5. Dezember 2012

Posadas I



Posadas, parada, fonda y costanera.
Tras atravesar la ciudad (250.000 hab) a toda pastilla, el taxi nos deja en una oscura calle cuesta abajo, ante una casa de fachada rosada con un gran mango repleto de fruta a la puerta, que es de madera tropical tallada a mano con dibujos autóctonos, y, antes de que podamos tocar el timbre, nos abre la puerta Juan Carlos, el dueño. Por fín hemos llegado!
Como no hay ninguna clase de publicidad en el blog, podemos hablar de nuestro sistema de buscar alojamiento. Hace años que, si no es necesario, no nos alojamos en hoteles. Preferimos los apartamentos porque se tiene más espacio, se dispone de una pequeña cocina para hacerse un café o una ensalada y son más baratos que un hotel. „Airbnb“ es una página de internet que pone en contacto a particulares que ofrecen alojamiento con particulares que lo necesitan. Aunque cobra un 10% hemos aprendido a valorarla. Se paga por medio de la página con tarjeta de crédito y cuando se llega al hospedaje las relaciones están claras. Hay que inscribirse, poner una foto y dar ciertas informaciones sobre sí mismo, de modo que ninguna de las dos partes del contrato es anónima. Tras la estancia, ambas partes escriben un comentario recíproco; como todo esto es público, se consigue una impresión de cada una de las dos partes. Hay tres categorías de alojamiento: vivienda o apartamento, habitación en un casa particular, o cama en una habitación compartida. En Buenos Aires había cientos de ofertas para elegir; en Posadas eran menos, y los precios eran más altos. Como a Montevideo no fuimos, en parte porque el alojamiento nos resultaba demasiado caro, nos decidimos a probar en Posadas la variante „Habitación en una casa“. Una „clara habitación con vistas al río“, en casa de una familia que, según la foto, parecía agradable y a buen precio (unos 30 € por día). Escribimos y al día siguiente ya estaba la reserva hecha para 11 noches, pues pensábamos ir a ver unas cuantas Reducciones Jesuítas de Argentina y Paraguay, las cataratas de Moconá y/o Iguazú y Encarnación.


Vista desde nuestra habitación hacia la costanera, el río Paraná y Encarnación / Blick von unserem Zimmer auf Uferpromenade, Fluss und Encarnación

Desde la puerta de entrada de la casa se accede a un salón de paso que da a una terraza en la que está la puerta de nuestra habitación (con baño). El espacio interior no es demasiado grande, pero, la habitación tiene dos paredes de cristal y, tras la primera noche, tenemos claro que hemos dormido en la mejor y más amplia cama (2m x 2m, compacta y firme) desde que salimos. Pronto queda claro que nuestros anfitriones tienen una tienda de interiorismo: todo está limpísimo, estores blancos, cortinas blancas, sábanas de hilo blancas; una alegría después de los desastrosos hoteles de Yapuyé. En la habitación hay un calentador eléctrico de agua para hacerse té, una par de tazas y vasos, TV, aire acondicionado, Wi-fi, qué más queremos. Juan Carlos y Norma nos ofrecen la cocina de la casa si queremos hacer algun plato caliente (con estas temperaturas!) y la lavadora por si tenemos algo que lavar (todo!).

Cocina de verano /Sommerküche
Nuestro balcón da a la costanera, el paseo que recorre unos seis km de orilla del río Paraná, que por aquí tiene un cauce de más de 2 km de anchura (le gano una apuesta a Sabine que afirma que el Rin en Colonia es más ancho). En la otra orilla se ven las luces y el paseo de Encarnación (Paraguay). La casa no está en „primera línea de playa“, sino que ha sido construída en el antiguo barranco del río, urbanizado en los últimos diez años. Desde nuestra habitación se bajan diez o doce escalones y se accede a una gran terraza con huerto, de unos 400 m², además, cocina de verano, mesas, sillas, una enorme parra llena de uvas, dos palmeras, plantas y árboles a nuestra disposición. 

Una forma de urbanización que constituye un claro ejemplo de gentrification“; hace veinte años esto era un barranco con chabolas de pescadores y pequeñas chacras (=parcelas) de cultivo que bajaban hasta el barrizal del río. Desde que se comenzó a proyectar el paseo de la Costanera (construido desde hace seis años), los solares subieron de precio, gente burguesa se hizo sus casas y los antiguos moradores tuvieron que irse porque sus economías no resistían el nuevo nivel de vida. No ha pasado otra cosa muy distinta el la calle del Barco de Madrid. Actualmente, el barrio de la pendiente de la costanera es una mezcla de casas antiguas, más o menos modestas, casas de diseño y casas que se van haciendo poco a poco (como en nuestro caso). Todas tienen una panorámica espectacular; Enfrente la linea de luces de Encarnación, abajo cinco o seis restaurantes y heladerías de moderna arquitectura, un par de gimnasios y un gentío considerable que puebla el ancho paseo, en el que todos caben, a partir de las 20 h (que es cuando la temperatura se hace sorportable).
Bajamos y, después de haber atravesado los paisajes subtropicales del norte de Argentina, que parecen anclados en un atraso edénico, resulta que hemos aterrizado en el mismísimo Trocadero parisino: Ya no se liga como en los tontódromos de las provincias españolas, como en la Vega de Toledo o en el Espolón de Burgos, en plan tacón y traje dominguero, aquí y ahora se saluda con la cabeza o levantando el dedo pulgar sin dejar de hacer jogging, luciendo figuras estilizadas y un outfit de licra cara que deja ver los dos calzoncillo de ellos y los tres tirantes de ellas, sacado directamente de las revistas de moda, los jóvenes lucen melena al viento en pie sobre sus scates, monopatines o bicicleta; los mayores contemplan el ir y venir sentados en las terrazas de los bares, o en sus propias sillas, traídas en sus coches, mateando junto al agua en familia. También matean las parejas amarteladas en los rincones y las pandillas de adolescentes en los bancos, junto a sus coches con los altavoces a todo volumen.

Damos una vuelta hasta el balneario (en Argentina, „lugar para bañarse“, nada que ver con las termas) que es una playa artificial de arena finísima traída de fuera, y volvemos hasta el Puente Internacional, que lleva a Paraguay. Luego nos vamos a comer algo y los restaurantes nos echan para atrás con su aspecto tan caro, su cubos de enfriar champán en todas las mesas y los comensales tan bien vestidos... Tenemos que leer los precios de la entrada para darnos cuenta de que, en el fondo, hay una gran comedia humana sustentada por el sistema. No estoy juzgando ni me parece mal, pero de primera impresión resulta un poco apabullante. Entramos en uno de nombre guaraní (Itakva) con la tranquilidad que da el saber que pagar la cena no nos despresupuesta y nos recibe una „maître“ jovencísima que nos conduce a una mesa, luego llega otro camarero, muy joven tambien, y nos trae la carta. La juventud de los camareros supongo que tiene que ver con la parquedad del salario. Pido para beber cerveza y, como no quiero un cántaro de un litro, me traen una de 600 ml. Pero la traen en cubeta de champán y nos la sirven a los dos, aunque a Sabine no le gusta demasiado la cerveza y no ha pedido porque duda entre un vino y un zumo. Nos escancian la cerveza como si fuera Vega Sicilia y así va transcurriendo la cena que se paga con 170 A$ (incluído 10% de propina). Una cosa buenísima que tienen los restaurantes argentinos es que son muy parcos con la sal.
Estamos bastante cansados y nos vamos a dormir como los ángeles.



Posadas - für uns ein Refugium
Airbnb ist eine Internetseite, die Privatquartiere von privat an privat vermittelt. Wir lernen sie schätzen. Zwar kassiert die Seite etwa 10%, aber es lohnt! Die Bezahlung erfolgt zentral, per Kreditkarte über die Seite, man kommt im Quartier an und alles ist bezahlt, klare Verhältnisse. Man muss sich anmelden und auch einige Infos über sich selber einstellen, ein Foto dazu, man ist nicht anonym. Weder der Mieter noch der Vermieter. Nach dem Aufenthalt geben beide Parteien Kommentare über den jeweils anderen ab, all das ist öffentlich, das verschafft schon einen gewissen Eindruck. Suchen kann man in 3 Kategorien: Wohnung oder Appartment, Zimmer in Privatwohnung oder auch Bett in Zimmer mit anderen. In Buenos Aires gab es hunderte von Wohnungen zur Auswahl, in Posadas waren es weniger und die Preise waren höher, so dass wir uns dafür entschieden haben, einmal die Variante „Zimmer“ auszuprobieren. Ein Foto mit einem adretten Schlafzimmer samt versprochenem „Flussblick“ hat uns angesprochen, das Foto der anbietenden Familie wirkt bodenständig, der Preis stimmt. 3 Tage vor dem geplanten Besuch haben wir hingeschrieben, am nächsten Tag war die Bestätigung da („ja, Zimmer ist in der Zeit, die Ihr anfragt, frei“) und schon war das Quartier gebucht. Gleich für 11 Tage – wir wollen ab Posadas die umliegende Gegend bis nach Paraguay hinein erkunden.

Das Taxi setzt uns in einer abschüssigen Straße vor einem schlichten rosa Haus ab, das eine sehr schön verzierte Holztür hat. Noch bevor wir eine Klingel finden, wird sie geöffnet, und ein strahlender Juan Carlos empfängt uns, endlich seien wir da! Wir werden quer durch das kleine Haus geführt, dahinter über die Terrasse und von dieser in ein für sich liegendes Zimmer mit eigenem kleinem Bad. Auch das Zimmer ist nicht sehr groß, hat aber das größte Bett meines Lebens und – nach der ersten Nacht ist das klar – auch das beste Bett seit zu Hause. Es stellt sich schnell heraus, dass die Gastgeber Besitzer eines Inneneinrichtungsgeschäftes sind (wir werden ab jetzt nur noch bei Besitzern von Inneneinrichtungsgeschäften übernachten!). Alles ist so blitzesauber, wie wir es seit dem Haus von Mome+Peter nicht mehr erlebt habe, weiße Stores, weiße Jalousien, gute Stoffe – eine Freude, nach viel Lieblosigkeit und Dreck der letzten Wochen. Und es gibt eine Waschmaschine! Außerdem einen Kühlschrank in unserem Zimmer, ein Heißwassergerät, bei dem schon die Tassen und Teebeutel bereitstehen, TV, W-Lan … was will man mehr. Aber dann geht es erst richtig los! Der Blick aus dem Fenster bzw. von der Terrasse ist ein Knüller. Vor uns liegt der fast 2 km breite Paraná (ich habe die Wette gegen Gabriel verloren, der Rhein bei Köln ist nur 1/3 so breit!) und jenseits blitzen die Lichter von Encarnación, einer Stadt, die schon in Paraguay liegt.



Das Haus liegt mit der Rückseite am Steilabfall des Ufers, der erst im letzten Jahrzehnt befestigt wurde. Dementsprechend chaotisch sind die Verhältnisse: unter uns eine Hütte mit verrostetem Blechdach, neben uns eine gigantische Werbetafel mit nix drauf, aber angeleuchtet wie ein Denkmal, dahinter eine Bauruine, schräg links unten weitere Häuser, einige Restaurants der Uferpromenade, ein Baugrundstück. Das restliche Grundstück „unseres“ Hauses liegt etwas tiefer. Unten ist eine Garage in den Berg gebaut, auf deren Dach sich eine riesige Terrasse, tausend Blumentöpfe und ein überdachter Sitzplatz mit Sommerküche befindet, sprich Herd und Spülbecken. Dieser ganze große „Patio“ liegt ein paar Treppenstufe runter zu unseren Füßen und steht zu unserer Nutzung bereit. Juan Carlos und Norma überschlagen sich vor Freundlichkeit, haben Spaß daran, mit uns zu quatschen, sitzen oder stehen mit uns auf der Terrasse rum, plaudern beim Blumen-Wässern mit uns, die Hunde umwedeln uns, der Papagei quatscht einem dummes Zeug vor, Sohn Mathhias schlappt rein, grüßt, verschwindet wieder. Niemand gibt uns das Gefühl, dass wir stören oder fremd sind. Gleich am ersten Abend verlässt die Familie das Haus zu einer Geburtstagsfeier – Wir staunen: sie kennten uns doch gar nicht, lassen alles offen … Nein, damit haben sie kein Problem. Sie haben ja über uns gelesen, auf der airbnb.com-Seite, es kämen immer nur nette Leute. Selten sind wir irgendwo so herzlich aufgenommen worden, welch Glücksfall.


Auch Posadas ist für uns eine Überraschung. Unvorbereitet wie wir die Reise angehen, haben wir auch keine Erwartungen gehabt. Es empfängt uns eine weit ausgedehnte Großstadt mit vielen Hügeln, einem sehr städtischen, mit guten Geschäften ausgestattetem Zentrum und sehr anständigen angrenzenden Wohnstraßen. Sicher liegen weiter ausserhalb arme Hütten-Viertel, aber im fußläufigen Bereich sehen wir davon wenig. Was die Stadt wirklich angenehm und besonders macht, ist die Flussufer-Promenade, die sich viele Kilometer hinzieht und sehr schön gestaltet ist. Wenn die glühende Sonne verschwindet und die kurze Zeit der erträglichen Temperaturen mit Tageslicht beginnt, finden sich hier hunderte von Joggern und Walkern ein, gleichzeitig aber auch alle, die zwar ein Auto aber keinen Garten haben. Sie parken auf beiden Seiten der Uferstraße, Kind und Kegel dabei, Autotür auf und Musik an, Mate-Flasche und Campingstühle auf den Gehsteig und den Abendplausch halten. Die einen joggen, die anderen sitzen, die restlichen schlendern, die halbe Stadt trifft sich abends hier an der Uferpromenade. Kids spielen, Youngsters starren auf ihre Handys, Pärchen knutschen, Omas sticken. Die Terrassenlokale sind alle voll, der Fluss plätschert leise mit der Brise, Paraguay funkelt. Wirklich eine tolle Atmosphäre. All das liegt uns von unserem Quartier aus zu Füssen!
Der Fluss ist verblüffenderweise ganz klar, während er ja 1200 km weiter unten voller Lehm war. Wir radeln das Ufer entlang. In einer kleinen Bucht am Stadtrand ist ein riesiger Sandstrand angeschüttet, und hier baden die jungen Leute, eine strenge Sicherheitskontrolle wacht darüber, dass man den abgesteckten Bereich nicht überschreitet, ein Aufseher misst ununterbrochen die Wasserqualität, weil in der Nähe Abwässer aufgefangen werden und er aus Erfahrung weiß, dass das manchmal nicht richtig funktioniert. Nein, heute gäbe es kein Problem, erläutert er, heute sei die Wasserqualität hervorragend. 


Vereinzelt fährt mal ein Bötchen über den Fluss, am Wochenende auch ein paar Wasserskifahrer, aber sehr wenig für solch ein tolles Gewässer vor der Tür einer Großstadt. Wir sind schon 3 Tage hier, es wird Zeit, dass wir uns zu den geplanten Ausflügen aufmachen und nicht noch mehr Tage im Garten, auf der Terrasse und an der Uferpromenade (frische Fruchtsäfte schlürfend) verdümpeln.

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