Al llegar al llano empieza el calor pegajoso, la sensación de humedad que no se va, da igual estar en la ducha que fuera de ella, en el agua del río que en la orilla, bajo la lluvia que a cubierto...
El hotel se compone de cuatro o cinco cabañas (una docena cumplida de habitaciones) diseminadas entre los árboles, alrededor de un pabellón de dos pisos, de madera y cañas: Recepción-cocina-bar-restaurante abajo y, arriba, un gran salón diáfano con alguna mesa y hamacas. Detrás del hotel, el arroyo Capriles discurre por una profunda garganta. Tiene un agua clarísima y y un cauce lleno de revueltas que se puede recorrer si se lleva buen calzado para salvar las piedras (el mejor, aquellas viejas "playeras").
A lo largo de un kilómetro el Capriles forma ocho o diez pozas en las que se puede nadar. Poder bajar al río por sendas abiertas en la maleza, nadar, andar por el agua sin tener que guardar la ropa es un raro privilegio!
A lo largo de un kilómetro el Capriles forma ocho o diez pozas en las que se puede nadar. Poder bajar al río por sendas abiertas en la maleza, nadar, andar por el agua sin tener que guardar la ropa es un raro privilegio!
Tampoco está mal la piscina, limpísima, rellenada a rebosar con agua de lluvia. Es más bien pequeña (ni el doble que la de Camarena) y el agua tiene temperatura de bañera. El buffet del desayuno es sólo para nosotros: fruta fresca, platanitos de la propia huerta, jugo fresco de carambolo, papaya o sandía, yogurt, pan, mermelada, queso, huevos de gallinas felices (cada día nos despierta el gallo)... Nos quedamos llenos para todo el día. La cena es repetida (arroz y patatas con algo que puede ser pescado, carne o pollo), pero está bien preparada, la ensalada es fresca, el vino bueno (de Tarija), la cerveza fría... Quién ofrece más?
VillaTunari (unos 5000 habitantes) es un pueblo de colonos, de casas y negocios de superviviencia, hundidos entre barrizales en época de lluvia y llenos de polvo en temporada seca. Sin tener el consolidado renombre de los clásicos de la selva peruana o brasileña (Pucallpa, Iquitos, etc...) que ya tuvieron su época de esplendor con el caucho, los esclavos y las maderas, Villa Tunari está todavía en precario.
Construida a lo largo de la carretera, también tiene casas perdidas entre la maleza; algunas con pocas o sin paredes, pues hace calor y parece que aquí, a 400 m de altura, al margen de la cuenca del Amazonas, nunca llega el frío. Villa Tunari tiene un buen hospital y un buen colegio al que van niños de todos los pueblos de alrededor. Ver salir de la escuela las bandadas de chicos y chicas uniformados, limpios, llenos de fuerza, a los que ningún padre recoge y ver cómo ellos mismos se van metiendo entre juegos en los maleteros de los coches, en las micros, en los remolques, en las motos que les llevan a sus casas distantes es un espectáculo gratificante y bastanto insólito para dos viejos europeos, habituados a un continente sin niños y sin política que los favorezca.
Enfrente del hospital hay una farmacia en la que la „doctorita“ atiende y vende sus pastillas sueltas con puntillosas explicaciones; varias tiendas de abarrotes, de comida y, en el barrio „San Martín de Porres“, dos docenas de restaurantes que ofrecen pescados de río y carne, sencillamente cocinados (mayormente a la parrilla) y que hay que comerse compitiendo con las moscas. Una y no más, Santo Tomás. Cuánto mejor la comida de Doña Cristina, en El Puente! Por cierto, Villa Tunari celebra en invierno (agosto) la semana de pescado y todo Cochabamba viene a comer pescado. Pero ahora es temporada baja. Los domingueros que llegan el resto del año no buscan otra cosa.
Construida a lo largo de la carretera, también tiene casas perdidas entre la maleza; algunas con pocas o sin paredes, pues hace calor y parece que aquí, a 400 m de altura, al margen de la cuenca del Amazonas, nunca llega el frío. Villa Tunari tiene un buen hospital y un buen colegio al que van niños de todos los pueblos de alrededor. Ver salir de la escuela las bandadas de chicos y chicas uniformados, limpios, llenos de fuerza, a los que ningún padre recoge y ver cómo ellos mismos se van metiendo entre juegos en los maleteros de los coches, en las micros, en los remolques, en las motos que les llevan a sus casas distantes es un espectáculo gratificante y bastanto insólito para dos viejos europeos, habituados a un continente sin niños y sin política que los favorezca.
Enfrente del hospital hay una farmacia en la que la „doctorita“ atiende y vende sus pastillas sueltas con puntillosas explicaciones; varias tiendas de abarrotes, de comida y, en el barrio „San Martín de Porres“, dos docenas de restaurantes que ofrecen pescados de río y carne, sencillamente cocinados (mayormente a la parrilla) y que hay que comerse compitiendo con las moscas. Una y no más, Santo Tomás. Cuánto mejor la comida de Doña Cristina, en El Puente! Por cierto, Villa Tunari celebra en invierno (agosto) la semana de pescado y todo Cochabamba viene a comer pescado. Pero ahora es temporada baja. Los domingueros que llegan el resto del año no buscan otra cosa.
De los montes baja gran cantidad de regatos y ríos. Villa Tunari, en el llano, está en la confluencia de los ríos San Mateo y Espíritu Santo, que desde aquí forman el río Chapare, ancho y ahora, época de lluvias, impetuoso, casi impresionante. El pueblo está en una carretera que atraviesa la selva desde Cochabamba a Santa Cruz de la Sierra, la capital boliviana de la Amazonía, a unos 350 km.
En este paraje hay cinco pueblos que en los años 30 (después del final de la Guerra del Chaco, en la que Bolivia tuvo que ceder mucho territorio a Paraguay, pero que clarificó definitivamente las fronteras) fueron planificados para colonizar el territorio y convertirlo en agrícola. Villa Tunari es uno de ellos. La zona fue replobada con agricultores italianos, lo que aclara el nombre de dos pueblos vecinos al hotel, Agrigento A y B.
Aquí comienza la región de Chapare, en la que se cultiva coca. En los años 80 la producción era descontrolada y enorme. Se llevaron a cabo programas subvencionados por Europa y USA, al 50%, que trataban de convencer (obligar) a los agricultores a que no la cultivaran y, en cambio, plantaran otros productos (maiz, yuca, plátanos, alfalfa...). Vemos (y leemos en los carteles) el nombre del programa PRAEDAC, que hacia 1997-2005, o sea, antes de Evo, en el que la segunda A significa „Alternativo“; la D, „Desarrollo“ y la C, „Chapare“. Alternativo quiere decir, naturalmente, „alternativo al cultivo de Coca“.
Precisamente en estos días, Evo lucha por reconquistar la coca de la doble moral del primer mundo. Primero consiguió que la ONU admitiera el „acullico“,o sea, el derecho a mascar hojas de los pueblos indígenas, que estaba penado desde 1961. Ahora lucha para que la hoja de coca en estado natural sea borrada de la lista de estupefacientes de la misma ONU, porque es medicinal (antiartrítica, antidiabética, reparadora del soroche o mal de altura...) y no tiene nada que ver con la cocaína, obtenida tras procesar las hojas en laboratorio. Con la legalización del acullico, Evo ha conseguido que cada familia pueda cultivar coca para el consumo propio o para venderlo a fábricas de te o a las industrias farmaceútica o cosmética... En cada familia se puede cultivar unos 1600 m2 por persona, en miniparcelas o „catos“ de 40x40 m. Esto significa, en 3 ó 4 cosechas anuales, unos 2000 € por año. En una familia de 4 ó 5 miembros, casi se puede subsisitir.
Julio y Cristina llevan el hotel, viven allí y son „chicos para todo“. También está Cristóbal, unos 16 años, que se encarga de las habitaciones y ayuda en el jardín. Los tres están preocupados con nuestro programa para toda la semana y nos vaticinan aburrimiento: No tienen ni idea de nuestra rutina de trabajo, de nuestra forma de ocupar el día ni de las horas que podemos pasar leyendo, escribiendo, cazando bichos con la cámara o paseando... Ni me queda tiempo para pintar!
Y, de hecho, la semana se pasa volando. Ha diluviado como nunca en nuestra vida habíamos visto, 5500 mm caen en esta región durante todo el año. Es 5 ó 6 veces la cantidad que cae en Ubrique (Cádiz), la zona más lluviosa de España. Y estamos seguros de que esta semana se ha cubierto la cuota anual, mayormente durante la noche, con truenos escandalosos, pero también durante dos días completos. Luego, el sol. Y siempre calor.
Y, de hecho, la semana se pasa volando. Ha diluviado como nunca en nuestra vida habíamos visto, 5500 mm caen en esta región durante todo el año. Es 5 ó 6 veces la cantidad que cae en Ubrique (Cádiz), la zona más lluviosa de España. Y estamos seguros de que esta semana se ha cubierto la cuota anual, mayormente durante la noche, con truenos escandalosos, pero también durante dos días completos. Luego, el sol. Y siempre calor.
Hemos ido a pasear por los alrededores. Un día por la carretera empedrada hasta Agrigento B y otro día queríamos ir a Villa Tunari, pero al final tuvimos que coger un taxi porque los 3 km de carretera general son un peligro mortal para el peatón. En Villa Tunari hay internet (flojísimo, tardón, demorado), y nos compramos zapatillas para andar por las piedras del río y llegar a las siete u ocho pozas grandes. El último día incluso vimos monos jugando en los árbolesdel arroyo Capriles, muy por encima de nuestras cabezas.
Los Parques
Este fue sin duda nuestro fallo: Encargamos a Julio que llamara a algun taxista que nos llevara de excursión durante un día completo. El precio no era bajo y lo único que queriamos nosotros era uno de esos taxistas explicados que conocen a la perfección su territorio y están llenos de datos y de anécdotas.
En su lugar llegó Robert, que no conocía ni un sólo horario, ni tenía idea de adónde había que ir primero ni adónde después ni tenía otras intenciones claras que „comer“. Le dijimos que nosotros no queríamos comer, si acaso un tentempié, porque la comida nos pediría una siesta y nos cortaría el día. Y en lugar de ordenarle que nos llevara al parque Carrasco, le pedimos que nos llevara a donde quisiera primero. Entonces fue cuando nos dimos cuenta de quien nos guiaba. Decidió emprender el camino a un parque de hormigueros situado a 1 ½ hora de carretera atravesando el Parque Isiboro Securé, aún en construcción. Se trata de la misma carretera que ciertos grupos han reprochado a Evo Morales porque atraviesa tierras vírgenes y que, a pesar de todo, después de que los nativos de la zona dijeran que la deseaban a toda costa, se hará: un ramal que se une a la que desde Perú atraviesa la Amazonía hasta el Atlántico. La carretera, que es conflictiva porque luego llegarán más colonos que construirán más Villas Tunaris y destrozarán más selva, tiene en contra a la derechona de la oposición, que para la ocasión se ha convertido al ecologismo estricto. Pero estos ecologistas-proveedores ocultan sus verdaderos motivos: la revolución de precios que la carretera acarreará para estas regiones aisladas donde, actualmente, todo es más caro.
Robert nos explica un cato de yuca / Robert zeigt uns den Yucca-Anbau |
"Die Straße nach Beni ist Muttermord" |
Este parque tiene la entrada a unos 10 km de Villa Tunari por la carretera de Cochabamba y luego hay que desviarse por una carretera secundaria empredrada con cantos de río unos 5 km más hasta llegar al pie de los montes. Aquí Robert empieza a responder por fin a nuestras preguntas y nos enseña „catos“ (=parcelas) de coca, maiz, quínoa y yucas.
Centro de documentción del Parque / Empfangszentrum des Nationalparks |
Todo cerrado a pesar de la hora hasta que, por fin, aparece un guía que nos sienta en lo único que parece que funciona en el centro de documentación, la mesa de cobrar. El precio del tour son 160 Bobs para extranjeros, a pagar entre los que haya. Pero nosotros sólo somos dos. Luego nos acompaña durante dos horas y media por un sendero. Julián es un aymara emigrado del altiplano a la yunga en una corriente migratoria que parece numerosa en los últimos años. Conoce de verdad su oficio, sabe contarnos cosas de todas las plantas, insectos, animales que nos encontramos al paso y responde a todas nuestras preguntas con consideraciones interesantes.
Julian va en busca de la cesta para pasar el río / Julian hangelt sich zum Transportkorb, mit dem er uns über den Fluss zieht |
Die Höhle der Guácharos |
Siempre que he ido a estos parques esperando ver el oro y el moro he quedado decepcionado: los cóndores, después de 2 horas de espera, aquel día decidieron no ascender por la corriente térmica... los guácharos y los murciélagos están dormidos... para observar a los gallitos de cresta roja hay que esperar a las cinco de la tarde... Por fin he aprendido a aprovechar el instante y centrar mi interés en lo que se ve: la exhuberante naturaleza y su oferta menos espectacular.
Entretanto Robert ha ingerido su churrasco en un quincho vecino y echado una pequeña siesta (suponemos) y ahora nos lleva al Parque Machia, al que, si no hubieramos sido tan guiris, habríamos podido llegar andando desde el hotel.
Este parque lo mencionan todas las guias turísticas como „hospital y zona protegida“ de animales maltratados o abandonados de circos, particulares, laboratorios... y sin duda fue, financiado por instituciones privadas, un lugar en el que se podía ayudar. Entre tanto pertenece al ayuntamiento de Villa Tunari y está en proceso de reestructuración. No hay demasiado que ver en él. Un par de pequeños coatís (osos horqmigueros), una pajarera vacía, muchos monos en libertad que se dedican a robar cosas de los turistas... Se va por una senda que asciende hasta un mirador desde el que se tiene una panorámica del pueblo, de los bosques y del río. El camino es bonito, dura unas dos horas y no se hace sin esfuerzo ni sudor. Llego tan mojado a la cumbre que me quito la camisa para ponerla a secar un poco y dejo por allí mi botella de agua semivacía. De repente aparecen dos monos (negros, pequeños, muy guapos) y se apoderan de ambas cosas. Sabine salva mi camisa, pero la botella... Son tan rápidos que no nos da tiempo ni a sacarles una foto.
Llegan los domingueros
El sábado Julio nos indico el cqaamino hacia un hotel abandonado al lado del río grande. Vayan que es impresionante, nos dijo. Se trataba de una senda de apenas un kilómetro, casi cegada por la maleza que se desviaba del camino a Agrigento B. Cuando ya parecía que no se podía avanzar, aparecieron las ruinas de edificios de hormigón en construcción, negras de humedad, comidas por las hiedras y las lianas, y ofreciendo un desolado aspecto como de templo indochino pero en feo. Era un complejo enorme, con tres o cuatro pabellones, huecos de ascensor, cocinas, patios y una gran piscina-fantasía que nos produjo auténtico duelo. Quien pudo gastarse esa millonada en mitad de la selva para abandonarla? Julio dice que se dice que fue un político que huyó cuando Evo ganó las elecciones. Mara opina que fue un caso de recalificación de terrenos y de lavado de capital... Lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta que pasó allí.
El sábado Julio nos indico el cqaamino hacia un hotel abandonado al lado del río grande. Vayan que es impresionante, nos dijo. Se trataba de una senda de apenas un kilómetro, casi cegada por la maleza que se desviaba del camino a Agrigento B. Cuando ya parecía que no se podía avanzar, aparecieron las ruinas de edificios de hormigón en construcción, negras de humedad, comidas por las hiedras y las lianas, y ofreciendo un desolado aspecto como de templo indochino pero en feo. Era un complejo enorme, con tres o cuatro pabellones, huecos de ascensor, cocinas, patios y una gran piscina-fantasía que nos produjo auténtico duelo. Quien pudo gastarse esa millonada en mitad de la selva para abandonarla? Julio dice que se dice que fue un político que huyó cuando Evo ganó las elecciones. Mara opina que fue un caso de recalificación de terrenos y de lavado de capital... Lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta que pasó allí.
Mientras Julio nos da explicaciones aparece un grupo de huéspedes que reclama su atención. Nosotros nos bajamos al río.
Después de ser durante una semana los amos del hotel, de la tranquilidad, de la piscina, del arroyo, de las cenas con grillos, de las hamacas y de las atenciones de los guardianes de la casa, llegan otros huéspedes. Qué desfachatez! La tarde anterior ya había llegado un coche, en la oscuridad y en la lluvia. Miraron una habitación y parece que la carencia de televisión fue motivo suficiente para que se largaran de allí. Luego llegó un grupo de tres adultos jóvenes y una niña que sólo pernoctaron una noche.
Estos últimos que interrumpieron nuestra conversación con Julio son dos parejas cincuentonas y la hija quinceañera de una de ellas. Son cochabambinos y parecen ruidosos. Mientras bajamos al río les oímos encargar a Villa Tunari pescado abundante, pues quieren comer surubi al ajillo y pacúes a la plancha. Cuando volvemos aún se oyen las voces de la sobremesa, alguna un poco cargada de alcohol y luego nos arrulla la siesta el rasgueo de una guitarra y alguien cantando bastante bien en inglés por Cat Stevens.
Por la tarde, cuando leemos sentados en nuestra terraza, ellos suben del río y nos saludan. Evidentemente tienen curiosidad. Quedamos en vernos a la hora de la cena y cantaremos un poco todos con la guitarra; aceptamos encantados. No cabe duda de que son „gente bien“. El matrimonio mayor está formado por un cuentachistes campechano y una deslenguada que suelta un „mierda“ (una "cagada", no me acuerdo bien) cada dos frases. Son los padres de la niña, una preciosa criatura que no abre la boca. La pareja joven la componen el de la guitarra y una señorita tan guapa y de figura tan perfecta que da vergüenza mirarla. Todos ellos hablan con ese gangueo que parece tienen todos los niños bien del mundo, sean de Serrano o de Schwabing. Debe ser marca universal de casta.
La inseguridad, la, la, la, la
La inseguridad, la, la, la, la
Antes de la cena ya se oye cantar country en el comedor; cuando nosotros aparecemos, los cochabambinos nos invitan a su mesa y empieza el interrogatorio habitual: quiénes somos, qué hacemos, qué nos parece Bolivia... La conversación se va haciendo más difícil a medida que avanza y ellos, muy pronto, demasiado pronto, empiezan a exponer sus peros contra el gobierno de Evo Morales y a contarnos lo inseguro que se ha vuelto el país.
Con la inseguridad tocan uno de los temas del viaje. En todas partes, todos los días, varias veces al día, somos advertidos de la inseguridad. Claro que sabemos ir por la calle sin llamar la atención, que preferimos llevar una mochila comprada en la cancha que una de marca, pero no nos da la gana ni ocultar nuestra cámara como pretendía el „policía turístico“ de Mendoza (¡valiente imbécil!) ni dejar de pasar por una calle a horas normales por temor a un teórico atraco. En ningún momento nos hemos sentido inseguros, y los dos o tres temores que hemos podido sentir han sido inducidos por los avisos constantes de la gente. La inseguridad es un negocio para los de las sectas que venden temor de Dios, para las empresas de seguratas que venden temor del prójimo, de las agencias de turismo que venden hoteles y tours más caros porque son más seguros... la seguridad es cara en cualquier contexo, eso lo sabemos muy bien quienes tenemos pisos viejos que tienen que pasar la ITV, y sobre todo, la inseguridad es siempre un latigazo de la oposición derechona a los gobiernos de izquierdas, por decirlo así. Lo único bueno que -dicen "todos" los chilenos- que hizo Pinochet, fue dejar el país limpio de rateros y ladrones. También lo dejo casi vacío de súbditos. En nombre de la inseguridad se aumenta la presencia policial, se apalea a los manifestantes y hasta se prohíbe sacar fotos en los museos!
Probablemente estos cochabambinos no han calculado que nosotros, aunque extranjeros, tenemos nuestra propia opinión sobre el tema. „Pero, en qué consiste esa inseguridad?“, preguntamos, „porque en nuestro viaje por Bolivia no nos hemos sentido inseguros ni un solo momento, ni un solo conato de robo, niun solo taxista que haya intentado darnos el paseíllo, ni un sólo vendedor que hubiera pretendido cobrarnos de más...“
Inseguridad en Agrigento B/ Unsicherheit in Agrigento B |
Probablemente estos cochabambinos no han calculado que nosotros, aunque extranjeros, tenemos nuestra propia opinión sobre el tema. „Pero, en qué consiste esa inseguridad?“, preguntamos, „porque en nuestro viaje por Bolivia no nos hemos sentido inseguros ni un solo momento, ni un solo conato de robo, niun solo taxista que haya intentado darnos el paseíllo, ni un sólo vendedor que hubiera pretendido cobrarnos de más...“
El aire se vuelve pesado. „Antes -dicen- nunca se controlaba los vehículos en las carreteras; pero, ahora, con el tráfico de drogas (como si este tráfico no hubiera sido mucho mayor antes de Evo y, por supuesto, descontrolado) la gente se siente insegura...“. „Qué gente? Se corre el peligro de ser asaltado en la calle?“ -No, no, dicen, aquí no, pero unos kilómetros selva adentro, en esos pueblos a los que no llegan nunca los turistas...esos sí que son inseguros! Bueno, bueno... Ayer fuimos hasta Agrigento B, un pueblo cocalero a unos diez kilómetros y no nos pas'o nada, la gente que encontramos nos saludó cordial... Poco a poco se reducen nuestras posibilidades de sentirnos inseguros pues no somos ricos que temamos que este gobierno robe nuestra fortuna, ni mánagers-chorizos de multinacionales que temamos ser nacionalizados, ni traficantes de drogas... Pero la inseguridad de los viajeros o de la gente „normal“ del campo no hemos podido hallarla... (Julio nos comenta después que, según su opinión, antes había mucha más inseguridad en Bolivia).
Según estos cochabambinos, antes (de Evo) había mucho más turismo en Villa Tunari; Evo lo ha destruído... Y cómo? Preguntamos. Pues por eso, por la inseguridad y porque los precios ya no son lo que eran. (O sea, concluímos, la gente está mejor pagada ahora y el fin de semana en un hotel de lujo (en Villa Tunari hay cuatro o cinco) ya no resulta tan económico como lo era antes)...
Y luego, el racismo! Ese ha sido otro invento de Evo. Y eso que él, aunque presuma de ser aymara, ni siquiera es indio puro, no hay más que ver su apellido (Evo Morales). Y luego, ni sabe hablar correctamente español. Antes, dice el más joven, los nativos de mis tierras eran mis amigos, si yo iba a caballo, ellos me saludaban. Ahora, auqnue no les he hecho nada, ni me saludan ni me respetan... Todos se han vuelto orgullosos y desagradables... Tambi'en en esto sentimos disentir: Nosotros no nos hemos topado con indios desagradables o enemistados. Al contrario!
Ah, y lo peor!: Ahora quieren obligarnos a hablar quéchua (el quéchua lo hablan 2,5 millones de bolivianos y Evo lo elevó a idioma oficial y lo puso en los programas escolares). ¡Antes, dice el interfecto, el quéchua era un dialecto y hoy dicen que es un idioma! Aquí le pregunto de qué idioma es dialecto el quéchua... Pues del español, responde, porque hay muchas palabras quéchuas que vienen del español. Imposible seguir dialogando...
Pero el inocente y agresivo macho con su bella querida se delata como familia de periodistas, de uno de los periódicos de mayor tirada de Cochabamba y de Bolivia (Los Tiempos). Antes, cuando él iba a caballo por sus tierras, todos le saludaban y eran sus amigos. Hoy día, ese respeto se ha perdido. A la vuelta a casa miro un poco en internet algo sobre „Los Tiempos“. Resulta que tiene una relación más que directa con el grupo Prisa. La información la he encontrado en un artículo de la Universidad de Buenos Aires „Los medios en Bolivia, Centro cultural de la Cooperación“. Un sitio que recomiendo a quienes quieran saber de verdad qué y de quién es El País.
El colmo llega cuando la bellísima Erika se pone a hablar. Ya nos ha contado que fue en Sucre al Colegio Alemán-Boliviano, pero no sabe ni una palabra de alemán porque eran sonidos muy bruscos para su fino gañote. Menos mal que, para calentar motores, su amante le dice "Ich liebe Dich", lo único que sabe en la exótica lengua de Goethe. Para arreglar del todo la conversación nos aclara que nosotros no conocemos el país: „hay más de un 40 % de gente muy inculta, son como animalitos (!!!) y ellos son los que han votado a Evo sin saber lo que hacían. Les prometen lo que luego no cumplen y así compran el voto!"
Visto lo oído, acabamos nuestra cena y nos retiramos renunciando a la velada musical en inglés. En nuestra cabaña nos espera el resto del vino blanco de la cena, que ha acompañado al excelente pescado (Subiri al ajillo) que han preparado esos simpáticos „animalitos“ que tan bien llevan el hotel y con tan buen saber hacer nos han tratado toda la semana.
Epílogo
Otra vez en Cochabamba, nos cuenta Coco que en su hotel tuvimos la habitación de Evo y hemos dormido en la misma cama (!). Hace unos años, cuando era un jefe sindical de los colaleros del Chaparé, parece que tenía dificultados para encontrar alojamiento y sólo lo encontró en el Hotel El Puente. Ahora, cuando hay elecciones, él vota en Villa Tunari, y se sigue alojando aquí.
Der Himmel ist deutsch grau-weiß, aber die Temperaturen liegen irgendwo im oberen 20-Grad-Bereich, und der Regen kühlt nicht ab. Blätter und Blüten glitzern unter den Regentropfen, das Urwald-Konzert dazu ist ohrenbetäuben, schwillt an und ebbt wieder ab. Grillen, Zikaden, Vogelschwärme, nicht zu identifizierende Laute, das Tok-Tok eines Spechtes, das Gluck-splasch einer in ein Wasserglas fallenden Murmel (das, lernen wir später, ist der Lockruf des Oropendula-Männchens).
Kaum lässt der Regen nach und versickert schnell im Erdreich, erheben sich Wolken von Schmetterlingen in die Luft. Schon in Iguazu haben wir außergewöhnliche Schmetterlingsarten gesehen, hier werden wir zu Spezialisten. Man kann ihnen den ganzen Tag lang zusehen. Man könnte ihnen auch den ganzen Tag lang (mit der Kamera) hinterherjagen, denn die Mistviecher sind höllisch schnell, haben unvorhersehbare Flugkurse und sind so unruhig wie kleine Mädchen, kein Denken an eine Sekunde still Sitzen! Unsere Fotos mit Vegetation OHNE Schmetterling häufen sich. Aber auch sehr schöne MIT Schmetterling.
In der Mitte, das Haupthaus, ist wohl das, was der Snob eine Lodge nennt. Ein großer 2-geschossiger Holz- und Bambusbau mit Speisesaal und Bar, davor eine breite überdachte Terrasse, auf der wir unser Zweit-Wohnzimmer aufschlagen und das Frühstück und das Abendessen einnehmen. Darüber ist das Hängematten-Geschoss. Total nett. Rundum offen, Hängematten zwischen den Stützbalken, ein paar Tische – hier wird unser Dritt-Wohnzimmer sein (das erste ist die Terrasse vor unserem Zimmer).
Na, zumindest so auf den ersten und zweiten Eindruck. Ein Haufen Hütten oder unfertige Gebäude entlang der Landstraße, eine ganze Zeile nach vorne offener Esskioske, einer schmuddeliger als der andere, alles voller Fliegen, das Essen (wir haben es, ehrlich gesagt, nur einmal, bei der Ankunft, getestet) am unteren Rand des Essbaren. Von oben (wenn man dann mal eine Anhöhe erkraxelt hat) sieht man dann auch weitere Straßen und ordentlichere Häuser in zweiter und dritter Reihe. Der so scheußliche Eindruck hat natürlich auch mit dem Regen zu tun. Überall Pfützen, überall Matsche, viele Gebäude haben keine oder nur wenige Wände, denn es ist ja knallewarm und es wird wohl auch nie kälter. Wir befinden uns auf 400 m Höhe, dem Beginn des Amazonasbeckens und des tropischen Regenwaldes, hier, wo man grade von den Berghängen von Cochabamba runterkommt, dem Übergangsbereich, den man in anderen Gegenden „die Augenbraue des Urwalds“ nennt und der hier die Yunga tropical heißt.
In dieser Gegend gibt es 5 Dörfer, die in den 30er Jahren (nach dem Ende des Chaco-Kriegs, in dem Bolivien sehr viel Fläche an Paraguay abgeben musste, aber danach waren die Grenzen endgültig klar) als Plandörfer angelegt wurden (Villa Tunari ist eines davon), um das Gebiet urbar zu machen, zu kolonisieren. Es wurden teils nationale Siedler und teils italienische Einwanderer angesiedelt, lesen wir, was erklärt, warum es hier in der fußläufigen Umgebung zwei Dörfer gibt, die Agrigento A und B heißen, obwohl wir dort nur Mestizen und Indios sehen.
Hier beginnt die Region Chapare, in der Coca angebaut wird. In den 80er Jahren war die Produktion unkontrolliert und immens. Damals wurden die Programme angeleiert, die die Cocabauern zu anderen Aktivitäten „umleiten“ sollten, teils mit US-amerikanichem Geld, teils auch mit europäischem. Wir sehen (und lesen) immer wieder von einem Programm PRAEDAC, das so etwa von 1997-2005 gegriffen haben muss (die Vor-Evo-Zeit) und in dem das zweite A für Alternativ, das D für Entwicklung und das C für Chapare stehen. Alterniv heisst natürlich „Alternative zum Coca-Anbau“.
Und in der Tat: ratz-fatz ist die Woche vorbei. Es hat in dieser Zeit geschüttet, was das Zeug hält. Solche Wassermassen habe ich noch nie gesehen. 5500 mm Regen kommen hier am Gebirgsrand im Jahr runter. Das ist 5- oder 6-mal so viel wie in einem anständigen deutschen Regenloch. Und ich fürchte, der Hauptanteil der Jahresration ist in dieser Woche gefallen. Meistens nachts, mit ordentlichem Gedonner dabei, aber wir hatten auch zwei völlig verregnete Tage. Dann wieder wird es strahlend sonnig, und immer ist es warm. Aber auch der Regen ist schön, und in den Stunden danach ist die Luft voller warmen Dampfes, so dass man kaum merkt, ob man im Wasser, im Pool, im Fluss, zwischen den tropfenden Blättern oder draussen ist.
Wir haben die Umgebung zu Fuß erkundet, sind an einem Tag auf den mit Flusskieseln gepflasterten Nebenstraßen bis Agrigento B gelaufen und an einem anderen wollten wir nach Villa Tunari gehen. Zum Schluss haben wir doch ein Taxi genommen, denn die Landstraße, auf der man drei oder vier km gehen muss, ist tödlich.
In Villa Tunari gab es Internet, mehr schlecht als recht, und wir haben ein paar Turnschuhe erstanden, mit denen man im Wasser auf den Flusskieseln laufen kann. Denn unser erster Ausflug an den Bach hinterm Haus wurde in der ersten Flussbiegung gebremst. Trockenen Fusses kommt man da nicht weiter, barfuss erst recht nicht. Zwar sind die Steine alle rund, aber unterschiedlich glitschig, und allein der Gedanke, hier hinzufallen und sich was zu brechen hat uns Hyper-Vorsicht geboten. Mit einem Stock und wassertauglichen Schuhen konnten wir aber dann doch 5, 6, 7 Flussbiegungen weit in dem tief eingekerbten Tal laufen, in jeder Gumpe baden, uns einen hübschen Sandstrand suchen, sitzen, lesen, plantschen. Weit und breit KEIN Mensch! Es war herrlich. Und beim letzten Ausflug dieser Art haben wir sogar über uns in den Baumwipfeln die Äffchen turnen sehen.
Das ist jene Straße, wegen der die Bevölkerung der Morales-Regierung viel Zoff gemacht hat, was damals durch die Weltpresse ging. Später erfahren wir, dass Evo eine Volksabstimmung bei den Bewohnern der betroffenen Region durchgeführt hat. Mit sehr viel Geduld (eine der Haupteigenschaften, die ihm als Aymara zugesprochen wird) sind Befrager bis in die hintersten unzugänglichen Urwaldecken geschickt worden, und es stellte sich raus, dass die Regionsbewohner alle FÜR den Bau der Strasse waren, denn diese wird sie endlich mit den Provinzzentren von Cochabamba, Sta. Cruz und Trinidad verbinden.
Die Baustelle entpuppt sich als Hindernis, wir hätten einen Umweg von einer weiteren Stunde fahren müssen, und als wir uns weigern, dreht Robert um und fährt uns zum nur etwa ½ Stunde entfernten Carrasco-Nationalpark, der auch unser primäres Ziel war. Es geht etwa 10 km auf der Landstraße gen Cochabamba, bis wir hart am Fuß der Berge sind, dort dann auf eine dieser vollständig mit Flusskieseln gepflasterten Seitenstraßen weitere 5 km durch ein langes Strassendorf mit vielen Anbauflächen rechts und links. Da kennt Robert sich aus, zeigt uns Yuccapflanzen, Cocabüsche, Mais und Quinoa.
Der Nationalpark Carrasco hat ein großes von der EU finanziertes Empfangsgebäude (Alternativ-Programm zum Coca-Anbau). Info-Center, Forscher-Quartiere etc. liegen allerdings brach, alles ist zu und erst nach einer Weile taucht ein Führer auf, der uns Eintritt abknöpft und uns dann mit uns eine etwa zweieinhalbstündige Tour macht. Julian kennt sich wirklich gut aus, kennt alle Pflanzen, Tiere und Tierchen, so dass er uns viele Fragen beantworten kann.
Schon der Beginn des Rundweges ist klasse: Julian zieht uns an einer Kabelbrücke über den Fluss, und dann geht es richtig durch den Dschungel, es ist feucht und stickig, es schwirrt und surrt und krächzt im Blätterwirrwarr, wir sehen Schlangen und seltsame Insekten, Bäume, die täglich Harz ausschwitzen und deshalb voller Ameisen sind, und eine Menge anderes Klein-Viehzeug. Ziel der Wanderung ist eine Höhle, in der eine seltene Nacht-Raubvogelart (Guacharos) nistet. Man sieht im Dunkel der Höhle wenig, aber die Viecher machen ein wildes Gekrächze und flattern in der Höhle rum, was man mehr ahnt als sieht. In einer weiteren Höhle sehen wir mit der Taschenlampe Fledermäuse, über 50 verschiedene Sorten sollen es sein. Wir glauben es und sind beeindruckt.
Falsa coral sorprendida en el Parque Carrasco. Inofensiva para el hombre. |
Im Dschungel
Ein lauwarmer Regenfilm fällt senkrecht auf das Meer von grünen, gelben, roten, gestreiften, gesprenkelten Blättern, die in wildem Durcheinander die Dschungelvegetation bilden.Der Himmel ist deutsch grau-weiß, aber die Temperaturen liegen irgendwo im oberen 20-Grad-Bereich, und der Regen kühlt nicht ab. Blätter und Blüten glitzern unter den Regentropfen, das Urwald-Konzert dazu ist ohrenbetäuben, schwillt an und ebbt wieder ab. Grillen, Zikaden, Vogelschwärme, nicht zu identifizierende Laute, das Tok-Tok eines Spechtes, das Gluck-splasch einer in ein Wasserglas fallenden Murmel (das, lernen wir später, ist der Lockruf des Oropendula-Männchens).
Kaum lässt der Regen nach und versickert schnell im Erdreich, erheben sich Wolken von Schmetterlingen in die Luft. Schon in Iguazu haben wir außergewöhnliche Schmetterlingsarten gesehen, hier werden wir zu Spezialisten. Man kann ihnen den ganzen Tag lang zusehen. Man könnte ihnen auch den ganzen Tag lang (mit der Kamera) hinterherjagen, denn die Mistviecher sind höllisch schnell, haben unvorhersehbare Flugkurse und sind so unruhig wie kleine Mädchen, kein Denken an eine Sekunde still Sitzen! Unsere Fotos mit Vegetation OHNE Schmetterling häufen sich. Aber auch sehr schöne MIT Schmetterling.
Die meisten Tiere, die man sieht, sind ohne Zweifel Insekten. Mara hatte uns schon darauf eingestimmt. Man kann nicht anders, man muss sich mit ihnen beschäftigen. Überall krabbeln Ameisen in allen erdenklichen Größen. Käfer schillern in tollsten Farben, Raupen krabbeln, Falter flattern, Mosquitos stechen und sirren, eine gefühlte Krabbeltierdichte von 1000 je Quadratmeter. Wo man hintritt, hüpfen 2, 3, 4, ganz viele Heuschrecken davon, die sich im Sprung in flüchtige gelbe, weiße, blaue oder orange Schmetterlinge verwandeln. Auch hier kein Denken an ein Foto.
Und natürlich überwältigend die Vegetation: Bambus, Kokospalmen, Mangobäume, Bananenstauden, Dattelpalmen, Guayaba, Orangen-, Zitronen-, Mandarinenbäume, Papaya, alle Grünpflanzen, die der Deutsche mühselig klein im Zimmer hegt, hier in ausladenden Dimensionen, die Bäume hinaufwindend.
Gelb, lila, rot, rosa, blau blühende Pflanzen, die wir nicht kennen, herrlich duftende Narden, Bougainvilles, Strelizien, Orchideen ...
Und oben in den Baumwipfeln: schwarze Vögel mit gelbem Schwanz (Oropendulas, Pirole, obwohl sie wie umgekehrte Pirole aussehen; viel schwarz und nur wenig gelb), kleine Rotkehlchen-artige Vögelchen, schneller als der Wind, im Baumgewirr unsichtbare Spechte, kreisende Raubvögle, ein dunkelgrünes Gesurre von im schnellen Flug kaum sichtbaren Kolibris, wild zeternde Papageienschwärme ...
Oropéndula / Pirolart |
Die Fahrt
Cochabamba liegt in der Zone der sog. Valles, der Täler, die von den Anden teils als Hochtäler parallel und teils als Flusstäler quer zu dem Gebirgszug liegen. Doch nur 150 km weiter östlich beginnt das Amazanosbecken, hier noch zaghaft, mit Bächen, die von den Bergen kommen, sich zu breiteren Flüssen vereinen und gelegentlich alle in den Río Marmoré münden, der einer der großen Zuflüsse des Amazonas ist. Dieser Urwaldrand ist Ziel eines einwöchigen Ausflugs, den wir von Cochabamba aus machen. Im Süden der Stadt, nahe der Cancha, starten Busse in die diese Gegend, ohne feste Abfahrtszeiten. Wenn sie voll sind, fahren sie los, dahinter steht schon der nächste Bus, der das dann genauso macht.
Als wir einsteigen, sind die meisten Sitze schon voll, aber trotzdem dauert es noch einen halbe Stunde, bis auch der letzte Sitzplatz gefüllt ist und es losgehen kann. Nach fast einer Stunde Gezuckel durch die Vororte geht es aus dem Becken von Cochabamba hinauf auf die Passhöhe von etwa 3000 m, durch eine satte grüne Gebirgs-Vegetation mit wenig Baumbestand und viel Viehweiden. Als es wieder bergab geht, wird der Bewuchs dichter und es wird feuchter und wärmer. Die Straße weist an mehreren Stellen deutliche Schäden der letzten Regenfälle auf. Noch gestern hatten wir in der Zeitung von erheblichen Lastwagenstaus gelesen, die irgendwo auf dieser Strecke registriert worden waren, weil hier wegen Erdrutschen Reparaturarbeiten durchgeführt werden. Die 4-stündige Fahrt verläuft jedoch staufrei und weitgehend angenehm. Es wird erst während der letzten Stunde nervig, als der Fahrer einen fahrenden Verkäufer zusteigen lässt, der unsere Zwangssituation ausnützt – es kann ja niemand weggehen oder weg-hören –, sich vorne in den Gang stellt und uns mit eindringlicher Stimme eine geschlagene dreiviertel Stunde lang die Hucke vollquatscht über die tollen Eigenschaften seiner Wunder-Produkte.
Ich weiß schon nicht mehr genau, was es war, irgendein Stärkungsmittel, das man essen, aber auch als Dünger in die Erde tun kann. Zwischendurch werden von ihm Proben mit Keksen (in denen das Zeug drin ist, vermutlich) verteilt, die alle Leute brav in der Hand halten. Aber wenn man das Päckchen aufmacht, muss man es bezahlen. Nix Gratisproben! Der Vertreter kommt dann am Schluss und sammelt alles wieder ein bzw. kassiert. Wir kennen das schon und weigern uns, die Proben überhaupt anzunehmen. Damit sind wir schon die einzigen. Ein böses Wort sagt niemand, so dass auch wir uns nicht trauen, zu sagen, er möge doch bitte mal die Klappe halten. Erst als wir in einem kleinen Dorf kurz halten, steigt der Mensch wieder aus, um im nächsten Bus dasselbe Theater vorzuführen. Als wir schließlich die Berge ganz verlassen haben und auf ebener Strecke fahren, kommt auch Villa Tunari in Sicht. Irgendjemand sagt uns, wir müssten jetzt aussteigen, und dann stehen wir schon am Straßenrand, zwischen ziemlich viel Verkehr, Dreck und Gewimmel von Leuten, Verkäufern, Sammeltaxis und Essenskiosken. Wir sind hungrig und stopfen irgendetwas in uns hinein, bevor wir ein Taxi besteigen und uns zu unserem gebuchten Quartier fahren lassen.
und quatscht und quatscht und quatscht ... vendedor ambuilante en el microbus del viaje |
Ich weiß schon nicht mehr genau, was es war, irgendein Stärkungsmittel, das man essen, aber auch als Dünger in die Erde tun kann. Zwischendurch werden von ihm Proben mit Keksen (in denen das Zeug drin ist, vermutlich) verteilt, die alle Leute brav in der Hand halten. Aber wenn man das Päckchen aufmacht, muss man es bezahlen. Nix Gratisproben! Der Vertreter kommt dann am Schluss und sammelt alles wieder ein bzw. kassiert. Wir kennen das schon und weigern uns, die Proben überhaupt anzunehmen. Damit sind wir schon die einzigen. Ein böses Wort sagt niemand, so dass auch wir uns nicht trauen, zu sagen, er möge doch bitte mal die Klappe halten. Erst als wir in einem kleinen Dorf kurz halten, steigt der Mensch wieder aus, um im nächsten Bus dasselbe Theater vorzuführen. Als wir schließlich die Berge ganz verlassen haben und auf ebener Strecke fahren, kommt auch Villa Tunari in Sicht. Irgendjemand sagt uns, wir müssten jetzt aussteigen, und dann stehen wir schon am Straßenrand, zwischen ziemlich viel Verkehr, Dreck und Gewimmel von Leuten, Verkäufern, Sammeltaxis und Essenskiosken. Wir sind hungrig und stopfen irgendetwas in uns hinein, bevor wir ein Taxi besteigen und uns zu unserem gebuchten Quartier fahren lassen.
Das Hotel
Das Hotel El Puente, in das wir auf Maras Empfehlung für eine Woche gekommen sind, erweist sich als der Himmel auf Erden. Ein Dschungelhotel, etwa 5 km vom Ort Villa Tunari entfernt, mit 22 ha Grund, viel Dschungel, wenig Hotel, dahinter ein steil eingeschnittener Fluss, der in jeder Kurve eine tiefe Gumpe bildet, in der man baden kann. Für 8 € mehr (38 statt 30) bekommen wir eine „Suite“, d.h. ein Zimmer mit Bad, in dem außer den Betten die drin stehen, auch noch Platz ist, eine Sitzecke, ein kleines Regal, einfach „Luft“. Es ist sicher das schönste Zimmer der 14, die das Hotel hat, in vier kleinen Gebäuden über den abschüssigen Dschungelpark verstreut, vor jedem Zimmer eine schöne überdachte Terrasse mit Blick auf viel Grün. In der Mitte, das Haupthaus, ist wohl das, was der Snob eine Lodge nennt. Ein großer 2-geschossiger Holz- und Bambusbau mit Speisesaal und Bar, davor eine breite überdachte Terrasse, auf der wir unser Zweit-Wohnzimmer aufschlagen und das Frühstück und das Abendessen einnehmen. Darüber ist das Hängematten-Geschoss. Total nett. Rundum offen, Hängematten zwischen den Stützbalken, ein paar Tische – hier wird unser Dritt-Wohnzimmer sein (das erste ist die Terrasse vor unserem Zimmer).
Sehr schön auch der Pool, blitzesauber, Nacht für Nacht füllt er sich mit frischem Regenwasser bis zum Rand – er hat eine anständige Größe und das Wasser hat absolute Badewannentemperatur – nicht sehr erfrischend, ab soooo entspannend! Besonders, wenn man ihn ganz für sich alleine hat.
Auch das Frühstücks-Buffet wird für uns alleine aufgebaut: frisches Obst, Mini-Bananen aus dem eigenen Anbau, ein frischer Obstsaft aus Carambola, Papaya oder Melone, ein Obst-Yogi, Brot, Marmeladen, Käse, ein großer Teller voller frischem Rührei von glücklichen Hühnern (SEHR glückliche Hühner, wir hören jeden Morgen den Hahn!). Danach sind wir pappenvoll für den ganzen Tag.
Das Abendessen ist nicht sehr abwechslungsreich (es gibt immer Kartoffeln und Reis plus …), aber Schnitzel oder Hühnerbrust sind gut zubereitet, der Salat ist frisch, der Wein ist ordentlich, das Bier kalt, was will man mehr?
Also, aufgemerkt, wer mal eine oder 2 Wochen wirklich entspannen will (OHNE TV und Internet!): Für weniger als 60 € pro Tag können es sich 2 Personen hier richtig gut gehen lassen. Allerdings übernehmen wir keine Garantie bzgl. des Lärmpegels, wenn das gesamte Hotel belegt ist. Denn wir waren bis auf 24 Stunden die ganze Woche über die einzigen Gäste!
Der Ort
Von den Bergen kommen eine Menge Bäche und Flüsse runter. Villa Tunari, grade in der Ebene gelegen, liegt am Zusammenfluss des San Mateo und des Espiritu Santo, die ab diesem Punkt Río Chapare heißen. Ein breiter, jetzt in der Regenzeit recht wilder Fluss, der dieser gegend den Namen gibt (Das Chapare). Der Ort liegt an der Durchgangsstraße Richtung Sta. Cruz, der bolivianischen Großstadt im Amazonasbecken, ca. 350 km weiter östlich. Villa Tunari muss der hässlichste ätzendste Ort sein, den ich je gesehen habe. Na, zumindest so auf den ersten und zweiten Eindruck. Ein Haufen Hütten oder unfertige Gebäude entlang der Landstraße, eine ganze Zeile nach vorne offener Esskioske, einer schmuddeliger als der andere, alles voller Fliegen, das Essen (wir haben es, ehrlich gesagt, nur einmal, bei der Ankunft, getestet) am unteren Rand des Essbaren. Von oben (wenn man dann mal eine Anhöhe erkraxelt hat) sieht man dann auch weitere Straßen und ordentlichere Häuser in zweiter und dritter Reihe. Der so scheußliche Eindruck hat natürlich auch mit dem Regen zu tun. Überall Pfützen, überall Matsche, viele Gebäude haben keine oder nur wenige Wände, denn es ist ja knallewarm und es wird wohl auch nie kälter. Wir befinden uns auf 400 m Höhe, dem Beginn des Amazonasbeckens und des tropischen Regenwaldes, hier, wo man grade von den Berghängen von Cochabamba runterkommt, dem Übergangsbereich, den man in anderen Gegenden „die Augenbraue des Urwalds“ nennt und der hier die Yunga tropical heißt.
In Villa Turnari, das Zentrum für die rund 30.000 Einwohner der umliegenden Dörfer ist, gibt es ein sehr ordentlich aussehendes Krankenhaus und mehrere Schulen, aus denen mittags Unmengen von adrett gekleidete Kinder quellen, in Schüben, je nach Größe, die kleinen früher, die größeren später. Sie füllen die verkehrsreiche Durchgangsstraße und werden nach eingefahrenen Vereinbarungen in Massen von Sammeltaxis gepackt und in die Dörfer gefahren. Wenn man dort die Häuser sieht, fragt man sich, wie die weißen Hemden der Schulinformen so weiß bleiben können. Und es gibt einem viel Hoffnung für dieses Land, zu sehen, dass die (regional) noch vor 10 Jahren bei fast 80% liegende Analphabetenrate drastisch sinken wird und dass hier selbst aus der hintersten Ecke jedes Kind in die Schule gebracht wird.
Cocablätter werden getrocknet Secado de hojas de coca en Agrigento |
Heute hat Evo durchgesetzt, dass die Familien für den Eigenbedarf bzw. den Verkauf der Blätter, die gekaut oder zu Tee verarbeitet werden, 1600 qm pro Person anbauen darf (Minifelder von 40x40 m). Das bringt bei 3 Ernten im Jahr immerhin 2000-2500 Euro ein. Bei 4-6 Familienmitgliedern kommt da schon einiges zusammen. Und in der UNO hat er im letzten Jahr durchgesetzt, dass das Kauen von Kokablättern nicht mehr unter den Drogenkonsum gezählt wird (wie das seit 1988 der Fall war). Auch das ein Schritt zur Normalisierung der Situation hier. Grade dieser Tage geht durch die Presse, dass Evo Morales in Wien bei einer UNO-Konferenz das Recht der Coca-Bauern weiter verteidigt und versucht durchzusetzen, dass die Kokablätter von der Drogenliste genommen werden. Er hat erläutert, was der Unterschied zwischen den naturbelassenen Cocablättern und dem mit chemischen Mitteln erzeugten Cocain ist. Fakt ist, dass der Extrakt aus den Blättern sehr gesund ist und der Tee und andere mit Cocablättern hergestellte Produkte (Kekse!) uns hier das Höhenleben erst erträglich machen (habe beim morgendlichen Tippen schon meinen ersten Coca-Tee intus :-).
Die Woche
Julio und Cristina führen das Hotel, das Coco gehört, dem Mann von Mara und Freund von Carmelo. Coco ist weit weg. Julio und Cristina leben auf dem Grundstück und schmeissen den Laden alleine. Nicht ganz. Es gibt auch noch Cristobal, ca. 16 Jahre alt. Er reinigt die Zimmer und hilft bei der Gartenarbeit. Cristina kocht. Julio ist Mädchen für alles und fährt einmal im Monat für einige Tage nach La Paz, wo seine Frau lebt. Die drei behandeln uns gut, nicht nur, weil wir Freunde des Besitzers sind, sondern auch, weil wir die einzigen Gäste sind und überhaupt, weil das Hotel dafür da ist. Eine ganze Woche blieben wir? Da würden wir uns aber langweilen! Cristina ist besorgt. Sie hat keine Ahnung, welche Routine wir im Müßiggang, im gemächlich den Tag angehen Lassen und im Zeitvertreib mit Lesen und Schreiben haben.Palmenhain auf dem Weg in den Ort Palmar en el camino al pueblo |
Liebevoll mit Flusskieseln gepflasterte Wege Carreteras empedradas con cantos de río |
In Agrigento B |
In Villa Tunari gab es Internet, mehr schlecht als recht, und wir haben ein paar Turnschuhe erstanden, mit denen man im Wasser auf den Flusskieseln laufen kann. Denn unser erster Ausflug an den Bach hinterm Haus wurde in der ersten Flussbiegung gebremst. Trockenen Fusses kommt man da nicht weiter, barfuss erst recht nicht. Zwar sind die Steine alle rund, aber unterschiedlich glitschig, und allein der Gedanke, hier hinzufallen und sich was zu brechen hat uns Hyper-Vorsicht geboten. Mit einem Stock und wassertauglichen Schuhen konnten wir aber dann doch 5, 6, 7 Flussbiegungen weit in dem tief eingekerbten Tal laufen, in jeder Gumpe baden, uns einen hübschen Sandstrand suchen, sitzen, lesen, plantschen. Weit und breit KEIN Mensch! Es war herrlich. Und beim letzten Ausflug dieser Art haben wir sogar über uns in den Baumwipfeln die Äffchen turnen sehen.
Ein weiterer Spaziergang hat uns - auf Julios Tipp hin - einen fast überwucherten Pfad entlang in Richtung Fluss geführt. Am Ende standen wir vor einem riesigen verlassenen Hotelkomplex, der nie fertig geworden ist, obwohl nicht mehr viel gefehlt haben kann. Zwei zweigeschossige Flügel mit den Zimmern, ein Zentralgebäude und dahinter eine Poollandschaft, die es mit jedem "Erlebnisbad" aufnehmen kann. Niemand weiß so recht, wer der Investor war. Julio tippt, es war ein Politiker, der hier sein weiß der Himmel woher stammendes Geld angelegt hat, auch Coco meint, es hätte was mit Geldwäsche zu tun gehabt; auf jeden Fall sind Besitzer und Bauerbeiter über Nacht verschwunden, als die neue (Evo-)Regierung an die Macht kam. Nun kann man Studien betreiben, wie sich die Natur ihr Territorium zurückerobert.
Die Parks
Julio organisiert uns ein Taxi, das uns einen Tag lang durch die Gegend schaukeln soll, zu all den Sehenswürdigkeiten, zu denen wir als Fußgänger sonst nicht kämen. Der Preis ist eher hoch, aber wir hoffen, damit freie Hand bei allen Unternehmungen zu haben. Robert, der Taxifahrer entpuppt sich aber als ziemliche Triefnase, hat keine Ahnung von Öffnungszeiten und will uns zuerst zu einem ominösen Ameisenpark fahren. Mit hartnäckigen Nachfragen stellt sich raus, dass dieser etwa eineinhalb Stunden entfernt liegt. Auf der Straße durch den Isiboro-Park, die noch im Bau ist. "Straße = Zerstörung; das Indigenen-Schutzgebiet und Nationalpark Isiboro-Secure (TIPNIS) = Leben" TIPNIS (Terrenos indígenas del Parque Nacional Isidoro Secure) |
Das ist jene Straße, wegen der die Bevölkerung der Morales-Regierung viel Zoff gemacht hat, was damals durch die Weltpresse ging. Später erfahren wir, dass Evo eine Volksabstimmung bei den Bewohnern der betroffenen Region durchgeführt hat. Mit sehr viel Geduld (eine der Haupteigenschaften, die ihm als Aymara zugesprochen wird) sind Befrager bis in die hintersten unzugänglichen Urwaldecken geschickt worden, und es stellte sich raus, dass die Regionsbewohner alle FÜR den Bau der Strasse waren, denn diese wird sie endlich mit den Provinzzentren von Cochabamba, Sta. Cruz und Trinidad verbinden.
Cocabüsche / Arbustos de Coca |
Julian erklärt /Julián explica |
... und zieht uns im Korb über den Fluss Y tira de la cesta sobre el río para que podamos pasar |
Schon der Beginn des Rundweges ist klasse: Julian zieht uns an einer Kabelbrücke über den Fluss, und dann geht es richtig durch den Dschungel, es ist feucht und stickig, es schwirrt und surrt und krächzt im Blätterwirrwarr, wir sehen Schlangen und seltsame Insekten, Bäume, die täglich Harz ausschwitzen und deshalb voller Ameisen sind, und eine Menge anderes Klein-Viehzeug. Ziel der Wanderung ist eine Höhle, in der eine seltene Nacht-Raubvogelart (Guacharos) nistet. Man sieht im Dunkel der Höhle wenig, aber die Viecher machen ein wildes Gekrächze und flattern in der Höhle rum, was man mehr ahnt als sieht. In einer weiteren Höhle sehen wir mit der Taschenlampe Fledermäuse, über 50 verschiedene Sorten sollen es sein. Wir glauben es und sind beeindruckt.
In der Zwischenzeit hat Robert Mittag gegessen und Siesta gehalten und fährt uns nun zum Park Machia, den wir allerdings auch fußläufig vom Hotel aus erreicht hätten. Der Park wird in allen Reiseführern als Hospital und Schutzgebiet für irgendwo misshandelte oder ausgestoßene Tiere beschrieben. Er war wohl mal sowas, privat finanziert, ein Ort, wo man als Freiwilliger helfen konnte. Inzwischen gehört er der Gemeinde Villa Tunari und wird neu konzipiert. Jedenfalls gab es nicht viel zu sehen, ein paar kleine Ameisenbären, eine leere Vogelvogliere, wild lebende Affen, die man sieht oder auch nicht; aber es wird vor ihnen gewarnt, sie seien zutraulich und klauten alles, was nicht niet- und nagelfest sei.
Es gibt nur einen Weg, steil den Berg rauf, mit dem man dann hinterm Seitenfluss „Espiritu Santo“ oberhalb von Villa Tunari landet. Ein schöner Weg, mit Stufen gut begehbar, was ja im sonst undurchdringlichen Dschungel schon was wert ist. Und oben hat man einen guten Blick auf den Ort und das Flusstal.
Als wir oben sind, sind wir durchgeschwitzt und sitzen auf der überdachten Gipfelterrasse; Gabriel hat das nasse Hemd ausgezogen, die Wasserflasche steht daneben. Schwupp-die-wupp – sie stand daneben. Das Hemd ist glücklicherweise noch da, ein großer schwarzer Affe turnt übers Geländer, stolz die Wasserflasche in der Hand. Ich raffe das Hemd, denn da kommt der Kollege den Baum runter, springt aber dann dem ersten Affen hinterher, und schon sind sie beide weg, noch nicht einmal ein Foto haben wir schießen können.
Störenfriede
Am Samstag Nachmittag, nachdem wir 6 Tage lang die Herren des Hotels, der Ruhe, des Frühstücks, des Schwimmingpools, des Baches, des Abendessens, der Hängematten und der Aufmerksamkeit der Hausbewahrer waren, kommen andere Gäste. Eine Zumutung! Am Abend vorher war schon ein Auto vorgefahren, in der Dunkelheit und im Regen, aber wir haben sie weggewünscht. Sie haben ein Zimmer angesehen und offenbar war das Fehlen eines Fernsehers (Gott sei's getrommel und gepfiffen!) als Manco groß genug, um weiter zu ziehen. Doch die Gäste am Samstag sind hartnäckiger. Eine Proletenfamilie drängelt sich in eines jener Zimmer, die eigentlich nur aus Betten bestehen, packen dann die Kühlbox mit dem Bier aus und klettern zum Fluss runter. Wir sehen und hören wenig von ihnen. Das andere Auto bringt eine fröhliche Truppe aus Cochabamba, ein Ehepaar mit 15-jähriger Tochter und ein zweites, recht ungleiches Paar, ein vor Kraft stotzender Mann in den End-Vierzigern, der seine Hände nicht von einer etwa 30-jährigen Barby-Puppe lassen kann, die er offensichtlich erstmalig in diesem Freundeskreis mitgebracht hat. Sie essen mehrstündig Mittag und kündigen uns danach für den Abend eine Gesangs-Session an. Gabriel vermutet, dass sie – betrunken, wie die beiden Männer sind – nicht bis zum Abend durchhalten werden. Aber falsch. Sie sitzen fest im Haupthaus auf der Terrasse (an „unserem“ Tisch!), trinken und singen ein wenig zur Gitarre (amerikanische Schlager der 70er Jahre), und als wir zum Abendessen gehen, laden sie uns an ihren Tisch, um zu erfahren, wer wir sind, wie wir hierher gekommen sind und wie uns Bolivien gefällt. Das Gespräch wird schwierig, nachdem sie – sehr schnell – die Gelegenheit nutzen wollen, um all ihre Vorbehalte gegen die Evo-Regierung loszuwerden und uns theatralisch erzählen, wie unsicher alles sei.
Das Thema "Unsicherheit" verfolgt uns seit Buenos Aires. Immer wieder werden wir gewarnt, sei es von Bewohnern, von gutmeinenden alten, offenbar verschreckten Leuten, von barschen Tourismus-Polizisten oder den Leuten der Info-Büros. Und sicher sind hier und da schon Touris bestohlen oder überfallen worden. Kann uns natürlich auch jederzeit passieren. Aber dieses Angst-Schüren ohne konkrete Notwendigkeit ist ganz offensichtlich auch Strategie, Resultat des politischen Linksdriftens dieser Länder, wo dann in den besser situierten Schichten auf emotionaler Ebene nicht mehr zwischen der Angst vor der Nationalisierung internationaler Konzerne, vor der Enteignung von Großgrundbesitz oder vor dem Verlust von Privilegien auf der einen Seite und der Angst des kleinen Mannes vor Verlust seines Sparbuches (bei Inflation) oder der Angst vor Taschendieben im Markt unterschieden wird. Und diese Angst wird ganz wesentlich von der rechten Presse geschürt, die genussvoll jeden Überfall, jeden Verkehrsunfall, jeden familiären Gewaltakt auswalzt und fast immer ist die Regierung Schuld.
Unsere Tischnachbarn haben nicht damit gerechnet, dass wir, die Ausländer, auch eine Meinung zu dem Thema haben und durchaus über Informationen verfügen. Worin denn die Unsicherheit bestehe, fragen wir, da wir in der Tat bislang auch nicht eine Spur davon gemerkt haben. Da wird es schon dünn. Früher sei man auf der Straße nie kontrolliert worden. Aber jetzt, der Drogenhandel (als sei der nicht vor Evos Zeiten viel viel stärker gewesen, aber eben nicht kontrolliert), die Leute fühlten sich ja unsicher. Welche Leute? Würde man auf der Straße überfallen? Nein nein, hier nicht, aber da, wo wir nicht hinkämen, in den Dörfern, da sei viel Unsicherheit! Aha! Nach weiteren 2-3 Nachfragen reduziert sich die Unsicherheit auf eine, die – im Klartext – das Eigentum der Reichen betrifft … Worin die Unsicherheit für Reisende oder die normalen Menschen auf dem Land bestehen sollte, haben wir nicht herausgefunden. Julio kommentiert uns später, dass es seiner Meinung nach früher sehr viel mehr Unsicherheit gegeben habe.
Früher gab es (nach Meinung der Truppe aus Cochabamba) auch viel viel mehr Tourismus hier, Evo hat das alles unterdrückt. Wie, warum, fragen wir. Na ja, durch die Unsicherheit, und die Preise sind auch nicht mehr, wie sie waren … Aha, schließen wir, die Leute werden besser bezahlt als früher, das Luxus-Wochenende im Luxushotel (in Villa Tunari gibt es in der Tat 4-5 gute Hotels am Ortsrand) ist nicht mehr ganz so wohlfeil wie es mal war …
Na ja, und der Rassismus! Den hat auch Evo erfunden bzw. geschürt. Dabei ist er ja gar kein reinrassiger Indio. Mit dem Nachnamen (Morales)! Und kann noch nicht einmal richtig spanisch! (Also doch ein „richtiger“ Indio?) Die Eingeborenen sehen uns Weiße ja jetzt kaum mehr an, wer früher Freund war ist heute Feind. Dabei haben wir nichts gemacht, das geht alles von denen aus. Aha, schließen wir, die Leute trauen sich offenbar inzwischen, nicht mehr den unterwürfigen lächelnden Indio-Trottel zu mimen, sondern sind nur freundlich zu demjenigen, zu dem sie es auch sein wollen. Wir haben bisher nirgends Unfreundlichkeit erlebt. Ganz im Gegenteil.
Ach, und auch ganz schlimm: die zwingen uns jetzt Quechua zu sprechen (Was natürlich dummes Zeug ist; wahr ist, dass die Schulen beginnen, Quechua zu lehren. Zum Glück. Das sprechen immerhin rund 2,5 Millionen Leute allein in Bolivien). Und: früher war Quechua ein Dialekt, heute nennen sie es eine Sprache! Wir fragen, ein Dialekt von was? Aber unsere Frage wird nicht verstanden. Gabriel versucht klar zu machen, was der Begriff „Dialekt“ bedeutet. Ja, ja, genau so, ein Derivat vom Spanischen, es gebe viele Worte im Quechua, die aus dem Spanischen stammten. Ja, geben wir zu, natürlich die Dinge, die es im alten Inkareich nicht gab, werden wohl mit Importbegriffen bezeichnet worden sein. Ja, genau, eben: ein Dialekt! Hoffnungslos!
Der vor Selbstbewusstsein (und Unschuld) strotzende Macho mit seiner puppenhaften Geliebten entpuppt sich als Erbe des Besitzers einer der großen Tageszeitungen von Cochabamba (El Tiempo), die in einem der modernsten Hochhäuser der Stadt residiert, auf dem in alt-gotischen Lettern der Name der Zeitung thront. Als er früher mit seinem Pferd übers Land ritt, haben ihn die Indios gegrüßt, waren seine Freunde. Heute nichts dergleichen!
Man braucht die Zeitung gar nicht zu kaufen, um zu wissen, was drin steht.
Die Krönung liefert dann noch Erika, die Geliebte. Sie kann offenbar doch sprechen! Ist in Sucre auf die deutsch-bolivianische Schule gegangen, aber gibt zu, dass sie kein Wort deutsch kann. Die harten Laute waren nichts für ihre zarte Kehle. Auch als der polyglotte Geliebte (der in den USA studiert hat und Cat Stevens-Lieder singt) auf deutsch „ich liebe dich“ sagt, versteht sie nur Bahnhof. (So viel zu den deutschen Kultur-Bemühungen im Ausland ☺) Um die Stimmung vor dem endgültigen Abrutschen zu bewahren, erklärt sie uns abschließend die politische Situation: Etwa 40% der Bevölkerung sind ungebildete Analphabeten, Tierchen („animalitos“), die als willenlose Wählermasse verschoben werden können. Und diese Tierchen hat man hin zu Evo geschoben, sie merken nicht, für was sie benutzt werden. Das ist das Problem im Moment.
Wir sind bedient und verabschieden uns in unser Quartier, voll des guten, heute weißen Weines aus Tarija, der vorzüglich zum ebenso guten Fisch passte. Zubereitet von zwei sehr netten kompetenten „Animalitos“, die hier das Hotel führen.
Nachtrag
Wieder in Cochabamba, erzählt uns Coco, dass wir in seinem Hotel das „Präsidentenzimmer“ gehabt haben. Früher, als Evo Morales noch ein Gewerkschaftsführer der Cocabauern im Chapare war, haben ihm die schicken Hotels der Gegend (die, die früher immer voll waren!) die Unterbringung verweigert. Sein Wahlbezirk ist immer noch hier, und wenn er zum Wählen zurück in seinen Bezirk kommt, dann steigt er nach wie vor im einzigen Hotel ab, das ihn damals aufgenommen hat. Wir haben also im selben Bett wie Evo Morales geschlafen, wenn das nix ist!
wunderbar beschrieben alle Stationen des Unterwegsseins.
AntwortenLöschenweiter so.Alles Gute