En autobús por Uruguay
Miramos el calendario y nos damos
cuenta de que hay que apresurarse: el 2 de diciembre acaba el curso
escolar en Argentina y a mediados empieza la temporada turística. Si
queremos ver las Misiones y visitar las cataratas de Iguazú antes de
que lleguen las masas y suban los precios, tenemos que ir ya. De San
Gregorio a Posadas, capital de Misiones (Argentina) hay en linea
recta unos 600 km en dirección norte. Nuestro viaje durará 4 días
y haremos un total de 1000 km en autobús. La primera etapa será
Salto, la ciudad fronteriza del norte. Hacia mediodía salimos de San
Gregorio hacia Tacuarembó.
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Parada del autobús / Bushaltestelle |
Los autobuses uruguayos son cada uno
una sorpresa: puede tocarte un pullman semisupersónico o una carraca
renqueante (sorprendentemente cómoda) como en este caso. Todos paran
en cada caserío o en cada bocacarretera y cargan o descargan
estudiantes con libros, gauchos sin equipaje o gauchas cargadas de
paquetes que muchas veces uno no se explica adónde irán, a qué
punto de la llanura vacía e interminable. Tacuarembó podría ser la
capital del guachismo uruguayo, gente de las profundidades del país,
rostros y cuerpos duros, acento cerrado, botas altas y típicas
bombachas. Como tenemos dos horas entre autobuses nos vamos a la
plaza a comer una milanesa (sin sal) que nos sirve un camarero viejísimo.
El autobús de Tacuarembó a Salto (220
km) es moderno, cómodo y va semivacío. El alma del viaje es el
cobrador, al que la gente llama cariñosamente
Carlitos. Lleva siete años haciendo la linea 3 veces en semana y no
sólo se conoce a cada persona, sino cada brizna de hierba del
camino, cada vaca del horizonte. Si paramos en un bar, Carlos compra
agua, cocacola o limonada y las ofrece en plan azafato por el pasillo
("si la salud lo permite" ó "si la religión lo permite") mientras
pregunta por los familiares, las enfermedades, los problemas. Por
estas preguntas sabemos que el estudiante de leyes que va al lado
nuestro, „se recibirá en dos años y será doctor ya con 25“. Se
llama Néctor (masculino de néctar), vive en Salto con sus cinco
hermanos estudiantes (con edades desde primaria a la universidad) y nunca ha
salido de Uruguay. Una vez al mes va a casa de sus padres y ahora
regresa para empezar los exámenes de diciembre. Informa bien sobre
el país: 3 millones de hectáreas de parcelas de eucaliptus,
creciente invasión de agricultores extranjeros (argentinos,
ingleses, alemanes) demasiado aficionados a la soja, cereales, arroz
transgénicos, recuperación de los rebaños de vacas tras la
irrupción de la friebre aftosa que arruinó al país... Está
deseando acabar los estudios para ayudar a sus padres y quiere establecerse en
Tacuarembó. Néctor también nos informa de que estamos atravesando
la región más dura de Uruguay. El paisaje es tan místico como el
de Castilla la Vieja en primavera, de suaves lomas, humedales en el
fondo de los valles y ni un pueblo a la vista; algún tejado se ve
entre los grupos de árboles que protegen, ocultan y cobijan una
vivienda. Y animales, vacas felices (una hectárea por vaca; si no es terreno
fértil, más; con menos de 500 Ha. de terreno se es „pequeño
ganadero“), caballos, ovejas en tiempo de esquile, grupos de
ñandús...
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Desde el autobus |
Hablando
le pregunto por un ombú. No he conseguido ver ni uno aún (o quizás
si) en este país donde hay pueblos que se llaman Ombúes u Ombucito.
Me acuerdo de la Casa de los Siete Balcones, de A. Casona, donde
había una mujer que se pasaba media obra de teatro clamando por un ombú. Se
lo decimos a Carlitos y contresta, después de dudarlo: „Ahora viene
una curva y hacia la mitad de la recta que sigue hay tres, uno más
cerca de la carretera“. Cuando llegamos a ese punto, Carlos para el
autobús y me hace bajar para verlo bien ó sacar una foto.
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Ombú |
También
intentamos sacar fotos (desde la ventanilla) de los ñandús que
corren al paso del autobús, pero no se dejan fotografiar. Ni ellos
ni los colibrís: Sabine va siempre con la cámara en ristre por los
jardines: debe tener unas 200 fotos de matas y flores, pero ni un
solo colibrí.
Salto
tendrá unos 250.000 hab. Y es la ciudad más globalizada que hemos
visto en Uruguay (no hemos ído a Montevideo). No sabría decir si es
bonita o fea, porque se diferencia poco de los otros pueblos:
vegetación envidiable, hermosas plazas con jardines, casas bajas
sombreadas por árboles frondosos y, esta sí, una calle plenamente
comercial, con escaparates y tráfico, y otras dos paralelas con
bancos, oficinas y negocios menos vistosos. Nos alojamos en un hotel
céntrico y a ciegas.
Al
día siguiente, antes de continuar viaje, pasamos la mañana en las
termas del Dayman, a 8 km del centro. El río Dayman es un afluente
del Uruguay. No sé en qué borde de qué placa téctonica estaremos,
ni en qué cadena volcánica, pero el
agua mana a 41 grados. Las termas son un parque inmenso con bañeras
enormes de agua caliente en las que da pavor entrar, con temperatura
ambiente de 30° a la sombra. Tampoco las duchas salen más frías.
Los fines de semana se habilita una piscina mayor (y menos caliente) en
la que se puede nadar, pero hoy es martes (o así).
El público es
variopinto, con mayoría de chicos/as de nuestra edad o más
jurásicos. Los hay finos, que se alojan en el elegante barrio del
balneario, y más modestos, que vienen en autobús desde otros
lugares. Entre los extranjeros, predominan los argentinos, dueños
del aire (me recuerdan a los pacenses atiborrándose en la Pousada de
Elvás), algún español además de nosotros y uruguayos. Estos,
finos o bastos, se distinguen porque llevan su impedimenta de termo y
mate. En la playa, en los parques, en los vehículos, en las calles,
por todas partes, un buen uruguayo parece que tiene que llevar su
calabaza llena de mate, bombilla incluída, y un termo de agua bajo
el brazo que vacía poco a poco y sorbe mientras compra, lee, habla o
se baña en las termas o en la playa. Es la marca nacional. Aquí se
venden incluso unas „sombrereras“ de cuero de carpincho en forma
de funda de prismáticos gigantes para guardar incluso el paquete de
mate „La Canarita“.
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Vendedor de utensilios de mate |
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Termas con mate |
Volvemos
hacia las 14 h., con tiempo suficiente para recoger el equipaje del
hotel y tomar la lancha que nos llevará a Concordia, en Argentina.
Durante la media hora que nos toca esperar al funcionario de
Emigración, se van concentrando ante la oficina una docena de
contrabandistas. Llegan en motos, algunos cargados con paquetes de yerba-mate, marca
„La Canarita“ y regresarán con refrescos y aceite. Nos lo cuenta una
chica de 61 años sentada en el banco de al lado, que va a Argentina
con uno de sus 35 nietos para que aprenda y le ayude. Es
extraordinariamente simpática, tiene 16 nietos y 4 bisnietos
argentinos.También nos dice que el río Uruguay es claro, pero ahora
baja turbio porque en Brasil está lloviendo mucho y sueltan agua de
las represas para controlar las inundaciones.
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Los "Contrabandistas" |
La
frontera entre Salto y Concordia es espejo de mala vecindad. En ambos
lados descuidada, llena de obstáculos, mal pavimentada, con
escaleras de hormigón semiderruidas, un suplicio para ir con
maletas. En la oficina de turismo de Salto informan con desgana del
horario de la lancha; del lado de Concordia no es mejor: al aburrido
aduanero se le antoja hurgar en mi maleta y tengo que enseñarle las
recetas de las medicinas. La primera vez que me ocurre en todo el viaje.
Un
taxi viejísimo con un taxista más viejo aún, el único que hay
ante la aduana, nos llevan a la estación de autobuses de Concordia.
No vemos del pueblo más que las calles marginales. Pero parece que
Concordia tiene, quién lo diría, un cuarto de millón de habitantes
y un centro bonito. Nosotros no salimos de la estación. Decidimos
hacer el viaje a Posadas en dos etapas. Hacia la mitad de trayecto
hay un pueblo de extraño nombre y apartado de la carretera nacional,
junto al río Uruguay: Yapeyú (recuerdo el nombre con las vocales
AEIØU); pero en la taquilla pido dos billetes para "Papeyú". Será la
afasia.
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Puerto-frontera de Salto (Uruguay) |
Busfahrt
in Uruguay
Anfang Dezember beginnen hier die
Sommerferien. Wir wollen vor der anrollenden Urlauberwelle die
berühmten Wasserfälle gesehen haben und die Provinz „Misiones“
bereisen, bevor die Sommerhitze unerträglich wird. Deshalb liegt
unser nächstes Ziel ganz im Nordwesten Argentiniens, wo das Land
einen vorgeschobenen Ausläufer zwischen Brasilien und Paraguay hat.
Von San Gregorio in Uruguay bis Posadas, der Hauptstadt von
„Misiones“ sind es Luftlinie etwa 600 km, es geht grade nach
Norden, vom 33. fast bis zum 27. Breitengrad. Unsere Reise dorthin
wird allerdings 4 Tage dauern und wir werden insgesamt gut 1000 km
mit dem Bus zurücklegen.
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Mit diesem durften wir leider nicht fahren / lamentablemente no era el nuestro |
Der nördlichste Grenzübergange
Uruguay – Argentinien liegt bei Concordia (Ar.) / Salto (Ur.). Das
sind zwei mittelgroße Provinzstädte (250-300.000 Einw.), die eine
oder zwei städtische Einkaufsstraßen haben, dahinter aber sehr
schnell ländlich werden. Einige km nördlich der beiden Städte gibt
es eine Brücke, mit der der Landstraßen-Grenzübertritt einhergeht,
in der Stadt fährt ein Boot über den Grenzfluss Río Uruguay (den
wir schon aus Colonia kennen). Diese Städte sind unser erstes
Etappenziel.
Von San Gregorio aus fuhr mittags der
Bus ins Regionalzentrum Tacuarembó (185 km), von dort ein paar
Stunden später einer nach Salto (200 km). Die Landschaft dazwischen
– ein leicht rollendes Hochplateau, die „härteste“ Gegend
Uruguays, wie man uns sagt, so gut wie unbewohnt, grün, Weideland,
Millionen Hektar, beweidet von Rinden und Schafen, etwa gleich viele,
und noch einmal so vielen wilden Nandus, die sich unter die Herden
mischen. Hier und da ein paar Bäume, Wasserlöcher für die Tiere,
auch mal Stein-Mäuerchen, am Horizont die eine oder andere Estancia
(die Landgüter, sehr bescheiden) Hecken, aber hauptsächlich viel
viel Grün. Langweilig, öde für die einen, uns gefällt es. Wer in
seiner Jugend „Mein Freund Flicka“ und „Grünes Gras der Weide“
verschlungen hat, fühlt sich hier an die Weiten des amerikanischen
Westens erinnert.
Beide Fahrten waren nett, in
altmodischen Bussen, mit betreuenden Schaffnern, die im Kopf haben,
an welchem Feldweg gehalten werden muss, damit dies oder jenes
Schulkind aussteigen muss, die unterwegs Wasser und Limo ausschenken
und jeden nach seinem Wohlergehen fragen. Wir plaudern mit einem
Jurastudenten, Nector (nein, nicht Hektor, Nector, mit N, sein
Urgroßvater hieß auch schon so), der von einem Bauernhof kommt und
in Salto studiert; dort lebt er in einer Wohnung mit 5 seiner Brüder,
die alle studieren oder in die Oberschule gehen. Wie es denn im
Ausland so sei, er habe Uruguay noch nie verlassen, das knappe Budget
der Eltern gibt das nicht her, man müsse ja dankbar sein für die
Opfer, die die Eltern bringen, um das zu ermöglichen …
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Schwatz mit Schaffner und Nector/ En una parada con Carlos y Néctor |
Gabriel
fragt wie ein Ombú-Baum aussehe. Der Schaffner wird zu Rate gezogen.
Er kenne auf dieser Strecke jeden Grashalm, meint Nector. Und
richtig, nach drei Kurven rechts stehe einer im Feld, weiß der
Schaffner. Der Bus verlangsamt die Fahrt, hält, Gabriel wird nach
vorne gerufen, er möge aussteigen und fotografieren, kein Problem,
so viel Zeit sei … An diese freundliche, sanfte Art der Uruguayer
werden wir in den nächsten Tagen noch öfter denken, wenn es in
Argentinien nicht ganz so herzlich und reibungslos abgeht.
In Salto übernachten wir in einem ganz
zantral liegenden Hotel und genießen am Abend den Bummel durch die
Stadtstraßen und das super-leckere Eis, das überall angeboten wird.
Am nächsten Morgen geht es mit Handtuch und Sonnencreme bewaffnet in
die landesweit berühmten Thermen von Daymán, ca. 8 km südlich der
Stadt. Ein Sammelbus nimmt jeden mit, der will, und mit 50 weiteren
Rentnern stürmen wir das weitläufige Parkgelände mit seinen
Thermalbecken. Allerdings hat das Ganze einen Schönheitsfehler: die
Sonne strahlt, die Außentemperatur übersteigt schnell die 30 Grad
und die Begeisterung über 40 Grad warmes Wasser hält sich sehr in
Grenzen. Auch die Duschen sind brühheiß, man lechzt nach
Eiswürfeln. Wir hoffen, dass die Hitzekur wenigstens für (bzw.
gegen) irgendetwas gut war.
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Thermalbecken mit 41 Grad C / Banera termal |
Zurück in der Stadt Salto packen wir
unser Gepäck und lassen uns zum Hafen bringen, um das 4-Uhr-Boot
über den Fluss zu erwischen. Es hatte uns schon gewundert, dass es
am Tag nur 3 Boote zum argentinischen Ufer gibt. Die kinoreife
Grenzstation und der improvisierte Steg für das Boot sind weitere
Beweise für die schlechte Nachbarschaft, die die beiden Länder
pflegen. Nur etwa ein Dutzend Leute setzt mit uns über, skurrile
Gestalten, die den kleinen Grenzverkehr dafür nutzen, ein paar
Pfennige zu sparen, so eine Oma (genau so alt wie ich), die mit einem
ihrer 35 Enkel nach Argentinien fährt, um dort Limo, Cola, Oel
einzukaufen, das sei dort billiger ...
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Grenzkontrolle Ausreise Uruguay /Oficina aduanera de Salto |
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"Internationales" Fährboot/ A bordo de la lancha internacional |
Auf der argentinischen Seite
angekommen, ist der Eindruck ähnlich desolat. Ein langer heißer Weg
vom Ufer hinauf zum Häuschen von Zoll und Grenzkontrolle, der Ort
Concordia liegt weit in der Ferne. Gabriels Koffer wird von einem
gelangweilten Zollbeamten durchwühlt, ein klappriges Taxi lädt uns
ein und röchelt durch die Stadt. Es kann nicht schneller als 20 km/h
fahren, der Fahrer ist genauso klapprig wie sein Auto, und wir sind
froh, als wir endlich am Busterminal ankommen und uns informieren,
dass ein paar Stunden später ein Bus nach Norden Richtung
Wasserfälle von Iguazu fährt.
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