29. November 2012

A Salto desde San Gregorio



En autobús por Uruguay

Miramos el calendario y nos damos cuenta de que hay que apresurarse: el 2 de diciembre acaba el curso escolar en Argentina y a mediados empieza la temporada turística. Si queremos ver las Misiones y visitar las cataratas de Iguazú antes de que lleguen las masas y suban los precios, tenemos que ir ya. De San Gregorio a Posadas, capital de Misiones (Argentina) hay en linea recta unos 600 km en dirección norte. Nuestro viaje durará 4 días y haremos un total de 1000 km en autobús. La primera etapa será Salto, la ciudad fronteriza del norte. Hacia mediodía salimos de San Gregorio hacia Tacuarembó.
Parada del autobús / Bushaltestelle
Los autobuses uruguayos son cada uno una sorpresa: puede tocarte un pullman semisupersónico o una carraca renqueante (sorprendentemente cómoda) como en este caso. Todos paran en cada caserío o en cada bocacarretera y cargan o descargan estudiantes con libros, gauchos sin equipaje o gauchas cargadas de paquetes que muchas veces uno no se explica adónde irán, a qué punto de la llanura vacía e interminable. Tacuarembó podría ser la capital del guachismo uruguayo, gente de las profundidades del país, rostros y cuerpos duros, acento cerrado, botas altas y típicas bombachas. Como tenemos dos horas entre autobuses nos vamos a la plaza a comer una milanesa (sin sal) que nos sirve un camarero viejísimo.

El autobús de Tacuarembó a Salto (220 km) es moderno, cómodo y va semivacío. El alma del viaje es el cobrador, al que la gente llama cariñosamente Carlitos. Lleva siete años haciendo la linea 3 veces en semana y no sólo se conoce a cada persona, sino cada brizna de hierba del camino, cada vaca del horizonte. Si paramos en un bar, Carlos compra agua, cocacola o limonada y las ofrece en plan azafato por el pasillo ("si la salud lo permite" ó "si la religión lo permite") mientras pregunta por los familiares, las enfermedades, los problemas. Por estas preguntas sabemos que el estudiante de leyes que va al lado nuestro, „se recibirá en dos años y será doctor ya con 25“. Se llama Néctor (masculino de néctar), vive en Salto con sus cinco hermanos estudiantes (con edades desde primaria a la universidad) y nunca ha salido de Uruguay. Una vez al mes va a casa de sus padres y ahora regresa para empezar los exámenes de diciembre. Informa bien sobre el país: 3 millones de hectáreas de parcelas de eucaliptus, creciente invasión de agricultores extranjeros (argentinos, ingleses, alemanes) demasiado aficionados a la soja, cereales, arroz transgénicos, recuperación de los rebaños de vacas tras la irrupción de la friebre aftosa que arruinó al país... Está deseando acabar los estudios para ayudar a sus padres y quiere establecerse en Tacuarembó. Néctor también nos informa de que estamos atravesando la región más dura de Uruguay. El paisaje es tan místico como el de Castilla la Vieja en primavera, de suaves lomas, humedales en el fondo de los valles y ni un pueblo a la vista; algún tejado se ve entre los grupos de árboles que protegen, ocultan y cobijan una vivienda. Y animales, vacas felices (una hectárea por vaca; si no es terreno fértil, más; con menos de 500 Ha. de terreno se es „pequeño ganadero“), caballos, ovejas en tiempo de esquile, grupos de ñandús...
Desde el autobus
Hablando le pregunto por un ombú. No he conseguido ver ni uno aún (o quizás si) en este país donde hay pueblos que se llaman Ombúes u Ombucito. Me acuerdo de la Casa de los Siete Balcones, de A. Casona, donde había una mujer que se pasaba media obra de teatro clamando por un ombú. Se lo decimos a Carlitos y contresta, después de dudarlo: „Ahora viene una curva y hacia la mitad de la recta que sigue hay tres, uno más cerca de la carretera“. Cuando llegamos a ese punto, Carlos para el autobús y me hace bajar para verlo bien ó sacar una foto.
Ombú
También intentamos sacar fotos (desde la ventanilla) de los ñandús que corren al paso del autobús, pero no se dejan fotografiar. Ni ellos ni los colibrís: Sabine va siempre con la cámara en ristre por los jardines: debe tener unas 200 fotos de matas y flores, pero ni un solo colibrí.
Salto tendrá unos 250.000 hab. Y es la ciudad más globalizada que hemos visto en Uruguay (no hemos ído a Montevideo). No sabría decir si es bonita o fea, porque se diferencia poco de los otros pueblos: vegetación envidiable, hermosas plazas con jardines, casas bajas sombreadas por árboles frondosos y, esta sí, una calle plenamente comercial, con escaparates y tráfico, y otras dos paralelas con bancos, oficinas y negocios menos vistosos. Nos alojamos en un hotel céntrico y a ciegas.
Al día siguiente, antes de continuar viaje, pasamos la mañana en las termas del Dayman, a 8 km del centro. El río Dayman es un afluente del Uruguay. No sé en qué borde de qué placa téctonica estaremos, ni en qué cadena volcánica, pero el agua mana a 41 grados. Las termas son un parque inmenso con bañeras enormes de agua caliente en las que da pavor entrar, con temperatura ambiente de 30° a la sombra. Tampoco las duchas salen más frías. Los fines de semana se habilita una piscina mayor (y menos caliente) en la que se puede nadar, pero hoy es martes (o así).
El público es variopinto, con mayoría de chicos/as de nuestra edad o más jurásicos. Los hay finos, que se alojan en el elegante barrio del balneario, y más modestos, que vienen en autobús desde otros lugares. Entre los extranjeros, predominan los argentinos, dueños del aire (me recuerdan a los pacenses atiborrándose en la Pousada de Elvás), algún español además de nosotros y uruguayos. Estos, finos o bastos, se distinguen porque llevan su impedimenta de termo y mate. En la playa, en los parques, en los vehículos, en las calles, por todas partes, un buen uruguayo parece que tiene que llevar su calabaza llena de mate, bombilla incluída, y un termo de agua bajo el brazo que vacía poco a poco y sorbe mientras compra, lee, habla o se baña en las termas o en la playa. Es la marca nacional. Aquí se venden incluso unas „sombrereras“ de cuero de carpincho en forma de funda de prismáticos gigantes para guardar incluso el paquete de mate „La Canarita“.

Vendedor de utensilios de mate

Termas con mate
 Volvemos hacia las 14 h., con tiempo suficiente para recoger el equipaje del hotel y tomar la lancha que nos llevará a Concordia, en Argentina. Durante la media hora que nos toca esperar al funcionario de Emigración, se van concentrando ante la oficina una docena de contrabandistas. Llegan en motos, algunos cargados con paquetes de yerba-mate, marca „La Canarita“ y regresarán con refrescos y aceite. Nos lo cuenta una chica de 61 años sentada en el banco de al lado, que va a Argentina con uno de sus 35 nietos para que aprenda y le ayude. Es extraordinariamente simpática, tiene 16 nietos y 4 bisnietos argentinos.También nos dice que el río Uruguay es claro, pero ahora baja turbio porque en Brasil está lloviendo mucho y sueltan agua de las represas para controlar las inundaciones.
Los "Contrabandistas"
 La frontera entre Salto y Concordia es espejo de mala vecindad. En ambos lados descuidada, llena de obstáculos, mal pavimentada, con escaleras de hormigón semiderruidas, un suplicio para ir con maletas. En la oficina de turismo de Salto informan con desgana del horario de la lancha; del lado de Concordia no es mejor: al aburrido aduanero se le antoja hurgar en mi maleta y tengo que enseñarle las recetas de las medicinas. La primera vez que me ocurre en todo el viaje.
Un taxi viejísimo con un taxista más viejo aún, el único que hay ante la aduana, nos llevan a la estación de autobuses de Concordia. No vemos del pueblo más que las calles marginales. Pero parece que Concordia tiene, quién lo diría, un cuarto de millón de habitantes y un centro bonito. Nosotros no salimos de la estación. Decidimos hacer el viaje a Posadas en dos etapas. Hacia la mitad de trayecto hay un pueblo de extraño nombre y apartado de la carretera nacional, junto al río Uruguay: Yapeyú (recuerdo el nombre con las vocales AEIØU); pero en la taquilla pido dos billetes para "Papeyú". Será la afasia.


Puerto-frontera de Salto (Uruguay)



Busfahrt in Uruguay
Anfang Dezember beginnen hier die Sommerferien. Wir wollen vor der anrollenden Urlauberwelle die berühmten Wasserfälle gesehen haben und die Provinz „Misiones“ bereisen, bevor die Sommerhitze unerträglich wird. Deshalb liegt unser nächstes Ziel ganz im Nordwesten Argentiniens, wo das Land einen vorgeschobenen Ausläufer zwischen Brasilien und Paraguay hat. Von San Gregorio in Uruguay bis Posadas, der Hauptstadt von „Misiones“ sind es Luftlinie etwa 600 km, es geht grade nach Norden, vom 33. fast bis zum 27. Breitengrad. Unsere Reise dorthin wird allerdings 4 Tage dauern und wir werden insgesamt gut 1000 km mit dem Bus zurücklegen.

Mit diesem durften wir leider nicht fahren / lamentablemente no era el nuestro
Der nördlichste Grenzübergange Uruguay – Argentinien liegt bei Concordia (Ar.) / Salto (Ur.). Das sind zwei mittelgroße Provinzstädte (250-300.000 Einw.), die eine oder zwei städtische Einkaufsstraßen haben, dahinter aber sehr schnell ländlich werden. Einige km nördlich der beiden Städte gibt es eine Brücke, mit der der Landstraßen-Grenzübertritt einhergeht, in der Stadt fährt ein Boot über den Grenzfluss Río Uruguay (den wir schon aus Colonia kennen). Diese Städte sind unser erstes Etappenziel.

Von San Gregorio aus fuhr mittags der Bus ins Regionalzentrum Tacuarembó (185 km), von dort ein paar Stunden später einer nach Salto (200 km). Die Landschaft dazwischen – ein leicht rollendes Hochplateau, die „härteste“ Gegend Uruguays, wie man uns sagt, so gut wie unbewohnt, grün, Weideland, Millionen Hektar, beweidet von Rinden und Schafen, etwa gleich viele, und noch einmal so vielen wilden Nandus, die sich unter die Herden mischen. Hier und da ein paar Bäume, Wasserlöcher für die Tiere, auch mal Stein-Mäuerchen, am Horizont die eine oder andere Estancia (die Landgüter, sehr bescheiden) Hecken, aber hauptsächlich viel viel Grün. Langweilig, öde für die einen, uns gefällt es. Wer in seiner Jugend „Mein Freund Flicka“ und „Grünes Gras der Weide“ verschlungen hat, fühlt sich hier an die Weiten des amerikanischen Westens erinnert.
Beide Fahrten waren nett, in altmodischen Bussen, mit betreuenden Schaffnern, die im Kopf haben, an welchem Feldweg gehalten werden muss, damit dies oder jenes Schulkind aussteigen muss, die unterwegs Wasser und Limo ausschenken und jeden nach seinem Wohlergehen fragen. Wir plaudern mit einem Jurastudenten, Nector (nein, nicht Hektor, Nector, mit N, sein Urgroßvater hieß auch schon so), der von einem Bauernhof kommt und in Salto studiert; dort lebt er in einer Wohnung mit 5 seiner Brüder, die alle studieren oder in die Oberschule gehen. Wie es denn im Ausland so sei, er habe Uruguay noch nie verlassen, das knappe Budget der Eltern gibt das nicht her, man müsse ja dankbar sein für die Opfer, die die Eltern bringen, um das zu ermöglichen …
Schwatz mit Schaffner und Nector/ En una parada con Carlos y Néctor

Gabriel fragt wie ein Ombú-Baum aussehe. Der Schaffner wird zu Rate gezogen. Er kenne auf dieser Strecke jeden Grashalm, meint Nector. Und richtig, nach drei Kurven rechts stehe einer im Feld, weiß der Schaffner. Der Bus verlangsamt die Fahrt, hält, Gabriel wird nach vorne gerufen, er möge aussteigen und fotografieren, kein Problem, so viel Zeit sei … An diese freundliche, sanfte Art der Uruguayer werden wir in den nächsten Tagen noch öfter denken, wenn es in Argentinien nicht ganz so herzlich und reibungslos abgeht.

In Salto übernachten wir in einem ganz zantral liegenden Hotel und genießen am Abend den Bummel durch die Stadtstraßen und das super-leckere Eis, das überall angeboten wird. Am nächsten Morgen geht es mit Handtuch und Sonnencreme bewaffnet in die landesweit berühmten Thermen von Daymán, ca. 8 km südlich der Stadt. Ein Sammelbus nimmt jeden mit, der will, und mit 50 weiteren Rentnern stürmen wir das weitläufige Parkgelände mit seinen Thermalbecken. Allerdings hat das Ganze einen Schönheitsfehler: die Sonne strahlt, die Außentemperatur übersteigt schnell die 30 Grad und die Begeisterung über 40 Grad warmes Wasser hält sich sehr in Grenzen. Auch die Duschen sind brühheiß, man lechzt nach Eiswürfeln. Wir hoffen, dass die Hitzekur wenigstens für (bzw. gegen) irgendetwas gut war.

Thermalbecken mit 41 Grad C / Banera termal
 Zurück in der Stadt Salto packen wir unser Gepäck und lassen uns zum Hafen bringen, um das 4-Uhr-Boot über den Fluss zu erwischen. Es hatte uns schon gewundert, dass es am Tag nur 3 Boote zum argentinischen Ufer gibt. Die kinoreife Grenzstation und der improvisierte Steg für das Boot sind weitere Beweise für die schlechte Nachbarschaft, die die beiden Länder pflegen. Nur etwa ein Dutzend Leute setzt mit uns über, skurrile Gestalten, die den kleinen Grenzverkehr dafür nutzen, ein paar Pfennige zu sparen, so eine Oma (genau so alt wie ich), die mit einem ihrer 35 Enkel nach Argentinien fährt, um dort Limo, Cola, Oel einzukaufen, das sei dort billiger ...

Grenzkontrolle Ausreise Uruguay /Oficina aduanera de Salto
"Internationales" Fährboot/ A bordo de la lancha internacional

Auf der argentinischen Seite angekommen, ist der Eindruck ähnlich desolat. Ein langer heißer Weg vom Ufer hinauf zum Häuschen von Zoll und Grenzkontrolle, der Ort Concordia liegt weit in der Ferne. Gabriels Koffer wird von einem gelangweilten Zollbeamten durchwühlt, ein klappriges Taxi lädt uns ein und röchelt durch die Stadt. Es kann nicht schneller als 20 km/h fahren, der Fahrer ist genauso klapprig wie sein Auto, und wir sind froh, als wir endlich am Busterminal ankommen und uns informieren, dass ein paar Stunden später ein Bus nach Norden Richtung Wasserfälle von Iguazu fährt.



26. November 2012

San Gregorio de Polanco


 

La playa del Río Negro
 
Desde el coche de linea, Uruguay es un prado sin fin. Una llanura verde salteada de casas más bien modestas, rebaños de ovejas y muchas, muchas vacas.
En Durazno sólo nos quedamos tres horas. Un autobús salía para San Gregorio y espontáneamente decidimos tomarlo, sobre todo después que en la oficina de Turismo nos buscaran hotel y nos prestaran un teléfono para reservar habitación, pues llegaríamos pasada la medianoche.
Las calles de Durazno, de casas bajas hundidas bajo los plátanos enormes, las buganvillas rebasando las tapias de los jardines, los árboles de hibiscos en los setos y jardines municipales, invitan a dar una vuelta. La fácil charla al paso con la gente sentada ante sus puertas crea una cómoda impresión de estar en casa que proporciona tranquilidad. Pocas veces he visto gente tan amable, tan cordial, tan comunicativa como los uruguayos, por lo menos los que hasta ahora hemos encontrado.

Martín y Lisandro

Después del paseo, mientras esperábamos la llegada del autocar, entablamos conversación con dos trabajadores que también iban a San Gregorio: Martín y su tío trabajan en la construcción en Paysandú, en la frontera de Argentina y cada quince días vuelven a San Gregorio. Martín (25 años) tiene un hijo de 5 meses (Lisandrito Párez) y cuando llegamos a San Gregorio de Polanco, pasadas las doce, allí le espera su mujer, Lisa, casi adolescente, con el niño en una camioneta Nissan. No tienen problema en apretarse y llevarnos las cinco cuadras que hay hasta el hotel Mustáfa, que es donde nos hospedamos.

Hotel Mustafa
El hotel es un hallazgo. Mustáfa es por lo visto un iraní que dirige otro hotel en Malgrat de Mar y viene por aquí un par de meses al año. Sólo hay seis habitaciones y un gran problema: a San Gregorio llegan este fin de semana 400 jubiladas/os del imserso uruguayo para celebrar unas „jornadas de la edad dorada“. Nosotros somos como dos más, pero no tenemos habitación. Por fin nos alojan en una cabaña del jardín de Mustáfa y allí pasamos el fin de semana. 

Nuestra choza / Unsere Hütte
Todo muy bien, a no ser por el niño autista que vive al lado y toca el tambor y pone música house a todo volumen de 14 a 15 h. y de 20 a 22 h. Ayer, domingo, hizo sesión contínua por la tarde.
San Gregorio de Polanco es un pueblo joven. El par de casas que había en unos terrenos de un tal Polanco creció con las represas que se hicieron en el río Negro hace unos 50 años, hasta los 3000 habitantes que hoy tiene. El río inundó muchas ensenadas de la llanura arenosa y formó un lago de dimensiones amazónicas. La playa, de unos ocho o diez km., es fenomenal. Para llegar al pueblo hay que hacer 50 km de desvío desde la carretera nacional, en Paso de los Toros. En el pantano no hay puentes, pero sí dos balsas gratuitas que transportan desde peatones hasta autobuses a la otra orilla, donde salen del agua las antiguas carreteras en bastante mal estado. Ayer pasamos nosotros y fuimos en bici una hora por el descampado verde hasta que llegamos al primer árbol. Volvimos rápido y demasiado quemados.

Camino hacia la balsa / Wer sein Rad liebt, schiebt

En San Gregorio hay cuatro hoteles, terrenos de camping y muchas cabañas de alquiler. Parece que es el principal centro interior de turismo nacional. La temporada alta alcanza desde principios de diciembre hasta febrero. A nosotros nos ha costado dormir 33 U$ por noche y hemos estado como los reyes.
Hace unos años se llevó a cabo el programa de los murales de las casas y llegaron buenos artistas hispanoamericanos, no primeros nombres, pero gente que sabía pintar. Recorrer las calles para ver cualquiera de los 50 ó 60 murales, es un agradable paseo.



 Bañarse en las aguas rojas del río Negro, andar por los bosques de eucaliptos y pinos de la playa rodeando una gran península, fotografiar pájaros, preguntar a la gente qué es esto o aquello o si conocen tal nombre o tal otro, es lo que hemos hecho. Una vez has entablado conversación con alguien, al siguiente encuentro cruzará la calle para saludar amablemente y preguntar si nos va bien. La gente es tan suave como el paisaje. Además, en San Gregorio no son tan „bravos“ como en otras poblaciones más abiertas al exterior. (Cuando dicen „bravos“ quieren decir que aquí no se roba y aún se puede dormir con la casa abierta). Y es verdad.
Uruguay es un país empobrecido. Con esa fama de „Suiza sudamericana“ y esa gente que se conoce tan europea, tan fina, tan bien hablada, se adquiere una falsa opinión. Mirta, una jubilada de Paysandú, se acerca a nuestra mesa de desayuno en cuanto nos ve con un mapa y empieza a hablarnos de su idea del mundo, de su familia y de su vida cotidiana dejando entrever sus conocimientos geográficos, su concepto de la educación de los hijos, y esas cosas que pueden surgir en una conversación normal, pero con un vocabulario tan cuidado, un razonamiento tan limpio y una claridad de ideas que se podría pensar que es una licenciada o una maestra. Pues no, cuando se lo pregunto, dice que sólo tiene estudios primarios, que tuvo que ponerse a trabajar en unos almacenes siendo muy joven y no tuvo ya tiempo ni medios para estudiar más que lo que aprendió haciendo el bachiller con sus hijos: „estudié con ellos desde la cartilla hasta las ciencias exactas; yo también hice el bachiller“.
Mirta

El bibliotecario del pueblo es funcionario. Se aburre en la biblioteca de 12 a 18 h. Sólo hay dos estantes de libros y hay días o semanas que no viene nadie, apenas algún viejo a agarrar algo para leer. Pero él tampoco es bibliotecario, sino técnico agrario. No tiene ni idea de que puede y debe organizar círculos de lectura o actividades de promoción cultural. El era técnico de jardines en Paso de los Toros hasta que un médico le descubrió en un examen rutinario que tenía algo en el corazón y tuvo que cambiar de destino. Ahora tiene que esperar dos años hasta que le operen. El gobierno le puso ahí. Pero aunque no hace nada, gana poco (16.000 pesos = 650 €), apenas si puede subsistitir en casa de su mamá, pasándole una pensión a su ex-esposa y manteniendo el Nissan que tiene a la puerta de la biblioteca. No le pregunto para qué quiere un coche. Está francamente descontento con el gobierno de José Mujica, un ex-tupamaro ultracomunista con nombre de artista de cine mexicano, que habla como un gaucho y se cree un gaucho, pero no hace nada. Su discurso (el del bibliotecario) me suena a muy sobado. Pero también él es directo, amable y simpático.




Das Treffen der fidelen Alten
 … oder: Ort der kunstvollen Wände … oder: Insel im Rio Negro.
In Durazno („Pfirsich“) sind wir nur drei Stunden geblieben, denn noch am selben Abend fuhr ein Bus zu unserem eigentlichen Ziel, nach San Gregorio de Polanco, mitten im Land Uruguay. Was wir da wollten? Irgendwer hatte es empfohlen, es mit dem vielsagenden Prädikat „Balneario“ versehen, was so viel wie Kurort heisst, hierzulande aber offenbar einfach nur Badeort. Und wir wollten was von Uruguay sehen, ins Land reinkommen, ein Gefühl dafür bekommen wie und wo die (wenigen) Menschen leben, die nicht in der Hauptstadt und den zwei, drei Badezentren an der Küste wohnen. (Insgesamt 3,5 Mio. Einwohner, davon ca. 1,5 in Montevideo)
Die Fahrt nach Durazno ging drei Stunden lang über grünes Land, Wiesen, ein paar meist schon abgeernte Getreidefelder. Mal ein Auto, mal ein paar niedrige kleine Häuser, sonst viel nichts. Der Bus hält an jedem Feldweg, an dem ein Schüler oder Wochenendheimkehrer aussteigen möchte. Durazno, ein lebendiges Provinzstädtchen war in den drei Stunden durchaus zu besichtigen, die Wirtin der Pizzeria – wie alle – reizend und – auch wie alle – zu einem Schwatz bereit, strahlte – wieder wie alle – nach dem Zauberwort „Madrid“. Ja, auch sie ist letztes Jahr dort gewesen, wie schön, Madrid, Paris, Rom, das muss man (als Uruguayer) gesehen haben.

Die Leute sind von umwerfender Freundlichkeit. Im Tourismusbüro von Durazno springt alles, um uns ein Hotel für den ungeplanten nächtlichen Besuch in San Gregorio zu suchen. Wir wollten ja eigentlich erst 1-2 Tage später dorthin. Im Bus dann ein Youngster, der aus San Gregorio stammt, Martín: er werde am nächsten Tag kommen und uns mit dem Auto ein wenig rumfahren. Und als wir endlich um Mitternacht nach weiteren drei Stunden Fahrt durch das dunkle unbewohnte Uruguay am Ziel sind, werden wir gleich in einen Pick-Up Truck gepackt und zum Hotel gefahren, Martin wurde von Frau und 5-Monate altem Sohn abgeholt und wir gleich mit. Das per Anruf blind herausgesuchte Hotel Mustafa entpuppt sich als Glücksfall. Bunt und fröhlich, ein grosser Garten voller blühender Pflanzen und Sitzecken. Iranisches Kapital, verrät das Internet, Mustafa persönlich lebt in Katalonien (und verpulvert dort wohl den zweiten Teil des aus dem Iran gesicherten Kapitals, so vermuten wir).



Der nächste Morgen bringt eine Überraschung: es werden fürs Wochenende im Dorf 400 Senioren zu einem landesweiten Treffen erwartet, es gäbe für die kommenden zwei Nächten kein leeres Bett im ganzen Ort. Wir müssten leider ausziehen. Aber schon kam Martin mit Kind und Schwiegermutter vorbeispaziert, er wüsste eine Cabaña, die man mieten könnte und – hokus-pokus – auch das Hotel hatte plötzlich im angrenzenden Privatgarten von Mustafa eine Hütte zu vermieten. Ein herrlicher Garten, gepflegt und alles blüht. Das Häuschen primitiv, für Sommergaeste, aber völlig ok. Wir sind selig, können den Bougainville-überrankten Grill- und Essplatz nutzen, unseren eigenen Salat machen, Felipe, der Hund bewacht uns. Derweil ziehen die Senioren ein, eigentlich sind es fast nur Seniorinnen. Und überschwemmen das Dorf mit Unternehmungslust und guter Laune. In der rund 10 x 10 Häuserblöcke großen Siedlung trifft man sie rudelweise an jeder Ecke, im einzig großen Restaurant am Strand hat man ein Riesen-Zelt errichtet, in dem sie alle gemeinsam essen und mit Theatervorstellungen, Gesängen und Scherzen amüsiert werden. Wir – als Altersgenossen – mogeln uns ein wenig unter die Menge, aber der große Spanier wird schnell überall erkannt. Die alten Damen charmieren und es wird als Ehre angesehen, in unserer Begleitung gesehen zu werden. Eine Deutsche, die einst aus dem Baltikum emigriert ist, belehrt mich, dass mein Name ja wohl nicht richtig deutsch sei und dass es in Köln sehr wohl Schnee gebe, denn sie müsse denselben schippen, wenn sie bei ihrem Sohn zu Besuch sei. Dagegen kann man natürlich nicht ankommen. Aber alle anderen sind reizend und verabschieden sich am Sonntag mit Küsschen von uns (nicht alle 400, aber die aus unserem Hotel, denen wir zur Abfahrt in ihrem altersschwachen Bus winken).

Einige der "fidelen Alten" / jubiladas alegres

Die Ortschaft San Gregorio de Polanco liegt auf einer Halbinsel im Rio Negro bzw. in einem der Riesen Stauseen desselben. Dieser ist – wie sein Name sagt – wirklich noch etwas dunkler als der Paraná, auch voller Sedimente, und hat mit Wind Seegang wie das Meer. Er fließt später in den Rio Uruguay, der Grenzfluss mit Argentinien ist und der bei Buenos Aires dann in den Paraná mündet. Rund um das Dorf wachsen Pinien, und zum Fluss/See hin breiten sich kilometerlange Sandstrände aus, die jedem Meer Ehre machen würden. 


Trotz Rentnerschwemme ist kaum jemand am Strand, der übliche uns folgende Hund, ein paar Jugendliche, die Ball spielen, eine Gruppe feiernder Mädchen, die sich hier treffen, um den Schulabschluss zu feiern, mit Mate und Caipirinha, den sie gutgelaunt mit uns teilen. Was das mit dem Mate auf sich hat, müssen wir noch ein anderes Mal ausführlicher erzählen.

Caipirinha y Mate


Wenn wir nicht am Strand sind oder


mit dem Fahrrad durch die unbewohnte leere (leider auch weitgehend baum-und damit schattenleere) Landschaft fahren, mit der Fähre gratis ans andere Ufer übersetzen (so spart man sich den Brückenbau)


 oder in unserem Garten in der Sommerküche hocken und schreiben oder essen, dann schlendern wir, wie alle, durch den Ort. 10 Blocks rauf, 10 Blocks runter, 10 Blocks nach links, 10 Block nach rechts. Die Schachbrettblocks sind locker mit kleinen Häuschen bebaut, die in netten Gärten voller Blumen liegen oder an eine Weide mit ein paar Schafen oder Pferden grenzen. 
Carpincho / Wasserschwein (Capibara)

Die Häuser sind einfach, klein, viele auch ärmlich, meist Blech-gedeckt, einige auch mit Strohdächern. Vor einigen Jahren wurde eine Aktion durchgeführt bei der internationale Künstler Häuserwände bemalten. Leider sind viele dieser Wandgemälde schon wieder verblichen oder abgeblättert, aber viele sind auch noch schön oder lustig, fast alle haben einen gewissen künstlerischen Wert. So gibt es im ganzen Dorf eine ganze Menge anzuschauen und zu fotografieren.

Carlos Gardel (in Uruguay geboren, wenn auch als Argentinier berühmt geworden) / Gardel, nacido en Tacuarembó

Wir könnten problemlos länger hierbleiben, in den Dorftrott verfallen, im Fluss baden und spazieren gehen, mit Nachbarn schwatzen und warten bis Martin am nächsten Wochenende wiederkommt, um Frau und Söhnchen zu besuchen. Aber es muss wohl auch mal weitergehen.

22. November 2012

Colonia - Patrimonio de toooda la humanidad



Colonia del Santísimo Sacramento

A las 10,30 h. de ayer Buenos Aires estaba vacía. El taxista que nos sacó de San Telmo por la parte de atrás de Puerto Madero (el mismo que trajo el dueño del piso para el check-out), dándonos una vuelta regular para evitar los piquetes, era un tal Ramos, descendiente de gallegos, conversador, que nos recomendó que si queriamos cabrear a los uruguayos les dijéramos que eran el „parqueo de Argentina“. Un chiste malo, parecía.
El viaje fue decepcionante: no fuimos en barco, sino encerrados en una duty free shop sin poder salir al exterior. Me pasé la hora de flagrante secuestro profundamente dormido.
En Colonia caimos en la oficina de turismo, donde un petrimetre con terno y sello en el meñique (algo entre el Joel Grey de Cabarett y una caricatura de Quino) nos declamó las excelencias del lugar alzando los brazos en arco como cuando de pequeños recitábamos poesías y subrayando las frases como si segara con la palma de su mano la incertidumbre de sus aseveraciones: „Prepárense ustedes a dejarse impactar por la Colonia del Santííísimo Sacramento, patrimonio de tooda la humanidad... etc...“. Luego pasó a denostar a los vecinos: „A qué huele Puerto Madero? Y porqué? Pues yo se lo diré, huele a porquería porque los del otro lado son unos descuidados y unos sucios, etc... y nuestras costas son distintas y ustedes dirán que el color... pues el color es natural, son los sedimentos que arrastra el río de la Plata, que todos vienen del lado del Paraná...“
Flores de cactus
A primera vista Uruguay parece un pais lleno de sujetos pintorescos y ansiosos de reafirmarse contra sus vecinos.

Flores de playa

Colonia del Sacramento, fundación portuguesa del siglo xvii, la ciudad más antigua de Uruguay, es un amasijo de turistas de paso que pueblan terrazas y tiendas de artesaníay deambulan por las cuatro calles del casco antiguo mientras esperan el autobús o pernoctan por obligación. Tiene 3 km de playas fluviales de aguas marrones „pero muy limpias“ y un puertecito de yates en el que ayer estaba fondeado un barquito entre un gran catamarán „de 1,5 millones de dólares de gastos“ y un mediano yate español que le hacían parecer más pequeño. „No os imagianis la cantidad de gente que hay dando la vuelta al mundo, desde las islas de Cook a la de Pascua“. Eso nos lo dijo Miguel Angel, un amable jubilado que, hacia medianoche, nos oyó discutir sobre el raro reflejo que se formaba encima de la negrura del estuario y las incontables luces intermitentes que a nosotros nos parecían pesqueros: eran las luces de Buenos Aires, a más 40 kms, casi sumergidas en el agua y ,la franja luminosa, el reflejo de la ciudad cortado por las nubes. 




Miguel Angel no quiso explicarnos claramente quién era. Quizás pensó que nosotros le tomábamos por millonario y era solo un piloto de yate. Tenía doble nacionalidad, tres hijos „ ya grandes“ y vivía entre Barcelona y Marbella. Estaba aquí con un amigo y tenía informaciones de esas que sueltan los hombres de negocios sobre el peronismo, sobre la nacionalización de YPF-Repsol y sobre los motores del catamarán que nos había traído por la mañana, que por lo visto son los de un Boeing... También tenía gran simpatía por los indignados españoles y su obligado exilio laboral. Cuando llegamos a la altura de su barco y preguntamos cómo haría los cuatro metros que le separaban del muelle, tiró de la soga de amarre y el barquito se fue acercando como si fuera de juguete. Nos dijo adios y se montó, no sin antes recomendarnos cenar en el bar del club de yates, cerrado los martes, que era bueno y verdaderamente barato. No hemos podido comprobarlo: cuando íbamos hacia allí nos hemos topado con otro restaurante más pintoresco (y seguro que más caro) y nuestro presupuesto del día se nos ha ido en simple pasta con salsa sofisticada. Mierda!

Cocinero vendiendo mate
Camarera autóctona con la cuenta

Mañana tenemos que decidir hacia dónde vamos: A Carmelo? A Toledo? A Fraile Muerto? A Treinta y Tres? A Ombúes? Por cualquiera de esos nombres haría un par de kilómetros, pero parece que vamos a decidirnos por llegar a Durazno y, desde allí, a San Gregorio de los Polancos „una ciudad del centro del país famosa en todo el mundo porque hace años vinieron artistas universales para pintar murales en las fachadas de las casas“. Quién se resiste a no visitar semejante maravilla? „Sólo hay un hotel, pero no deben preocuparse: la gente de San Pedro no cierra sus puertas con llave y cada habitante es un informante turístico“.
S. supone que todos tendrán habitaciones para alquilar.



Eine Kolonie des Allerheiligsten
Die Ueberfahrt von Buenos Aires nach Uruguay ist eine reine Geschaeftsangelegenheit. Aus dem hochmodernen  superschnellen Katamaran mit Boeing-Motoren wird man noch nicht einmal herausgelassen, um ein wenig Seeluft zu schnuppern oder ein para Fotos zu schiessen. Die einzige “Oeffnung” aus dem Passagierraum fuehrt in den Duty-Free, wo man zu wuerdigen Dollarpreisen noch wuerdigere Markenwaren erstehen kann. Oder man nutzt die einstuendige Ueberfahrt  fuer ein Nickerchen.
Auf der anderen Seite erwartet einen ein verschlafenes Nest, das – aehnlich wie Obidos oder Toledo – erst aufwacht, wenn die Touristenbusse da sind, und morgens und abends in seinen gemaechlichen Provinzschlaf versinkt. Dann sitzen die Einwohner an diesen heiss-schwuelen Tagen vor den Tueren im Schatten und schluerfen ihren Mate – immer mit einer Thermoskanne dabei, um fuer jeden Schluck neues heisses Wasser in die Kalabassen-Tasse auf den Berg von Mate-Blaettern zu schuetten.

Im Tourismus-Buero empfaengt uns ein eleganter Herr mit offenen Armen. WILL-kommen im Welterbe der gesamten Menschheit – el patrimonio de toda la humanidad, sprich, im UNESCO-Welterbe-Ort Colonia del Santisimo Sacramento. Ein Mini-Altstadtrest, ein paar wiederaufgebaute Mauern, einige kleine Kopfsteinpflaster-Gassen, wie es sie in jedem spanischen Bergkaff hundertfach gibt, das ist hier Grund zum Jubeln und zum Stolz auf die Vergangenheit. Die Portugiesen waren es, die hier im 18. Jh. versucht haben, eine Bastion gegen das spanische Buenos Aires zu errichten, aber faktisch haben sie die Infrastruktur fuer den wichtigsten Schmugglerhafen der Kueste geschaffen. Ist ja auch was.

Hinter der kleinen Altstadt mit ihrem Mini-Yachthafen zieht sich eine ellenlange Bucht mit feinstem weissem Sandstrand. Man beginnt es zu glauben, dass das braune Wasser des Parana wirklich sauber ist, den im Sand finden sich viele Muscheln und die Leute baden sich in der braunen Bruehe. Wir stecken immerhin die Fuesse rein, Gabriel malt ein wenig, der streunende Hund freut sich ueber ein wenig Gesellschaft, und die Maedels aus dem Ort kommen, um sich die Winterblaesse wegbrennen zu lassen. Alles blueht, die Brise ist himmlisch. Wer haette gedacht, dass  Uruguay so nett ist.


Abends lernen wir Miguel Angel kennen. Ein flotter Reisender in unserem Alter. Aus Barcelona, Marbella oder Buenos Aires, wie mans nimmt. Rentner, in Spanien lebend, nach 12 Jahren wieder einmal in der alten Heimat. Er erklaert uns vieles, zeigt uns am Horizont die Lichter der Grossstadt und vor den Fuessen sein Quartier, ein kleines Segelboot, in dem er mit einem Freund von BA ruebergeschipppert ist und in dem er nun schlafen wird. Behende klettert er ueber die Reling und verschwindet in der Koje. Wir suchen ein Plaetzchen zum Abendessen und fallen auf ein pittoreskes nettes Lokal rein, in dem man uns Mate gibt, den der Koch aus einem Oldtimer serviert. Die Ravioli und die Gnocchi sind gut und selbst gemacht, haben aber leider Preise wie im Sheraton … na ja, wir haben nett gesessen und nett gegessen, also, was solls.  
Da wir hier ohne Plan angekommen waren, werden wir nun nach 2 Tagen  auch ohne Plan weiterreisen. Obwohl mich “Das Haus” in Montevideo interessieren wuerde, werden wir die Hauptstadt auslassen, nach Buenos Aires scheint uns das erst einmal nicht besonders reizvoll. Aber wir wollen einen Eindruck vom Land gewinnen. Soll es nach “Toter Moench” (Fraile Muerto) gehen, oder lieber nach “Dreiunddreissig” (Treintaytres)? Wir entscheiden uns fuer “Pfirsich” (Durazno) irgendwo in der Mitte des Landes. Draussen schuettet es, ueber Buenos Aires soll – laut Radio – ein Jahrhundertgewitter runtergegangen sein, das die Muellberge des dreitaegigen Muellstreiks ueber die ganze Stadt geschwemmt hat, und wir lungern in der Hotelchen-Lounge rum und warten auf den Bus. Wir werden berichten.