Moconá e Iguazú
Por fin, un día tuvimos que decidirnos a abandonar nuestro cómodo y limpio nido de Posadas y emprender una excursión a las tan cacareadas maravillas del mundo, patrimonio de „toooda“ la humanidad, como decía el de Colonia del Sacramento. (Lo que no me explico es por qué, si son patrimonio de todos, los extranjeros tenemos que pagar más que los oriundos. Al fin y al cabo venimos de mucho mucho más lejos y ya nos vamos dejando la pasta por las pomporrutas imperiales).
Tanto Moconá como Iguazú son maravillas naturales situadas en suelo argentino; pero desde donde mejor se ven es desde el balcón de la orilla brasileña. La pelea y rivalidad entre ambos países por ambas cataratas tiene tintes tan ridículos como aquellas pugnas de la guerra fría entre Berlín del Este y del Oeste. Estas cataratas son mías, pero se ven mejor desde mi orilla, que sí, que no, que mierda para los dos!
Dejamos las maletas en Posadas y nos fuimos de viaje en autobús sólo con dos mochilas
Primero Moconá. Imposible acordarme de decir correctamente ese nombre guaraní que significa algo así como „El Tragón“, hasta que Sabine me confiesa que ella recurre a „moco“ y „na“(riz) y, desde entonces, no fallo ni una.
El río Uruguay entre El Soberbio y Porto Soberbo |
El Soberbio es una población relativamente nueva que por lo visto tomó su nombre de las increíbles crecidas del río. Es un centro comarcal con supermercados, restaurantes, comercios y hoteles con más lugareños que turistas, los cuales, a no ser como nosotros, van y vienen en autobús y ni se apean en la población, o viven en los lodges y resorts de los alrededores. Nos alojamos en el establecimiento de una brasileña, doña Ivanhilda, limpio y en orden.
Aspectos de la vida cotiana en El Soberbio / Alltag in "der Hochmuetige" |
A las seis nos despertaron los tambores de gotarrones sueltos en el tejado y al poco tiempo la lluvia formó una piscina en el jardín que casi entraba en la habitación.
Arriesgados como somos, ni nos planteamos cambiar de planes; salimos del hotel, nos compramos un paraguas en la tienda de al lado (serviría también de sombrilla, pensamos, intentando sacar rentabilidad al gasto) y nos fuimos a esperar a la micro, que era una furgoneta que llevaba a los empleados del parque y a los turistas audaces por el módico precio de 70 AR$ ida y vuelta por persona. La carretera, buenísima y recién asfaltada, está llena de carteles avisando „cuide la naturaleza, señor turista; o „no deje desperdicios, señor turista“ que van resultando un poco cargantes. De acuerdo, los turistas somos depredadores, pero los nativos tampoco sacan brillo a las hojas de los árboles, y desde luego, parece que no recogen de los turismas más que el dinero que dejan, nunca la basura.
Puente / Furt auf dem Weg nach Moconá |
Para entrar en el parque nacional de Moconá hay que atravesar un arroyo, el Pepirí, por un puente tan angosto y primitivo que, en cuanto caen dos gotas, se desborda e impide el paso de vehículos.
Un obstáculo incomprensiblemente insalvable depués de 70 km de buena carretera. Como la lluvia acababa de empezar, el puente aún era practicable. Desde el puente hasta el Centro de Interpretación hay un par de kilómetros.
En el centro de interpretación hay que pagar entrada al Parque Nacional (30 AR$ por persona). Allí un sujeto con uniforme te lleva junto a una gran fotografía de las cataratas y empieza a soltar con un puntero sus rutinarios tecnicismos mirando de reojo a la tertulia de colegas que matean y charlan. Fuera llueve, llueve y llueve. No se puede ir por los senderos porque es peligroso „que caigan ramas“, ni asumiendo la propia responsabilidad. No se puede bajar al río porque los conductores de los „gomones“ (lanchas de goma) aún no han bajado a causa del temporal, no se puede hacer nada más que esperar y, eso sí, pagar la entrada completa.
Si queremos alquilar un impermeable (talla M, no hay otra) hay que pagar 10 AR$ por persona más. Con este trato de turista masificado a pesar de que sómos nosotros dos solos, se va creando una atmósfera espesa entre los guardias del parque y los visitantes. Llegan 3 turistas más (una pareja germano-argentina y el hermano de ella) y, media hora después, nos bajan a los cinco en la furgoneta hasta el río Uruguay bajo un chaparrón de órdago. El suelo es un barrizal rojo y resbaladizo.
Allí está la lancha. Hay que pagar 70 AR$ húmedos por persona para ir los 20 minutos de paseo. Este goteo de pesos argentinos cada vez que se da un paso puede amargarme la excursión, así que decido sumarlo todo y, bueno, tampoco es tanto (contando viaje y hotel sale a unos 50 € por persona, pero tan dosificado y privatizado, no se puede eludir la impresión de estar en un torniquete turístico). Menos mal que salva la situación el conductor de la lancha, un tipo comunicativo y perfecto conocedor de su oficio, a pesar de su aspecto de intrépido expedicionario a lo Quadra-Salcedo.
El viaje de 20 minutos es una experiencia quasi descomunal, como montarse en la montaña rusa sin atarse. La seguridad del conductor da confianza, pero mis manos se aferran como garfios a las asas del gomón. La cascada de Moconá son 3 km de logitud en los que el río se cae sobre su propia corriente porque el cauce está partido por una falla a lo largo. Con la lancha se llega en diversos puntos a tocar el agua, que está asombrosamente caliente, a unos 28º. Volvemos satisfechos y emprendemos el viaje de regreso. Ya no hay que pagar más. De vuelta tenemos un pinchazo junto a un pastizal de vacas.
Como en El Soberbio hay poco que hacer, después de comer algo en un restaurante junto al río, decidimos no quedarnos allí otra noche y salir hacia Iguazú. Ha dejado de llover y el sol calienta de modo insorportable desde detrás de las nubes.
En algún sitio nos han dicho que hay un autobús directo a Puerto Iguazú y decidimos tomarlo. Cuando queremos buscar la parada, nadie sabe decirnos a ciencia cierta ni dónde ni a qué hora. „Entre las cuatro y las cinco, cerca del centro“ (el centro es un mástil de bandera de tamaño "Gallardona-en-Colón", pero sin pendón y situado en un redondel de césped en medio del amplio cruce de carreteras). Nos situamos en las dos sombras más cercanas, a unos 50 m del cruce, uno en cada esquina de la escuadra. A mí me toca junto a un escaparate de tienda de recuerdos y a Sabine al lado de un kiosko de choripán y churrascos que suelta un olor, calor y humo insoportables. Nadie, ni kiosqueros ni camareros ni dependientes ni ociosos saben concretarnos más la hora ni el lugar, parece que nunca han visto pasar la micro, aunque todos dicen que sí, que "creen" que existe. Como se han dado cuenta de nuestra estrategia (yo llamo a Sabine cuando veo que se acerca un vehículo por la calle y ella viene al trote, pero después tiene que regresar a su puesto porque la alarma era falsa; ella me llama después con un silbido y pasa lo mismo conmigo) y la siguen faltos de mejor diversión, voy cabreándome hasta que le digo al dependiente que en vez de mirar, se informe o le diga al intendente (= alcalde) del pueblo que ponga una señal de parada de autobús; al fin y al cabo, El Soberbio pretende es ser un centro turístico. Por fín Sabine me hace una señal y me voy allí corriendo. El autobús que llega es una tartana que no va a Iguazú, sino sólo a San Vicente. Como el calor es inaguantable, decidimos montarnos y pensar después qué hacemos.
En el mapa vemos que estamos en un desvío a 80 km de la ruta 14; San Vicente queda en esa ruta. Ese autobús, por lo tanto, nos acerca a Iguazú de alguna manera y, ya con esta certidumbre, sentado en mi asiento a la sombra, con el runrrún del motor y el aire caliente que entra por las ventanillas abiertas, caigo en trance.
Me despierto poco antes de llegar. En la radio suena una música amerengada en brasileño, la luz de la tarde, sin una sola nube, taladra el espacio, las cortinas verdes tienen el mismo color esmeralda que los pastos del campo brillantes de lluvia. La vida es bella.
El conductor y el cobrador son dos mozos jóvenes y en los dos primeros asientos viajan tres mozas que constantemente cacarean y rien. De repente se oye un ruido (troc-troc) como si se le hubieran caído los bajos al vehículo. Parada. Chofer y cobrador se bajan, miran, se vuelven a subir y arrancan. Entonces pregunto desde mi sitio en voz alta: „--Y qué era?“ y el conductor responde volviendo la cabeza: „--una piedra... en el camino“. Risas generales. Todo tiene una alegría de película costumbrista en tecnicolor.
En la estación de San Vicente tomamos otro autobús hasta Dos de Mayo, en el que vamos solos. El conductor nos ofrece pararnos en un hotel que él conoce, pero, temerosos de ir a tientas, le decimos que nos lleve hasta la estación de autobuses y desde allí nos organizaremos. Dos de Mayo es uno de los pueblos más bonitos de Misiones, por lo menos desde el autobús y a la hora del crepúsculo. El hotel que nos recomienda el conductor es realmente bonito y en la calle hay restaurantes, gente, comercios, algarabía. Cuando ya casi hemos decidido quedarnos, en la estación de autobuses, la niña con cara de lista que atiende la taquilla, nos dice que en 10 minutos llegará la micro que va de Moconá a Iguazú, y cuando aún no hemos reaccionado, nos avisa de que ya está allí, así que nos montamos y nos vamos. Llegamos a Iguazú a las 9 de la noche.
Iguazú
Puerto Igauzú es como un Lloret de Mar en la Selva. Restaurantes , kioskos de recuerdos y de empanadas y chipas, tiendas, oficinas de excursiones, agencias de viaje, terrazas con cantantes de tango, taxistas y turistas. Cada 50 metros se acerca alguien y te pregunta si quieres ayuda, pero en realidad lo que pretende es alquilarte un apartamento o llevarte a un hotel. Por fín nos alojamos en un hostel un poco apartado pero con buen aspecto y piscina.
Orientarse en el maremagnun de visitas y promociones turísticas no es fácil. El paquete básico de las agencias consiste en salir en autobús a las 7 de la mañana y visitar primero la presa de Itaipú, en Paraguay, que si no la mayor del mundo, es la que más energía produce. (Quién quiere visitar una presa mayor del mundo construída en medio de un parque natural, oir las explicaciones oficiales y no acceder a los pantanales de la corrupción ocultos? Cuando escribo esto, en Asunción, hay peligro de apogones a causa del deficiente suministro de la tal presa). Luego te llevan a ver las cataratas desde el lado de Brasil. A continuación se llega lo del „narcotráfico de aparatos“ en Ciudad del Este (Paraguay),donde se puede comprar de todo y se puede traer legalmente todo lo que quepa en 150 US$ (lo demás que lo pasan los vendedores --„ellos saben hacerlo“-- hasta el hotel ó residencia). En último lugar se ven las cataratas desde el lado argentino y se vuelve a casa a las 7 de la tarde. Todo por 270 AR$... menos las entradas. Hay también variantes de turismo aventura en catamarán por el río, de las que ni pedimos informes. Tiene que existir una posibilidad de ir a los balcones sin tener que pagar los servicios de una agencia.
Decidimos manejarnos por nuestra cuenta, porque ni la represa de Itaipú ni Ciudad del Este nos interesan lo más mínimo. Para aventuras tenemos muy reciente la de Moconá.
En el hostel predomina el turismo nacional, algún norteamericano, una pareja de lesbianitas de Pamplona y nosotros. Todos han venido hasta aquí desde la metrópolis volando o en auto particular, pero directamente. Los argentinos son mayormente de Mar del Plata y se muestran algo decepcionados con el aspecto poco urbano de Puerto Iguazú. Es gente que viaja con el dinero justo. Una chica de Buenos Aires (Flores), por ejemplo, llega a desayunar furiosa porque ayer tomó la micro para ir a ver la ciudad brasilera de Porto Iguassú y el conductor le dijo que salía de vuelta a las 8, pero sin avisarle de que era hora argentina (Brasil tiene una hora menos) y perdió el transporte; tuvo que tomar un taxi y arrostrar los peligros y el miedo („imagináte que el taxi se mete por un camino de la selva y achá te hase violar, o matar o...“) menos mal que el taxista era honrado y la trajo directa hasta el hostel. Después de desayunar va a ir a la estación a llamar al conductor „hijo de su madre“. Ahora no podrá ir a San Ignacio, porque el taxi le costó el precio de la excursión (Resulta que la gente va de excursión desde Iguazú a la Misión de San Ignacio Mini, distante a más de 300 km al sur y casi cinco horas de viaje!!). Compadezco al taxista: la chica (unos 40 tacos) tiene una energía temible. El chico de Mar del Plata (la misma edad, más o menos) es más callado. Está cabreado: sólo un día después de nosotros llegó al puente del Pepirí, a 2 km de Moconá, y tuvo que volverse porque no pudo atravesarlo. Perdió el viaje. Nos pide detalles concretos de cómo ir a las cataratas y qué hay que ver (nosotros ya hemos ído al lado de Brasil) y, cuando le preguntamos cómo es Ciudad del Este (Paraguay), cómo son los precios, sólo emite una palabra: FEO.
El primer día nos vamos al lado de Brasil en Autobús (los brasileños tienen un gran sentido práctico: no hace falta pasar su frontera) y vemos una fabulosa panorámica de los cinco o seis kilómetros de cataratas por una senda en la que hay algun animal (coatís), mariposas que se posan en las manos, lagartos, muchísimos escolares corriendo y gritando, grupos de excursionistas alborozados y grupos de japoneses serios, inescrutables. En total 60 AR$ + 82 reales, pero pagaderos con VISA.
El segundo día llegó a Iguazú la tormenta de Moconá, u otra igual. Empezó a diluviar por la noche y no cesó hasta el mediodía del día siguiente.
Cuando escampó un poco, por la tarde, tomamos un autobús (60 $) hasta el Parque Nacional (a unos 20 km del pueblo), pagamos la entrada 130 AR$ a tocateja (yo no sé que contubernio tiene el turismo argentino con los bancos, que no admite pagos con VISA; como en los cajeros no permiten a los extranjeros sacar más de 1000 pesos, resulta que, con las entradas, el ganster de Botín se lleva un ídem de casi 30 AR$, o sea 5 €!!. El cabreo está a punto de estropearme el día y el disfrute.
Las magnificencia de las cataratas es inconmesurable.
Los caminos y pasarelas, el trayecto en tren, la naturaleza, realmente apabullantes.
A un extremo de las cataratas se ve la corona blanca del hotel Sheraton sacándole la lengua al parte natural y a la madre que lo parió; en cada salto hay un ripio infernal de un tal Alfonso Ricciutto que puede estropear el disfrute estético de cualquiera que tenga la debilidad de detenerse a leerlos,
y no faltan los correspondientes carteles pedagógicos echando subliminarmente la culpa al vecino: „El color de las aguas“: „Si las aguas bajan rojas es porque las selvas han sido taladas y las aguas de los ríos arrastran la tierra disuelta y destruyen...“ Naturalmente, las selvas se talan en Brasil. Los argentinos solo se quejan del color de las aguas.
Los caminos y pasarelas, el trayecto en tren, la naturaleza, realmente apabullantes.
A un extremo de las cataratas se ve la corona blanca del hotel Sheraton sacándole la lengua al parte natural y a la madre que lo parió; en cada salto hay un ripio infernal de un tal Alfonso Ricciutto que puede estropear el disfrute estético de cualquiera que tenga la debilidad de detenerse a leerlos,
y no faltan los correspondientes carteles pedagógicos echando subliminarmente la culpa al vecino: „El color de las aguas“: „Si las aguas bajan rojas es porque las selvas han sido taladas y las aguas de los ríos arrastran la tierra disuelta y destruyen...“ Naturalmente, las selvas se talan en Brasil. Los argentinos solo se quejan del color de las aguas.
Moconá und Iguazú
Mit leichtem Gepäck haben wir uns von Posadas aus zu den Wasserfällen im Norden der Region „Misiones“ aufgemacht. Der Tourist mit wenig Zeit fährt oder fliegt nonstop nach Iguazú. Wir wollten es ja gemächlicher machen. Zuerst ging es wieder an die brasilianische Grenze, an den Grenzfluss Río Uruguay, der dort, in einem wenig erschlossenen Gebiet eine ungewöhnliche Verwerfung aus hartem Basaltgestein aufweist, die dazu führt, dass der Fluss 3 km lange, zwar nicht sehr hohe, aber ungewöhnlicherweise in Fließrichtung verlaufende Wasserfälle bildet. Bei sehr hohem Wasserstand verschwinden sie.
Explicaciones sobre el fenómenon de las cataratas / Erlaeuterungen ueber das Zustandekommen des in Fliessrichtung verlaufenden Wasserfalls |
Die nächste Ortschaft liegt noch ca. 70 km südlich, El Soberbio, der Hochmütige – ein ulkiger Ortsname für ein lebendiges kleines regionales Zentrum.
Río Uruguay in "El Soberbio" |
Hier haben wir die erste Nacht verbacht, und in dieser fing die Unwetterphase an, die die nächsten 4 Tage dauern sollte. Gabriel hat uns einen Schirm gekauft, und dann gings um 8 Uhr morgens los, zuerst 70 km mit dem Bus. Im Naturparkzentrum von Moconá saßen wir dann im Regen. Immerhin gabs Kaffee. Ein deutsches Paar aus Frankfurt, mit dem offenbar ortsansässigen ausgewanderten Bruder der Frau waren die einzigen Besucher außer uns. Das Gewitter wurde dichter statt nachzulassen. Der umliegende Urwald war „geschlossen“, es könnten Zweige auf uns fallen. Eintrittspreis musste man trotzdem zahlen. Auch für ein paar geliehene gelbe Regenmäntel. Schließlich gab es ein Signal, wir könnten an den Fluss runter. Triefend. Mehr Regen. In einer Gewitterpause sollte es dann losgehen, im Schlauchboot bis ran an die Wasserfälle. (Erst natürlich bezahlen!) Die Kamera in der Plastiktüte. Sonst war alles nass. Egal ob Regen oder nicht. Man musste sich kräftig festhalten, das Boot sprang wild und hielt von Zeit zu Zeit in ruhigen Gumpen unterhalb des Wasserfalls, der wie heißes Wasser in der Badewanne eine riesige Warmwasser-Gischtwolke um sich verbreitete. Eine aufregende Fahrt mit viel Seegang, wir waren wenige und sehr nah dran.
Hinter uns wurde das Ganze dann wohl für einige Tage gesperrt, wie wir später von einem Reisenden hörten, der nach Moconá gefahren war, aber 20 km vorher gestoppt und zurückgeschickt wurde. Trotz des weiten Weges und des großen Aufwandes waren wir froh, dort gewesen zu sein, selbst, als unser Kleinbus auf der Rückfahrt nach „El Soberbio“ dann auch noch eine Reifenpanne hatte. Wir waren trotzdem gegen 14 Uhr zurück im Ort, wieder bei brüllender Sonne!
Dem Hörensagen nach gab es die Möglichkeit, noch am selben Tag von Moconá nach Iguazú (350 km) zu fahren. Aber bei näherem Nachfragen widersprachen sich die Auskünfte. Der Bus fährt um 4, nein, um 5, er hält an dieser Ecke, nein, an jener, er fährt gar nicht …. Entnervt nahmen wir schließlich irgendeinen Bus ins nächste Kaff an der größeren Landstraße. Nein, auch dort heute nix mehr nach Iguazú, die Busse nach Iguazú fahren auf der Nationalstraße 12 (dies war die 14). Also noch ein Bus, unser vierter heute, noch ein Kaff weiter, bis Dos de Mayo. Und dort, Hokus-pokus, hieß es: in 5 Minuten kommt der Bus aus Moconá (kamen wir da nicht grade her?) und fährt weiter nach Iguazú.
So kamen wir noch am selben Abend, gar nicht sooo spät, im Hyper-Touristenzentrum Südamerikas schlechthin an, einem Ort, der nur aus Hotels und Hostels und Restaurants und Reiseagenturen besteht. Wir mittendrin. Und um uns herum ein Wolkenbruch nach dem anderen, Temperaturen, die in kürzester Zeit zwischen 20 und 40 Grad hin- und hersausen, fast 100% Luftfeuchtigkeit, peitschende Gewitterstürme, die Äste und Bäume ausreißen, ein Regenstrom, der sich durch den Hostel-Garten wälzt, wie es scheint, haben sich Wasser und Himmel vermischt, man kann sich nicht vorstellen, je wieder das Haus verlassen zu können.
Aber nach wenigen Stunden ist wieder Ruhe. Am nächsten Tag haben wir die berühmten Wasserfälle von der brasilianischen Seite aus besichtigt, am darauf folgenden von der argentinischen.
Wie alle Weltwunder, hat man die Fälle schon auf 1000 Fotos gesehen, und sie sind dann doch toll und eindrucksvoll, wenn man selber dort steht. Es wallet und siedet und brauset und zischt – kann ich da nur Schillers Glocke zitieren, ein ungeheueres Sinneserlebnis, man ist bis auf die Haut nass, es sind 40 Grad, es donnert, es wirbelt, dabei trieft auch noch die Nase, die so viel warm und kalt und nass und air conditioning und raus und rein irgendwann übel nimmt – na, es ist wirklich ein Rundum-Eindruck, man verzeiht, dass man bei jedem Schritt geschröpft wird, dass einem die Natur dosiert und abgepackt verabreicht wird, es ist einfach nur toll.
Und dann ist es auch wieder für die nächsten 50 Jahre genug. Wir fahren zufrieden zurück nach Posadas, wo uns unsere schon lieb gewordenen Gastleute erwarten, können dort trocknen und Wäsche waschen, unsere Erlebnisse erzählen, internetten und uns für das nächste Kapitel bereit machen. Aber irgendwann muss man auch die nettesten Gastgeber verlassen. Danke Juanca, Norma und Matías für Eure Gastfreundschaft, wir werden Euch, die Hunde, die Papageien, den wunderbaren Blick von Eurer Terrasse sehr vermissen!
Im Hostel: Der Regen hat das Wasser des Schwimmbads vollstaendig ausgetauscht, ich schwimme in Regenwasser. |
Aber nach wenigen Stunden ist wieder Ruhe. Am nächsten Tag haben wir die berühmten Wasserfälle von der brasilianischen Seite aus besichtigt, am darauf folgenden von der argentinischen.
Wie alle Weltwunder, hat man die Fälle schon auf 1000 Fotos gesehen, und sie sind dann doch toll und eindrucksvoll, wenn man selber dort steht. Es wallet und siedet und brauset und zischt – kann ich da nur Schillers Glocke zitieren, ein ungeheueres Sinneserlebnis, man ist bis auf die Haut nass, es sind 40 Grad, es donnert, es wirbelt, dabei trieft auch noch die Nase, die so viel warm und kalt und nass und air conditioning und raus und rein irgendwann übel nimmt – na, es ist wirklich ein Rundum-Eindruck, man verzeiht, dass man bei jedem Schritt geschröpft wird, dass einem die Natur dosiert und abgepackt verabreicht wird, es ist einfach nur toll.
Wie heisst wohl dieser Schmetterling? / Como se llamará esta mariposa? (Antwort /Respuesta: 88) |
Urwald-Elster / Urraca de la selva |
Iguana / Leguan |
Und dann ist es auch wieder für die nächsten 50 Jahre genug. Wir fahren zufrieden zurück nach Posadas, wo uns unsere schon lieb gewordenen Gastleute erwarten, können dort trocknen und Wäsche waschen, unsere Erlebnisse erzählen, internetten und uns für das nächste Kapitel bereit machen. Aber irgendwann muss man auch die nettesten Gastgeber verlassen. Danke Juanca, Norma und Matías für Eure Gastfreundschaft, wir werden Euch, die Hunde, die Papageien, den wunderbaren Blick von Eurer Terrasse sehr vermissen!
Desde La Rioja, alrededor de la mesa de Navidad, un brindis por vosotros,
AntwortenLöschenUn fuerte abrazó de todos
Petra. Ge Josw, Alfredo, Laura, Mario y Pilar
Hallo Ihr beiden,
AntwortenLöschenheute habe ich endlich angefangen, eure wundervollen und inspirierenden Berichte zu lesen. Habe hinten (23.12.) angefangen und bin dann zurückgesprungen zu euren Reisevorbereitungen im November. Bald werde ich alles nachgeholt haben, was ihr seit Reisebeginn geschrieben habt. Es ist toll, unter diesem Motto (Slowfahrt) unterwegs zu sein. So habt/nehmt ihr euch auch die Zeit, andere an euren Erlebnissen und Gedanken teilhaben zu lassen - vielen Dank dafür! Es ist einfach schön, eure Berichte zu lesen und dabei zu merken, dass es euch sehr gut geht. Eigentlich sollte ich so etwas von Südafrika aus auch machen, wo ich nun schon fast eineinhalb Jahre bin, komme aber bisher nicht dazu. Und wahrscheinlich wären meine Texte auch nicht so interessant und witzig wie eure, man merkt einfach, dass ihr Reisebericht-Profis seid. Gerhard und ich haben eine sehr gewinnbringende, spannende Zeit in diesem Land. Momentan habe ich Urlaub, den wir ab der nächsten Woche bis Mitte Januar in Lesotho und den Drakensbergen verbringen werden.
Bis bald und herzliche Grüße, auch von Gerhard,
Iris
Holaaaaaa
AntwortenLöschenEstáis bien?
Como lleváis desde el día 23 sin contar nada, y dicen que hay disturbios por la zona, estoy un poco preocupada
En fin Gabriel que soy un poco pesada
Entiendo que es un trabajo este blog tan estupendo
Abrazos a los dos
Pilar