16. Februar 2013

Vivir en Salta, la linda / Alltag in Salta

 
Salta, la linda

hace tres días pasamos por Salta con el coche alquilado y el centro nos gustó; también las dimensiones de la ciudad: 600.000 habitantes significaba que se podría encontrar lo que se quisiera, que habría servicios, locales y vida cultural, librerías e incluso algún cine o teatro... 

Mientras que la página de internet que utilizamos para buscar alojamiento sólo ofrecía objetos descaramente caros, en una página local, „alquilo-salta“, había ofertas interesantes. El único inconveniente era que no aceptaban pagos con tarjeta, lo que significaba que de nuevo íbamos a contribuir a acrecentar el suculento botín del usurero Botín.
El apartamento está bien. Ni mucho ni poco, simplemente bien. Es un dado adosado a una casa de 80 años, en la que vive una pareja de jubilados, doña Mirta y don Alejandro. Tiene dos pisos de unos 20 m² en planta: abajo, una mesa, la tele, el nicho de cocina, el baño y la escalera; arriba, una buena cama grande, dos literas que nos sirven de armario y un perchero. La construcción tiene gracia, también por fuera y tiene entrada independiente. La casa está cercada de rascacielos de los que doña Mirta defiende su pequeño jardín tropical con agallas de superviviente. Ya se negó a vender, a pesar de las presiones de las inmobiliarias, y "nadie la sacará de allí sino es con los pies para adelante".

Patio de nuestros caseros / Gärtchen unserer Hausbesitzer
La verdad es que Salta no tiene demasiados rascacielos; nos parece una ciudad tan agradable, limpia y tranquila que decidimos prolongar el alquiler (295 AR$ diarios) y quedarnos 10 días antes de salir para Bolivia. Ir por la calle sin tener que arrastrar el macuto con lo „inrobable“ (todo con la "p" y la "n": pasaportes, pastillas, pasta, pendrives, notebook), pasear tranquilamente sin tener que ir a ningún sitio, sentarse en un café a tomar lo que sea (en Salta no hay cerveza Quilmes, sino Salta), entrar en algún museo que nos salga a paso, o no entrar, sentarse en el banco a la puerta de casa, como hace don Alejandro... En diez días hasta se nos pega el canturreo dialectal, que tiene melodia de salmodia lenta y termina las frases con una leve elevación de tono.

Sin tener nada especialmente bonito, pero tampoco feo, con armonia y dimensión justas, buen clima, parques y calles abiertos al paseo, mercadillos vivos, Salta es una ciudad en la que no nos importaría quedarnos a vivir, probablemente la que más me ha gustado de Argentina.





Hablemos de pasta

También hemos encontrado solución para el problema del dinero. Desde hace unos días, los periódicos se quejan de lo alto que está el curso del „dólar azul“. Nos desorienta ese color del dinero, que no es negro ni blanco. Parece ser que el gobierno tiene problemas de divisas. Importa demasiado, exporta demasiado poco... y estos argentinos que siempre están deseando salir al extranjero, a las playas brasileñas o uruguayas, a los parques naturales bolivianos, a buscar sus raíces ancestrales por los santuarios incas del Perú, o por Europa, a ponerse al día en Nueva York... Qué frívolas aspiraciones cuando quien necesita los dólares es el estado para equilibrar la balanza de pagos! Que los viajeros se las arreglen como puedan para conseguir divisas, porque los bancos no les darán más que 250 $ USA o su equivalente en Euros!. Ahora bien, resulta que hay demasiada gente con pesos suficientes para viajar allende las fronteras y los mares y, ¿qué hacen?, pues conseguir dólares o euros en el mercado negro, perdón, azul (pues está permitido, más permitido que la venta de marihuana o cualquier otra droga, tan permitido como las hojas de coca con bica que casi todos los salteños llevan masticadas y almacenadas en el marsupio carrillero). 
En internet hay viajeros alemanes que informan de las calles donde se ponen estos cambistas de dinero, en Buenos Aires, claro, y después en Salta. Así que vamos desempaquetando nuestros euros del cinturón y recibimos un cambio de 930 AR$ por 100 €, mientras que si los cambiáramos en el banco, serían unos 650 AR$. Lo mejor es que realizamos la operación al lado de un polizonte al que le importa un rábano nuestro negocio y, al contrario, nos da la seguridad de que no nos meten dinero falso, que es mi principal preocupación en estos casos. En los tres meses que llevamos por aquí, por los 1000 AR$ que sacamos del cajero, el sr. Botín nos cobraba al principio 165 € más comisiones; actualmente, sólo 150 € más comisiones, lo cual quiere decir que, en dos meses, la inflación ha subido un 10%. Entonces, cómo puede el gobierno calificar la subida de los sueldos en un 20 % de exagerada y la subida del salario mínimo en un 15 % de generosa?... Bueno, mejor dejar este tema tan viscoso.
Pero ya que estamos puestos, hablemos de precios. A mí, Argentina me parece un país caro, pero esta opinión es relativa, porque el mero hecho de que estemos viviendo „bien“ con 100 € diarios, ya demuestra que es un país más barato que España. No en todo: los productos importados tienen precios europeos; también los artículos de lujo y los de marca (entre los que se cuenta el vino) tienen incluso precios más altos que en los supermercados europeos. Igual que los libros. Los artículos de electrónica, como ordenatas, chips, pendrives y eso, son mucho mas caros aquí.

 Los vestidos de etiquetas „nobles“, también. En cambio, la ropa sencilla o los zapatos de fabricación nacional, muchas veces cuestan la mitad. En cuanto a la comida: algunas cosas son mucho más baratas, pero otras mucho más caras. Un paquete de cuatro yogourcitos de sabores, por ejemplo, cuesta 2 euros, lo cual no es regalado; 1 kg. de café sus buenos 15 €, que también me aprece demasiado.










Cocablätter und Bicarbonat gehören zum normalen Angebot
Las botellas de 1,5 l de agua (por cierto, muchas embotelladas por la Coca-Cola-Company, que en estos casos esconde la marca) cuestan apenas 1 € (en España me parece que no se paga más). 
La aberrante botella de 3 (tres!) litros de Coca-Cola, que aquí se mete cada familia a diario, cuesta en el supermercado sólo 2 € o un poco más (Está visto que la Coca-Cola tiene en Argentina un campo de adictos bien abonado); la cerveza, 1,30 €. En restaurantes nos venimos a gastar unos 25 € diarios: algún plato principal (o sea, un sandwich, o empanadas, pizza, ensalada, un filete o cosas así) más una cerveza o un zumo (licuado) de fruta fresca... cuesta más o menos lo mismo en todas partes, pero la carta tampoco es especialmente variada ni buena... En restaurantes mejores, la cuenta nos ha subido en seguida a 50 ó 60 €. Y las pizzas? Una pizza familiar con cualquier fiambre ahogada en queso analógico cuesta entre 5 y 7 €. Un precio imbatible. 

Un viaje (urbano) en Taxi no suele costar más de 2 ó 3 €... pero las dos baterías de las cámaras que tuvimos que comprar en Tucumán (Sabine había perdido la suya y la mía estaba mellada) nos costó cada una más de 40 €, aunque eran de importación china y encima, la que me vendieron, resulta que no funcionó y desde aquí aprovecho para cagarme en los muertos de la vendedora que no me permitió romper el precinto y probarla.
Ayer Sabine fue al peluquero en Salta y dice que la simpatica peluquera la estuvo tratando durante 45 minutos por 45 Pesos (7 €) lo cual es sumamente barato. Yo voy de vez en cuando a cortarme la barba y un poco el poco pelo y salgo siempre mal parado: En Catamarca caí en manos de una tía que no había visto una barba en toda su vida, y mientras me contaba que su novio (probablemente lampiño) la había abandonado, que se mustiaba en casa sola, que nunca había salido de Catamarca más que para ir a Córdoba y a Carlos Paz, me hizo tal desaguisado que tuve que rogarle que lo corrigiera y, por su desmañado servicio y su aburrida monserga, me cobró casi 15 €. 
Gabriels Frisör / El peluquero en su barbería
Ayer estuve en una peluquería salteña a dos cuadras de casa y el barbero, un tío simpático, 55 años, tanguista, admirador de Joselito y de Camilo Sesto y le interesaba saber si en Madrid se hablaba catalán, lo que nos enredó en un diálogo de besugos digno de la Codorniz:
-„Ni lo diga, catalanes y castellanos somos tan enemigos como los chilenos y los argentinos!“
-„Ah claro, por eso se quieren separar?“.
-„Bueno, eso es otra cosa“, le digo, „ellos se quieren separar de Rajoy, pero los madrileños también“
-„¿Y por qué?“
-„Pues porque es un gallego, como Franco“.
-„¿Ah ,sí? Yo pensaba que gallegos eran todos ustedes, entonces ¿Galicia está en Andalucía?“...
Menos mal que nos interrumpió la llegada de un negro que le canta los tangos que él baila; peero, entre saludos y despedidas, me cobró 80 AR$ redondos. Ah, pero también me repaso las oquedades del rostro con un "depilador eléctrico de fosas nasales, conducto auditivo y pabellones auriculares"! y se pasmó "de mi memoria" cuando me pidió que lo repitiera y lo hice correctamente.

Rutina cotidiana en Salta
Viviendo 10 días en Salta en la propia casa, con la puerta a ras de calle, se llega a tener la impresión de ser salteño. Vamos a la compra, preparamos nuestra comida, nos echarmos la siesta o salimosa dar una vuelta, vamos a correos a enviarnos un paquete con música a Madrid (guardando la media hora de cola correspondiente), lavamos en casa lo pequeño y en la lavandería lo grande, vamos al peluquero, arreglamos los asuntos monetarios, nos sentamos en una terraza... Por las tardes salimos a cenar o nos damos una vuelta por los bares de la calle Balcarce, que nos parece una terrible imitación de La Boca de Buenos Aires, con todo el ruido, el gentío y el folklore para turistas de las dos docenas de locales que se amontonan en dos cuadras. Nuestros días casi se vuelven rutinarios.
En el centro siempre hay un vivo movimiento de negocios, por doquier las consabidas colas de los bancos. En los patios de los colegios cerrados por vacaciones los chicos juegan al balón, en las escuelas de conducir y en las academias de idiomas reina movimiento, las amas de casa se apelotonan en el mercado de abastos.
Las calles de alrededor del mercado son las únicas que parecen más desordenadas. Se puede estar horas observado el aparente caos de tenderos y proveedores, los regateos de compradores y la variedad de artículos de todos los colores. Al lado de la gran nave del mercado propiamente dicho, en la que se vende todo lo imaginable, no sólo productos frescos, hay naves divididas en laberintos de pasadizos de tenderetes (que en Chile se llamaban „persas“), ordenados por géneros, sobre todo ropa baratísima, calzados, CD´s y DVD`s falsificados, kioskos de comida...

El carnaval rompe la rutina diaria. No es tanto un carnaval de calle, como una importación del modelo del „corso“ de Río: un desfile más o menos vistoso de comparsas con ritmos más o menos tropicales ó étnicos que hacen un paseíllo gratis a mediodía en la plaza, como propaganda para la cabalgata nocturna que se celebra en otro lugar y para la que hay que pagar entrada. Elementos aborígenes, como la diablada o la rueda bolivianas, las danzas „rituales“ de los incas o de los aymaras, o de los quilches, con gente vestida de apache o de zulú, son el contingente predominante. El "Quilombo" afroamericano de Rio, que en Montevideo se celebra, por lo visto, bastantes fines de semana y en Buenos Aires se intenta copiar como atractivo turístico (en San Telmo lo vimos una vez y era bastante cachondo, barato y participativo), queda lejos de aquí. Pero lo bueno de estos eventos es que en ellos se levanta la veda fotografíca y todo el mundo se presta, posa, suplica que le saquen fotos (lo que a diario, en cambio, puede dar lugar a situaciones de tensión raras y comprensibles, pues a nadie le gusta que le tomen por un mono del zoo, a no ser que se quiera).

Un Domingo en la provincia
Nuestro barrio burgués duerme tranquilo el domingo por la mañana. Está seminublado y la temperatura es agradable. Nosotros también nos levantamos tarde, tomamos café, leemos el periódico online. Hacia el mediodía salimos de casa y nos arrastramos hasta la cuadra siguiente, donde hay unos cuantos cafés con terraza para leer los periódicos locales. Por fin nos movemos y, como el tiempo invita, decidimos subir al Cerro de San Bernardo. Desde casa se ven las cabinas del funicular que llevan a la cima. Nosotros iremos a pie y bajaremos montados.
Palo borracho / Betrunkener Stock (heisst dieser Baum)
La subida arranca en un barrio que es aún mejor que el muestro, con mejores casas y más bonitos jardines. Lo que en muchas de las ciudades de Argentina que hemos visto (excepto, quizás, en Córdoba) sería una escalinata llena de baches, de peldaños rotos, de pintadas, con plásticos y basura como un vulgar altarcillo de la Difunta Correa, tiene aquí un orden abrumador, unos carteles indicadores impecables, una limpieza helvética, . En la base se anuncian 1021 escalones y, para que no falte la motivación religiosa, las 14 estaciones del Via Crucis. No falta ni una. La escalinata asciende por un auténtico jardín botánico con cartelas con los nombres de los árboles, cuartetas de poetas locales, avisos de miradores panorámicos.  Bajo un arbusto de „chalchal“, tampoco falta la referencia a Los Chalchaleros, el grupo más internacional del folklore salteño.
Digamos que a un servidor, subir escaleras peldaño a peldaño, le aburre. Subirlas de dos en dos y rápido, en cambio, me gusta.
 De alguna manera tengo acumulado el ejercicio de subir cada día una docena de veces los 95 escalones de nuestro quinto piso en Madrid y me gusta subir escaleras como a otros les gusta hacer jogging. Tengo olvidada ya la experiencia de la Torre Eiffel, pero recuerdo la subida, a mis sesenta pasados, de los 768 escalones de la catedral de Ulm ( „la más alta del mundo“ o así) y sentirme casi flotar entre las nubes, confundiéndose con ellas mi hálito vaporizado por el frío, sin sentir apenas las piernas ni poder mirar hacia abajo porque me cagaba del vértigo ni pararme, porque un par de vueltas de caracol más abajo, oía subír a todo un colegio de adolescentes. Inolvidablemente angustioso.
Los 1021 de Salta son tan bonitos que se asciende paseando, procurando no estorbar ni que te rocen los cuerpos de l@s joggers, únicos obstáculos que bajan o suben sudorosos. Sabine sube más lenta. 

 A medio camino me encuentro con cuatro o cinco chavales, de esos que se podría calificar de „delincuentes“ en cualquier conversación de bar. Nos saludamos y siguen subiendo conmigo, en silencio. Al principio me mosqueo un poco. Uno es mayor, unos catorce años. Los más pequeños empiezan a preguntarme de dónde vengo, si he llegado en avión, que se siente yendo por el aire, Si España está en Madrid...
Pocas veces he oído tonos tan inocentes en las preguntas ni tantos deseos de informarse. Cien escalones más arriba ya hemos sellado amistad. La charla se interrumpe porque uno de ellos se da cuenta de que ha perdido el móvil. Tras breve recuento del camino hecho, cuánto ha costado el aparato y si merece la pena ir a buscarlo, el mayor decide que sí, que hay que ir, y se bajan todos. Yo sigo. Ellos me alcanzan después y me dicen que el móvil lo tenía mi mujer. Viven en Tres Cerrillos, „un barrio en el que dicen que hay mucha plata“, me cuenta Diego, el mayor. Indago. Mayormente en ese barrio viven militares. Me da apuro preguntarles en qué trabajan sus padres. 

En la cima nos perdemos de vista: hay un gran jardín, una cascada artificial, la estación de funicular y nosotros tenemos distintos intereses que ellos. La vista de la ciudad es de las que merece la pena. Desde estos 285 m de altura sobre Salta (que está 1200 m sobre el nivel del mar) se puede ver, con el teleobjetivo de la cámara, la casa de doña Mirta. Cuando nos reencontramos les quiero invitar a un helado, pero Diego dice que se les ha hecho tarde y que tienen que volver a casa andando, más de dos horas de camino.
 Nosotros nos bajamos en funicular. En el estanque del cercano parque San Martín, familias enteras y parejas de novios pasean en pedalós por un estanque marrón que no debe tener ni un metro de profundidad. Todos, absolutamente todos, van encorsetados en un chaleco salvavidas por si se caen al agua... Las regulaciones de seguridad argentinas son ridículas hasta el absurdo. Con el calor que deben dar esos chalecos, lo que es raro es que la gente no se tire... claro que el agua está golosa!
Al atardecer, tambores de guerra nos depiertan de la siesta, carreras y gente por la calle, un autobús, policías, música... No sabemos lo que ocurre; al principio pensamos que hay un corso de carnaval cercano, pero pronto nos damos cuenta de que vivimos cerca de un estadio de fútbol. Juegan los dos equipos de Salta. En el estadio caben 20.000 espectadores y está lleno. El ruido hace temblar las paredes. Sabine sigue los pormenores del partido por facebook y me cuenta quien ha marcado el gol cuyo clamor oímos. Yo prefiero leer.
Rettungsweste ist Pflicht auf dem Stadtweiher!

Nuestros caseros, Cristina y las Malvinas
Cuando desde Salta hablamos con Estela, en otra latitud de Argentina, y le decimos lo bonita que es la ciudad y lo bien que se vive en ella, ella responde con su peculiar ironía que sí, pero que sería un poco más linda si fuera menos reaccionaria. También la simpática directora del Museo del Folklore de Salta, un pequeño museo dedicado a la figura de „Pajarito Velazques“, repite que la vida de este folklorista fue muy escandalosa porque Salta „era“ provinciana y mogigata... Para el turista desinformado, aunque sea semirresidente, son matices difíciles de  percibir. Hablando hace poco con alguien, no recuerdo quién, de lo aburridas y dormidas que nos parecieron La Rioja y Catamarca, me contestó: „Claro, es que allí se vive también una situación política de secuestro: la vida está en agarrotada por dos o tres familias corruptas...“ y recuerdo de repente las raras pintadas políticas de La Rioja, donde el alcalde felicitaba las navidades y el día de la madre y cosas así. Tan cursis eran que no sacamos ni una foto. 
Creo que nuestros caseros de Salta ilustran a la perfección a los „salteños reaccionarios“ (y a todas las pequeñas burguesías del mundo mundial). No podría decir nada de ellos que no fuera un elogio. Mirta, no sé su apellido, es una mujer de unos setenta años, de atractivos rasgos casi indígenas, maestra de niños jubilada, con formación en artes plásticas y que pinta bien; En nuestro apartamento tiene dos „kipus“ colocados sobre telas que representan el sol del Tahuantisuyo, el imperio inca cuatripartito con los cuatro colores. Ella se emociona con este incaismo y su "filosofía dual", que, como muchos argentinos, seguramente ha descubierto hace poco y que pone un sesgo de misterio en su arbol genealófgico.
 Sin detrimento, eso sí, del racismo que puedan inspirarle los auténticos incas o aymaras - actuales peruanos, bolivianos, paraguayos... o mapuches o diaguitas,
Nuestra relación con ellos empezó porque su wi-fi no congenia con nuestro notebook y nosotros alquilamos el apartamento con la condición de un buen acceso a internet. Doña Mirta me propuso que usara el ordenador de su casa, pero no me seducía demasiado. Luego apareció don Alejandro, el marido, y me dejó su portátil, „porque él no lo necesitaba esos días... y a él en España lo trataron muy bien...!
Don Alejandro era más difícil de catalogar. Está muy joven para sus setenta y muchos tacos, pero resuelve poco. Mirta habla con él y le mira con cierto menosprecio inconsciente y Alejandro se pasa el día masticando coca, sentado en un pretil cercano. Un día me pidió que le devolviera "un rato" su portátil porque necesitaba escribir algo en sus memorias („porque estoy escribiendo mi vida, sabe?“) y se lo dí ante la mirada reticente de su mujer. Doña Mirta estaba indignada porque se había levantado ese día a las siete de la mañana para ir a hacerse un electro y resulta que el ambulatorio estaba cerrado por ser día festivo. „Imagínese que presidenta tenemos que nos pone fiestas cuando quiere para que se llenen sus hoteles! Este país sí que es una fiesta!“. 
Es un tópico ya en Argentina este cuento de que „Cristina“ promociona la (propia) industria hotelera a base de decretar puentes largos, unos 30 al año si mal no recuerdo, incluso resucitando fechas nacionales olvidadas, como esta del 31 de enero, „Bicentenario de la Asamblea General Constituyente del año 1813“. Y luego sigue el consabido „Esto no puede seguir así, estamos molidos a impuestos, mañana vamos a dar una cacerolada!“.
Respecto a los españoles, Mirta tiene sentimientos encontrados; estuvo una o dos veces en España y se volvió enamorada del país. Luego hubo algo que no le gustó nada, y ahora las cosas se han tranquilizado. Por sucesivas conversaciones he deducido que el algo que no le gustó de España fue algún comentario o postura oficial del gobierno (socialista) respecto a la Guerra de las Malvinas, que es una cuestión mucho más espinosa para los argentinos que Gibraltar para los españoles.
Un día entró Alejandro con un sobre y me dijo: Yo estuve en España y me trataron muy bien, estuve con Aznar (pero no dijo Josémari, dijo otro nombre, Carlos o Pedro. No he tenido tiempo de volver sobre el tema, pero es que, aunque escriba sus memorias, a don Alejandro le flaquea la auténtica), con Aznar estuvo en Málaga "comiendo, éste... esa pierna negra", "¿pata negra?", le pregunto, „Sí eso es, lo mejor que había!“. Y también fue a Francia y estuvieron en ese sitio que hay una basílica, --„¿Zaragoza?“-- „Sí eso!, que grande que es la iglesia, ché, enorme, oiga!. No sé cuando ni qué hizo por allí. Por lo visto fue a traerse a Perón de España para que fuera presidente en Argentina. Pero no sé que coños hace Aznar en esta historia, porque, en 1972, ese milhombres debía  estar prepararando oposiciones a funcionario leguleyo emprendedor.
Por fin le pregunto qué profesión tenía, y me lo suelto: "Yo era de la guardia personal del General Perón. Que no eramos policías, sino suboficiales del ejército".
También acompañó a Pilar Franco, la hermanísima, a Bariloche. "Aquella cabra?!", le digo. Sí, si! Allí llegó con el tanguista Carlos Acuña que era su „amigo“, che, que yo los he visto montarse en la silla esa de los montes, --“¿un telesilla?“---, „Sí, eso! y el Acuña extendió una frazada sobre las rodillas y le daba la „manito“ por debajo, che, esa „manito senilito“...“ Ché, a la anciana le gustó tanto Bariloche que quería comprarse allí una isla“.
Un día me encontré con él en la calle y me saludó efusivo. „Mi amigo español! Tengo que darle unos documentos muy importantes para que los difunda entre sus paisanos y se enteren de verdad qué pasó en las Malvinas, porque se han dicho muchas falsedades...“
Y me trajo un mail escrito por „condornacional“, en el que se demuestra barco a barco, gesta a gesta, que 
"los ingleses perdieron 8 buques, 11 quedaron inactivos y 4 averiados (casi inactivos). Además, de los 171 aviones desplegados en Malvinas, 46 quedaron averiados. Y Concluye: 
Total caídos: 1053
Total buques dañados o perdidos: 32
Total aeronaves perdidas: 154
Gran Bretaña nunca declaró el verdadero número de bajas de sus tropas ni la pérdida de numeroso armamento. Fue inferior a la Argentina y queda demostrado por el gran daño sufrido, que supera ampliamente al que recibió Argentina.
Si hoy las islas se encuentran en posesión británica es gracias a la ayuda que Gran Bretaña recibió de los Estados Unidos de Norteamérica, y demás miembros de la OTAN. Sin olvidar a la mayoría de los países europeos (excepto Irlanda e Italia), quienes sancionaron económicamente a la Argentina.

"Die Falklandinseln sind Argentinien"
Seguramente un triunfo argentino no dejaría otra alternativa que utilizar la bomba atómica sobre territorio nacional, no por otro motivo partieron de los puertos británicos seis submarinos atómicos hacia el Atlántico Sur, con el objetivo de bordear las costas argentinas.
Datos extraoficiales británicos aseguran que el número de caídos se asemeja a 1300, lo cual la cifra de más de 1000 bajas no es descabellada.
Aquí les dejo este trabajo, que ayudará a esclarecer los hechos ocurridos en el año 1982, y de esta forma contribuir a la malvinización, que tanto hace falta en este pueblo argentino desde hace más de 22 años.
Firmado:
P.A.M
El Malvinense
Agradezco a todos los miembros del grupo yahoo „malvinas seguimos ganando“, y a todos los que colaboraron a realizar este gran trabajo, porque sin su ayuda esto no hubiera sido posible.
Copyright © 2004 el Malvinense. Se permite la reproducción mencionando la fuente“.





Salta – die Hübsche

so lautet der offizielle Slogan. Auf der Durchfahrt mit dem Mietauto vor 3 Tagen haben wir schon einen ersten Eindruck von Salta gewinnen können. Das Stadtzentrum hatte uns auf Anhieb gefallen, die Dimension stimmte, um die 600.000 Einwohner. Diese Grösse verspricht, dass man dort alles finden kann, was man braucht, dass es Service und Lokale, auch ein wenig Kultur geben könnte, vielleicht auch den einen oder anderen Buchladen oder sogar ein Kino ... 

Wetterfahne auf dem historischen Rathaus: "Salta" heisst: "springe"
La veleta del ayuntamiento de Salta, salta

Während die Internetseite airbnb nur unverschämt teure Quartiere anbietet, finden wir eine „alquilo-salta“-Seite, die einige interessante Angebote aufweist. Als wir bei der Rückkehr der gebuchten Adresse folgen, finden wir ein Vermittlerbüro vor – man kann also offenbar davon leben, dass man hier am Ort Wohnungen auf Zeit vermittelt. Uns ist es egal (ausser, dass auch hier die Kreditkarte nicht akzeptiert wird, wir müssen wieder Bargeld latzen, obwohl uns der Automat nach wie vor nur ein Maximum von 1000 Pesos (= 150 Euro) ausspuckt).


Eingeklemmt! Links die 2 Fenster uebereinander sind "unsere"
Las dos ventanas son las nuestras
 Die vermittelte Wohnung ist ok und liegt in einem anständigen Wohnviertel, etwa 5-6 Blocks vom Hauptplatz entfernt. Vor das zurückgesetzte Haus, das Doña Mirta und ihr Mann bewohnen, hat man einen zusätzlichen „Flügel“ gesetzt, eigentlich eher einen 2-geschossigen Kubus, der einen eigenen Eingang hat und eine Grundfläche von ca. 4x5 m. Unten befinden sich ein grosser Tisch, eine Mini-Küchenecke und ein Bad, eine Treppe führt nach oben, wo das Doppelbett steht, und ein Stockbett, das uns als Kofferablage dient. Die Maisonette-Wohnung hat einen gewissen Charme und ihre Unabhängigkeit, so dass wir bald beschliessen, hier etwas länger zu bleiben, bis wir unsere Abreise aus Argentinien ausreichend vorbereitet haben. Am Ende werden es 10 Tage sein, genug, dass wir uns hier schon heimisch fühlen.






Die Stadt ist wirklich schön, liegt zwischen grünen Hügeln und scheint wenig von Armut und Chaos geprägt. Straßen sind sauber, Häuser haben anständige Dächer, alle Straßen sind mit blühenden Bäumen bepflanzt, es ist einfach nett. Speziell im nördlich der Innenstadt liegenden Stadtteil, wo noch sehr viele Bauten den alten post-kolonialen Baustil aufweisen, der bis Ende des 20. Jahrhunderts offenbar der normale war. Wie in allen Städten, die wir gesehen haben, scheint es allerdings keine gültigen Bauordnungen zu geben. 
Jeder kann hier bauen, wie er will

Gabriel mit Doña Mirta

Zwischen den zweigeschossigen Bebauungen der Wohnstraßen schießt immer mal wieder ein 5- oder 6- oder 8-geschossiger Neubau hervor, der rein optisch hier wirklich nicht hinpasst. Auch neben „unserem“ Haus ist so ein neuer Wohnblock, und Doña Mirta erzählt, die Bauherren hätten auch ihr Grundstück haben wollen, hätten ihr richtig gedroht, aber sie sei sehr zufrieden mit ihrem Haus und sie trage man hier nur mit den Füßen zuerst raus.



Geld und Preise

Für das Bargeldproblem finden wir hier in Salta eine glückliche Lösung. Die Zeitungen zeigen uns den Weg: da wird über den ständig steigenden Kurs des „blauen Dollars“ gejammert. Ich mache mir die Mühe, mal genauer zu lesen, worum es da geht. Die Regierung hat offenbar ein Devisenproblem. Zu viele Importe, zu wenig Exporte. Und dann will diese blöde Bevölkerung auch noch verreisen! Also, die Dollars braucht der Staat, um Handelsbilanzen zu begleichen, Reisende sollen sehen, wie sie dran kommen. Wer verreisen will bekommt maximal 250 grüne US-Dollars bzw. etwas Äquivalentes in Euro. Nun gibt es aber viele Leute, die genug Pesos haben, um verreisen zu können. Was machen die? Sie zahlen Schwarzmarktpreise. Ich vermute, dass das sogar innerhalb der Banken passiert. Aber in jedem Fall auf der Strasse. Etwas Rumgesurfe im Internet versorgt uns mit Berichten von Reisenden, die in Buenos Aires, aber speziell auch in Salta schwarz getauscht haben. Und gar nicht soooo illegal, es gebe da Tauschstuben, da würde man wie ein normaler Bankkunde behandelt ... Zum Glück haben wir ein kleines Polster an Euros in cash dabei. Alle wollen wir nicht unters Volk bringen, eine Reserve für Bolivien muss bleiben, aber ein paar Hundert Euros könnte man schon mal tauschen, wenn es sich lohnt. 
Am Hauptplatz links von der Kathedrale wird Geld getauscht
A la izquierda de la catedral está la esquina donde se cambia dinero "azul"

Im Kunstmuseum - gehoert zwar nicht hierher, aber zu diesem Thema gibts keine Fotos!
En el Museo de Arte. No va con el tema, pero no había otras fotos
Und richtig, die Tipps aus dem Internet stimmen: am Hauptplatz an der Nordwestecke stehen immer einige Männer rum, die die Touristen relativ unverdeckt anraunen: Dollars? Tauschen? Wir nähern uns und fragen: Euros? Ja klar! Was für ein Kurs? Naaaa, sagen wir mal 8,50. Der offizielle Kurs liegt bei 6,50 – das ist das, was uns der Geldautomat ausspuckt, abzüglich der Kommission. Wir bekommen den typischen gierigen Blick des Schnäppchen-Jägers. Die ersten 100 Euro wechseln für 8,50 den Besitzer, die nächsten dann schon für 9,30. Allen Argentinien-Reisenden sei hiermit geraten, VIEL Bargeld mitzunehmen. Der Unterschied ist signifikant! Und die Polizei steht nebenan und kümmert sich einen Dreck um dieses Geschäft. Wir unterhalten uns ein wenig mit den Wechslern; nein, richtig illegal sei das nicht, das System funktioniere ja nicht ohne sie. Klar machen sie auch noch ihr Geschäft, der Devisen-bedürftige Argentinier zahlt eben noch mal mehr. Das war ja auch die Botschaft aus der Zeitung, in der der „blaue“ Dollar einen richtigen Kurs hat. Woher der stammt? Der Wechseler weiß das auch nicht, er informiert sich übers Internet und wirkt so unbedarft, dass wir ihm die Auskunft wohl glauben müssen. Von der Regierung werden Inflation und Devisen-Knappheit geleugnet, aber faktisch weiss es alle Welt. In den 3 Monaten, die wir durch Argentinien reisen, hat sich unsere 1000 Peso-Abhebung, die wir regelmässig an den Bankautomaten getätigt haben, von etwa 165 Euro auf 150 Euro verbilligt. Das heisst, in 3 Monaten eine Inflation von fast 10%. Was das im Jahresschnitt bedeutet, kann sogar ein Drittklässler ausrechnen. Wie da die Regierung Lohnerhöhungen von 20% als übertrieben und eine Anhebung des Mindestlohns um 15% als grosszügig bezeichnen kann – ach, lassen wir das lieber! Ich wollte ja nur berichten, wie wir hier unser Bargeldproblem recht günstig gelöst haben.




Aber wenn wir schon mal dabei sind, kann ich ja auch mal was über Preise erzählen. Also, Gabriel meint, es sei hier nicht wirklich besonders billig. Dass wir zu zweit mit durchschnittlich 100 Euro am Tag auskommen, zeigt aber schon, dass das Preisniveau unter dem europäischen liegt. Aber nicht für alles. Alles, was importiert wird, hat auch europäische Preise. Auch Marken- und Luxusartikel, zu denen z.B. der Wein gehört, haben eher Preise wie bei uns. Bücher auch. Elektronikartikel wie Computer, Chips und Sticks (nix Essbares, sondern so Dinger, die man als Datenträger in den Computer steckt) sind weit teurer als bei uns. Markenklamotten auch. Einfache Kleidung oder national gemachte Schuhe dagegen kosten vielfach nur die Hälfte. Lebensmittel: einiges deutlich billiger, vieles aber auch deutlich teurer als bei uns. Ein Viererpaket mittelmässiger Fruchtyogis zum Beispiel für 2 Euro – das ist nicht geschenkt. Ein Kilo Kaffee gut 15 Euro – auch das ist heftig. Die 1,5 l Wasserflasche (übrigens auch von der Coca-Cola-Company) kostet fast 1 Euro – mehr zahle ich in Spanien auch nicht.

Italienischer Protz mitten in Lateinamerika
Iglesia de San Francisco: renacimiento italiano?
Die gemeine 3-Liter-Coca-Cola-Flasche, die hier jede Familie täglich verdrückt, kostet im Supermarkt dagegen nur etwas mehr als 2 Euro, eine Literflasche Bier ca. 1,30 Euro. Unser Restaurant-Preis beläuft sich für uns zwei in der Regel auf rund 20 Euro, irgendein Hauptgericht (d.h. Ein Sandwich, ein Salat, ein paniertes Schnitzel oder sowas) plus ein Getränk – Bier oder frisch gepresster Saft – das kostet alles etwa gleich, aber das Essen ist auch nicht besonders ... In einem richtig guten Restaurant mit richtig gutem Essen würden wir hier zu zweit auch schnell 50 oder 60 Euro los. Und die Pizza? Eine gemeine grosse Familien-Pizza mit irgendwas, was unter viel Ekelkäse versinkt, kostet im Lokal zwischen 5 und 7 Euro. Das ist natürlich unschlagbar.Eine innerstädtische Taxifahrt bekommt man schon für 2 oder 3 Euro, aber die Ersatzakkus, die wir für unsere Kameras kaufen mussten, haben je über 40 Euro gekostet, während wir sie in Europa für etwa 20 kaufen konnten (aber trotteligerweise verloren haben). [Preise sind alle nach dem derzeitigen offiziellen Wechselkurs berechnet.]






Gestern war ich hier in Salta beim Friseur. Ein ganz reizendes Mädel, die mir da in ¾-stündiger Bemühung den Kopf entstellt hat. Lassen wir mal das Resultat beiseite, aber der Preis war ok, 45 Pesos = 7 Euro. Gabriel hat dagegen für die Kürzung seiner eher übersichtlichen Haarpracht rund 15 Euro hinlegen müssen. Das war ein Madrider Preis in Catamarca.

Na, ich schreibe das alles nur so auf, ohne besondere Wertung, es ist einfach so, man kann eben nicht wirklich pauschal sagen, es sei hier billig oder teuer. Vielleicht wird das in Bolivien anders werden.





Am Ess-Arbeits-Wohnzimmertisch, ein Kunstwerk von Doña Mirta an der Wand
En la habitación baja. En la pared una obra de doña Mirta


Alltag in Salta

Wenn man 10 Tage in einem Häuschen in Salta wohnt, dann ist es fast, als wohne man nun in Salta. Wir kaufen ein und bereiten unser Essen zu, haben uns oben das Schlafzimmer und die Kleiderecke eingerichtet, unten den Arbeitstisch und (auf der anderen Seite desselben Tisches) den Esstisch, wir erledigen tagsüber Einkäufe, schicken ein Paket nach Hause (halbstündiges Schlange-Stehen in der Post inklusive), waschen, gehen zum Frisör und zum Markt und erledigen unsere Geldgeschäfte. Und einmal am Tag laufen wir irgendwo ein und trinken einen guten Kaffee in einem schönen Kaffeehaus. Abends schauen wir ein bisschen fern oder gehen ons nahe Kino, gehen essen oder schlendern durch die Kneipenstraße Balcarce, aus der uns allzuviel Remmi-Demmi und grässlich laute Pseudo-Folklore-Shows vertreiben. Ein ganz normaler Rentneralltag eben.




Die Stadt hat genügend Museen, dass man jeden Tag eines besuchen kann. Wie überall werden dafür die wenigen wirklich alten Kolonialbauten genutzt. Davon gibt es eine Reihe ganz schoener. Hier in Salta sind sie auch alle geöffnet! Meist ist es weniger der Inhalt als das Gebäude selber, das den Museumsbesuch lohnt, aber ein paar historische Karten, ein paar Kunstwerke, ein altes Auto, ein romantischer Innenhof – irgendwas lohnt immer den kleinen Rundgang. Dazu kommt der Nervenkitzel, Fotos zu schießen, was überall verboten ist, und alleine deshalb muss man es einfach tun.

Peugeot von 1911 - die perfekte Mischung zwischen Kutsche und Auto
Peugeot de 1911, mezcla perfecta de coche de caballos y automóvil
In der Innenstadt herrscht immer geschäftiges Treiben, überall die schon bekannten Schlangen an den Banken, auf den Höfen der noch wegen Ferien geschlossenen Schulgebäude sieht man viele Jugendliche Ball spielen oder Sport treiben, in Fahrschulen und Sprach-Collegs herrscht lebhafter Betrieb, Hausfrauen drängeln zum Markt.



Die Strassen rund um den Markt sind die einzigen, die nicht so ordentlich wirken, wie der Rest der Stadt. Dieses wunderbare Chaos von Händlern und Lieferbetrieb, Käufern und Feilschern aller Coleurs kann man stundenlang beobachten. Neben der eigentlichen großen Markthalle, in der alles Mögliche vertrieben wird, nicht nur Frischwaren, gibt es auch noch das, was in Chile „Perser“ hieß: große Geschäftslokale, die voller kleiner Stände mit überwiegend Kleidung allerbilligster Machart sind, dazwischen aber auch mal ein Stand mit DVD-Kopien von Filmen, ein Essenskiosk, und all das auf allerengstem Raum.






Die Alltags-Routine wird dadurch durchbrochen, dass derzeit Karneval ist. Vom Südamerikanischen Karneval kenne ich einerseits Fotos aus Rio, anhand derer mir aber nie klar war, dass das eine geschlossene Veranstaltung ist, für die man Eintritt zahlt, um diese farbenprächtigen Umzüge zu sehen. Zum zweiten erinnere ich mich an seltasame Rituale aus dem peruanischen Hochland, wo um geschmückte Baumstämme herumgetanzt wurde. Der Karneval hier in Salta und auch in Bolivien wird gerühmt, aber ich weiss nicht recht, was ich zu erwarten habe. Hier gab es am letzten Donnerstag auf dem Platz eine Vorführung, die einen Vorgeschmack gab. Verschiedene Indio-Trupps waren zu einem Umzug um den Platz aufgestellt, in wilden Verkleidungen, die einem literweise den Schweiss auf die Stirn trieben, wenn man sie nur ansah. Zu Getrommel und Gepfeife wurde getanzt, für die Fotografen posiert und diverse Rituale vollzogen. Die Verkleidungen wirkten eher wie Fantasieprodukte, denn wie traditionell, aber die Tänze hatten etwas sehr Urtümliches und erinnerten an eine Prozession, die wir in Chile gesehen haben. Aber das ist ja auch gar nicht so weit weg.







Sonntag in Salta

Unser gutbürgerliches Stadtviertel ist ruhig am Sonntagmorgen. Wir schlafen aus, trinken gemütlich Kaffee, lesen die Zeitung im Internet, es ist halb bewölkt und angenehm. Schliesslich gegen 12 rappeln wir uns und schlappen bis zur übernächsten Strassenecke. Wir haben hier eine ganze Reihe guter Cafés in der Nähe, dort kann man stundenlang sitzen und Zeitung lesen, total gemütlich. Ich habe das am Samstag schon ausprobiert, nachdem ich die Wäsche vom Waschsalon abgeholt habe (oh himmlischer Duft nach Sauberkeit!).




Die relativ kühle Witterung nutzend beschliessen wir, den „Hausberg“ zu besteigen, den Cerro San Bernardo. Täglich haben wir die Kabinenbahn gesehen, die dort hinauffährt, aber es ist sicher gesünder, zu laufen. Der Aufstieg auf den grünen Hügel ist nicht weit entfernt von unserem Häuschen, von gutbürgerlich geht es über in „sehr gut bürgerlich“ und dann wird es grün und schön. Was im ganzen restlichen Argentinien (ausser vielleicht in Cordoba) ein Verhau aus kaputten Treppen, verrotteten Anlagen, viel Müll und Plastikflaschen gewesen wäre, hier ist alles heil und adrett, gut beschildert, eine Freude. 1021 Stufen werden uns versprochen, natürlich – das ist der Preis – mit etwas Heiligem verbunden, ein Kreuzweg mit seinen 14 Stationen (sie sind ALLE 14 vorhanden und in Ordnung!), ein Christus auf dem Gipfel, aber auch Sitzbänke, heil!, Abfalleimer, Beschriftungstafeln, Aussichtspunkte. Gabriel, der Herzpatient, zieht vorne locker davon, ich trödel schaufend hinterher. Finde dafür ein Handy. Die Batterie ist fast leer, sonst hätte ich damit ja etwas rumtelefonieren können, um rauszufinden, wem es gehört. Ich klettere weiter, und nach weiteren 5 oder 6 Stationen des Kreuzweges kommen mir die 4 Jungs entgegen, die mich anfangs des Weges schier rennend überholt hatten (oh selige Jugend, hatte ich da gedacht, 1000 Stufen raufrennen, welch beneidenswerter Überfluss an Kräften!). Sie schauen suchend, Señora, Sie haben nicht zufällig .... Doch, ich habe, ziehe das Handy aus der Tasche und mache jemanden wirklich glücklich. Der kleine Kerl fällt mir um den Hals, die Kumpels suchen verlegen nach Worten, wo ich es denn gefunden hätte, ob es gut sichtbar gewesen sei ... Ob ich denn zu dem Herrn dazugehörte, mit dem sie weiter oben gesprochen hätten? Sie seien ja sooo dankbar! Am Ende des Aufstiegs treffen wir alle zusammen. 

Hinterm Fussballstadion (Ort der nächsten Episode) winzig unser Häuschen, vor gelber Hochhauswand, links von Palme
Nuestra casita es la amarilla de detrás del estadio, ante la pared del rascacielos, a la izquierda de la palmera


Auf dem Gipfel ist ein künstlicher Wasserfall angelegt, wir machen Fotos und plaudern ein wenig mit den Jungs, die aus einem entfernten Stadtviertel gekommen sind, um diesen Sonntagsausflug zu machen. Sie sind aus einfachen Familien und so unendlich nett und unschuldig, dass man es kaum glauben mag. Wie es in Madrid aussehe, welche Sprache man dort spreche, wie uns Salta gefalle, ob wir Facebook kennten. Ich denke plötzlich – wie so oft – an die Jugendlichen in Deutschland, die so fern von den Erwachsenen sind, so verklemmt, dass ihnen eine Umarmung unangenehm ist, so wenig interessiert, dass man vom Mond kommen könnte, und sie würden nicht fragen, wie es dort aussieht, so abweisend in der Gewissheit, dass ihre Welt eine andere ist als die der Erwachsenen ... natürlich nicht alle, aber viele, während hier, wie auch in Spanien, diese Generationenhürde nicht so hoch ist und die Kids es einem nicht so schwer machen, sie wie normale Personen zu behandeln, - was sie ja auch sind.



Der Blick vom Gipfel ist super, die ganze Stadt liegt vor uns, mit dem Tele finden wir auch Doña Mirtas bzw. „unser“ Haus. Wir sehen, wo wir vor 4 Tagen zwischen den grünen Hügeln in die Stadt hineingefahren sind und wo die Bebauung aufhört – keine Elendsviertel oder Hochhaussiedlungen am Stadtrand, einfach nur grün. Wenn ich nach Argentinien umziehen sollte, ich glaube Salta wäre das Wunschziel. Wir befinden uns 285 m oberhalb der Stadt und 1458 m über dem Meeresspiegel, es geht eine angenehme Brise, und die Wolken halten sich mit dem Regen zurück. Gabriel schwört, den Weg hier hinauf täglich zu machen, zur Ertüchtigung des Körpers und zur Reinigung der Sinne. Wir werden sehen.

Um die nette Gondelbahn auszuprobieren (und die Knie zu schonen), fahren wir bergab, es handelt sich zwar nicht um Leipziger Drahtseile (das bezieht sich auf „Chilecito“ im Blog „Eine SEHR langsame Etappe“), aber um eine Schweizer Gondelbahn, was unser Vertrauen erhöht. Auf dem Heimweg locken schon wieder eine Reihe nett aussehender Lokale, so dass wir zum Mittagessen (so gegen 16 Uhr!) einkehren. Hier in Nordargentinien gibt es nirgends mehr das gute Quilmes, aber ein Salta-Bier für Gabriel und einen Pampelmusensaft für mich. Den gibt es fast in allen Lokalen, immer frisch, warum es das wohl in Europa nirgends gibt?



Auf dem Hauptplatz schmeckt das Bier am besten
Una terraza en la plaza


Es ist später Nachmittag. Unsere Siesta wird durch Getrommel unterbrochen. Dann auch Gerumpel draussen in der Nebenstrasse. Leute laufen durch unsere Strasse, ein Reisebus, Polizei, draussen ist Action und wir machen Siesta! Es wird schnell klar, im benachbarten Fussballstadion ist was los – Fussball vermutlich, aber das anhaltende Getrommel und die Musik lassen auch einen Karnevalscorso möglich erscheinen. Ich gehe gucken, es ist wirklich nur um die Ecke. Die Nebenstrasse ist für den Verkehr gesperrt – unsere übrigens auch – und vor dem Stadion sind in 30 m Abstand feste Gitterbarrikaden aufgestellt. Wenn man durch den 1 m breiten Durchschlupf gehen will, wird man von Polizisten inspiziert – bzw. mehr noch von Polizistinnen. Sie sehen eigentlich genauso aus. Nach der zweiten Barrikade bin ich an der nächsten Strassenkreuzung, wo die Tickets verkauft werden und die Trommler trommeln, bewacht von einem Dutzend berittener Polizisten.

Das Ganze ist eigentlich ganz fröhlich, aber die erdrückende Polizeipräsenz wirkt bedrohlich. Gabriel kommt hinterher und wir drehen eine kleine Runde, bekommen aber nicht raus, wer hier spielt. Salta – vermuten wir – aber gegen wen?

Seguridad futbolera

Bandas de hinchas


Um 7 soll es losgehen, da sitzen wir schon wieder zu Hause, sind aber trotzdem live dabei, denn das Stadion ist ja nur 50 m entfernt, in Sicht- und definitv in Hörweite. Inzwischen ist es fast 21 Uhr, es fehlt noch etwa ¼ Stunde der zweiten Halbzeit, und wir fürchten das Spielende. Das Internet ist ja schlau und hat uns verraten, dass hier 2 Salta-Teams spielen, die beide in der Oberliga sind und gerne aufsteigen wollen. Ein Live-Ticker erläutert uns das Geschreie und die Sprechchöre und Gesänge – Zuschauer, die sich prügeln, die das Spielfeld stürmen, gelbe und rote Karten (die Tore erraten wir selber, nur nicht für wen) – 20.000 Stimmen und mächtig viel Stimmung. Es steht 1:1, irgendwo gehen ein paar Kracher in die Luft. Wir stellen uns vor, wie es Quique und M. Reyes jeden Sonntag geht, angesichts ihrer Wohnung gegenüber vom Bernabeu-Stadion in Madrid, oder auch Christian und Elke im Leipziger Waldstrassenviertel, nahe dem Sportforum – was sind da schon unsere 20.000 Salteños!? Es hat 6 gelbe und zwei rote Karten gegeben, meldet der Ticker. 2 Minuten vor Schluss fällt das 2:1 für die einen (Juventud), die Singchöre werden kräftiger, draussen zieht sich der Polizeicordon zusammen, es ist dunkel und es herrscht Bürgerkriegsstimmung (ohne Bürger, die singen noch). Wir haben den VIP-Eingang im Blick, da ziehen sich die ersten Ehrengäste zurück, wichtig aussehende Autos fahren vor und verschwinden wieder ... Und dann der Abpfiff. Die Menge verteilt sich schnell, es passiert überhaupt nichts. Zwei Stunden Gegröle und Getrommel haben mich zermürbt, die Polizeipräsenz hat mich erfolgreich verschreckt, aber ganz offensichtlich bin ich nichts gewöhnt, ein Weichei, was Fussball betrifft ...



Abschied

Unsere Abreise aus Salta ist gleichzeitig der Abschied von Argentinien. Die vornehm-zurückhaltenden Vermieter in ihrem netten,von Hochhäusern schier erdrückten Häuschen sind zum Schluss hin immer offener und freundlicher geworden und verabschieden uns schier wehmütig. Sie, Dona Mirta, hat uns ihr Gärtchen und ihre Bilder gezeigt, die sie als ehemalige Lehrerin gemalt hat, er, Don Alejandro, hat Gabriel in die Geheimisse seines Lebens als militärischer Sicherheitsbeamter von Perón eingeweiht und uns verraten, dass er seine Memoiren schreibe. Er überreicht Gabriel einen dezenten weißen Umschlag, in dem Kopien von Dokumenten stecken, die beweisen, wie der Falklandkrieg wirklich war und dass die Engländer viel höhere Verluste hatten, als sie zugegegeben haben und überhaupt … Damit wir den Spaniern die Wahrheit mitteilen könnten. Und so verlassen wir auch dieses gastliche Quartier und steigen in den Nachtbus nach Bolivien. (machen aber noch einen Nachtrag zu Salta im nächsten Blog)

En la terminal de autobuses, despedida de Argentina


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