12. Mai 2013

Trinidad






Los días en Trinidad

Nuestra estancia en Trinidad estuvo lleno de fechas fallidas y de compromisos no adquiridos. El vuelo desde El Trompillo fue bastante tranquilo, a pesar del nombre del aeropuerto y de la prevención que nos causaba volar en una avioneta de 20 plazas, de las que aqui llaman "boligrafos".


Ya en el aeropuerto de Trinidad nos esperaban Erick e Ingrid, con esa hospitalidad ciega que parece que tiene la gente del Beni. Solícitos, nos acompañaron todo el día: nos llevaron al hotel a dejar las maletas, nos llevaron a un ambulatorio para que nos dieron pastillas de vitamina B (produce un olor corporal que repugna a los mosquitos del dengue, Aedes Egyptia), Erick compró panes y queso en el mercado y luego nos llevaron a la granja.

La granja son terrenos verdes, con árboles y agua donde, sobre todo al atardecer, se puede mirar y mirar el paisaje sin cansarse. Está a unos 25 km de Trinidad, junto a la carretera, tiene muchos árboles llenos de pájaros y 50 hectáreas de prados en los que pastan las 50 vacas. La casa es amplia, con una gran galería cubierta y espacios interiores amplios y cómodos. Se supone que tendríamos que quedarnos en ella, pero no veo cómo ir allí sin coche ni cómo aprovisionarnos. Y la casa da la impresión de estar un poco deshabitada. Al lado, en la cabaña de los empleados, vive una familia de 4 miembros y dos niños pequeños que no dan sensación ni de trabajo agotador ni de limpieza excesiva. A media tarde llegó el vecino, hijo de alemanes sudetes llegados después que la guerra. Pasamos una buena tarde.

Luego nos dejaron en el hotel, que era bastante terrible: El más caro, el más lujoso de Trinidad y, en él, la habitación más cara y más lujosa: La Suite Junior. Aún no me explico cómo nos metió Sabine en esa espiral del lujo, pero lo cierto es que cuando me preguntó si quería un hotel con piscina en el trópico, dije inmediatmente que sí. Para eso eran los últimos días de viaje!. Sólo que en la fotografía no se veía su tamaño de jacuzzi sin motor.

Por la noche hubo función en la habitación de al lado. Al principio los gritos parecían de gusto y cómo te vas a entrometer en los mundos eróticos de la selva? Luego los gritos se hicieron más insoportables y entonces llamamos a la portería nombrando a la policía. Inmediatamente subieron el portero de noche y la cocinera y entraron en la habitación, de allí salió el cliente, un tío de unos 40 con pinta de maestro y, poco después, una rubia lechosa salió como el tigre de la Historia de Pi, pero en picardías y se tiró a arañarle gritando que le pagara y que le devolviera su celular. La cocinera logró reducirla a su habitación. Al día siguiente nos queremos cambiar, no de hotel, sino de habitación, irnos a una habitación que no fuera suite. Pero no había, el mismo congreso de pediatras que nos entorpece el embarque ocupaba todos los hoteles caros de Trinidad. Cruzando la calle, está el antiguo Hotel del Beni, todavía en manos de su dueña octogenaria (de apellido Suarez) y con dos loros conversadores en el patio. Y allí nos fuimos por un tercio del precio.

 



Al otro día Erick nos llevó a desayunar a casa de su madre, a tomar café a casa de su hermana, que tiene un vivero de flores, nos enseñó los restaurantes brasileños que mejor comida ofrecen a mediodía: “buffet al peso” y gracias a eso comimos bien (muy bien) a partir de entonces. Nos llevó a comer pescado al puerto de Loma Suárez y nos contó la historia de esos dos hermanos caucheros que se hicieron multimillionarios con la goma y acabaron mal, uno enterrado en los rápidos ("cachuelas") de la frontera brasileña, y a este de Loma Suarez lo mataron sus empleados. Su palacio es hoy día cuartel de la marina boliviana.

El pescado (costillas de pacú con arroz y yuca), tenía que ser por fuerza de criadero, tan grasiento me pareció. Su raspa tiene el tamaño (y casi el sabor) de la costilla de una oveja grande. Al final de la comida Erick y yo fuimos a lavarnos las manos. 


En ninguno de los cuatro o cinco quinchos que hay en aquel puerto, vendiendo pescado asado o frito, hay agua corriente. Junto a las dos palanganas llenas de agua color cobre (una para lavarse en caliente y la otra para aclararse en frío, siempre las mismas) una señora gorda friega o así los enseres del restaurante en un barreño con agua color chocolate. Observo que Erick no se asombra de las condiciones higiénicas y me pregunto si no me estoy pasando, pero me parece que eso no está bien. Es la primera vez en Bolivia que encontramos tales condiciones, Es que sólo nos hemos movido por sitios de blancos? o es que las ciudades que hemos vistos tienen un estándar tan alto?

Erick es un buen informante y narrador de anécdotas. Además conoce un buen técnico de compúteres, un mozo que llegó de La Paz a revisar el sistema electrónico del bar de mi mujer y se casó con la cajera. 

Son muchos los "collas" que han bajado del altiplano a los márgenes de la selva para colonizar terrenos que ofrece el gobierno, pero más a montar negocios: tiendas de construcciión, ferreterías... Se distinguen en sus rasgos aymaras o quéchuas, en que sus mujeres llevan trenzas y polleras y en que construyen casas de dos pisos. La rivalidad, incluso racismo, entre "collas" (emigrantes del altiplano) y "cambas" (etnias de la selva) es manifiesta.

Cambas y Collas son tan opuestos como lo es el altiplano de la Amazonía: La gente y el ritmo de vida son distintos, el clima tropical, las tribus amazónicas de las que desciende la población, la fuerte vegetación, etc., tienen poco que ver con el austeridad y dureza de clima del altiplano. Aquí se vive en la calle, se oye música constantemente, no hay límite de ruidos (en los locales de internet hay un nivel de 180 decibelios, en una escala del 1-100, producido por los juegos de guerra o de fútbol de los monitores y los gritos de los "jugadores"). En la calle el ruido de las motos es predominante.

Tampoco Trinidad nos parece una ciudad limpia, por lo menos no tan limpia como las del altiplano, La Paz impoluta, Sucre casi relamida, Potosí... Entre el calor, la humedad y el polvo que levantan las motos a todo meter por las calles arenosas, se posa sobre las cosas una capa que se queda pegada a las manos. 

En Trinidad abundan los kioskos y carritos de comida rápida con su olores a aceite refreído, a pollo y a papafrita. No hay restaurantes con otro menú. Pero no así de fruta fresca (ensaladas y zumos) que en los restaurantes y bares se ofrecen hasta por jarras; también hay muchos vendedores de jugos naturales.



Trinidad (85.000 Hab.) es la capital del departamento del “Beni” y, seguramente, capital mundial de las motocicletas chinas. Nunca había visto tantas motos juntas. En cada semáforo es como si levantaran la barrera de salida del hipódromo y soltaran a una jauría de 15 ó 20 motos, a gran velocidad y cambiandose de carril. Terrorífico. Nadie parece reparar en el peligro, pero alguien nos ha dicho que hay una muerte de tráfico al dia. En la motos raramente va sólo una persona, lo normal es que vayan dos. Si es una pareja, ella puede ir montada a la amazona, como si fuera a grupa del caballo. Pero también van familias de 3 miembros con el niño aplastado entre sus progenitores, o de cuatro, con un mamoncito colgado del pecho de la madre. 
Todas ellas son muy ruidosas, levantan mucho polvo y apestan a carburante. Nadie lleva casco, por supuesto, ni muchos luces por la noche. Los fines de semana se forma alrededor del pequeño bulevar del 14 de Agosto un sensacional desfile nocturno. Todo el mundo vestido de fiesta, conversando entre ellos, o encabritando las máquinas para armar revuelo y despertar admiración.




El Beni, la región, ha estado aislada del mundo hasta hace poco. A Erick, que estudio derecho en Tarija, le costaba 4 días llegar allí. En Santa Cruz hay una Calle del Beni, "adonde se va y no se viene", se dice, en referencia a las levas que llevaron a cabo los magnates del caucho, penúltimos esclavistas modernos de Sudamérica.


A los que entraban en las plantaciones de Jeve, el árbol del caucho (en Bolivia se llama Siringa) y el trabajo acababa con sus vidas. El Beni está poco habitado, una persona por kilómetro cuadrado, pero en sus tierras hay muchas comunidades de Mennonitas. Erick nos propone ir a una de ellas y antes de que lo piense ya le hemos dicho que sí. 







Los Menones



Por la mañana pasamos por la granja de Erick y, tras dejar un encargo a los empleados (dando a entender que íbamos a casa de los vecinos y volveríamos en cualquier momento), nos fuimos a la comunidad Mennonita. Los Menones, como los llaman en Trinidad, la tierra del diminutivo, donde se dice "ahísito", y "aquisito". Había unos 20 kilómetros de carretera asfaltada y unos 60 kilómetros de pista entre pantanos y plantaciones de arroz, mas selva con muchas aves acuáticas y familias de carpinchos atravesando la carretera, incluso dos bufeos (delfines rosados; como cerdillos nadando, bastante feos. Se llaman así porque bufan agua) al cruzar un humedal. Cuando le decimos a Erick que pare para fotografiar, se acerca tanto con el coche que los espanta. Es un conductor apresurado. No hay bache que no coja ni charco que no salpique sin reducir velocidad y sin dejar de contar cosas. Los menones son un buen tema de conversación.

Los primeros mennonitas los vimos en Paraguay. En aquella pensión de Doña Chinita de San Cosme, había en la pared unas fotos de unos muchachos nórdicos de pelo rubio, vestidos con mono azul oscuro y camisas a cuadros. Doña Chinita nos dijo que vivían en el Chaco paraguayo (la parte norte deshabitada del país) y habían bajado a comprar simientes o aperos. Eran "trabajadores, educados y rezan mucho... como nosotros!". Sentenció. Por el uniforme de la foto reconocimos a otro que, así vestido, vendía queso en un rincón de Cochabamba. El Chaco paraguayo limita al norte con la provincia de Santa Cruz y el chaco boliviano donde hay más misisones jesuíticas y también comunidades de mennonitas.

En Santa Cruz tropezamos con muchos de ellos. Como en las ciudades bolivianas sigue siendo normal que los comercios de un ramo se reunan por calles, y, en ciertas calles del Mercado se concentran los comercios especializados en vender a mennonitas (ropa, aperos de labranza, piezas de máquinas, etc...). De estas mismas calles salen trufis y taxis que los llevan a sus pueblos. Son justo las calles del mercado que tenemos que atravesar para ir del hotel al centro. En las tiendas se ven letreros en alemán dándoles la bienvenida, incluso hoteles para mennonitas. Parecen gente seria que no se ríen demasiado; las mujeres tienen una expresión que me despertaba preocupación; tampoco cantan, aunque en algunas calles hemos visto a parejas jóvenes reírse a escondidas y a otros comprándose un MP3 en un rincon del mercado. Por eso no sabemos si la cara que ponen al ser fotografiados es de disgusto por la foto o porque son de ese natural. Optamos por retratarles a lo lejos y a escondidas. Sabine busca constantemente signos de endogamia en los que ve, y quizás los hubiera, pero también se ven rostros inteligentes. A mi lo que me llamó más la atención fue la delgadez de la gente, sobre todo en contraste con los chichoplos, rollos y panderos trinitarios. Gente físicamente en forma y sin un ápice de grasa en el cuerpo. No he visto ni un solo gordo entre los mennonitas.

En Bolivia el censo del 2001 arrojó unos 37.000 Menones, que, con una media de 5,5 hijos por familia, tendrían hoy día que ser unos cuantos más. Erick nos informa de que al gobierno de Evo no le gustan los "menones" y pretendió anular el contrato de compra de 50.000 Ha que habían fiormado con algún gobierno anterior. Se les acusa de que se han apropiado ilegalmente de tierras, porque era selva perteneciente a las comunidades indígenas y no existían registros de propiedad. Se les acusa de explotar la tierra de la selva sin respetar los ciclos adecuados y de desforestar terrenos. Nosotros no hemos visto en ellos nada que no hagan los demás terratenientes, y son limpios, trabajadores, formales. Lo que no nos explicamos es porque no se les integra como un grupo étnico más, de los 40 que hay en Bolivia. Incluso tienen su propio idioma, el dialecto alemán del Mar del Norte del siglo xvii. A Erick no le preocupa que su mujer esté contra los menones y su hermano fuera el abogado que los defendió y gano el pulso al gobierno. Es un tío que ve las cosas como las ve.
Despues de horas de viaje llegamos a un portón de hierro con un cartel con el nombre de "Grünland" y entramos en el camino. Junto a ellas hay un colla guardian que nos deja pasar sin más. Erick cree que está allí porque las comunidades tienen miedo del gobierno y sus inspecciones (hace poco un menón castigo a su hijo demasiado severamente por tener un teléfono móvil, e intervino la policía). A ambos lados del camino van apareciendo casas habitadas, sencillas, grandes, sólidas  con una caseta  baño detrás y un jardín rodeándolas (todo sin vallas, pero con claras lindes entre las parcelas), talleres y garajes y graneros. Vemos tractores con las ruedas de hierro porque un tractor no tiene que ser cómodo para ir a pasear, eso no le gustaría a Dios. Se ve alguna motocicleta, pero la mayoría va en carreta tirada por caballos; es más cómodo que los coches y levantan mucho menos polvo. Preguntamos por el almacén, donde Erick supone que venderán queso y embutidos, pero no encontramos más que un pequeño supermercado mediocremente abastecido  de articulos bolivianos. En la puerta hay carteles en alemán: “Hay chancho”, “Hoy hay ternera”. Decepcionados compramos galletas y una cocacola y salimos. Los jóvenes nos miran a escondidas, los niños incluso con la boca abierta. No vemos a ninguna mujer.  Los jóvenes hablan español, los mayores, menos. En otra casa Erick trata de comprar pienso para sus vacas y carga un par de sacos de soja. Tres hombres jóvenes nos atienden amablemente: los dos mayors están casados y ahora trabajan en la casa del padre.El tercero, el más joven, vive aún con los padres y es el que se encarga de cobrar y hacer los recibos.

Wikipedia: “los Mennonitas son una iglesia evangélica libre que se originó en los movimientos anabaptistas de tiempo de la Reforma Protestante. Su nombre proviene del teólogo frisón (region Holanda-Alemania)  Menno Simon (1496–1561). Otras Iglesias semejantes son los hutter y los amisch.”

Según eso los Menones salieron de Alemania (regiones del Bajo Rin y frontera holandesa) hace 300 años y se dirigieron a Norteamérica donde parece que, a principios del siglo xx no les hicieron la vida cómoda. Desde allí empezaron a emigrar grupos hacia Sudamérica, primero a México, luego a Bolivia y Paraguay. Mantuvieron sus costumbres, su idioma y sus privilegios de propias escuelas, y exención militar. Intervenir aqui debía ser la estrategia de Evo y no intentar quitarles las tierras, creemos. En el Beni, por cierto, se está regalando tierras a los bolivianos llegados del altiplano para que las colonicen. Los menones también son bolivianos. Y no es agradable oir que sobreexplotan la tierra y la matan, la perspectiva de 50.000 Ha de selva desforestada es preocupante, pero luego leemos en alguna parte que hay tres veces más en manos de terratenientes brasileños y otro tanto en manos de industrias japonesas. Dudamos que los Menones con sus métodos tradicionales sean tan dañinos para la tierra como los explotadores brasileros y los tecnócratas nipones.

Casa de menonitas / Wohnhaus von Mennoniten

La Santísima Trinidad
Die 550 km nach Trinidad  fliegen wir, statt uns wieder eine ganz-nächtige Busfahrt anzutun. Vom alten Stadtflughafen El Trompillo von Sta. Cruz aus, der sehr zentral liegt und wo es zugeht, als sei man auf einem Busbahnhof. Unser Flieger ist ein Propellerflugzeug und hat putzige 20 Sitze. Er heisst im Volksmund "Kugelschreiber", und man muss ihn nur ansehen, dann weiss man warum. Während ich sonst beim Fliegen eher ängstlich bin, erweckt dieses Mini-Flugzeug bei mir ein gewisses Vertrauen. Wir tuckern gemütlich in moderater Höhe über das weite Grün des Amazonas-Vorlandes, unendlich viele Flüsse mäandern sich unter uns hinweg und nach 50 Minuten sind wir da.


Was wir hier wollen? Schuld haben schon wieder Mara und Coco aus Cochabamba. Wir wollten gerne auf einem Boot auf einem der Amazonas-Nebenflüsse schippern, und ihre Agentur besitzt so ein Boot – hier in der Gegend das einzige, das einen gewissen Comfort bietet – und so hatten wir schon länger geplant, in Trinidad aufzuschlagen, denn ab hier gehen die Ausflüge zum Boot los. Dann kam allerdings ein gewisses Terminkuddelmuddel, und am Ende hatten wir den Flug nach Trinidad gebucht, aber das Boot war voll mit Ärzten eines Kongresses, die hier auch die Hotels füllen, und so ergab es sich, dass wir eine Woche in Trinidad haben, bevor es mit dem Boot losgeht. Nun, das schreckte uns nicht, eine Woche irgendwo totzuschlagen, das war uns bisher noch überall gelungen.

 
Dann waren da auch noch Erick und Ingrid. Wir hatten sie im Karneval von Tarija kennen gelernt (s. Blog von Anfang März) und waren seitdem locker in Kontakt geblieben. Wenn wir nach Trinidad kämen, sollten wir uns auf jeden Fall melden. Ingrid ist Parlamentsabgeordnete der MAS (der Evo-Partei) und meistens in La Paz, wo wir sie, als wir dort waren, an einem Abend auch gesehen haben. Erick ist früh-pensionierter Jurist, der sich langweilt. Er hat einen Bauernhof 25 km ausserhalb von Trinidad, wo er meist nicht wohnt, und ein Häuschen in der Stadt, das auch keinen bewohnteren Eindruck macht, aber zwischen diesen Wohnsitzen und dem seiner 86-jährigen Mutter vertreibt er sich die Zeit und freut sich über unseren Besuch. Er und Ingrid standen schon am Flughafen und holten uns ab, brachten uns zum Hotel – wir hätten doch auch bei ihnen unterkommen können – und fuhren von dort mit uns raus aufs Land, wo 50 Rindviecher verschiedener Rassen auf 50 Hektar rumstapfen. Unter dem weit vorgezogenen Dach des Hauses schaut man auf das sumpfige Gelände, sieht unzählige Wasservögel, die Kühe und Kälber stapfen zufrieden durch den Lehm, der kleine Sohn der Hausverwalter spielt im Dreck. Es ist alles sehr romantisch, aber auch ordentlich schmutzig.



Schlappohr-Kühe
Zur Abenddämmerung fallen die Mücken ein. Erick und Ingrid hatten uns vorher am Krankenhaus vorbeigefahren (Sonntag!) und Ingrid war ohne aufgehalten zu werden in die Notaufnahme marschiert, damit uns der Arzt eine Prophylaxe-Spritze gegen das Denghe-Fieber gebe. Denghe ist ein Virus, der von Mücken übertragen wird, und dies Jahr gab es schon eine ganze Menge Fälle; richtig tun dagegen kann man nichts, aber die Mücken mögen wohl kein Vitamin B; der Arzt empfahl uns 2 Tage lang Vitamin-B-Tabletten zu schlucken, das sei ein guter Stoss und stärke die Abwehr gegen den Denghe-Virus. Das wird uns hoffentlich auch auf dem Boot nützen.

Ingrid muss am Montag wieder nach La Paz, aber Erick meldet sich bei uns und lädt uns in den Pick-up ein. Er liebt seinen neuen chinesischen Pick-Up, mit dem er überall hinfährt, sei es auch eigentlich nur ein Ziel 2 Strassen weiter, so dass wir uns anfangs kaum auskennen in dieser Stadt, die ein Schachbrett-Strassennetz hat, wie alle, und zudem überwiegend aus eingeschossigen wenig auffälligen Gebäuden besteht, so dass eine Strasse wie die andere aussieht. Aber nach 1-2 Tagen erschliesst sich das System der  Häuserblocks und Plätze wie überall. Trinidad ist klein – 85.000 Einwohner, Hauptstadt des Departements “Beni” und ganz sicherlich auch Welt-Hauptstadt des Motorrad-Verkehrs. 





So viele Motorräder haben wir noch nie gesehen, und auf jedem sitzen 2-4 Leute, ganze Familien, alle ohne Helm, in wildem Durcheinander. Wenn die Ampel grün wir, brechen sie in Herden los, sehr viel agiler und unberechenbarer als Autos, die Strassen füllen sich mit enormem Krach und Gestinke. Abends ist zudem die Hälfte etwa ohne Licht unterwegs. Omas, Kleinstkinder, die Braut oder der Kumpel mit dem neu gekauften Fernseher, alles wird auf dem Motorrad transportiert – wir schauen fasziniert und schiessen unzählige verwackelte Fotos der Vorbeifahrenden.
Trinidad ist – abgesehen von einigen Dörfern – die kleinste Stadt, in der wir in Bolivien waren, und hier ist das moderne Leben noch weit entfernt. Menschen und Lebensweise sind sehr anders als im Rest das Landes: das tropische Klima, die Amazonas-Stämme, aus denen die Bevölkerung hervorgegangen ist, die üppige Vegetation – all das hat wenig mit dem Hochland und dem Stil der dort liegenden Grossstädte zu tun. Hier lebt man auf der Strasse, überall hört man Musik, es gibt kein Limit für Krach (hier im Internet-Laden ist ein Lärmpegel von ca. 180 (auf der Erträglichkeitsskala von 1-100), verursacht von Bildschirmen, auf denen Fussball geguckt wird, von Jugendlichen, die Spiele spielen und dazu grölen und schreien, dem Verkehr vor der Tür …).

Das Lokal "Hühnchen auf Anruf"
Es scheint uns auch die Hauptstadt des Drecks zu sein, zwischen “bei der Wärme ist einem alles egal” und dem Staub, der von den meist ungeteerten Strassen aufgewirbelt wird, ist alles staubig, schmuddelig, klebrig … wir fühlen uns wie spiessige Saubermänner aber tendenziell ständig angeekelt.  So bekommen wir auch zunehmend ein Problem mit dem Essen. Hier gibt es keinerlei “globalisierte” Lokale, nur mehr oder weniger nach altem Öl riechende Kioske und zur Strasse hin offene Schnellrestaurants, in denen Variationen von frittiertem Huhn und Pommes verkauft werden. Gestern haben wir schliesslich im Hotel einen Obstsalat zum Abendessen bekommen – die Salate, die auf der Karte standen, gab es alle nicht. Aber das war schon das non plus ultra, und das Hotel ist das beste (und teuerste) vor Ort.
Ach ja, überhaupt  – das Hotel! Es ist nicht nur das teuerste des Ortes, sondern auch das teuerste unserer Reise, im Internet hiess es mit “piscina” , was sich als eine 2 qm-Pfütze im Innenhof des Gebäudes entpuppte, in der wir noch nicht einmal Kinder haben baden sehen.   Unsere “Suite” ist kitschig und ziemlich abgewohnt, wie das ganze Hotel, aber ruhig, mit anständigem Bad und Air Condition. Abgesehen von einer filmreifen Szene in der ersten Nacht, in der der Freier im Zimmer nebenan wohl die Nutte, die er mitgebracht hatte, verhauen oder um ihr Geld betrogen hat (oder beides)  – eine Stunde Geschrei und Gezeter haben uns die Nachtruhe etwas unterhaltsamer gemacht, bevor Gabriel der Rezeption drohte, die Polizei zu holen, woraufhin  die Akteure aus dem Hotel flogen – also gut, abgesehen davon haben wir also 3 Tage teuer und einigermassen bequem verbracht, danach hatten wir aber nicht mehr reserviert, weil wir nicht so genau wussten, wie das mit der Gastfreundschaft unserer Bekannten wäre, und so war denn ab Mittwoch alles ausgebucht (besagter Ärztekongress!) und wir haben uns quer über die Strasse ins einfachere Hotel Beni verzogen, für ein Drittel des Preises. Und sehr viel netter, familiärer, Doña Lucía sass im Eingang und die beiden Papageien quatschten einem die Ohren voll.

Hotelpapageien
... im Regenguss
Erick hatte in der Tat mehrfach angeboten, dass wir in einem seiner Quartiere wohnen könnten, aber es wirkte ehrlich gesagt alles nicht sehr einladend und zudem hat er eine Tendenz, über uns und unsere Zeit zu verfügen, ohne uns zu fragen, so dass wir mit einigen Anstrengungen versucht haben, unsere Unabhängigkeit zu wahren. Trotzdem ist er rührend, wir sehen uns mehrfach täglich, er schleppt uns zu Kneipen und zum Haus seiner Mutter und zum Blumenladen seiner Schwester und mittags geht es in ein Restaurant mit echtem Gemüse! 

... mit Familien-Anschluss

Blumen-Anzucht im Laden von Ericks Schwester
Invernadero de la hermana de Erick

4 Generationen: Ericks Mutter, Schwester, Nichte und Großnichte
Für uns ist es nicht nur bequem, von ihm rumgefahren zu werden, sondern auch höchst informativ. Er zeigt uns Aussenbezirke und Landgegenden von Trinidad und fährt uns zu einem der Flusshäfen, die wir auch mit dem Boot ansteuern werden: Loma Suarez, wo wir an rustikalen Holztischen frittierte “Rippchen” bekommen, was sich als Gräten eines riesigen Flussfisches entpuppt. Lecker, allerdings sehr fett. Danach wird einem abgekochtes Flusswasser zum Händewaschen bereitgestellt, und wir nehmen mit Staunen zur Kenntnis, dass hier wirklich Restaurants funktionieren können und dürfen, die keinen Brunnen und kein Frischwasser haben. Wir denken lieber nicht über die hygienischen Verhältnisse nach und desinfizieren unser Inneres mit Ericks mitgebrachtem Wein oder mit CocaCola.

Trotz des choatischen Eindrucks kann man in Trinidad leben. In dem Maß in dem wir Einheimische kennen lernen, wurden uns auch die Nischen klar, in denen sie überleben. Es gibt doch Lokale, deren Essen annehmbar ist, es gibt eine schier moderne Bar, in der sich abends trifft, wer “in” sein will – an einem Abend als wir dort mit Erick sitzen, während Ingrid sich mit ihren Parteigenossen trifft, trippeln alle Girlies des Beni auf ihren 30 cm hohen Stöckelschuhen ein, die für die Miss Beni-Wahl nächste Woche antreten. Es gibt auch ein paar Geschäfte, die nicht nur Ramschwaren anbieten, und Erick nennt uns einen Frickler, der aus La Paz zugezogen ist und sicher unseren Laptop richten kann. Klar wird er das tun, morgen ist er fertig. So fing es an. Leider hatten wir vergessen, ihm das Passwort zu geben. Also nochmal “morgen”. Da hatte er die Diagnose so weit gestellt, dass wir eine neue Festplatte brauchten. Die wurde gekauft, dann wieder “morgen”. Aber es kam ihm was dazwischen. Nochmal “morgen”, um zu versuchen zu retten, was auf der alten drauf war. Na ja, und so weiter. Zum Glück hatten wir ja Zeit und lernten derweil alle Internet-Cafes des Ortes kennen. Und schliesslich erhielten wir auch den Laptop wieder, ohne die alten Daten, aber er funktioniert wieder.  Wir gehören inzwischen zum Establishment von Trinidad. Weisse gruessen sich untereinander, auch wenn sie sich nicht kennen. Und “die Weissen” des Ortes haben uns registriert. Wir gehören jetzt dazu, ob wir wollen oder nicht.


Die Mennoniten
Die ersten Mennoniten hatten wir in Paraguay gesehen. Im Reiseführer entdeckten wir dazu ein Foto mit weissblonden nordischen Menschen, die Latzhosen, Cowboyhut und altmodische Hemden tragen, und nach diesen Kennzeichen hatten wir einen identifiziert, der in Asuncion an einer Ecke Käse verkaufte. Im paraguayischen Chaco (der leeren Nordhälfte des Landes) seien mehrere Mennoniten-Siedlungen, erfuhren wir. Der Chaco Paraguays grenzt im Norden an die bolivianische Provinz Santa Cruz, und in dieser, im weiten Südosten, in dem sich die Jesuitenmissionen befinden, die wir auch noch besuchen wollen, dort sind weitere Mennonitensiedlungen.
Mennoniten in einer Marktstraße von Sta. Cruz
In Sta. Cruz stolpern wir über eine ganze Menge von ihnen. Offensichtlich ist der Sektor des Marktviertels, durch den wir vom Hotel aus in die Innenstadt gehen, DER Einkaufsbezirk der Mennoniten. Dort sind Sammeltaxis, mit denen sie kommen und in ihre Dörfer zurückfahren, und dort sehen wir Beschriftungen in deutscher Sprache und Sprüche wie “Mennoniten erwünscht” … Sie schätzen es nicht, wenn man sie fotografiert, was nicht wirklich zu verübeln ist, wer will schon als Zootier betrachtet werden. Aber einige Gesamtaufnahmen der Marktstrassen gelingen uns doch.  Wir sehen auch gleich mehrere behinderte Mennoniten mit Down-Syndrom u.Ä., was uns ein Zeichen von jahrhundertelanger Inzucht zu sein scheint. Oder es ist nur Zufall …



Auch in Trinidad gibt es Mennoniten (in Bolivien waren es zum Census 2001 insgesamt etwa 37.000; bei durchschnittlich 5,5 Kindern pro Familie müssten es heute noch deutlich mehr sein), und Erick schlägt vor, einen Ausflug in eine der Siedlungen zu machen. Er weiss zu berichten, dass die Mennoniten von der jetzigen Regierung nicht geschätzt werden. Man versucht offenbar, einen Landkauf von 50.000 ha rückgängig zu machen, der unter einer vorherigen Regierung abgewickelt wurde.  In irgendeiner Quelle lese ich, dass sie sich sehr viel Land illegal angeeignet hätten. Das bezieht sich wohl auf die Kuhhändel, die diese vorherige Regierung gemacht hat, denn offenbar haben die Mennoniten offizielle Titel für das Land, obwohl es Land von indigenen Gruppen ist, das zumindest der heutigen Gesetzgebung nach gar nicht verkauft werden kann. Die Mennoniten beuteten das Land aus und verliessen es danach, das sei schlecht für den Urwald, kritisert man. Allerdings meint Erick, sie hätten auf ca. 3500 ha (von diesen 50.000) schon eine neue Siedlung angelegt und bewirtschafteten das Land, da könnte man sie doch nicht rausschmeissen – was Ingrid und ihre Partei offenbar wollen … An anderer Stelle lese ich auch, dass man ihnen vorwirft, eine Gefahr zu sein, weil sie so viel Geld hätten, dass sie damit kaufen könnten, wen sie wollten. Nicht “was”, sondern “wen”!

Wir fahren zu Ericks Bauernhof und von dort aus weiter auf der Landstrasse, durch weitgehend bewirtschaftetes Land, und dann biegen wir ab auf einen besseren Feldweg, der nach Norden führt. Rechts und links ist viel Sumpf, streckenweise Reisanbau, dann aber auch überwiegend Urwald, viele Wasservögel und Wasserschweine, aber Erick braust erbarmungslos durch alle Schlaglöcher, keine Fotos, keine Ruhe, Festklammern und Durchhalten ist die Parole. 
Aus dem fahrenden Auto

An zwei, drei Stellen öffnet sich der Vegetationsvorhang und eine Siedlung kommt in Sicht: jeweils ein oder zwei Dutzend Häuser, die wie Pfahlbauten im unteren Bereich weitgehend offen sind, damit die Luft durchkann, kaum Wände, so weit ich sehe auch keinerlei Installationen, Strohdächer. Erick hält irgendwo, hupt, wartet bis jemand kommt, ein Bekannter, der hier Häuser aus echten Ziegeln errichtet: das erste ist für ihn selber, die anderen (2) für Nachbarn: das sei ein Projekt der Weltbank, berichtet er stolz. Wir fahren weiter. Nach gut 2 Stunden kommt ein Schild und ein bewachtes Tor zur Siedlung “Grünland”. Hier wird der Weg etwas weniger holperig. Wir werden problemlos eingelassen – Erick meint, die Wache sei da, weil man Angst vor den Regierungstruppen habe, die die Siedlung auflösen wollen. Rechts und links des Weges erscheinen nun Wohnhäuser, alle im selben Stil, schlicht, aber sehr gross und solide, aussen hinter jedem Gebäude ein WC-Häuschen, drumherum angelegte Gärten (alles ohne Zäune, aber mit deutlichen Parzellengrenzen), Werkstätten und landwirtschaftliche Anlagen. 

Mennoniten-Traktor
Wir sehen Traktoren mit Rädern aus Eisen , was im Acker sicher hilfreich ist. Davon berichtete auch schon der Reiseführer: zum Spazierenfahren solle so ein Traktor ohnehin nicht dienen, das sei nicht gottgefällig. Es gibt das eine oder andere Moped, aber die meisten Leute, die wir sehen, bewegen sich mit Pferdewagen vorwärts. Ist hier sicher auch das Bequemste und macht deutlich weniger Dreck als das staubaufwirbelnde Auto. Wir fragen nach dem Lager, wo es nach Ericks Vermutung deutsche Wurst und Käse und sowas zu kaufen gibt, aber es ist einfach ein mittelmässig sortierter Laden in dem es alles mögliche an bolivianischen Dingen zu kaufen gibt. An der Tür informiert ein Schild auf deutsch “es gibt Schweinfleisch” (ohne "e") und “heute auch Rindfleisch”. Wir kaufen nur ein paar Kekse und CocaCola – kein Mennoniten-Essen, ich hatte gedacht, es gäbe zumindest deutschen Kuchen. Wir sehen übrigens nur Männer. Die jungen Männer sprechen spanisch, die älteren kaum. Erick fragt sich zu einem anderen Gebäude durch, wo er mit drei Brüdern verhandelt, die ihm säckeweise Soja verkaufen, das er für seine Kühe einpackt. Die Brüder sind freundlich und interessiert, sprechen spanisch und verhandeln hart um den Preis. Die ganze Landwirtschaft macht einen super-gepflegten und gut organisierten Eindruck. Der eine Bruder will Erick ein Schwein verkaufen. Er habe 70 auf seiner Parzelle, nein, keine Zuchtsäue, sondern schlachtreif gemästet. Erick scheint interessiert, ich sehe uns im Geiste schon mit einem Schwein auf der Ladefläche zurückfahren, aber er dreht ab. 11 Bolivianos/kg Lebendgewicht sei zuviel, er zahle höchstens 10. Aber es war wohl handeln um des Handelns willen.

Wikipedia sagt: Mennoniten sind eine evangelische Freikirche, die auf die Täuferbewegungen der Reformationszeit zurückgeht. Der Name leitet sich von dem aus Friesland stammenden Theologen Menno Simons (1496–1561) ab. Als Täufer sind die Mennoniten geschichtlich eng mit den Hutterern und Amischen verbunden.”


Nach dem, was wir so gelesen haben, sind die Mennoniten vor ca. 300 Jahren aus Deutschland, dem Niederrhein und den Niederlanden ausgewandert, wohl überwiegend nach Nordamerika, wo sie offenbar Anfang des 20. Jhs. nicht mehr so recht geduldet waren oder nicht mehr machen konnten, was sie wollten. Von da sind sie jedenfalls in Gruppen nach Südamerika eingewandert und halten seitdem ihren sehr asketischen Lebensstil, ihr Alt-Plattdeutsch als Umgangssprache und ihre Privilegien, was einheimische Schulen (die sie nicht besuchen), Steuern und Militärdienst angeht. Hier sollte Evo eher ansetzen und nicht da, wo man den Leuten einmal verkauftes Land wieder wegnimmt. Land in dieser Gegend wird nämlich an Bolivianer verschenkt, wenn sie es bewirtschaften. Diese Mennoniten sind ja auch Bolivianer.  Und es scheint nicht wirklich plausible, dass sie da, wo sie Siedlungen bauen, das Land so ausbeuten, dass es danach nichts mehr trägt, obwohl die Agrarwissenschaftler der Regierung behaupten, sie würden das schier nomadisch betreiben und das unfruchtbar gemachte Land einfach verlassen. Die Aussicht, dass hier 50.000 ha Urwald gerodet werden, hatte wohl auch Umweltschützer aufs Tapet gerufen, aber ich lese auch, dass brasilianische Grossgrundbesitzer 3x so viel Land erworben haben wie die Mennoniten, und auch die Japaner sind präsent. Die Tradition, dass die bolivianischen Regierungen ihr Land verschleudern, scheint seit Melgarejo (1864-71 Präsident, der der den Meereszugang an Chile für ein Pferd abgetreten hat) nicht abgerissen zu sein.
Wir haben kaum Fotos geschossen und sind den langen Weg hungrig wieder zurückgerumpelt, irgendwie seltsam berührt von diesen Leuten, die da so stur und sicherlich mit enormem sozialem Druck auf ihre Jugend ihren traditionellen Kram machen und sich – so gut sie können – vom Rest der Welt abschotten. Die Bolivianer nennen sie die Menonas und sehen sie als Fremdkörper (sie würden sich nicht ins System integrieren), während gleichzeitig 37 Ethnien und ihre Besonderheiten in der neuen Verfassung des “plurinationalen Staates Bolivien” geschützt werden. Darunter ist auch ein Amazonasstamm, von dem man nicht weiss, ob überhaupt noch ein Repräsentant lebt, ein anderer Stamm hat 17 Mitglieder und weigert sich, sich weiter zu reproduzieren, weil seine Mitglieder in dieser Welt keine Zukunft für sich sehen … aber weder Weisse noch so seltsame Pflänzchen wie Mennoniten tauchen in dieser Liste der Ethnien auf (Schwarze übrigens schon …). 

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