29. November 2012

A Salto desde San Gregorio



En autobús por Uruguay

Miramos el calendario y nos damos cuenta de que hay que apresurarse: el 2 de diciembre acaba el curso escolar en Argentina y a mediados empieza la temporada turística. Si queremos ver las Misiones y visitar las cataratas de Iguazú antes de que lleguen las masas y suban los precios, tenemos que ir ya. De San Gregorio a Posadas, capital de Misiones (Argentina) hay en linea recta unos 600 km en dirección norte. Nuestro viaje durará 4 días y haremos un total de 1000 km en autobús. La primera etapa será Salto, la ciudad fronteriza del norte. Hacia mediodía salimos de San Gregorio hacia Tacuarembó.
Parada del autobús / Bushaltestelle
Los autobuses uruguayos son cada uno una sorpresa: puede tocarte un pullman semisupersónico o una carraca renqueante (sorprendentemente cómoda) como en este caso. Todos paran en cada caserío o en cada bocacarretera y cargan o descargan estudiantes con libros, gauchos sin equipaje o gauchas cargadas de paquetes que muchas veces uno no se explica adónde irán, a qué punto de la llanura vacía e interminable. Tacuarembó podría ser la capital del guachismo uruguayo, gente de las profundidades del país, rostros y cuerpos duros, acento cerrado, botas altas y típicas bombachas. Como tenemos dos horas entre autobuses nos vamos a la plaza a comer una milanesa (sin sal) que nos sirve un camarero viejísimo.

El autobús de Tacuarembó a Salto (220 km) es moderno, cómodo y va semivacío. El alma del viaje es el cobrador, al que la gente llama cariñosamente Carlitos. Lleva siete años haciendo la linea 3 veces en semana y no sólo se conoce a cada persona, sino cada brizna de hierba del camino, cada vaca del horizonte. Si paramos en un bar, Carlos compra agua, cocacola o limonada y las ofrece en plan azafato por el pasillo ("si la salud lo permite" ó "si la religión lo permite") mientras pregunta por los familiares, las enfermedades, los problemas. Por estas preguntas sabemos que el estudiante de leyes que va al lado nuestro, „se recibirá en dos años y será doctor ya con 25“. Se llama Néctor (masculino de néctar), vive en Salto con sus cinco hermanos estudiantes (con edades desde primaria a la universidad) y nunca ha salido de Uruguay. Una vez al mes va a casa de sus padres y ahora regresa para empezar los exámenes de diciembre. Informa bien sobre el país: 3 millones de hectáreas de parcelas de eucaliptus, creciente invasión de agricultores extranjeros (argentinos, ingleses, alemanes) demasiado aficionados a la soja, cereales, arroz transgénicos, recuperación de los rebaños de vacas tras la irrupción de la friebre aftosa que arruinó al país... Está deseando acabar los estudios para ayudar a sus padres y quiere establecerse en Tacuarembó. Néctor también nos informa de que estamos atravesando la región más dura de Uruguay. El paisaje es tan místico como el de Castilla la Vieja en primavera, de suaves lomas, humedales en el fondo de los valles y ni un pueblo a la vista; algún tejado se ve entre los grupos de árboles que protegen, ocultan y cobijan una vivienda. Y animales, vacas felices (una hectárea por vaca; si no es terreno fértil, más; con menos de 500 Ha. de terreno se es „pequeño ganadero“), caballos, ovejas en tiempo de esquile, grupos de ñandús...
Desde el autobus
Hablando le pregunto por un ombú. No he conseguido ver ni uno aún (o quizás si) en este país donde hay pueblos que se llaman Ombúes u Ombucito. Me acuerdo de la Casa de los Siete Balcones, de A. Casona, donde había una mujer que se pasaba media obra de teatro clamando por un ombú. Se lo decimos a Carlitos y contresta, después de dudarlo: „Ahora viene una curva y hacia la mitad de la recta que sigue hay tres, uno más cerca de la carretera“. Cuando llegamos a ese punto, Carlos para el autobús y me hace bajar para verlo bien ó sacar una foto.
Ombú
También intentamos sacar fotos (desde la ventanilla) de los ñandús que corren al paso del autobús, pero no se dejan fotografiar. Ni ellos ni los colibrís: Sabine va siempre con la cámara en ristre por los jardines: debe tener unas 200 fotos de matas y flores, pero ni un solo colibrí.
Salto tendrá unos 250.000 hab. Y es la ciudad más globalizada que hemos visto en Uruguay (no hemos ído a Montevideo). No sabría decir si es bonita o fea, porque se diferencia poco de los otros pueblos: vegetación envidiable, hermosas plazas con jardines, casas bajas sombreadas por árboles frondosos y, esta sí, una calle plenamente comercial, con escaparates y tráfico, y otras dos paralelas con bancos, oficinas y negocios menos vistosos. Nos alojamos en un hotel céntrico y a ciegas.
Al día siguiente, antes de continuar viaje, pasamos la mañana en las termas del Dayman, a 8 km del centro. El río Dayman es un afluente del Uruguay. No sé en qué borde de qué placa téctonica estaremos, ni en qué cadena volcánica, pero el agua mana a 41 grados. Las termas son un parque inmenso con bañeras enormes de agua caliente en las que da pavor entrar, con temperatura ambiente de 30° a la sombra. Tampoco las duchas salen más frías. Los fines de semana se habilita una piscina mayor (y menos caliente) en la que se puede nadar, pero hoy es martes (o así).
El público es variopinto, con mayoría de chicos/as de nuestra edad o más jurásicos. Los hay finos, que se alojan en el elegante barrio del balneario, y más modestos, que vienen en autobús desde otros lugares. Entre los extranjeros, predominan los argentinos, dueños del aire (me recuerdan a los pacenses atiborrándose en la Pousada de Elvás), algún español además de nosotros y uruguayos. Estos, finos o bastos, se distinguen porque llevan su impedimenta de termo y mate. En la playa, en los parques, en los vehículos, en las calles, por todas partes, un buen uruguayo parece que tiene que llevar su calabaza llena de mate, bombilla incluída, y un termo de agua bajo el brazo que vacía poco a poco y sorbe mientras compra, lee, habla o se baña en las termas o en la playa. Es la marca nacional. Aquí se venden incluso unas „sombrereras“ de cuero de carpincho en forma de funda de prismáticos gigantes para guardar incluso el paquete de mate „La Canarita“.

Vendedor de utensilios de mate

Termas con mate
 Volvemos hacia las 14 h., con tiempo suficiente para recoger el equipaje del hotel y tomar la lancha que nos llevará a Concordia, en Argentina. Durante la media hora que nos toca esperar al funcionario de Emigración, se van concentrando ante la oficina una docena de contrabandistas. Llegan en motos, algunos cargados con paquetes de yerba-mate, marca „La Canarita“ y regresarán con refrescos y aceite. Nos lo cuenta una chica de 61 años sentada en el banco de al lado, que va a Argentina con uno de sus 35 nietos para que aprenda y le ayude. Es extraordinariamente simpática, tiene 16 nietos y 4 bisnietos argentinos.También nos dice que el río Uruguay es claro, pero ahora baja turbio porque en Brasil está lloviendo mucho y sueltan agua de las represas para controlar las inundaciones.
Los "Contrabandistas"
 La frontera entre Salto y Concordia es espejo de mala vecindad. En ambos lados descuidada, llena de obstáculos, mal pavimentada, con escaleras de hormigón semiderruidas, un suplicio para ir con maletas. En la oficina de turismo de Salto informan con desgana del horario de la lancha; del lado de Concordia no es mejor: al aburrido aduanero se le antoja hurgar en mi maleta y tengo que enseñarle las recetas de las medicinas. La primera vez que me ocurre en todo el viaje.
Un taxi viejísimo con un taxista más viejo aún, el único que hay ante la aduana, nos llevan a la estación de autobuses de Concordia. No vemos del pueblo más que las calles marginales. Pero parece que Concordia tiene, quién lo diría, un cuarto de millón de habitantes y un centro bonito. Nosotros no salimos de la estación. Decidimos hacer el viaje a Posadas en dos etapas. Hacia la mitad de trayecto hay un pueblo de extraño nombre y apartado de la carretera nacional, junto al río Uruguay: Yapeyú (recuerdo el nombre con las vocales AEIØU); pero en la taquilla pido dos billetes para "Papeyú". Será la afasia.


Puerto-frontera de Salto (Uruguay)



Busfahrt in Uruguay
Anfang Dezember beginnen hier die Sommerferien. Wir wollen vor der anrollenden Urlauberwelle die berühmten Wasserfälle gesehen haben und die Provinz „Misiones“ bereisen, bevor die Sommerhitze unerträglich wird. Deshalb liegt unser nächstes Ziel ganz im Nordwesten Argentiniens, wo das Land einen vorgeschobenen Ausläufer zwischen Brasilien und Paraguay hat. Von San Gregorio in Uruguay bis Posadas, der Hauptstadt von „Misiones“ sind es Luftlinie etwa 600 km, es geht grade nach Norden, vom 33. fast bis zum 27. Breitengrad. Unsere Reise dorthin wird allerdings 4 Tage dauern und wir werden insgesamt gut 1000 km mit dem Bus zurücklegen.

Mit diesem durften wir leider nicht fahren / lamentablemente no era el nuestro
Der nördlichste Grenzübergange Uruguay – Argentinien liegt bei Concordia (Ar.) / Salto (Ur.). Das sind zwei mittelgroße Provinzstädte (250-300.000 Einw.), die eine oder zwei städtische Einkaufsstraßen haben, dahinter aber sehr schnell ländlich werden. Einige km nördlich der beiden Städte gibt es eine Brücke, mit der der Landstraßen-Grenzübertritt einhergeht, in der Stadt fährt ein Boot über den Grenzfluss Río Uruguay (den wir schon aus Colonia kennen). Diese Städte sind unser erstes Etappenziel.

Von San Gregorio aus fuhr mittags der Bus ins Regionalzentrum Tacuarembó (185 km), von dort ein paar Stunden später einer nach Salto (200 km). Die Landschaft dazwischen – ein leicht rollendes Hochplateau, die „härteste“ Gegend Uruguays, wie man uns sagt, so gut wie unbewohnt, grün, Weideland, Millionen Hektar, beweidet von Rinden und Schafen, etwa gleich viele, und noch einmal so vielen wilden Nandus, die sich unter die Herden mischen. Hier und da ein paar Bäume, Wasserlöcher für die Tiere, auch mal Stein-Mäuerchen, am Horizont die eine oder andere Estancia (die Landgüter, sehr bescheiden) Hecken, aber hauptsächlich viel viel Grün. Langweilig, öde für die einen, uns gefällt es. Wer in seiner Jugend „Mein Freund Flicka“ und „Grünes Gras der Weide“ verschlungen hat, fühlt sich hier an die Weiten des amerikanischen Westens erinnert.
Beide Fahrten waren nett, in altmodischen Bussen, mit betreuenden Schaffnern, die im Kopf haben, an welchem Feldweg gehalten werden muss, damit dies oder jenes Schulkind aussteigen muss, die unterwegs Wasser und Limo ausschenken und jeden nach seinem Wohlergehen fragen. Wir plaudern mit einem Jurastudenten, Nector (nein, nicht Hektor, Nector, mit N, sein Urgroßvater hieß auch schon so), der von einem Bauernhof kommt und in Salto studiert; dort lebt er in einer Wohnung mit 5 seiner Brüder, die alle studieren oder in die Oberschule gehen. Wie es denn im Ausland so sei, er habe Uruguay noch nie verlassen, das knappe Budget der Eltern gibt das nicht her, man müsse ja dankbar sein für die Opfer, die die Eltern bringen, um das zu ermöglichen …
Schwatz mit Schaffner und Nector/ En una parada con Carlos y Néctor

Gabriel fragt wie ein Ombú-Baum aussehe. Der Schaffner wird zu Rate gezogen. Er kenne auf dieser Strecke jeden Grashalm, meint Nector. Und richtig, nach drei Kurven rechts stehe einer im Feld, weiß der Schaffner. Der Bus verlangsamt die Fahrt, hält, Gabriel wird nach vorne gerufen, er möge aussteigen und fotografieren, kein Problem, so viel Zeit sei … An diese freundliche, sanfte Art der Uruguayer werden wir in den nächsten Tagen noch öfter denken, wenn es in Argentinien nicht ganz so herzlich und reibungslos abgeht.

In Salto übernachten wir in einem ganz zantral liegenden Hotel und genießen am Abend den Bummel durch die Stadtstraßen und das super-leckere Eis, das überall angeboten wird. Am nächsten Morgen geht es mit Handtuch und Sonnencreme bewaffnet in die landesweit berühmten Thermen von Daymán, ca. 8 km südlich der Stadt. Ein Sammelbus nimmt jeden mit, der will, und mit 50 weiteren Rentnern stürmen wir das weitläufige Parkgelände mit seinen Thermalbecken. Allerdings hat das Ganze einen Schönheitsfehler: die Sonne strahlt, die Außentemperatur übersteigt schnell die 30 Grad und die Begeisterung über 40 Grad warmes Wasser hält sich sehr in Grenzen. Auch die Duschen sind brühheiß, man lechzt nach Eiswürfeln. Wir hoffen, dass die Hitzekur wenigstens für (bzw. gegen) irgendetwas gut war.

Thermalbecken mit 41 Grad C / Banera termal
 Zurück in der Stadt Salto packen wir unser Gepäck und lassen uns zum Hafen bringen, um das 4-Uhr-Boot über den Fluss zu erwischen. Es hatte uns schon gewundert, dass es am Tag nur 3 Boote zum argentinischen Ufer gibt. Die kinoreife Grenzstation und der improvisierte Steg für das Boot sind weitere Beweise für die schlechte Nachbarschaft, die die beiden Länder pflegen. Nur etwa ein Dutzend Leute setzt mit uns über, skurrile Gestalten, die den kleinen Grenzverkehr dafür nutzen, ein paar Pfennige zu sparen, so eine Oma (genau so alt wie ich), die mit einem ihrer 35 Enkel nach Argentinien fährt, um dort Limo, Cola, Oel einzukaufen, das sei dort billiger ...

Grenzkontrolle Ausreise Uruguay /Oficina aduanera de Salto
"Internationales" Fährboot/ A bordo de la lancha internacional

Auf der argentinischen Seite angekommen, ist der Eindruck ähnlich desolat. Ein langer heißer Weg vom Ufer hinauf zum Häuschen von Zoll und Grenzkontrolle, der Ort Concordia liegt weit in der Ferne. Gabriels Koffer wird von einem gelangweilten Zollbeamten durchwühlt, ein klappriges Taxi lädt uns ein und röchelt durch die Stadt. Es kann nicht schneller als 20 km/h fahren, der Fahrer ist genauso klapprig wie sein Auto, und wir sind froh, als wir endlich am Busterminal ankommen und uns informieren, dass ein paar Stunden später ein Bus nach Norden Richtung Wasserfälle von Iguazu fährt.



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