9. Januar 2013

Córdoba

AVISO: Estamos en Huaco y no hay posibilidad alguna de conectarse a internet. Hoy hemos venido a Jáchal (40 km, habiéndonos levantado a las 6 de la madrugada) y estamos en una gasolinera de la nacionalizada YPF, único lugar del pueblo que tiene contactos (lentos) con las esferas cibersiderales. Hemos podido cargar estos textos, pero sólo alguna foto.
Nos acordamos de todos vosotros, pero especialmente de Mayo.




Córdoba, llana sí, pero no sultana
Escribo este tag en Huaco (Jáchal), el desierto del norte de Argentina, donde no llega el internet, así que estamos incomunicados, presos del calor en nuestra cabaña y esperando que sean las siete de la tarde para salir a dar una vuelta.
Sólo ha pasado semana y media y ya parecen lejanos los cálidos días pasados en Córdoba, la ciudad más limpia, moderna y cosmopolita que hemos visto en el interior del país. El viaje desde Corrientes fue, finalmente, muy cómodo: aquella agencia amiga de Rebeca nos metió miedo con las fechas y nos dijo que casi seguro que no habría billetes la víspera de navidad, así que nos endiñó unos en „autobús-cama-ejecutivo“ que luego resultó que iba medio vacío. Tanto mejor. Pude estirar los pies en todas las direcciones cardinales y llegamos relativamente descansados a Córdoba a las siete de la mañana. Con el sol naciente pudimos admirar la blanca skyline de la ciudad plantada en la llanura, dueña de la luz, entre los verdes alrededores.
Córdoba es una ciudad cara. Acostumbrados a los precios de Paraguay, los 80 AR$ que nos cobran por el desayuno en la terminal nos dejan sorprendidos. La casa de los padres de Alicia, nuestra vecina madrileña del tercero, está en el extrarradio, pasado el cinturón de circunvalación. 
Para coger un taxi, los viajeros han de formar una larga cola que se va embutiendo en un embudo hecho con vallas metálicas de las que se usan para las obras y al final se sale de ellas como con guentagotas, uno por uno, como los venados que van a ser fecundados o vacunados o esterilizados. Es fácil deducir quien ha montado el tinglado: al final del embudo, un mozo maletero va abriendo al viajero correspondiente la puerta del taxi, mete la maleta en el asiento delantero y exige 2 AR$. Son sólo 0,30 €, pero no veo porqué tendría que dárselos. Me niego a que nadie toque mi maleta y a pagar ese impuesto („No tengo cambio“, le digo), pero el zorro del maletero le pide los 2 pesos al taxista y le encarga que nos los cobre a nosotros. Mi indignación es manifiesta y le digo al taxista „Es asunto de usted, no mío“. Menos mal que el tipo es simpático y empieza a darme la razón con una buena ración de sorna: Me explica que se trata de mendicidad y paro encubiertos y que es una de las consecuencias de la política de la Kirchner, que, como paga tan poco subsidio a los parados, éstos se ven obligados a rapiñear donde pueden. Luego empieza a contarnos que su abuelo emigró desde Córdoba (Andalucía) y llegó a Uruguay, pero cuando se enteró de que en Argentina existía otra Córdoba, no paró hasta conseguir establecerse en ella. El tipo habla con una gracia que podría ser andaluza, pero es argentina, mejor, cordobesa: la melodía de la frase es suave, nada que ver con el amanerado soniquete porteño, y cada palabra se apoya en una de las vocales, que se pronuncia larga, como arrastrada, dando al pensamiento un ritmo de tira y afloja en el que se columpia la socarronería. Pasamos por parques verdes realmente bonitos, edificios globalizados, comercios modernos, carreteras bien asfaltadas. En el barrio de nuestra dirección abundan los „countries“ de nueva construcción. Un Country, explica el taxista, es una colonia de casas vallada y con guardias de seguridad. Pero nosotros no vamos a ningún country. Cuando llegamos, la acogida es tan afectuosa que él mismo se demora y asiste sorprendido a los saludos, abrazos y presentaciones. Al final, le pago 5 AR$ de más, incluídos los 2 del maletero y nos despedimos como amigos.
La casa de Teo y Estela, los padres de Alicia, está en un solar que da a la carretera, detrás de dos pabellones rojos, en uno de ellos está la farmacia de Daniela, la hermana; el otro ha sido arrendado a un par de tiendas. La casa es una maravilla de sencillez y acertada construcción. Detrás de ella se extiende un campo semiasilvestrado, con flores que cuida Estela, la madre, un gran prado de césped („pasto“, lo llaman aquí, aunque no haya rumiantes para ramonearlo) y, un poco más allá, bajo un sauce llorón rizado („eléctrico“), la pileta portátil que acaban de montar y que sirve de bañera japonesa para toda la familia (al final del día el agua está tan caliente que uno podría pensar que se baña en té, pero esto no resta ni un ápice de humor al baño familiar).
A la izquierda del prado queda el taller de Teo, que no es precario como los garajes que se suelen ver, sino construído en el mismo estilo que la casa, con una bonita arquitectura de ladrillo que recuerda a Poelzig y los edificios de la Bauhaus. Teo hace por encargo placas y piezas de acero para fábricas de maquinaria. Lo admirable de su taller es que todas las máquinas que hay en él han sido también construídas por Teo, bricolagista de alta precisión.
Los ocho días que pasamos en Córdoba fueron días de descanso, familia, afecto, tranquilidad, buena comida, gran colada y paseos por la animada vida nocturna de la ciudad, un par de excursiones a los alrededores y charlas en la piscina. Sentados en el jacuzzi estático, Teo hace alarde de su voz gardeliana y de su gran afición, cantar tangos: tiene incluso un amigo bandeonista con el que actúa en círculos semiprivados. También le gustan, como a mí, la películas viejas argentinas de Hugo del Carril, del propio Gardel...
Hablando y hablando, me entero de que tanto él como Estela fueron represaliados por la junta militar y pasaron cuatro años encarcelados. Alicia, la hija menor, tenía apenas un año y las tres hermanas fueron acogidas en casa de los abuelos. Imposible no acabar preguntando por todo esto una vez que el tema ha sido mencionado; menos mal que él parece no tener demasiados reparos a hablar de su experiencia, donde lo peor, me dice, fue el mes que estuvo secuestrado en una casa de Córdoba --a oscuras, apaleado, incomunicado, perdido--; peor, incluso, que los años posteriores de cárcel sin saber qué era de su familia.

Placa en una casa que
fue cárcel clandestina
Para mí, lo más escandaloso de toda esta historia no fue la actuación de los militares (que a fuerza de archirrepetida está como sobada y casi sancionada -no como la nuestra de Franco, Fraga y congéneres, que aún sepasean indemnes por las páginas de la historia de España), digo, no la criminal actuación de los militares fue lo más escandalosos, sino la complicidad callada y eficaz de las multinacionales: Antes de caer preso, Teo trabajaba como inspector de control de calidad en la Volkswagen. La fábrica de coches alemana, que tiene amplia experiencia de colaboracionismo con las dictaduras ya desde los tiempos de Hitler (el cual, se puede decir, fue quien la fundó), no quiso readmitirle tras haber pasado por las cárceles de la dictadura militar y Teo se vió obligado a empezar de nuevo. Un amigo y ex-compañero de trabajo, que también se había independizado de la VW, le encargó que fabricara algunas piezas para su nueva empresa y así empezó a montarse su propio taller. Con su marcado acento cordobés, Teo habla de las dificultades vividas, de los trabajos para sacar adelante a la familia, para remontar la escala social y cuenta los detalles con un distanciamiento que diluye cualquier poso de amargura de la conversación.
El último día de nuestra estancia en Córdoba nos llevaron a cenar a casa de su amiga Mirta, para celebrar su recién cumpleaños. Mirta es viuda de desaparecido y había otra mujer más, entre los que allí estábamos, de la misma condición. José, por su parte, trabaja en una villa cordobesa (alguien ha visto „El Elefante Blanco“, la mediocre pero muy informativa película de Darín?)... Así se fue completando la docena de comensales.
La cena fue buenísima, la carne al horno, estupenda; el pollo al aspic, inolvidable; la gente, simpatiquísima, abierta, alegre. Bebimos un poco de más, mascamos algunas hojas de coca de más, hablamos de lo que se suele cuando se ha ingerido un poco demasiado de todo y, pasada la medianoche, nos despedimos como si nos conociéramos de toda la vida.
En la gran empatía que me hace sentir esta gente cordobesa, se abre alguna grieta al tratar de comprender el fenómeno del peronismo, algo que para cualquier extranjero resulta incomprensible, supongo, y no digamos ya la histriónica figura de la Kirchner. Particularmente no acabo de entender cómo puede ser tomada en serio esa viuda vestida con negligées de luto, con las uñas esculpidas enganchándosele en la chompa negra y remedando, a golpes de melena y en nombre de Dios, los discursos de Evita Perón, inaugurando calles, parques y películas con el nombre de su marido... Se rumorea que tiene las pezuñas metidas en negocios hoteleros en El Calafate, zona de turismo que ella misma ha promocionado y su nombre está escrito en pintadas con los mismos eslóganes, caligrafía y tinta en tapias de todo país („Clarín, con la democracia no se jode. Todos unidos y organizados con Cristina“), lo cual demuestra un marqueting político desmesurado; su presencia en TV es constante para soltar sus vacuos discursos autodefensivos y autopropagandísticos... Y, sin embargo, este grupo de gente con la que hemos cenado, gente comprometida con las ideas de la izquierda, de probada conciencia social y habiendo puesto la carne en el asador, la respeta, apoya su política social y no tiene en cuenta esos excesos personalistas ni esos coqueteos „a lo Evita“... Sinceramente, es un fenómeno que no entiendo ni me atrevo a descalificar superficialmente.

Una excursón a la Quebrada del Hornillos

Un día fuimos con Alicia y Carmelo hasta la baja sierra que se levanta al oeste de la Córdoba, a unos 30 km. El trayecto en autobús, de casi dos horas porque hasta allí llegan los barrios residenciales de la capital, termina en el dique del pantano que hay en Río Ceballos, donde las aguas del arroyo Hornillos son retenidas en una pequeña presa. Remontamos los „teóricos“ 3 kms hasta llegar a una cascada cercana al nacimiento del arroyo.
El camino es de grandes piedras rodadas que obstruyen el cauce y, a trechos, hacen el paso bastante difícil, por lo menos lo suficiente para demostrarnos que ya no sómos tan jóvenes como pensamos. Más que la dificultad del paso, lo que entorpece la marcha (el síntoma de la vejez) es el temor a una caída, a una ruptura o a un accidente que de al traste con un hueso o, incluso, con nuestro viaje lento. El miedo siempre corta las alas, se come el alma, como en aquella película de Fassbinder. El paisaje es perfecto, los montes se elevan a ambos lados con las laderas cubiertas de árboles que proporcionan sombra, en las praderitas de la orilla pace algún caballo, las pozas que forma el agua del regato (supongo que por eso se llama „Hornillos“) resarcen del calor.
 Por fin llegamos a la ansiada cascada. Durante las últimas dos horas hemos preguntado por ella a los que regresaban y la contestación era unánime: „Ahi arriba, no más, a un cuarto de hora!“. La cascada no es de las que podrían formar parte del patrimonio universal, gracias a Dios, pero sí que es muy bonita y nos podemos bañar en ella. En un día laborable esto puede ser el paraíso. El sábado 22, antes de navidad, hay bastante gente, grupos de jóvenes y un par de familias numerosas que con bañadores de marca y cierto tufo a Opus Dei.

De vuelta nadamos también en el pantano y nos tomamos una cerveza en un quiosco ambulante en el que solo dan „un vaso“ por litrona. Habráse visto cutrerío!
Detalles así, escatimando miserias, que expresan la extrema necesidad en que vive la gente del interior, los sufrimos en nuestra segunda excursión, a la que fuimos sólo Sabine y yo.



















Vivan los turistas!

Los jesuítas, además de misiones en Titicaca, Chiloé, Paraguay, Argentina y Brasil, también tenían „negocios“ en la provincia de Córdoba. En la capital fundaron la univesidad y tenían un colegio y una iglesia y, cerca, en un pueblo que se llama Jesús María, tres o cuatro estancias que explotaban con alto rendimiento económico y que les servía para compensar los altos impuestos con que los borbones gravaban las misiones guaraníes. Una de estas haciendas, Colonia Caroya, estaba dedicada a la agricultura. Cuando los jesuítas fueron expulsados, se convirtió en fábrica de armas. La segunda, Estancia Jesús María, estaba dedicada a la producción de vino, con vides que los jesuítas trajeron de Pisco, en Perú, donde las habían introducido anteriormente. La tercera, Estancia Santa Catalina, estaba dedicada a la cría de ganado. Nosotros, ilusos, pensamos que quizás podríamos llegar a las tres en coche de línea y visitarlas en un sólo día. La distancia desde Córdoba era de unos 60 km.
Así que salimos de casa antes de las ocho de la mañana y sin desayunar. Ya desayunaríamos en la estación, no en el bar de los 80 pesos, sino en otro menos ostentoso. Entramos en un garito con pinta de mensa universitaria, llamado „El Cairo“ y situado justo a la entrada de la terminal. Una (sota) camarera se encargó, sin preguntar, de traernos dos cafés con leche deplorables y dos mediaslunas. Cuando nos dijo la cuenta, de nuevo se le puso en el hocico la cantidad de 80 pesos. Qué poca vergüenza! Le dije que quería la cuenta detallada. Al fin y al cabo el primer día habíamos tomado zumo de naranja y hoy habíamos prescindido de él. La sota volvió diciendo que los dos cafés dobles (inventados) costaban tanto y las dos medialunas cuanto. Fui a la barra a hablar con la peripuesta y recién revocada jefa y ella me repitió con cara de as de bastos la misma cantinela. Le dije entonces que me diera la cuenta por escrito para mostrársela a la policía, y, cuando salíamos, llegó la sota al trote diciendo que se había confundido y que eran 60 pesos (lo que suele costar un desayuno así es 30 pesos, como mucho). Sin duda debería haber sido yo más rotundo, pero se iba el autobús. No había policía para reclamar; en turismo me mandaron al ERSEP (ente de regulación de servicios públicos), y allí dejé mi reclamación para que la tiraran „al papelero“ o adonde quisieran. A reclamaciones por abusos sin respuesta y sin eficacia estamos ya bien acostumbrados los madrileños. Lo que nunca perdonaré a aquellas dos „cairotas“ es que me estropearan el empiece de la excusrsión.
Una hora después llegábamos a Jesús María (sin José). La ciudad es bastante anodina, si no fuera porque en ella se celebra, precisamente este fin de semana que escribo, un „Festival Nacional de Doma y Folklore“
Equino tras el festival de Doma y Folklore de Jesús María
 (lo he visto un par de veces en televisores al paso: se trata de un rodeo „americano“ acompañado de payadores y, por la noche, recitales de música tradicional. Si no hubiera sido por el calendario, estaríamos allí, pero retroceder 1000 km es excesivo. Y después de la experiencia, la ciudad tampoco invita a volver).
A pesar de las maravillas cantadas de prospectos y anunciadas como patrimonios de tooda la humanidad, en Jesús María no había ni una sóla indicación, ni una flecha, ni un indicio de dónde estaban las haciendas jesuítas. El kiosko de información de la plaza estaba cerrado, la gente parecía no tener ni idea de lo que buscábamos, hasta que, preguntando, preguntando, llegamos al consistorio y, allí, una señorita bastante simpática nos explicó
pormenorizadamente cómo se llegaba a Colonia Caroya y nos dibujó con bolígrafo el itinerario en el plano, calle por calle. La dejamos hablar y pintar porque lo hacía con tanta unción y arrastrando de tal manera las vocales, a la cordobesa, que yo no pude dejar de admirarme. Seguiimos sus indicaciones.
Tras andar casi 5 km buscando la sombra de los árboles, arrivamos a un „country“ de militares y, la sargento que estaba a la puerta, nos dijo que la colonia estaba al otro lado del pueblo, „más allá del museo de armas“. Por lo visto, la funcionaria del ayuntamiento era disléxica y desde un determinado cruce nos había dirigido en dirección contraria.
El posible cabreo por el paseo al sol y el tiempo perdido se disolvió en el recuerdo de la simpatía sin paliativos de la funcionaria. Nos fuimos entonces a la segunda Hacienda, la de Jesús María; Sabine con el plano ante la nariz, y llegamos pronto y bien, a pesar de que no había ningún indicador.
Grafitti en Jesús María
En la puerta se cortaba la uñas un segurata semiadormecido que ni se dignó saludar. Tras preguntarle si se podía visitar el recinto, arrastró los pies y al rato volvió una señorita que debía estar en su escondite traspuesta del todo. Nos despachó las entradas con cara de no mirar y, con la misma cara, nos prohibió, con voz de robot, „ingresar al recinto con máquina de fotos“. Las probas funcionarias del turismo argentino me tienen hasta los mismísimos: ellas son las que, como sus colegas mundiales, pintarrajean mapas y planos con cruces, rayas y círculos que los dejan inservibles y confusos; ellas las que explican con desgana, mirando a la pared o a sus colegas o a quienes pasan por la calle, lo que se puede hacer y dejar de hacer;
Restos arqueólogicos del siglo XVIIIi?

las mismas que no tienen ni idea de qué hay tres calles más allá de su oficina, que no saben contestar a lo que se les pregunta, sino que se limitan a leer el prospecto o a recomendar lo más caro. Esas mismas son las se vuelven celosas de su deber reprimiendo, defendiendo como buenas guardianas la prohibición de sacar fotos que algún jefe incompetente les ha ordenado por fax. La disculpa más normal es que „ha habido un robo“ y, sin que haya relación directa, es imposible sacar fotos en el museo, con o sin flash, dentro o fuera del recinto... imposible
Tal que así era la cocina de la Hacienda Jesuitica
que estaba prohibido fotografiar

hacerles entender que uno de los postulados fundamentales del turismo es pregonar la mercancía, porque, desde que se inventó el comercio, el „paño en el arca no se vende“.
Visito con mala hostia el terreno prohibido y niego el saludo a los otros dos seguratas del recinto que vigilan que no se hagan fotos. Al concluir la visita me doy cuenta de que quizás es un buen museo, con piezas interesantes quizás, pero cómo lo diría yo, si la rabia no me ha dejado verlo?
Decidimos ir a la tercera Hacienda, la de Santa Catalina, dedicada a la cría de ganado y actualmente propiedad privada, pero, eso sí, „patrimonio de la humanidad“, que viste mucho. Está a unos 20 km de Jesús María y hay que ir en taxi. Ante la estación de autobuses hay un cartel explicitando: „Precios de los taxis y remises: bajada de bandera, 5 pesos; kilómetro de recorrido, 4 pesos; minuto de espera, 6 pesos“. Al llegar, le pregunto a la primera taxista de la fila, una rubia oxigenada con suéter de piel de tigre, cuánto costará ir a la Hacienda: „Aquéllo es precioso, lindísimo, no lo conocés? Te va a gustar! Un momento y estoy preguntando por teléfono!“ Y llama a su operadora mientras me sigue alabando el lugar. Al final contesta: „Y... son 160 pesos de ida más lo que tarde la visita y, luego, la vuelta“.
Mas o menos así eran las letrinas de la Hacienda
 Le contesto que no me interesa, le señalo el cartel de los precios y me voy. La muy ladina nos quiere cobrar justo el doble y obligarnos a hacer la visita contra reloj! Pero ya no tenemos ganas hacer el número del turista imbécil por los aledaños de Córdoba. Nos sacamos un billete de vuelta a la capital. Cuando estamos en la cola, la rubia del tigre sintético viene: „que se ha confundido y que luego ha hablado con otra operadora y que sale por...“ Sin dejarla terminar, le digo cortante: Señora, que no nos interesa, adios!


Y nos volvemos a Córdoba.
En la capital tratamos de seguir con el tema del día y visitar el Colegio y la Universidad de los Jesuítas. El colegio no se puede visitar porque entorpece a los alumnos que estudian en él. La universidad tiene un cartel diciendo: „Horario, de 9 a 19 h“, pero cuando vamos a sacar entradas, sale otra proba secretaria y anuncia: „Ese horario es el mío, o sea, yo tengo que estar aquí para decirles que las visitas son los jueves a las 11 de la mañana; fuera de ese tiempo sólo se pueden ver los patios.

Sesudo pensamiento psicofilosófico a la entrada de la universidad de Córdoba
Qué bien! acabamos de finiquitar un tema nos interesaba y que era „nuestro“ patrimonio.
Mientras masticamos por la calle nuestro rotundo fracaso del día, desde una terraza de la zona peatonal nos llama Carmelo; está con Alicia y Daniela disfrutando a la sombra de una soberana cerveza. Ellos sí que saben! Nos juntamos y renunciamos a la oferta cultural cordobesa.
No hay duda de que nos hemos equivocado de museos: podríamos haber elegido Alta Gracia, donde está la casa natal del Ché, o los museos de la capital. Qué lástima!
Al día siguiente a mí no me quedan ganas de volver a Córdoba; prefiero quedarme escribiendo en el acogedor refugio familiar, porque llevo bastante retraso en el Blog. Sabine sí va y regresa con fotos estupendas (que todo el mundo puede ver en su tag).

Perros policías vigilan la Hacienda Jesuítica de Jesús María

(9.1.) Es tut uns leid! Wir sind in der totalen Internet-Diaspora. In einer Tankstelle, 40 km von unserem derzeitigen Aufenthaltsort entfernt, gelingt es uns, die Texte hochzuladen, aber bei den Fotos streikt das Netz! Wir hoffen, die Fotos am Wochenende nachladen zu können! Grüsse aus Huaco bzw. Jáchal von Sabine und Gabriel(Jetzt sind wohl alle Cordoba-Fotos drin (12.1.)



Cordoba
Teo und Carmelo (schw.-weiß-Fotos von Carmelo)
Wo soll ich anfangen? Eine gute Woche haben wir wie Gott in Frankreich gelebt, in der Gesellschaft unserer Freunde und Nachbarn aus dem dritten Stock in Madrid, Carmelo und Alicia, bei Alicias Eltern am Stadtrand von Cordoba, in ihrem hübschen Häuschen mit dem grossen Garten und der schwesterlichen Apotheke.
Estela und Gabriel
Teo und Alicia
Die 3-Millionen-Stadt Cordoba haben wir in einer 12-stündigen Nachtfahrt in einem relativ bequemen Schlafbus erreicht – im Morgenlicht erscheint eine Skyline wie Manhatten (na gut, doch etwas kleiner), klare Luft, Frische, keine Schwüle mehr, keine Hitze, ein mediterraner Frühsommer-Eindruck.
Empfangen wurden wir mit viel Herzlichkeit und Fröhlichkeit, immer war eine Flasche Wein zur Hand, und im Garten gab es einen Gartenschlauch und eine “Pileta”, d.h. ein aufstellbares kleines Schwimmbecken, das bei Hitze die Funktion einer Familienbadewanne erfüllte.
Carmelos Kochkünste haben uns während dieser Tage hervorragend versorgt, die Ruhe unter der Trauerweide verleitet zum Lesen und Dösen oder dient als Zimmer, in dem Mutter und Tochter vertraulich schwatzten, im letzten vom Sturm verschonten Eukalyptus krächzt die Papageien-Kolonie und der grosse Leguan, der irgendwo unter dem Beton vor Teos Werkstatt wohnt, schlappt triefig quer über den Rasen, auf der Suche nach Mäusen oder anderem Futter.
Das "Haustier" der Cavigliassos / Iguana, "mascota" de la familia

Wir wurden fest in die Familie integriert, haben mit Schwester Daniela in der Apotheke geschwatzt, mit Schwager Sergio gefachsimpelt, uns Teos Werkstatt mit den Praezisionsteilen für Waagen angeschaut und seinen Erzählungen aus der schönen und der weniger schönen Vergangenheit gelauscht, wir haben Stunden mit Stella und Alicia Mate-schlürfend am Esstisch gehockt und gequatscht, haben uns mit Freunden von Alicia in der Stadt getroffen und nette Kneipen kennen gelernt, sind über den Weihnachts-Kunsthandwerksmarkt gebummelt, haben gemeinsam Feste gefeiert und einen herrlichen und auch einen frustrierenden Ausflug unternommen. Mit die schönsten Momente waren, wenn irgendein Thema Teo an einen Tango-Text erinnerte und er mit viel Konzentration und weicher Stimme einen Tango anstimmte, einfach so, für sich und für uns.


Mit Daniela und Sergio


Zu Weihnachten gab es ein grosses Familien-Essen, zu dem alle beigetragen haben. Zum Glück war es wenig steif und wenig förmlich, der Tisch stand auf dem Rasen und alle waren guter Dinge. Es war der heisseste Tag der Saison, man konnte kaum atmen und tagsüber spritzten sich alle jede halbe Stunde mit dem Gartenschlauch ab oder verliessen die lauwarme Pileta erst gar nicht. Nach dem Abendessen, nachts um 1, hat Teo den Rasensprenkler angestellt, unter dem wir alle nass wurden und uns so ein wenig abkühlen konnten. Es war einfach ganz ungeheuer heiss, und dann, gegen 4 Uhr morgens, als wir voll des guten Weines, des Champagners und des Grillfleisches in den Betten lagen, tat es einen ordentlichen Schlag, alle Fenster schlugen zu, es kam ein wilder Sturm auf, und die Temperaturen fielen in den Keller. In den Tagen danach war es wieder mild bis kühl und angenehm, aber der Weihnachtsabend selber war wirklich denkwürdig warm.


Die Stadt
Cordoba ist die zweitgrösste Stadt Argentiniens, mitten im Land auf einer endlosen Ebene gelegen, die im Süden in die Pampa übergeht, im Norden in den Chaco (was m.E. nur zwei Namen für denselben Landschaftstyp sind, nämlich Steppe, mal feuchter, mal trockener).

Wenn man durch so viel leeres Land gefahren ist wie wir, dann glaubt man es kaum, dass hier am Ende der Welt noch Zivilisation sein sollte. Aber es kommt eben auf den Blickwinkel an. Es könnte auch der Nabel der Welt sein. Die Stadt wirkt so ungeheuer normal oder global oder wie auch immer man das nennen will, was auf uns Mitteleuropäer einen vertauten Eindruck macht. Keine sichtbare Armut, kaum Menschen indianischer Abstammung, überall Ordnung und Strassenzüge, die einen adretten und wohlhabenden Eindruck machen. Ohne irgendwie besonders zu sein.

Gabriel nennt das “stumme Städte”, Städte, die ihm nichts sagen. Ja, man entwickelt kein wirkliches Gefühl für diese Stadt, aber mir gefällt die Innenstadt, die sehr lebendig ist, voller Studenten und mit vielen Lokalen, dazu eine wahrlich tolle Art, die Hitze aus den Einkaufsstrassen raus zu halten, indem sie mit Gerüsten versehen wurden, an denen Bougainvilles heraufranken. Irgendwo habe ich gelesen, dass diese Gerüste verhindern, dass Feuerwehrautos in die Strassen reinfahren können. Das kann wirklich ein Problem sein, gebe ich zu, aber im Moment gefällt mir der Eindruck einfach. Ausserdem gibt es viele nette Plätze voller Strassencafés, also, ich kann mir vorstellen, dass man hier ganz angenehm leben oder studieren könnte.
No hay mejor consuelo que una buena cerveza fresca / ... mit Carmelo, Alicia und ihrer Schwester Daniela, die erst um 5 wieder in der Apotheke sein muss; bleibt Zeit für ein kühles Bier


Ausflüge in die Natur, zur Weltkultur, mit Unkultur
Cordoba liegt etwa auf 400 m Höhe, und westlich und nördlich davon gibt es einige niedrigere Bergketten mit Ausflugsorten. Mit Carmelo und Alicia sind wir in fast 2 Stunden Busfahrt zur “Quebrada” gefahren, wo ein kleiner Staudamm das Wasser eines Baches auffängt.



Diesen Bach sind wir entlanggewandert, sehr steinig, aber sehr schön, unterwegs konnte man sich in den Gumpen baden, und am Schluss winkte ein kleiner Wasserfall. Wir haben gepicknickt und uns ein wenig bewegt, niemand hat sich ein Bein gebrochen, und am Schluss gab es sogarein Bier in einem Kiosk – ein ganz gelungener Ausflug!
Der zweite Ausflug war der frustrierende, den Gabriel unter den “aergerlichsten Tagen seines Lebens” abgespeichert hat. Ich, die ich es meistens zu anstrengend finde, mich aufzuregen, habe den den Tag unter “Erfahrungen, die das Leben so mit sich bringt” abgespeichert. Es ging in einen Ort namens JesusMaria, ein weiterer Beitrag zum Jesuitenthema.
Während sich im Nordosten Argentiniens und in Paraguay die Jesuiten um das Seelenheil der Guaranis mühten, konzentrierten sie sich in Cordoba auf die Repraesentanz und in einigen Estancias (besseren Landgütern in der Umgebung) um ihr eigenes leibliches Wohl. Auch dies alles gehört seit 30 Jahren zum Unesco-Weltkulturerbe. Was nicht heissen soll, dass “die Welt” das so einfach angucken kann. Die Jesuitenkirche in Cordoba – das Reichtum-Protzendste, was ich in Lateinamerika gesehen habe – ist, wenn offen, immerhin frei zugänglich, die Universität daneben – die älteste ganz Südamerikas – kann man um 11 oder um 17 Uhr mit einer Führung ansehen, wenn nicht grade Feiertag ist oder sowas. Das Kolleg Montserrat, auch gleich daneben, ist nur zu 2 Zeitpunkten 2x die Woche zu besichtigen … na ja, war auch nicht so wichtig. Wir werfen einen Blick vorbei an den Zerberussen in die Innenhöfe und trollen uns.

Kathedrale

Decke der Jesuitenkirche

Innenhof der Universität
Noch schwieriger wurde es mit der Besichtigung der Estancias, von denen 3 in Jesus Maria (1 Std. Nördlich von Cordoba) und Umgebung anzusehen sind. Mit dem Bus im Ort angekommen, gibt es keinen Hinweis, kein Schild, kein nix ...schliesslich im Rathaus eine freundliche Tante, die eine Fotokopie eines Stadtplans rauszieht und uns draufmalt, wie wir laufen müssten, um zu 2 der Estancias zu kommen. Es ist schönes Wetter und der 3 km Spaziergang zu der ersten, teilweise entlang einer befahrenen Landstrasse, macht uns kaum etwas aus, ausser, dass wir am Schluss in einem Militaercamp landen, wo man uns sagt, die gesuchte Estancia sei am anderen Ende der Stadt. Wir verzichten. Die zweite finden wir auf eigene Faust. Schliesslich bin ich Geograph!

Estancia JesusMaría

Dort wurden wir unmutig empfangen, sicher waren wir wieder die ersten Besucher des Tages, die die Ruhe der Wächter unterbrachen. Unter Fotoverbot wurden wir eingelassen (Superargument: es habe Diebstahl gegeben, deshalb sei das Fotoverbot erlassen worden). Das alte Gebäude ist wirklich recht schön. Nicht, dass wir ehrlich so scharf auf die Jesuiten wären, aber die religiösen sind die einzigen historischen Bauten, die hier überhaupt erhalten sind und unterhalten werden. Als wir wieder gehen, stolpert ein einsamer Amerikaner die staubige heisse Strasse entlang, wo denn das Museum sei ….
Die dritte Estancia liegt 20 km entfernt, ueber eine unbefestigte Strasse zu erreichen, ohne öffentliches Transportangebot. Die Taxifahrerin bietet eine Fahrt für 40 Euro an – hin. Plus Gebühr fuer die Wartezeit. Und natuerlich muss man auch zurückkommen. Gabriel winkt ab, und als wir schon die Rückfahrtickets für den Bus nach Cordoba kaufen, kommt sie an und bietet den gesamten Trip hin und zurueck zum Hinfahrtpreis an. Aber wir haben schon keine Lust mehr. Wir wissen ja noch nicht einmal, ob überhaupt offen wäre.

Mehr Kultur
Cordoba hat 3 Kunstmuseen, die Werke von Künstlern aus der Region ausstellen. Kein alberner Versuch, mit internationalen Museen mithalten zu wollen, sehr angenehm. Schon die Gebäude sind ansehenswert, was nicht wenig ist in einem Land, in dem jeder bauen kann, was und wie er will und in dem die Architektur weitgehend vom Geldmangel bestimmt wird.

Für Peter

Im Zentrum der Stadt zeigt die Jugendstilvilla Genaro Perez ausgesuchte eher klassische Werke. In der Neustadt liegt das modern ausgebaute Provinzmuseum Emilio Caraffa am grossen Rondell der Plaza de España. Der Rundgang durch die Säle gleicht einem durch die Leipziger Spinnerei, sprich, eine Menge moderner Installationen und zweifelhafter “Kunstwerke”, die in der Summe aber einen kurzweiligen Eindruck geben.


Und schliesslich, schräg gegenüber, der Palacio Ferreira, ebenfalls Anfang des letzten Jahrhunders von einem französischen Architekten erbaut, eine super-Reichen-Villa mit 35 Schlafzimmern und 19 Bädern, die seit Kurzem nicht mehr für Feten von Regierungsmitgliedern genutzt wird, sondern als weiteres Ausstellungshaus.



Noch ein Festessen
Teo und Estela sind die Eltern von Alicia, Daniela und Claudia (letztere haben wir nicht kennen gelernt). Sie haben uns herzlich in ihre Familie aufgenommen und ihr Haus und ihre Rituale mit uns geteilt. Sie sind beide in den 70ern, während die Töchter irgendwo zwischen Ende 30 und Mitte 40 sind. Sie gehörten Ende der 60er und Anfang der 70er Jahre einer kritischen, links gerichteten Gruppe an, die sich gegen die Militärdiktatur richtete. Die anti-diktatorische Bewegung war speziell in Cordoba aktiv. Obwohl Peron vom Militär kam, sahen viele der revolutionären Gruppen das Heil in ihm, und als er starb folgte man seiner Frau, der berühmten Evita, die sich speziell mit Sozialprojekten hervortat. Aber 1976 erfolgte der nächste Militärstreich und unter diesem geschahen all die brutalen “Reinigungen”, denen speziell viele Mitglieder der Cordobeser Gruppen zum Opfer fielen.



Die Eltern von Alicia waren in dieser Zeit 4 Jahre lang gefangen, und Teo ist überzeugt davon, dass er nur am Leben geblieben ist, weil er von Anfang an keinen Ton gesagt hat, während die Compañeros, die ausgesagt haben, alle wenige Tage darauf “verschwunden” seien. Er war Arbeiter bei VW gewesen, ein Inspektor oder sowas, und hat sich wohl auch in der Gewerkschaft engagiert. Es waren 4 harte Jahre für die Familie, die 3 Mädels wurden von den Grosseltern betreut, Teo verlor seine Arbeit im VW-Werk und natürlich (!) bekam er auch nach seiner Freilassung dort keine Anstellung mehr, denn er war ja schliesslich ein Ex-Knasti. Verblüffend, wie er seine Sanftheit und seinen stillen Humor beibehalten konnte.
Obwohl wir schon am 26. Dezember weiterreisen wollten, sind wir 2 Tage länger geblieben, denn für den 27. abends wurden wir zusammen mit der ganzen Familie zu Mirta eingeladen. Mirta ist in unserem Alter und hatte Geburtstag. In ihrem adretten Häuschen, dessen Garten die ganze Aufmerksamkeit einer allein lebenden Rentnerin widerspiegelt, erwarten uns sechs weitere 6 Personen und viel gutes Essen.Die Tafel ist auf der überdachten Terrasse gedeckt, es ist ein himmlischer Abend, alle sind gut gelaunt, es gibt viel zu trinken, es wird viel gelacht, wir haben das Gefühl, dass wir uns alle schon seit Jahren kennen. Es stellt sich heraus , dass die 6 Personen alte Freunde von Teo und Stella sind, die alle etwa das gleiche Schicksal erlebt haben. Mirtas Mann und die Männer weiterer 2 Fauen am Tisch sind “verschwunden”, sprich von den Militärs gefangen genommen worden und nie wieder aufgetaucht. Jose, der Mann einer weiteren Frau, Schwester einer der anderen – ich blicke ehrlich gesagt mit den Namen und Familienverhältnissen nicht ganz durch – arbeitet heute noch freiwillig in einem Armenviertel und hat sich damals schon für die Villas engagiert (hat jemand kürzlich den Film vom “weissen Elefanten” gesehen, einem Armenviertel von Buenos Aires? Da geht es um so eine Villa); die revolutionären Gruppen haben damals in den Armenvierteln Essen ausgeteilt oder auch (wie es auch dieses Weihnachten in Rio Gallegos geschehen ist, wo die Präsidentin Kirchner die Feiertage verlebt) Supermärkte geplündert, um die Lebensmittel unter den Besitzlosen zu verteilen.


Wir versuchen im Gespräch dahinter zu kommen, was diese Leute politisch denken, aber mir fällt es – zwischen Wein und allgemeinem Durcheinander-Geschwatze – schwer, dem Gespräch zu folgen, und mein Eindruck ist, dass sie mehr die Vergangenheit eint als die Gegenwart. Warum sie alle für die Kirchnerin sind, ist nicht genau zu verstehen, mir scheint es die fatale Wahl für das kleinere Übel zu sein. Aber ich werde dran bleiben, würde gerne verstehen, was es auf sich hat mit dem Peronismus und dem Kirchnerismus, die beide nicht so einfach in unsere europäischen Klischeeschubladen passen.
Bleibt die Erinnerung an einen rundum fröhlichen schönen Abend, Dank an die Gastgeberin und an die Familie von Alicia, ein Abschied am nächsten Morgen mit Übergabe von viel unnötigem Gepäck an Carmelo, der verspricht, alles nach Madrid mitzunehmen, und schon sind wir wieder unterwegs.

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