Posadas, parada, fonda y costanera.
Tras atravesar la ciudad (250.000 hab)
a toda pastilla, el taxi nos deja en una oscura calle cuesta abajo,
ante una casa de fachada rosada con un gran mango repleto de fruta a
la puerta, que es de madera tropical tallada a mano con dibujos
autóctonos, y, antes de que podamos tocar el timbre, nos abre la
puerta Juan Carlos, el dueño.
Por fín hemos llegado!
Como no hay ninguna clase de
publicidad en el blog, podemos hablar de nuestro sistema de buscar
alojamiento. Hace años
que, si no es necesario, no nos alojamos en hoteles. Preferimos los
apartamentos porque se tiene más espacio, se dispone de una pequeña
cocina para hacerse un café o una ensalada y son más baratos que un
hotel. „Airbnb“ es una página de internet que pone en
contacto a particulares que ofrecen alojamiento con particulares que
lo necesitan. Aunque cobra un 10% hemos aprendido a valorarla. Se
paga por medio de la página con tarjeta de crédito y cuando se
llega al hospedaje las relaciones están claras. Hay que inscribirse,
poner una foto y dar ciertas informaciones sobre sí mismo, de modo
que ninguna de las dos partes del contrato es anónima. Tras la
estancia, ambas partes escriben un comentario recíproco; como todo
esto es público, se consigue una impresión de cada una de las dos
partes. Hay tres categorías de alojamiento: vivienda o apartamento,
habitación en un casa particular, o cama en una habitación
compartida. En Buenos Aires había cientos de ofertas para elegir; en
Posadas eran menos, y los precios eran más altos. Como a Montevideo
no fuimos, en parte porque el alojamiento nos resultaba demasiado
caro, nos decidimos a probar en Posadas la variante „Habitación en
una casa“. Una „clara habitación con vistas al río“, en casa
de una familia que, según la foto, parecía agradable y a buen
precio (unos 30 € por día). Escribimos y al día siguiente ya
estaba la reserva hecha para 11 noches, pues pensábamos ir a ver
unas cuantas Reducciones Jesuítas de Argentina y Paraguay, las
cataratas de Moconá y/o Iguazú y Encarnación.
Vista desde nuestra habitación hacia la costanera, el río Paraná y Encarnación / Blick von unserem Zimmer auf Uferpromenade, Fluss und Encarnación |
Desde la puerta de entrada de la casa se accede a un salón de paso que da a una terraza en la que está la puerta de nuestra habitación (con baño). El espacio interior no es demasiado grande, pero, la habitación tiene dos paredes de cristal y, tras la primera noche, tenemos claro que hemos dormido en la mejor y más amplia cama (2m x 2m, compacta y firme) desde que salimos. Pronto queda claro que nuestros anfitriones tienen una tienda de interiorismo: todo está limpísimo, estores blancos, cortinas blancas, sábanas de hilo blancas; una alegría después de los desastrosos hoteles de Yapuyé. En la habitación hay un calentador eléctrico de agua para hacerse té, una par de tazas y vasos, TV, aire acondicionado, Wi-fi, qué más queremos. Juan Carlos y Norma nos ofrecen la cocina de la casa si queremos hacer algun plato caliente (con estas temperaturas!) y la lavadora por si tenemos algo que lavar (todo!).
Cocina de verano /Sommerküche |
Una forma de urbanización que constituye un
claro ejemplo de gentrification“; hace veinte años
esto era un barranco con chabolas de pescadores y pequeñas
chacras (=parcelas) de cultivo que bajaban hasta el barrizal del río.
Desde que se comenzó a proyectar el paseo de la Costanera
(construido desde hace seis años),
los solares subieron de precio, gente burguesa se hizo sus casas y
los antiguos moradores tuvieron que irse porque sus economías no
resistían el nuevo nivel de vida. No ha pasado otra cosa muy
distinta el la calle del Barco de Madrid. Actualmente, el barrio de
la pendiente de la costanera es una mezcla de casas antiguas, más o
menos modestas, casas de diseño
y casas que se van haciendo poco a poco (como en nuestro caso). Todas
tienen una panorámica espectacular; Enfrente la linea de luces de
Encarnación, abajo cinco o seis restaurantes y heladerías de
moderna arquitectura, un par de gimnasios y un gentío considerable
que puebla el ancho paseo, en el que todos caben, a partir de las 20
h (que es cuando la temperatura se hace sorportable).
Bajamos
y, después de haber atravesado los paisajes subtropicales del norte
de Argentina, que parecen anclados en un atraso edénico, resulta que
hemos aterrizado en el mismísimo Trocadero parisino: Ya no se liga
como en los tontódromos de las provincias españolas,
como en la Vega de Toledo o en el Espolón de Burgos, en plan tacón
y traje dominguero, aquí y ahora se saluda con la cabeza o
levantando el dedo pulgar sin dejar de hacer jogging, luciendo
figuras estilizadas y un outfit de licra cara que deja ver los dos
calzoncillo de ellos y los tres tirantes de ellas, sacado
directamente de las revistas de moda, los jóvenes lucen melena al
viento en pie sobre sus scates, monopatines o bicicleta; los mayores
contemplan el ir y venir sentados en las terrazas de los bares, o en
sus propias sillas, traídas en sus coches, mateando junto al agua en
familia. También matean las parejas amarteladas en los rincones y
las pandillas de adolescentes en los bancos, junto a sus coches con
los altavoces a todo volumen.
Damos
una vuelta hasta el balneario (en Argentina, „lugar para bañarse“,
nada que ver con las termas) que es una playa artificial de arena
finísima traída de fuera, y volvemos hasta el Puente Internacional,
que lleva a Paraguay. Luego nos vamos a comer algo y los restaurantes
nos echan para atrás con su aspecto tan caro, su cubos de enfriar
champán en todas las mesas y los comensales tan bien vestidos...
Tenemos que leer los precios de la entrada para darnos cuenta de que,
en el fondo, hay una gran comedia humana sustentada por el sistema.
No estoy juzgando ni me parece mal, pero de primera impresión resulta
un poco apabullante. Entramos en uno de nombre guaraní (Itakva) con
la tranquilidad que da el saber que pagar la cena no nos
despresupuesta y nos recibe una „maître“
jovencísima que nos conduce a una mesa, luego llega otro camarero,
muy joven tambien, y nos trae la carta. La juventud de los camareros
supongo que tiene que ver con la parquedad del salario. Pido para
beber cerveza y, como no quiero un cántaro de un litro, me traen una
de 600 ml. Pero la traen en cubeta de champán y nos la sirven a los
dos, aunque a Sabine no le gusta demasiado la cerveza y no ha pedido
porque duda entre un vino y un zumo. Nos escancian la cerveza como si
fuera Vega Sicilia y así va transcurriendo la cena que se paga con
170 A$ (incluído 10% de propina). Una cosa buenísima que tienen los
restaurantes argentinos es que son muy parcos con la sal.
Estamos
bastante cansados y nos vamos a dormir como los ángeles.
Posadas - für uns ein Refugium
Airbnb ist eine Internetseite, die
Privatquartiere von privat an privat vermittelt. Wir lernen sie
schätzen. Zwar kassiert die Seite etwa 10%, aber es lohnt! Die
Bezahlung erfolgt zentral, per Kreditkarte über die Seite, man kommt
im Quartier an und alles ist bezahlt, klare Verhältnisse. Man muss
sich anmelden und auch einige Infos über sich selber einstellen, ein
Foto dazu, man ist nicht anonym. Weder der Mieter noch der Vermieter.
Nach dem Aufenthalt geben beide Parteien Kommentare über den jeweils
anderen ab, all das ist öffentlich, das verschafft schon einen
gewissen Eindruck. Suchen kann man in 3 Kategorien: Wohnung oder
Appartment, Zimmer in Privatwohnung oder auch Bett in Zimmer mit
anderen. In Buenos Aires gab es hunderte von Wohnungen zur Auswahl,
in Posadas waren es weniger und die Preise waren höher, so dass wir
uns dafür entschieden haben, einmal die Variante „Zimmer“
auszuprobieren. Ein Foto mit einem adretten Schlafzimmer samt
versprochenem „Flussblick“ hat uns angesprochen, das Foto der
anbietenden Familie wirkt bodenständig, der Preis stimmt. 3 Tage vor
dem geplanten Besuch haben wir hingeschrieben, am nächsten Tag war
die Bestätigung da („ja, Zimmer ist in der Zeit, die Ihr anfragt,
frei“) und schon war das Quartier gebucht. Gleich für 11 Tage –
wir wollen ab Posadas die umliegende Gegend bis nach Paraguay hinein
erkunden.
Das Taxi setzt uns in einer
abschüssigen Straße vor einem schlichten rosa Haus ab, das eine
sehr schön verzierte Holztür hat. Noch bevor wir eine Klingel
finden, wird sie geöffnet, und ein strahlender Juan Carlos empfängt
uns, endlich seien wir da! Wir werden quer durch das kleine Haus
geführt, dahinter über die Terrasse und von dieser in ein für sich
liegendes Zimmer mit eigenem kleinem Bad. Auch das Zimmer ist nicht
sehr groß, hat aber das größte Bett meines Lebens und – nach der
ersten Nacht ist das klar – auch das beste Bett seit zu Hause. Es
stellt sich schnell heraus, dass die Gastgeber Besitzer eines
Inneneinrichtungsgeschäftes sind (wir werden ab jetzt nur noch bei
Besitzern von Inneneinrichtungsgeschäften übernachten!). Alles ist
so blitzesauber, wie wir es seit dem Haus von Mome+Peter nicht mehr
erlebt habe, weiße Stores, weiße Jalousien, gute Stoffe – eine
Freude, nach viel Lieblosigkeit und Dreck der letzten Wochen. Und es
gibt eine Waschmaschine! Außerdem einen Kühlschrank in unserem
Zimmer, ein Heißwassergerät, bei dem schon die Tassen und Teebeutel
bereitstehen, TV, W-Lan … was will man mehr. Aber dann geht es erst
richtig los! Der Blick aus dem Fenster bzw. von der Terrasse ist ein
Knüller. Vor uns liegt der fast 2 km breite Paraná (ich habe die
Wette gegen Gabriel verloren, der Rhein bei Köln ist nur 1/3 so
breit!) und jenseits blitzen die Lichter von Encarnación, einer
Stadt, die schon in Paraguay liegt.
Das Haus liegt mit der Rückseite
am Steilabfall des Ufers, der erst im letzten Jahrzehnt befestigt
wurde. Dementsprechend chaotisch sind die Verhältnisse: unter uns
eine Hütte mit verrostetem Blechdach, neben uns eine gigantische
Werbetafel mit nix drauf, aber angeleuchtet wie ein Denkmal, dahinter
eine Bauruine, schräg links unten weitere Häuser, einige
Restaurants der Uferpromenade, ein Baugrundstück. Das restliche
Grundstück „unseres“ Hauses liegt etwas tiefer. Unten ist eine
Garage in den Berg gebaut, auf deren Dach sich eine riesige Terrasse,
tausend Blumentöpfe und ein überdachter Sitzplatz mit Sommerküche
befindet, sprich Herd und Spülbecken. Dieser ganze große „Patio“
liegt ein paar Treppenstufe runter zu unseren Füßen und steht zu
unserer Nutzung bereit. Juan Carlos und Norma überschlagen sich vor
Freundlichkeit, haben Spaß daran, mit uns zu quatschen, sitzen oder
stehen mit uns auf der Terrasse rum, plaudern beim Blumen-Wässern
mit uns, die Hunde umwedeln uns, der Papagei quatscht einem dummes
Zeug vor, Sohn Mathhias schlappt rein, grüßt, verschwindet wieder.
Niemand gibt uns das Gefühl, dass wir stören oder fremd sind.
Gleich am ersten Abend verlässt die Familie das Haus zu einer
Geburtstagsfeier – Wir staunen: sie kennten uns doch gar nicht,
lassen alles offen … Nein, damit haben sie kein Problem. Sie haben
ja über uns gelesen, auf der airbnb.com-Seite, es kämen immer nur
nette Leute. Selten sind wir irgendwo so herzlich aufgenommen worden,
welch Glücksfall.
Auch Posadas ist für uns eine
Überraschung. Unvorbereitet wie wir die Reise angehen, haben wir
auch keine Erwartungen gehabt. Es empfängt uns eine weit ausgedehnte
Großstadt mit vielen Hügeln, einem sehr städtischen, mit guten
Geschäften ausgestattetem Zentrum und sehr anständigen angrenzenden
Wohnstraßen. Sicher liegen weiter ausserhalb arme Hütten-Viertel,
aber im fußläufigen Bereich sehen wir davon wenig. Was die Stadt
wirklich angenehm und besonders macht, ist die Flussufer-Promenade,
die sich viele Kilometer hinzieht und sehr schön gestaltet ist. Wenn
die glühende Sonne verschwindet und die kurze Zeit der erträglichen
Temperaturen mit Tageslicht beginnt, finden sich hier hunderte von
Joggern und Walkern ein, gleichzeitig aber auch alle, die zwar ein
Auto aber keinen Garten haben. Sie parken auf beiden Seiten der
Uferstraße, Kind und Kegel dabei, Autotür auf und Musik an,
Mate-Flasche und Campingstühle auf den Gehsteig und den Abendplausch
halten. Die einen joggen, die anderen sitzen, die restlichen
schlendern, die halbe Stadt trifft sich abends hier an der
Uferpromenade. Kids spielen, Youngsters starren auf ihre Handys,
Pärchen knutschen, Omas sticken. Die Terrassenlokale sind alle voll,
der Fluss plätschert leise mit der Brise, Paraguay funkelt. Wirklich
eine tolle Atmosphäre. All das liegt uns von unserem Quartier aus zu
Füssen!
Der Fluss ist verblüffenderweise ganz
klar, während er ja 1200 km weiter unten voller Lehm war. Wir radeln
das Ufer entlang. In einer kleinen Bucht am Stadtrand ist ein
riesiger Sandstrand angeschüttet, und hier baden die jungen Leute,
eine strenge Sicherheitskontrolle wacht darüber, dass man den
abgesteckten Bereich nicht überschreitet, ein Aufseher misst
ununterbrochen die Wasserqualität, weil in der Nähe Abwässer
aufgefangen werden und er aus Erfahrung weiß, dass das manchmal
nicht richtig funktioniert. Nein, heute gäbe es kein Problem,
erläutert er, heute sei die Wasserqualität hervorragend.
Vereinzelt
fährt mal ein Bötchen über den Fluss, am Wochenende auch ein paar
Wasserskifahrer, aber sehr wenig für solch ein tolles Gewässer vor
der Tür einer Großstadt. Wir sind schon 3 Tage hier, es wird Zeit,
dass wir uns zu den geplanten Ausflügen aufmachen und nicht noch
mehr Tage im Garten, auf der Terrasse und an der Uferpromenade
(frische Fruchtsäfte schlürfend) verdümpeln.
Besos
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