Posadas, San Ignacio Mini y los
guaraníes
Juan Carlos, nuestro „posadero“,
nunca mejor dicho porque lo es y porque nació aquí, es un hombre
hecho a sí mismo, de temperamento tranquilo,
comunicativo, muy amable, parco de cuerpo pero con mucha fuerza
física, hábil con las manos, dotado de un gran sentido práctico y
envidiablemente predispuesto por naturaleza a las buenas relaciones.
Supone de sí mismo que no desciende de españoles,
sino de autóctonos y portugueses, pero no nombra a los guaranís
porque lleva un sonoro apellido andaluz. Le gusta su tierra, conoce
los parajes, las plantas y los animales y los muestra con la
autoridad y el disfrute de quien los ha vivido de niño. Salir de
excursión con él es lo mejor que le puede pasar a un turista en
Posadas. El sábado pasado, después de oir nuestras intenciones de
visitar esto y aquello, nos llevó de excursión a las Misiones de
Santa Ana y San Ignacio.
Antes
nos dió una vuelta por la costanera, nos mostró los suburbios de
Posadas y resolvió nuestras dudas:
Costanera con vista a la Catedral de Encarnación (Paraguay) / Uferpromenade mit Blick auf die Kathedrale von Encarnación |
Resulta
que toda la urbanización del litoral de Posadas es obra de la
empresa binacional CHY (Central Hidroeléctrica de Yacyretá), la
cual construyó la represa de ese nombre en el 2004, a unos 90 km al
sur de Posadas, que aprovecha las aguas del Paraná para producir
energía a repartir entre Argentina y Paraguay. La CHY ha construído
en las orillas inundadas de ambos países costaneras, paseos,
puentes, centros culturales y playas artificiales, y ahora agrede con
una operación de márketing ya que planea hacer otra presa parecida
en el río Uruguay, cerca de Yapeyú, en combinación con Brasil.
Sobre efectos ecológicos, contaminantes, expropiaciones de terrenos
inundados, etc., supongo que hay información en la red; yo sólo
intento explicar lo que me asombraba: cómo un ayuntamiento de gente
mayormente de apariencia modesta puede emprender una obra tan colosal
como la de esos 20 km de Costanera (otros tantos en Paraguay) y
construir – a 15 km del núcleo urbano – un Centro del
Conocimiento, una especie de „campo de las naciones“ donde hace
poco actuaron (gratis) Les Luthiers („hemos estado viajando 40 años
como ignorantes, pero por fín hemos venido a caer en el Centro del
Conocimiento“, dijeron). Por lo visto, las entradas, siempre
gratuitas, las copan generalmente los políticos y sus nepotes.
Desde
el coche vemos la magnitud de las obras, los nuevos barrios de
realojados y alejados de la orilla del río (pescadores que se han
quedado sin pesca, por ejemplo), el desorden de las pequeñas
industrias y talleres que pueblan la entrada de la carretera que
llega a Posadas desde Buenos Aires y pasamos un control policial
rutinario que Juanca solventa con un rápido; „Voy a Cande“
(Candelaria es el primer pueblo desde Posadas y otra antigua
reducción jesuitica).
Atravesamos
el arroyo Yabebirí (título de un cuento de H. Quiroga) que pasa
bajo un puente, casi oculto entre el follaje, y entramos en la
primera misión de los jesuítas, la de Santa Ana. No hay visitantes
y el guía, un estudiante universitario, nos recita su texto de
manera convincente, contesta nuestras preguntas y nos da una pequeña
lección de fonética guaraní (se aprieta la punta de la nariz para
pronunciar la I y se agarra un pellizco de la garganta para
demostrarnos como se dice la „Ta“ . Así nos explica el
significado de Ita („Piedra“), provocando una chispa de ironía
en la mirada de Juan Carlos. La verdad es que el tipo lo hace bien.
Luego, como llovizna, nos presta paraguas y nos indica la senda
pedagógica que tenemos que seguir.
Las ruinas de Santa Ana no son
las mejores de estas reducciones, pero la naturaleza, asombrosamente
feraz, enmarca las piedras con sus dedos verdes, haciendo resaltar
rincones que sin ella quedarían ocultos; además, todos los árboles
están rotulados, de modo que es también un buen jardín botánico.
No faltan los teros, esos pájaros que atacan cuando se pasa cerca de
su nido. Esta región está llena de teros y parece que les gusta
anidar en lugares frecuentados para montar después sus escandaleras; la gente no les hace caso, pero a nosotros nos dan miedo. Son como las gaviotas de grandes, más bonitos, y ladran exactamente
igual que ellas.
San Ignacio Mini, la principal de todas estas misiones
argentinas, es un gran conjunto de ruinas magníficadas y dotadas de un museo,
que se llaman „Mini“ porque en Paraguay hay otro San Ignacio
Guazú, aún más grande. Hay una higuera silvestre (nada que ver con las nuestras) que ha crecido con
el tronco abrazando una columna enteramente y ahora puede verse la piedra por
una rendija de la corteza. Se llama „corazón de piedra“, como
cualquier título de Alejandro Sanz. Apenas lo podemos fotografiar
porque empieza a caernos encima un monzón que nos deja hechos una
sopa.
Higuera silvestre con corazón de piedra / Baum, der um eine der Säulen herum gewachsen ist |
Nos refugiamos en la caseta de salida, renunciamos al
espectáculo „Son et Lumière“, que empezará dos horas más
tarde si la lluvia lo permite, y nos vamos a ver la casa de
Horacio Quiroga, a unos 5 km del centro urbano.
totalmente mojados / pitschnass |
Cuando
llegamos allí, está cerrada. Menos mal que no hemos ido andando por
el barrizal colorado. Es
una casita de madera verde, que él se construyó en éste, su
paisaje elegido para vivir y trabajar como cultivador de mate y caña
(ganar dinero con la escritura siempre ha sido difícil). El exterior de la
casa basta para hacerse una idea de qué clase de persona era este
uruguayo de tan accidentada vida. Sus cuentos de la selva, tan
antiguos que no quedaron contaminados de Walt Disney; están poblados
de animales de nombres guaranies que hablan y se comportan como
personas. Habrá quien los juzgue simples. Para un servidor, son una
introducción inmejorable a la fauna de la región: En
el río Yabebirí, que está en Misiones, hay muchas rayas, porque
Yabebirí quiere decir precisamente «Rio-de-las-rayas». Hay tantas,
que a veces es peligroso meter un solo pie en el agua. Yo conocí un
hombre a quien picó una raya en el talón y que tuvo que caminar
renqueando media legua para llegar a su casa: el hombre iba llorando
y cayéndose de dolor. Es uno de los dolores más fuertes que se
puede sentir.“
Pasamos
después por un pueblo de nombre sin complejos: Aristóbulo
del Valle (no sé
quien sería don Aristóbulo. Para aficionados a la toponimia, aún
nos hemos encontrado otro pueblo con un nombre más estrambótico, en
el trayecto de Yapuyé a Posadas: Gobernador
Ingeniero Agrónomo Valentín Virasoro.
Menos mal que se acaban los tiempos de escribir postales!)
Delante de la casa de Horacio Quiroga /vor dem Haus des uruguayisch-argentinischen Dichters Quiroga |
Desde
Aristóbulo nos desviamos al Salto de Tabay, una cascada de varios
saltos que baja por un cauce de basaltos quebrados y está rodeada de
un recinto de acampada y picnic. Juan Carlos se queja de la excesiva
regalmentación del turismo argentino, que obliga a los campistas a
salir del recinto de la cascada al atardecer, cuando empieza lo mejor
del espectáculo natural. Él se ha bañado de noche en las pozas
hasta hace unos años.
La ruta 7, que une la carretera a Iguazú con la que sube de Buenos Aires, es una carretera
secundaria, con bastantes curvas, que atraviesa montañas de unos 200
m de desnivel. Campos de te, cultivados en hileras, que parecen setos
de un jardín versallesco, campos de mate con los arbustos casi
desordenados, como si se tratara de un vivero. A las orillas de la
carretera hay puestos de madera en los que los indígenas guaranís
venden su artesanía de cestillos y figuritas de animales tallados;
sus críos juegan a saltear coches con la misma despreocupación y la
misma risa ciega que si estuvieran en un patio de recreo; se ve
sobresalir entre la jungla, a pocos metros de la carretera, los
techados de hojalata de sus chozas miserables. Juan Carlos dice que
esta gente tiene una altísima tasa de suicidios, ocultados por las
estadísticas oficiales. Me niego a parar para sacarles fotos y me
pregunto cuándo les hacen a ellos una costanera con viviendas dignas. Hace 200 años, refugiados y organizados en las reducciones jesuíticas, su situación
era mucho mejor que la actual. En un puesto compramos fruta (mangos
traídos de brasil, kiwis, mermelada de zapallo y mamón (: papaya)
en almíbar y aún llegamos a tiempo de ver el atardecer desde el
alto de la cordillerita. Paramos y nos extasiamos bebiendo agua, como
corresponde a dos probos jubilados y a un sobrio nativo.
El
espectáculo de las nubes patinando por los bosques de las laderas
tiene calidades estéticas de cuadro de sofá, pero os ahorro mi
orgasmo verborréico con un par de fotos.
Pasamos después por Oberá, una población de 50 - 100.000 habitantes (sin contar o contando las chacras y poblados de alrededor), segunda o tercera generación de inmigrantes, eslavos en su mayoría, que muestra un empuje económico sin barreras. Allí visitamos desde el coche una especie de poblado artificial con bares construídos como viviendas típicas de las distintas etnias, pero como está menos abierto al público de lo que se anuncia, cenamos en una picada y volvemos a casa de noche y con niebla cerrada.
Pasamos después por Oberá, una población de 50 - 100.000 habitantes (sin contar o contando las chacras y poblados de alrededor), segunda o tercera generación de inmigrantes, eslavos en su mayoría, que muestra un empuje económico sin barreras. Allí visitamos desde el coche una especie de poblado artificial con bares construídos como viviendas típicas de las distintas etnias, pero como está menos abierto al público de lo que se anuncia, cenamos en una picada y volvemos a casa de noche y con niebla cerrada.
Ein erster Ausflug zu den Missionen
Auf der Suche nach Leitmotiven für
unsere Reise in Gegenden, in die nicht unbedingt zu den bekannten
Touristenzielen zählen, boten sich die Jesuitenmissionen an, die es
einst in Brasilien, Paraguay und Argentinien gegeben hat. Vor den
Ruinen von „San Ignacio Mini“ stehend, frage ich mich, was wir
hier eigentlich wollen. Aber, wie alle Ding mit denen man sich einmal
beschäftigt, gewinnt das Thema an Interesse und an Plastizität, je
weiter wir uns darauf einlassen. Dass die Kirche in
Kolonisationszeiten nicht besser war als die Krone, nimmt man für
gegeben. Und es ist müßig, zu überlegen, wie weit sie die
Guaranies, die in dieser Gegend zahlreich waren und in unabhängigen
Dörfern und Stämmen lebten, vergewaltigt oder gezwungen haben.
Deutlich wird, dass die Jesuiten hier Ernst gemacht haben mit ihrem
Projekt der Christianisierung und „Kultivierung“ der
Eingeborenen.
Die Tatsache, dass diese 30 Missionen, in denen
zwischen 1000 und 5000 Guaranies lebten, nur von 2-3 Patres geleitet
wurden, zeigt zum einen, dass die Leute hätten weglaufen können,
wenn sie gewollt hätten, zeigt aber auch, dass sie offenbar nirgends
hin fliehen konnten, denn ihr Land war ihnen weggenommen, und wenn
sie umherzogen, wurden sie von der Kolonialmacht gefangen und als
Sklaven abtransportiert. In der Tat waren die Jesuitenpater wohl
vielen der Kolonisatoren ein Dorn im Auge, weil sie ihnen das
Rohmaterial für ihren Sklavenhandel wegnahmen. Nicht ohne Grund
hießen die Missionen „Reduktionen“ - die Eingeborenen
wurden hier auf Land der Krone und in diese Lager „reduziert“.
Dass sie dabei auch Lesen und Schreiben sowie viele Handwerke
lernten, ein funktionierendes Sozialsystem entwickelten und der
spanischen Krone nur wenig abgeben mussten (mehr dafür den
Jesuiten), ist die andere Seite der Medaille, die heute von
Kulturbeflissenen besonders hoch gehalten wird. Mit dem Besuch von 5
oder 6 dieser Missionen konnten wir uns jedenfalls ein recht klares
Bild von dem machen, was für Verhältnisse damals hier herrschten.
Bis 1767 die Jesuiten von den Spaniern und Portuguesen aus all deren
Besitzungen verbannt wurden. Dann verfiel die ganze Pracht. Ich kann
hier nur wieder auf den alten Alfred Döblin verweisen, der das alles
in „Amazonas“ toll beschreibt. Er hat dafür wohl Jahre in Paris
in der Nationalbibliothek recherchiert.
Karte der 30 Missionen /mapa de las 30 misiones |
Uns dienen die Missionen hauptsächlich
als Ziele, um ein wenig durchs Land zu reisen. Von Posadas aus machen
wir Tagesausflüge mit den öffentlichen Bussen, die regelmäßig in
alle Himmelsrichtungen fahren. Man fragt sich am Busbahnhof durch und
wartet ein wenig, schon geht es los, und der Schaffner und Kassierer
sagt einem Bescheid, wann man aussteigen muss. Zur Rückfahrt geht
man dann an dieselbe Stelle auf der Landstraße, gegenüber, wartet
und hält den nächsten vorbeifahrenden Bus an. Zurück geht’s in
die Stadt.
Am Samstag jedoch hatten wir Glück.
Unser super-netter Gastgeber Juan Carlos – Juanca – packt uns
wortlos ins Auto und fährt mit uns auf Exkursion. Er ist der
Außenarbeiter der Familie – Norma macht die Geschäfte und steht
den ganzen Tag im Einrichtungsladen, er und der Sohn Matthias liefern
Teppiche und Vorhänge aus, kaufen in Buenos Aires ein etc. Juanca
kennt sich im ganzen Land sehr gut aus und hat eine angenehme
ironische Art, die Dinge zu erklären. Gabriel und er verstehen sich
prima, und es macht Spaß, gemeinsam unterwegs zu sein.
Juanca erklärt uns im Vorbeifahren,
wie Posadas zu seiner genialen Uferpromenade kommt, nämlich als
Beiprodukt des 2004 fertiggestellten Staudamms des Paraná, 90 km
flussabwärts, der hier solche Veränderungen brachte, dass das
paraguayisch-argentinische Konsortium (CHY = Central Hidroeléctrica
Yacyretá) verpflichtet wurde, gewisse Arbeiten mit zu erledigen.
Norma sagt, früher habe es hier überall Fluss-Strände gegeben,
jetzt ist nur noch der eine, künstlich angelegte da. Früher war das
Wasser absolut blitzesauber, jetzt wird es – je nach Jahreszeit –
trüb und eine Algenbildung beginnt, die es bislang nie gab. Das
Fischerviertel ist im Fluss verschwunden, die Fischer sind
arbeitslos. Im nun viel weniger bewegten Wasser vermehren sich zudem
die Mosquitos sehr viel erfolgreicher. Es sind zwar keine Malaria
bringenden Mücken, aber welche, die irgendeine grässliche Krankheit
auf Hunde überträgt. Kurzum, der Staudamm hat so seine Tücken, von
denen wir auf der paraguayischen Seite noch mehr sehen werden.
Modell einer der Reduktionen / modelo de una de las reducciones |
San Ignacio mit Wolkenbruch / San Ignacio bajo el chaparrón |
Wir fahren nach Sta. Ana und danach
nach San Ignacio, wo uns Modelle der Missionen gezeigt werden und wir
durch die Ruinenfelder stapfen, sauber von Pflanzen freigehalten,
dahinter beginnt der Urwald. Fauna und Flora werden auf Tafeln
erklärt (deutlich besser als im „Botanischen Garten“ von
Posadas, wo überhaupt nichts erklärt wird). In San Ignacio, wo noch
recht beeindruckende Reste der barocken Kirche stehen, überrascht
uns ein tropischer Wolkenbruch, der uns alle drei völlig durchnässt,
eine warme Dusche, die das Kulturerlebnis abkürzt.
Tropfnass fahren
wir unter viel Gelächter weiter, zu einer Art Freizeitpark an einem
kleinen Wasserfall. Die schon wieder rausschauende Sonne und der Wind
haben uns schnell getrocknet, während wir den etwa hier beginnenden
Urwald bewundern.
Auf der Heimatfahrt gelingt es Juanca, uns genau zum Sonnenuntergang über einen der wenigen Berge der Gegend zu fahren. Die sich verziehenden Gewitterwolken verwandeln sich hier in Nebelschwaden, das Ganze ist sehr stimmungsvoll, und wir freuen uns über den gelungenen Ausflug.
Auf der Heimatfahrt gelingt es Juanca, uns genau zum Sonnenuntergang über einen der wenigen Berge der Gegend zu fahren. Die sich verziehenden Gewitterwolken verwandeln sich hier in Nebelschwaden, das Ganze ist sehr stimmungsvoll, und wir freuen uns über den gelungenen Ausflug.
Auf der Rückfahrt geht es über eine
kleinere Landstraße, auf der unzählige Kinder unterwegs sind, sehr
arm aussehende Kinde. Juanca, der selber teilweise von Eingeborenen
abstammt, zeigt auf ein paar miserable Bretterhütten mit
Blechdächern, die zwischen Bäumen und Büschen durchscheinen. Er
kommentiert, wie hier die letzten Indianer Argentiniens leben, die
Guaranies, deren Sprache auch noch gesprochen wird (in Paraguay ist
Guaranie zweite Amtssprache). Sie leben weitaus schlechter als vor
300 Jahren, haben keine Arbeit und kein Land, verkaufen ein paar
Früchte oder Körbe am Strassenrand, gehören zum Abfall der
aufstrebenden weißen Industriegesellschaft. (Norma sagt: „Wir sind hier
alle Rassisten, wer nicht weiß ist, ist schwarz.“; sie spricht so auch
von ihrem Sohn, der sich sehr für Deutschland interessiert: "Er ist ein
schwarzer Deutscher")
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