9. Februar 2013

Los Valles Calchaquíes / Die Calchaqui-Taeler


Quebrada de Cafayate: " El Anfiteatro", un lugar de acustica especial  / Das Amphitheater in der Quebrada von Cafayate
 

Los Valles Calchaquíes

Antes de estar por aquí, los Calchakís eran para mí un grupo de „folk-protesta“ que formaron en Francia músicos argentinos y chilenos exiliados durante las dictaduras militares de Videla y Pinochet. Ahora sé, porque se lee por todos los sitios, que los calchaquís eran tribus de indios diaguitas que se enfrentaron a los españoles y los mantuvieron más de 100 años a raya en tres guerras: La primera fue liderada por un cacique llamado Calchaqui que les dió nombre, la segunda no me acuerdo y la tercera por un andaluz, un tal Bohórquez, que se identificó con los incas y se pudo el nombre de Inca Hualpa (y olé sus huevos!). Actuamente un río Calchaquí es la seña de identidad geográfica de este pueblo que parece que aún tiene varios cientos de supervivientes en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy.
El rio Las Conchas o Calchaqui

Los valles Calchaquís tienen, según hemos podido comprobar, los paisajes de montaña más bonitos de Argentina, no sólo altas cumbres, sino „quebradas“ y valles llenos de colorido mineral, y atraen a todos los turistas, mayormente mochileros, que ya han ido a ver Iguazú y Bariloche, los indicutibles „highlights“ del turismo nacional.



Durante una semana hemos recorrido en nuestro coche alquilado los valles y carreteras desviándonos del itinerario de Concolorcorvo, que era el más cómodo, directo y menos espectacular, y buscando las rutas de mediana altura en atención al poco tiempo que teníamos, a nuestros problemas cardiacos y a nuestra comodidad. No hemos tocado la cacareada ruta cuarenta (RN 40) porque nos dijeron que en gran parte era de „ripio“, o sea, sin asfaltar y nos fuimos por la carretera secundaria (RN 307) que pasaba por Tafí del Valle (el „imperdible“ valle próximo a Tucumán) y por ella llegamos a Salta. En Salta buscamos un alojamiento y seguimos hacia el norte, para ver las proverbiales quebradas de Purmamarca y de Humahuaca, por las que transcurre la carretera que ve de Jujuy a Bolivia por alturas de más de 4000 metros.



En la quebrada de Tafi del Valle
Viajar en coche alquilado es cómodo, más si es con aire acondicionado, y tiene  la indudable ventaja de poder parar en cualquier sitio, poder ir a cualquier pueblo, poder quedarse a dormir en cualquier lugar del camino. Pero no tiene ni la mitad de gracia que tomar un autobús, oir los comentarios de la gente y los motivos que tiene para viajar, participar de alguna manera del rito colectivo de despedidas y llegadas y viajar a velocidad adecuada, luchar con las maletas y los hostales, tener la sensación de estar pisando tierra en un determinado país.

Una semana después de ir por los paisajes más bonitos y sorprendentes que imaginarse pueda, como si se viera un documental en 3-D, llega el abotargamiento, se confunden los lugares, no se sabe qué es lo que se está viendo y surge un gran cansancio y una especie de aburrimiento que cesa al devolver el coche y bregar de nuevo con la realidad. Además, sobreviene una especie de síndrome del „buscasetas“ (iba a decir micófilo): se intenta ir a todos los sitios,  no dejar de lado ninguna „maravilla“ anunciada en los prospectos y guías, rentabilizar el vehículo... y se está constantemente expuesto a hacer jornadas de 12 ó 13 horas, que, aunque se pare para fotografiar o dar pequeños paseos, resultan dañinas para la salud y la mente.

Salimos de San Miguel de Tucumán por el sur y llegamos a la entrada al valle que está en Famaillá, Entramos en el valle a unos 50 km al sur de San Miguel de Tucumán, a una altura aproximada de 400 m sobre el nivel del mar. Por Famaillá ya pasamos en el autobús hacia Tucumán. Era el sitio de aquel museo „inca“ al aire libre. Ahora podemos bajarnos y fotografiar los simbolismos esculpidos. Es curioso el fenómeno que se da en Argentina de „redescubrimiento“ de las raíces indígenas. Siempre había oído hablar a mis amigos argentinos de que el país había quedado libre de indígenas con la colonización. Actualmente parece que el „ombligo del mundo“, o sea, el Cuzco, estaba en Famaillá o cerca. Nunca se repara en que los Incas eran un imperio que sometían inteligentemente, respetando lengua y religión, pero sometían: obligaban a los hijos de los sometidos a educarse en el Cuzco, imponían un largo servicio militar-social, la mita, en los cofines opuestos del imperio, construyeron su camino aprovechando la infrastructura de las etnias que conquistaban y, se olvida sobre todo que algunos pueblos estaban tan descontentos con ellos que ayudaron a los españoles y, gracias a esa ayuda, pudo tener lugar la conquista de América. Sobre todo, olvidan que el gran Imperio Inca, en el que „inca“ era sólo la aristocracia, duró apenas 150 años y, por lo tanto, no hubo tiempo de más ni de tanto. Argentina está actualmente poblada de ruinas incas, en prejuicio de diaguitas, calchaquís y quilmes, pueblos que tuvieron que sacrificar su identidad y su idioma en favor del quéchua.

 En fin, estas son las cosas que se me ocurren mientras fotografiamos las „obras de arte“ de dudoso simbolismo del Museo de Famaillá. Durante estos días hemos leído los dos tomos un bestseller nacional de Ramón Jáuregui (Geografías Argentinas). El libro se lee bien al principio, pero he llegado a la conclusión de que, más que en la calidad literaria, su éxito se fundamenta en el halago del ego nacional y en confusiones o ambigüedades como ésta de los incas. Luego he sabido que Jauregui es documentalista turístico del canal nacional. A lo mejor estoy equivocado, si alguien lo piensa así, por favor, que me lo diga.



La carretera 307 se adentra en un paisaje Yunga, „tierra alta“ de frondosa vegetación subtropical que en Perú se llamaba „ceja de selva“ y aquí ocupa valles sueltos o grandes areas convertidas en Parques Nacionales a alturas inferiores a los 4000 m. 
Mirardor del Inca
La ascensión es rápida. A lo largo de 50 kilómetros pasamos de los 400 a los 3000 metros sobre el nivel del mar. La vegetación es abrumadora, los árboles se cargan de lianas y de orquídeas, formando un verde enmarañado que tapiza las laderas de los montes, roto por pequeñas cascadas blancas y el arroyo que corre por el fondo de la garganta. Está nublado y llovizna. A medio trayecto, en el „Mirador del Inca“, una nueva estatua de un caudillo rodilla en tierra y actitud oferente protege a los kioskos de artesanía que se cobijan a sus pies.



Al acaba la „Yunga“ comienza la puna, esa región de pampas y montes pelados a más de 3000 metros de altura. El valle por el que va la carretera es amplio, la luz nublada le da una belleza tirando a triste, los calveros de los montes están cubiertos de un sombrero de nubes espesas. Hace frío (con lo que hemos deseado esta temperatura desde que nos movemos por este despiadado verano!). Son montañas sencillas, cargadas de formas y de atmósfera misteriosas, que yo podría pintar; decidimos buscarnos un lugar para quedarnos (quizás más días si tenemos suerte) y dormir. Nos desviamos de la carretera un par de kilómetros hasta un pueblo que se llama El Mollar.   
El Mollar
Qué desolación: los kioskos del pueblo están cubiertos de plásticos para protegerse del viento y la lluvia, las terrazas vacías, las calles embarradas; el Mollar, además, está lleno de domingueros!, el camping abarrotado, los aparcamientos ocupados... 
La lluvia tampoco nos invita a ver el „parque de los menhires“, un recinto al que se han transportado los menhires de toda la región. El motivo de transporte es dudoso; pero parece en el fondo se trata de cobrar entradas. Ya casi a las afueras, nos bajamos e intentamos tomarnos un café, pero nos cobran más de lo debido, discutimos con el dueño, pagamos y nos vamos de allí. 

Dique La Angostura
 A la salida del Mollar está el pantano de la Angostura, de agua negra cristalina, como la que tantas veces hemos buscado para bañarnos. Hace tanto frío (15°?) que ni podemos pensar en ello. Seguimos hasta Tafí del Valle. Estamos ya a 2000 metros de altitud.

Tafí del Valle es a Tucumán, lo que El Rodeo a Catamarca. Más de 1000 casas recién construídas se esparcen por la llanura de la puna y las faldas de los montes cercanos. Intentamos de nuevo buscar alojamiento. El pueblo tiene buena infraestructura y un excelente despacho de turismo, pero los precios están dislocados y casi todo lleno. No queremos ni cabalgar, ni hacer turismo-aventura vestidos de gauchos, ni saltar por un puente, comprar artesanía, ir en jeep destrozando montes ni tirarnos en mountainbike pendiente abajo. Lo único que buscamos es un alojamiento tranquilo y solitario en el monte. Tenemos coche y podemos ir a donde sea; pero estamos en el lugar menos indicado para eso. Todo rebosa turistas y domingueros. Lo mejor es seguir carretera arriba y quizás encontramos algo...

La carretera es excelente, serpentea por la montaña buscando el paso entre las cumbres calchaquís a 3040 metros de altura. 

Andamos entre nubes por parajes solitarios, ni una casa, ni una hostería; sólo a lo lejos se divisa un gaucho de poncho rojo („color sangre enlutada“), que cuida a caballo su rebaño de cabras y pone la única nota discorde en el paisaje verdegrís. La atmósfera es especial.




Tras el paso entre los montes de más de 4000 metros, la carretera desciende por un paisaje de cactus de candelabro, cardones.
Sus formas como talidomícas, de manos dedos amputados o cerrados entre los que sobresalen los dedos corazón apuntando al cielo o mandándonos al carajo en un múltiple corte de manga que tiene algo de burla, de retrato de la situación. También a nosotros nos hace gracia.

El primer pueblo que atravesamos se llama Ampimpa, y como si la naturaleza diera por acabado el maleficio, aparece una posada invintándonos a quedarnos.




Kaktussprache: Du mich auch ...




La Posada Uno

Es exactamente el alojamiento imaginado, casi soñado. Sólo hay tres unidades para huéspedes y, de ellas, una cabaña de adobe libre, con dos habitaciones y baño. Bien decorada, bien hecha, con un rollo tirando a esotérico, con los grifos que funcionan a la perfección, la posada tiene un edificio principal en el que hay un gran salón y una cocina comunitaria. Además una piscina limpia y wi-fi en todo el terreno.

El autor de este hotel modelo es un alemán de raíces norteamericanas que ha dado varias veces la vuelta al mundo en velero y respira educación de lujo por todos sus poros. Habla todos los idiomas del mundo, sabe lo que quiere y lo sabe hacer bien. 
Vive en la Posada con su mujer argentina y sus tres o cuatro hijos. Programa cursos de energía a base de sesiones de estiramiento o movimientos lento que se hacen en la terraza mirando al sol del amanecer y del atardecer, y todo resulta, de alguna manera, perfecto, a no ser porque estamos en temporada alta. 
Nos quedamos allí dos noches porque nuestra cabaña está ya reservada para la tercera. 




Amaicha del Valle

A 10 km de nuestra posada, carretera abajo, está el siguiente pueblo, Amaicha del Valle, situado en el cruce de nuestra carretera (306) con la RN 40. Amaicha es un centro de turismo alternativo. Hippis, mochileros, gente joven ocupan con sus equipajes los bancos de la plaza. A la entrada del pueblo, un gran cartel advierte: Asentamiento ancestral diaguita, región de enorme energia simbólica, país con raiz indígena... 

Es curiosa la mezcla de esoterismo e indigenismo. Amaícha es un sucedáneo de San Pedro de Atcama y no le falta encanto. Damos una vuelta por los alrededores donde por lo visto existe una cascada. Baltasar, el ayudante de nuestro posadero nos envía diciendo que hay media hora, que se trata de un lugar de gran energía, donde la tierra se abre y, para los indios, un sitio sagrado. Pero cuando preguntamos en el pueblo la dirección que hay que tomar, nos dicen que hay siete u ocho kilómetros por camino de ripio. Decidimos no ir a tragar polvo. Luego, Baltasar nos aclara que „la media hora es en coche“. 

Damos una vuelta por el pueblo y los alrededores se reducen a lo que suele haber en los centros turísticos en ciernes: parcelas a la venta y casitas en construcción esparcidas por el secarral.

A las afueras hay un museo dedicado a la Pachamama. Como es lujoso, privado y ya nos vamos escaldando con menhires arrejuntados y centros de energía de domingo, decidimos no entrar. Ayer estuvimos hablando en la cocina con una simpática pareja de Buenos Aires que viaja con sus hijos adolescentes y están alojados en la Posada. También se mostraban disgustados con todas estas „falsificaciones“ hechas en nombre del turismo y nos comentaron su decepción por la falsedad del asentamiento de los indios Quilmes.


Desde la puerta, sin embargo, se adivinan cosas interesantes. Luego nos enteramos de que es la obra de un „Diego Manrique“ local. Podía haberse inventado un marketing mejor!














Quilmes

Además de ser la cerveza más popular de Argentina, Quilmes es un asentamiento indígena que está 20 km más allá, ya en la ruta 40. Hay que desviarsde unos 5 km para llegar allí y a punto estuvimos que no ir, después de lo que habíamos oído. Sin embargo, desprovistos de toda expectativa, creyendo que lo que íbamos a ver era un montaje hecho para el Mundial de Fútbol que se celebra hacia 1970? en Argentina, el sitio es realmente impresionante.


Se trata de una montaña poblada de matojos y de cardones que nacen entre las piedras que tiene forma de regazo extendiendo dos brazos de monte con los que acoge el poblado en su seno. En cada uno de los brazos hay una fortaleza. 

Se sabe poco de los Quilmes, cuyo idioma fue exterminado por los incas y, después, ofrecieron tenaz resistencia a los conquistadores españoles. Por fin fueron vencidos a mediados del siglo XVIII (1667) y trasladados a pie hasta una reducción situada cerca de Buenos Aires, hoy día, el pueblo (o ciudad, o barrio) llamado Quilmes, adonde llegaron apenas 400 supervivientes de los 15.000 que salieron en aquella marcha de la muerte. Otros huyeron a los montes y hoy día hay contabilizados unos 3000 indios Quilmes que se consideran sus descendientes y luchan por recuperar sus territorios. Todo esto lo cuenta con un „pathos“ conmovedor la guía, que es una india Quilmes. 
La guia

La ruinas desde el Pucara o fortin
Aunque la confusión entre Diaguitas, Quilmes y Quechuas o Incas es grande, el relato histórico tiene grandes dosis de verosimilitud. En realidad, de la organización del poblado no dice más que lo que se sabe de los incas, pero cuando se pone combativa, cuando empieza a enumerar los motivos que tienen para hacer desalojar el hotel cercano (construído por un empresario sobre la necrópolis del poblado) y hacer valer las concesiones de terrenos que les cedió la corona española al vencerles, convence al más renuente. Por último pide que propaguemos esta situación y éso es lo que hago.
Una ofrenda en la apacheta a la Pachamama 

Fiesta en El Bañado



Continuamos nuestro viaje desde Quilmes hacia Cafayate por la carretera 40. Las lluvias de los últimos dos días hacen bajar de las altas montañas (más de 5000 m!) que cercan el valle riadas y torrenteras que arrastran piedras y arena e inundan la carretera y los campos. El nombre de El Bañado está muy bien motivado. 

Es domingo a medio día cuando lo atravesamos y nos sorprenden los berridos que pega un altavoz de esos que, al estilo norteamericano, se oyen con fuerte eco a kilómetros de distancia: „Mirad a los españoles cómo huyen aterrorizados pues nuestros gauchos argentinos.... mirad el polvo que levantan sus deterioradas huestes...! Viva la Nación Argentina!...“

Naturalmente, nos acercamos a ver qué es el janglay. El pueblo entero está en la era y celebra una „Fiesta de Aloja y Folklore“. 
Lo que nosostros presenciamos es el principio de la independencia argentina. No hay españoles por ninguna parte, lo que hacen los gauchos montados a caballo, muchos con la hembra a la grupa, es arrancar al ataque y luego frenar (peligrosamente) ante la mesa de la presidencia en medio de una gran polvareda. Hemos llegado a tiempo de presenciarlo. A continuación salen grupos de folklore locales a bailar chacareras y se anuncia la continuación de la fiesta por la tarde. No tenemos hambre para comer y el coche está aparcado al sol con todos nuestros enseres dentro. Hemos estado una hora presenciando divertidos el festejo y nos vamos.

Junto a la fiesta, un tenderete previene en contra del „dengue“. Por lo menos nos enteramos de que estamos en una región libre del mosquito que lo provoca.



Cafayate

la carretera 40 entra en Cafayate por grandes viñedos plantados al pie de las montañas y portones al estilo de las dehesas andaluzas. 
Esta cuenca produce muy buenos vinos, mayormente blancos, de una uva que se llama Torrotés-Riojano. Cafayate es un elegante y aparentemente rico centro de veraneo. 
Comemos algo y tomamos buen café en una de las terrazas de la plaza y salimos hacia Salta esperando poder alojarnos en el camino, pero sin ninguna idea de lo que nos espera.





La Quebrada de Cafayate
El río Las Conchas  ha excavado su alto valle entre los 1700 y 2000 m. Su barranco o "quebrada" tiene más de 60 km y, desde Cafayate hasta un pueblo llamado „Alemania“, es una sucesión continua de espectáculos naturales y lugares de formaciones geológicas irreales, de colores minerales desbordados, de belleza deslumbradora. Todo lo que se pueda decir es poco. Es lo más bonito que he visto en mi vida. Y nos ha pillado de sorpresa. Lo mejor que puede hacer es contarlo en fotos, aunque las fotos no sean capaces de expresarlo, aunque las baterias se agoten en el mejor momento, aunque el resultado sea repetitivo y las montañas salgan planas y sin el color encendido del atardecer.
La Quebrada tiene unos 18 lugares señalados en los que uno se pararia a hacer fotos aunque no hubiera cartel alguno. La carretera es comoda, bien asfaltada, con poca circulacion, de modo que si se quiere disfrutar de este deslumbrante paisaje, lo mejor que se puede hacer es venir. Las fotos solo son un pobre reclamo.






































Die Calchaqui-Täler

… dürften eigentlich nur eines sein, denn es gibt nur einen Fluss Calchaqui. Aber der Name gilt als Sammelbegriff für die benachbarten Hochtäler mit ihren hübschen Dörfern und den verflixt hohen Bergen. Es ist das Gebiet von Diaguita-Staemmen, die hier in den Taelern 3 Kriege gegen die Spanier gefuehrt und sich denen ueber 100 Jahre lang widersetzt haben.



Es gab eigentlich keinen Grund, mit dem Mietauto zu „üben“. Der Verkehr ist gering, die Straßen sind gut, die argentinischen Autofahrer fahren genauso, wie alle auf der Welt, und Gauchito Gil gibt überall auf uns Acht. Hässliche Schlaglöcher gibt es natürlich manchmal, aber das geht man mit einem ziemlich neuen Mietauto relativ locker an – mit dem 18 Jahre alten Golf wäre das schon anders. Also packen wir unser Gepäck in den recht geräumigen Wagen, einen Chevrolet, der – glaube ich – eigentlich ein Opel Corsa ist (wir haben die kleinste Klasse gebucht, bekommen aber einen 4-Türer mit großem Kofferraum) – und los geht’s.



In Famaillá
An der Strecke über die Hochtäler nach Peru liegen jene Dörfer, die in den Reiseführern als „Geheimtipps“ beschrieben werden und die Ziel fast aller Rucksackreisenden Argentiniens sind. Genau wie das patagonische Seengebiet und die Wasserfälle von Iguazu gehört diese Berggegend zum Basis-Canon der Sehenswürdigkeiten-Abhaker. Die drei Reiseziele an den noröstlichen, nordwestlichen und südlichen Extrempunkten des Landes sind mit Buenos Aires per Flug verbunden, wenn man sich Mühe gibt, schafft man sie alle drei in 10 Tagen. Wir sind also auf das Schlimmste gefasst, als wir losfahren, wollen aber natürlich auch “abhaken“. Trotzdem wissen wir eigentlich nicht richtig, was auf uns zukommt. In Tucuman und in allen Reiseprospekten werden die Fahrten in diese Gegend ja als Abenteuerurlaub angepriesen, die Fotos zeigen strahlende junge Leute, die an Paraglidern hängen oder in Gaucho-Klamotten durch die Wüste reiten. Worin besteht aber wohl das Abenteuer?




Das regenverhangene Hochtal






Der Einstieg ist ca. 50 km südlich von Tucuman, auf ca. 400 m Höhe, und ab da folgt ein Hochtal dem nächsten und ein Bergpass dem anderen. Es geht also so aus der Stadt raus, wie wir vor einigen Tagen reingekommen sind, aber diesmal können wir halten, wo wir wollen! So können wir in Famaillá ein paar Fotos schießen von der absonderlichen Dekoration, die wir schon vom Bus aus gesehen hatten, und die wohl zu Ehren der Pachamama (der Mutter Erde) dort aufgestellt ist, oder zum Amüsement der Vorbeifahrenden … Die Symbolsprache ist eindeutig: wir nähern uns Inkaland. Kurz darauf beginnt die erste Passstraße, die durch einen dichten subtropischen Wald führt, auch hier gibt es die Yunga. Die dichte Vegetation ist undurchdringlich wie ein Urwald, voller Lianen und von den Bäumen hängenden Schmarotzerpflanzen. Es ist regnerisch, die Wolken hängen zwischen den fast senkrechten Steilwänden, es ist dampfig und sehr malerisch. So geht es schnell auf 2500 m hoch. Da ist der erste Pass, und dahinter: … Weiter grauer Himmel, aber nix mehr malerisch. Plötzlich beginnt die Puna, die kahle Hochfläche, weit auslandend und leer, die Wolken verdecken die sicher beeindruckenden Bergketten. Das Tal ist so breit, dass man es kaum als solches wahrnimmt, und auch dass die Straße ständig ansteigt merkt man kaum. Es ist plötzlich kühl und es ist uns nach einem Kaffee, so dass wir das erste Dorf ansteuern, El Mollar. Was für ein erbärmlicher Eindruck! Bei Wind und Regen wird alles in Plastik gehüllt, die Sommerterrassen sind ungemütlich, die ungeteerten Straßen sind Matsche, die leeren Plastikflaschen schwimmen auf den Pfützen, die Automassen drängeln durch den Ort, denn die Sommergäste wissen bei dem Wetter auch nichts mit sich anzufangen. Es ist ein Ort der Sommerfrische. Genauso, wie es El Rodeo für Catamarca war, sind es El Mollar und Tafí del Valle für die Bewohner von Tucuman. Nur dass hier der satte grüne Wald fehlt. Stattdessen gibt es ein paar Kakteen.


Fröstelnd bestellen wir unseren Kaffee, um danach festzustellen, dass wir erst nach dem Preis hätten fragen sollen. Da hatte man uns doch ungefragt ein Körbchen mit Brot auf den Tisch gestellt, das wir weder angesehen noch angerührt haben, aber dafür sollen wir dann mit dem deftigen Preis für den Kaffee auch noch zahlen. Juhu, wir sind im Nepp-Touri-Land angekommen! Nix wie weg! Beim Ort soll es einen Menhir-Park geben, den wir aber nicht finden. Später wird uns berichtet, dass er ohnehin ein Konstrukt ist, man hat hier auf einem Privatgrundstück Steine und das, was vielleicht mal Menhire waren, gesammelt, von authentischen Funden keine Spur.






Als nächstes kommt man im breiten Hochtal am Stausee La Angostura vorbei, der sicher bei schönem Wetter voller Bötchen und Ausflügler ist. Bei Regen und ohne Vegetation wirkt er etwas Mondlandschafts-mäßig.

Der Stausee "La Angostura" und dahinter die Ferienhaus-Massen von Tafí del Valle


Im Ort Tafí del Valle
Dahinter liegt auf 2000 m Höhe der Ort Tafí del Valle, dessen rund 1000 Ferienhäuser (so der Prospekt) weit verstreut an die Berghänge gebaut sind. Im Ort selber finden wir kaum einen Parkplatz. Der Eindruck ist wenig einladend, obwohl es eine ordentliche Infrastruktur gibt, das Touri-Büro uns bereitwillig alle Prospekte aushändigt und man hier sicher irgendwo ein nettes Quartier finden würde. Wir wollen jedoch das Auto ausnützen und lieber irgendwo in einem ländlichen Quartier unterkommen, so dass wir Tafi bald verlassen, weder ausreiten noch Bungee-springen, weder den Artesanías-Markt besuchen, noch in einem gemieteten Jeep in die Berge fahren oder mit einem Mountain-Bike über Dreckwege holpern, weder auf dem See Kajak fahren, noch eine Webstube besuchen. Wir steuern unser Gefährt auf die nächste Passstraße, klettern hinter Tafi in die Wolken und genießen stille Ausblicke und den kühlen Wind. Was wir nicht wissen und was auch nirgends in den Prospekten steht, die die vielen Dinge anpreisen, die man hier machen könnte, ist, dass der nächste Pass bereits auf 3040 m hinaufgeht. Die Landschaft ist kahl, die Wolken hängen tief, kein Mensch, kein Tier, in der Ferne ein einsamer Hirte mit malerischem rotem Poncho, kaum mal ein Auto – irgendwie ist es sehr schön.

Der Hirte mit dem roten Poncho ...




Die Strecke zum nächsten Dorf dauert länger als wir dachten, und so ist es dann schon später Nachmittag, als wir die Passstraße wieder runterfahren und erste Hütten im steinigen Gelände ankündigen, dass wir uns wieder einer Siedlung nähern. Eine Landschule wird mit Nummer angekündigt, ein winziges Kirchlein, ein Ortsname, den wir noch nie gehört haben: Ampimpa. An einfachen Häuschen hängen Schilder „zu vermieten“, so dass wir ganz langsam fahren, aber dann wird eine Posada angekündigt, sowas wie ein Gasthof; weiss getünchte Wände wirken fröhlich, wir halten und Gabriel geht rein. Nach einer Weile erscheint er wieder, strahlend: hier ist das Paradies, hier bleiben wir!


Posada Uno

Die Posada ist genauso, wie wir uns ein Quartier vorstellen: Es gibt nur drei Einheiten für Gäste, jeweils mit zwei Zimmern und Bad. Unser Häuschen besteht aus drei lehmgefertigten Kuben, dem großen Schlafraum, einem mittleren Zimmer mit Tisch und Stühlen und dem dranhängenden kleineren Bad. Alles aus Naturmaterialien gemacht, liebevolle Details und ordentliche Möbel, die Wände mit schönen kräftigen Farben angemalt. Die Technik funktioniert: es tropft kein Wasserhahn, es gibt warmes Wasser und im ganzen Gelände W-Lan.

Die Gemeinschaftskueche
In unserem Haus
Um den (sauberen!) Pool herum liegen einige runde Häuschen mit Wäschekammer und einem weiteren Schlafraum und das Hauptgebäude, in dem sich die für alle benutzbare Küche sowie der große Wohn-Speisesaal befinden, in dem es Tische und Sofa, Geschirr und Spiele, Musik und Fernseher gibt. Alles sehr großzügig für die maximal 3 Gastfamilien, die sich hier gleichzeitig aufhalten können. Plus der Gastgeberfamilie – wir glauben es kaum, aber da werden alle Klischees dieser Welt bestätigt: es ist ein Deutsch-Stämmiger, der das alles gebaut hat und in Ordnung hält. Julian aus Hamburg und aus Italien, ein Weltenbummler und Weltumsegler, der hier auf 2300 m mit seiner argentinischen Frau Rocío und drei kleinen Kindern vor Anker gegangen ist. Irgendwoher muss er viel Geld im Kreuz haben, denn sowas kann sich mit den Einkünften von drei Gästehäuschen nicht rechnen. Aber das ist nicht unser Problem. 
Julian und Esmeralda





















Julian gibt sich esotherisch – das ist ganz offenbar ein Leitmotiv für die steinigen Wüstengegenden hier oben. Er hat einen spirituellen Lehrmeister und einige Diplome zu diesem Thema. Abends macht er auf der Dachterrasse Dehnübungen mit einem Freund, kocht für die kleinste seiner Töchter – Esmeralda – das Abendessen und fragt mich nach dem Rezept für Reibekuchen. Der kleine German nähert sich uns freundlich und macht Konversation, sehr verbindlich, aber ohne Punkt und Komma. Er ist in diesem Alter … Zwei Hunde liegen rum, zwei Katzen streichen einem um die Beine – es ist einfach idyllisch und nett. Die Wolken sind etwas aufgerissen, man sieht ins Tal hinunter und auf die gegenüberliegende Bergkette, die etwa 4500 m hoch ist (die dahinter, die wir wegen der Wolken nicht sehen, geht dann wieder auf 6000 m), und es wird richtig frisch. Abends sitzen wir an unserem Tisch, futtern Salat, schreiben und lesen, trinken einen guten Wein und beschließen schnell, noch eine zweite Nacht zu bleiben (obwohl wir doch eigentlich das Mietauto ausnützen sollten). Im gemütlichen Bett brauchen wir die dicke Lama-Wolldecke, nachdem wir monatelang nie mehr als ein Bettlaken über uns gebreitet haben – wie schön!

In Zeiten außerhalb der Saison vermietet Julian die Häuschen übrigens zu deutlich niedrigerem Preis wochen- und monatsweise. Ein wirklicher Geheimtipp! Wer mal eine Weile richtig aussteigen will, ohne auf einen Basis-Komfort zu verzichten: HIER! (Weitere Fotos oben in Gabriels Text)





Aimachá

Das ist eine abgesteckte Parzelle mit Hausbau-Ansaetzen

Unser Quartier liegt ca. 10 km entfernt vom nächstgrößeren Ort: Aimachá, mit immerhin rund 3000 Einwohnern. Aimachá liegt unten in der Talsohle. Während wir von Südosten quasi im rechten Winkel über die erste Bergkette gekommen sind, führt die landschaftlich so reizvolle Route 40 in ganz Argentinien von Süden nach Norden durch das aus unserer Perspektive quer liegende breite Haupt-Tal, und bei Aimachá trifft sie sich mit „unserer“ Straße. Der Ort liegt also an einer wichtigen Kreuzung, aber verfallene Bauten am Dorfrand lassen mich vermuten, dass hier früher auch mal was mit irgendwelchen Minen gewesen sein muss. Jetzt blüht der Ort jedoch ganz offensichtlich als Zentrum des alternativen Tourismus. Er wird von „indigenas“, also Indios, Nachfahren der Ureinwohner, selber verwaltet, so wird es stolz auf einem Schild erklärt, aber ob das irgendeinen Unterschied macht, wird mir nicht klar. Beim Versuch, etwas zu wandern oder wenigstens ums Dorf rum zu gehen, sehen wir, dass weit bis nach aussen in die kahle Wüste hinein alles parzelliert ist. Hier und da steht ein Häuschen auf der Parzelle, viele Baustellen, viele provisorische Behausungen. Aimachá scheint der Nachfolger von Tafí del Valle zu werden; dort ist alles voll, also zieht die Karawane weiter … Trotzdem ist das Dorf (noch) bescheiden, es gibt ein paar dürftige Lokale und Läden, auf dem Platz bieten Indios und Alternative Schmuck und Kunsthandwerk an, wie überall. Wer nur all die geflochtenen Armbändchen, die Ledergürtel und handgemachten Sandalen, die gewebten Taschen und die gestrickten Mützen alle tragen soll – es ist mir ein Rätsel. An ein paar Marktständen gibt es Gemüse und Obst, wir decken uns ein und machen uns essensmäßig damit unabhängig.

Am Ortsrand wirbt das riesige Pachamama-Museum um die Gunst der Vorbeifahrenden. Es wurde von einem lokalen Künstler erbaut, der hier seine Vorstellungen von Eingeborenenkultur verwirklicht hat. Das Ganze erinnert an die Anlagen von Cesar Manriques auf Lanzarote, aber von aussen sieht man genug, wir sparen uns den Eintritt und die Zeit. Der Erbauer steht bei den Einheimischen in Ungnade, weil er im nahen Quilmes direkt an den sog. archäologischen Ausgrabungen ein Hotel erbaut hat, das offenbar auf alten Grabstätten steht. Als wir nach Quilmes kommen (dazu gleich etwas, weiter unten), ist das Hotel geschlossen, die Proteste haben also offenbar irgendetwas bewirkt.











All der Wirbel hier in Nordargentinien um die Kultur der Eingeborenen, die Inka-Symbolik, um „unser Erbe“ und „unsere Geschichte“ wirkt sehr aufgesetzt. Tatsache ist, dass es reine Indianerstämme in Argentinien längst nicht mehr gibt, bis auf ein paar letzte Guaranies in Missiones vielleicht. Die Kolonisierung war erfolgreich, aber sie hat gemischtes Blut hinterlassen. Fast jeder hat irgendwo auch Indianervorfahren. Aber seit einiger Zeit erscheint es „in“,  auf die Inka-Vergangenheit zu verweisen. Dabei waren die hier nun wirklich am allerwenigsten präsent. Sie waren ja ohnehin nur die Kolonialmacht im 15. und 16. Jahrhundert, die alle anderen Stämme – ähnlich wie die Römer – ihrem Reich eingemeindet und ihr Quechua zur Herrschaftssprache gemacht haben. Aber natürlich existierten die vorinkaischen Stämme und ihre Traditionen weiter, alle älteren Bauten und Straßen sind NICHT von den Inkas erbaut – das geht oft einfach unter.





Historische Moerser oder Regenauswaschungen?



Quilmes

Um das Vor-Inka-Erbe geht es auch in Quilmes, etwa 20 km weiter. In einer traumhaften Lage, umarmt von einem Berg und den ihn rechts und links flankierenden Hügeln ist eine Ruinenstätte zu besuchen, die echt sein könnte. Sie ist es nicht wirklich, von der alten Quilmes-Siedlung war wohl kaum mehr etwas übrig, und mehr als 300 Jahre lang hat sich da auch kein Mensch drum gekümmert, die kniehohen Mäuerchen sind erst in neueren Zeiten aufgebaut worden, aber es ist eigentlich egal. Man kann sich vorstellen, wie die Quilmes hier gelebt haben, mit flankierenden Festungen auf den beiden Hügeln und einem guten Blick ins Tal. Historisch belegt ist, dass sie sich rund 130 Jahre den spanischen Besiedlern widersetzt haben, bis 1667 endlich die meisten der 15.000 Quilmes ausgerottet waren. Die 400 Überlebenden wurden in Ketten gelegt und zu Fuß die 1300 km nach Buenos Aires getrieben, wo sie außerhalb in einer Siedlung festgesetzt wurden. Dort leben ihre Nachfahren heute noch, der Ort heißt ebenfalls Quilmes, und dort steht heute die größte Brauerei Argentiniens. Gabriel bestellt fast täglich „ein Quilmes“.

Wir sind mit wenig Erwartungen hergekommen, aber der Ort ist eindrucksvoll, die Lage toll, der Blick faszinierend. Eine „Eingeborene“ erklärt uns einiges recht kompetent und weiß sich auch bei kritischen Fragen gut zu halten. Ob es angesichts des argentinischen Rassenbreis Sinn hat, an vor-inkaische Kulturen zu erinnern? Ich weiß es nicht, es macht den Eindruck, als sei es jedenfalls im Moment etwas, was der nationale Tourismus wünscht und was Leute und Geld bewegt.


Fiesta


Die Argentinier machen die Spanier fertig
Es ist Sonntag. Bei der Durchfahrt durch ein sehr kleines Dorf ("El Bañado" ?) kurz nach Quilmes sehen wir viele Leute und Pferde. So etwas wie die Pferdeschau in Las Juntas – vermuten wir. Aber es ist wohl doch eine etwas anders geartete Fiesta. Und ausschließlich von Einheimischen besucht, die da am Rande des staubigen Fußballfeldes unter Sonnensegeln essen und trinken (Coca-Cola literweise) und den Vorführungen folgen. Viele sind in Tracht, andere in einer ihrer Rolle entsprechenden „Verkleidung“. Wir kommen grade in dem Moment an, in dem Horden verkleideter Reiter auf der einen Seite mit argentinischer und auf der anderen mit spanischer Fahne aufeinander zustürmen. Es gibt eine Riesen-Staubwolke, viel Geschrei, und nach wenigen Minuten ist alles vorbei, der Ansager verkündet das historisch längst feststehende Ergebnis: die Spanier haben jämmerlich verloren, lang lebe Argentinien. Offenbar hat hier irgendwann Anfang des 19. Jahrhunderts eine Schlacht im Befreiungskampf stattgefunden und wird jährlich nachgestellt. Wir verschweigen besser, dass wir Spanier sind (wenigstens einer von uns beiden ist es). 

Kinder-Volkstanzgruppen duerfen nicht fehlen
Danach führt eine Kindergruppe Tänze vor, weitere Gauchos kommen über den Platz, aber als das Gesundheitsamt die Chance nützt und übers Mikrophon die Bevölkerung über die nötigen Vorsichtsmaßnahmen aufklärt, die zur Eindämmung des Denghe-Fiebers nötig sind, machen wir uns aus dem Staub. Im wahrsten Sinne des Wortes.



Cafayate

In Cafayate: Blumen und gepflegte Hotels, Lokale und Ferienhaeuser



Weinanbau auf steinigem Grund, inmitten von Kakteen
Auf 1700 bis 2000 Höhenmetern liegt im Hochtal des Rio de las Conchas, des Muschelflusses, eines der größeren Weinanbaugebiete Argentiniens, das von Cafayate, wo etwa 2000 ha überwiegend Weißwein gepflanzt sind. Die meist verwendete Traube heißt Torrontés-Riojano. Ich werde diesen Wein vor Abreise aus Argentinien noch probieren.  (Das haben wir inzwischen gemacht, es war ein kraeftiger fruchtig schmeckender Weisser, top in Ordnung) Wir staunen und machen Fotos von prächtigen, an andalusische Weingüter erinnernde Bodegas und fahren dann in den Ort hinein. Auch Cafayate ist ein Urlaubsort, aber das ist ein anderes Kaliber. Alles gepflegt, nur vom Feinsten, keine fussigen Lehmhütten oder sowas, es gibt sogar anständigen Kaffee. 



 
Frisch gestärkt geht es weiter zu außerhalb des Ortes liegenden Binnendünen. Ich mache den Fehler und will eine solche Düne zwecks Foto erklimmen, aber da ich Sandalen trage komme ich nicht sehr weit. Ich verbrenne mir die Füße im heißen Sand so gründlich, dass ich fluchend die wenigen Schritte zurückrenne – na, ein Foto von unten ist ja auch ganz nett!






Die Quebrada von Cafayate
Seit wir Tucuman verlassen haben, steht das Wort „Quebrada“ im Raum. Die Quebrada von Humahuaca ist das Non-plus-ultra, die muss man gesehen haben, die ist Weltnaturerbe. Wir werden in einigen Tagen dort landen, aber Quebradas gibt es auch schon vorher. Eine Quebrada ist eine Schlucht, aber auch ein Flusstal, also ein sehr weit gefasster Talbegriff, dazu gehören wohl Felsen, denn ein grünes Tal wird nicht als Quebrada bezeichnet. Von Cafayate aus gibt es zwei Quebradas, die östliche folgt der Route 40 und geht direkt sehr hoch in die Berge. Die Straße ist nicht geteert, so dass wir vorsichtshalber die westliche Strecke wählen, die dem Río de las Conchas folgt. Er bahnt sich seinen Weg durchs Gebirge in Richtung auf Salta zu. 80 km lang ist seine Schlucht, bis er behäbig breit, voller Lehm und Schlamm in einer weiten grünen Talebene, etwa 50 km vor Salta angekommen ist.





Die Schlucht ist das Spektakulärste, was ich je gesehen habe. Wir haben das Glück, hier am späten Nachmittag langzufahren, mit einer schönen Sonnenbeleuchtung. Der Grand Canyon ist sicher größer und toller, aber man sieht ihn ja nur an den Stellen, an denen man sich oben an die Bruchkante angenähert hat. Hier dagegen fährt man durch die Schlucht durch, die mal schmaler mal breiter ununterbrochen die Farben und Formationen ändert und Kurve für Kurve neue Blicke gewährt, so dass man aus dem Staunen nicht herauskommt. Die tollsten Formen haben Namen und sind beschriftet, aber man käme auch von selber drauf, dort ein Foto zu schießen. Es fahren wenige Autos, und wo immer es möglich ist, sind am Straßenrand Parkplätze angelegt. Man kann aber auch einfach auf dem Randstreifen halten. Das Resultat ist, dass man für die 80 km rund 5 Stunden braucht und am Schluss alle Batterien aller Kameras leer sind. Und dann stellt man fest, dass die Fotos flach und langweilig aussehen, 300-mal Steine, der atemberaubende Anblick kann einfach nicht in einem Bild eingefangen werden, und darin besteht wohl das Glück, wirklich dort gewesen zu sein und alles gesehen zu haben. (Mehr Fotos oben am Ende von Gabriels Text)



Der letzte Stopp in der Schlucht ist „das Amphitheater“ – eine senkrechte Erosionsform im Felsen, die einen schmalen, wohl 100 oder 200 meter hohen Eingang ausgewaschen hat, dahinter aber eine größere Art Höhle ohne Dach, in der es eine tolle Akustik hat, was ein paar Musiker auch ausnutzen. Beide Kameras sind mausetot, verzweifelt schießen wir Fotos mit der Videokamera, die aber schrecklich blaustichig werden. [Hallo Bettina, was machen wir falsch?]

In einer Wandvertiefung finde ich 5 Pesos mit einem Zettel, auf dem steht „Soy Maria, te pido de todo corazon trabajo y salud. Para toda mi familia. Conseguir este trabajo que tanto an[h]elo. Te pido con todo mi ser. Gracias, gracias, gracias“.

„Ich heiße Maria, ich bitte dich von ganzem Herzen um Arbeit und Gesundheit. Für meine ganze Familie. Dass ich diese Arbeit finde, die ich mir so sehr wünsche. Ich bitte dich mit allem, was ich habe. Danke, danke, danke.“

Das Geld haben wir den Musikern in den Hut gesteckt, aber die Jobs für die ganze Familie …? Falls jemand etwas weiss, für Maria, bitte melden! An wen dieses verzweifelte Opfer wohl gerichtet war? Wohl an die Pachamama …?




Nur noch 82 km nach Deutschland


Zur Übernachtung wollten wir eigentlich ins erste Dorf jenseits der Schlucht fahren, nach „Alemania“ – Deutschland. Das Kaff ist allerdings so klein, dass wir es erst wahrnehmen, als es schon hinter uns liegt – an ein Hotel oder sowas nicht zu denken. So nähern wir uns schon in der Dunkelheit dem Ausflugsgebiet von Salta mit einem Stausee, an dem ein Freund unseres deutschen Wirtes aus Ampimpa ebenfalls eine „Posada“ hat. Wir gelangen zu einem sehr schönen Anwesen, den „Terrazas al Lago“, bekommen noch ein leckeres Abendessen, Wein und Bier auf der Terrasse mit Blick auf den glitzernden See und sind's zufrieden.

Am nächsten Tag ist der See zwar nicht mehr ganz so schön (wieder keine Badequalität, wie verwöhnt wir doch sind!), aber unsere Fahrt mit dem Auto geht weiter.


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