AVISO: Estamos en Huaco y no hay posibilidad alguna de conectarse a internet. Hoy hemos venido a Jáchal (40 km, habiéndonos levantado a las 6 de la madrugada) y estamos en una gasolinera de la nacionalizada YPF, único lugar del pueblo que tiene contactos (lentos) con las esferas cibersiderales. Hemos podido cargar estos textos, pero sólo alguna foto.
Nos acordamos de todos vosotros, pero especialmente de Mayo.
Córdoba, llana sí, pero no sultana
Nos acordamos de todos vosotros, pero especialmente de Mayo.
Escribo este tag en Huaco (Jáchal), el
desierto del norte de Argentina, donde no llega el internet, así que
estamos incomunicados, presos del calor en nuestra cabaña y
esperando que sean las siete de la tarde para salir a dar una vuelta.
Sólo ha pasado semana y media y ya
parecen lejanos los cálidos días pasados en Córdoba, la ciudad más
limpia, moderna y cosmopolita que hemos visto en el interior del
país. El viaje desde Corrientes fue, finalmente, muy cómodo:
aquella agencia amiga de Rebeca nos metió miedo con las fechas y nos
dijo que casi seguro que no habría billetes la víspera de navidad,
así que nos endiñó unos en „autobús-cama-ejecutivo“ que luego
resultó que iba medio vacío. Tanto mejor. Pude estirar los pies en
todas las direcciones cardinales y llegamos relativamente descansados
a Córdoba a las siete de la mañana. Con el sol naciente pudimos
admirar la blanca skyline de la ciudad plantada en la llanura, dueña
de la luz, entre los verdes alrededores.
Córdoba es una ciudad cara. Acostumbrados a los precios de Paraguay, los 80 AR$ que nos cobran por el desayuno en la terminal nos dejan sorprendidos. La casa de los padres de Alicia, nuestra vecina madrileña del tercero, está en el extrarradio, pasado el cinturón de circunvalación.
Córdoba es una ciudad cara. Acostumbrados a los precios de Paraguay, los 80 AR$ que nos cobran por el desayuno en la terminal nos dejan sorprendidos. La casa de los padres de Alicia, nuestra vecina madrileña del tercero, está en el extrarradio, pasado el cinturón de circunvalación.
Para coger un
taxi, los viajeros han de formar una larga cola que se va embutiendo
en un embudo hecho con vallas metálicas de las que se usan para las
obras y al final se sale de ellas como con guentagotas, uno por uno,
como los venados que van a ser fecundados o vacunados o
esterilizados. Es fácil deducir quien ha montado el tinglado: al
final del embudo, un mozo maletero va abriendo al viajero
correspondiente la puerta del taxi, mete la maleta en el asiento
delantero y exige 2 AR$. Son sólo 0,30 €, pero no veo porqué
tendría que dárselos. Me niego a que nadie toque mi maleta y a
pagar ese impuesto („No tengo cambio“, le digo), pero el zorro
del maletero le pide los 2 pesos al taxista y le encarga que nos los
cobre a nosotros. Mi indignación es manifiesta y le digo al taxista
„Es asunto de usted, no mío“. Menos mal que el tipo es simpático
y empieza a darme la razón con una buena ración de sorna: Me
explica que se trata de mendicidad y paro encubiertos y que es una de
las consecuencias de la política de la Kirchner, que, como paga tan
poco subsidio a los parados, éstos se ven obligados a rapiñear
donde pueden. Luego empieza a contarnos que su abuelo emigró desde
Córdoba (Andalucía) y llegó a Uruguay, pero cuando se enteró de
que en Argentina existía otra Córdoba, no paró hasta conseguir
establecerse en ella. El tipo habla con una gracia que podría ser
andaluza, pero es argentina, mejor, cordobesa: la melodía de la
frase es suave, nada que ver con el amanerado soniquete porteño, y
cada palabra se apoya en una de las vocales, que se pronuncia larga,
como arrastrada, dando al pensamiento un ritmo de tira y afloja en el
que se columpia la socarronería. Pasamos por parques verdes
realmente bonitos, edificios globalizados, comercios modernos,
carreteras bien asfaltadas. En el barrio de nuestra dirección
abundan los „countries“ de nueva construcción. Un Country,
explica el taxista, es una colonia de casas vallada y con guardias de
seguridad. Pero nosotros no vamos a ningún country. Cuando llegamos,
la acogida es tan afectuosa que él mismo se demora y asiste
sorprendido a los saludos, abrazos y presentaciones. Al final, le
pago 5 AR$ de más, incluídos los 2 del maletero y nos despedimos
como amigos.
La casa de Teo y Estela, los padres de Alicia, está en un solar que da a la carretera, detrás de dos pabellones rojos, en uno de ellos está la farmacia de Daniela, la hermana; el otro ha sido arrendado a un par de tiendas. La casa es una maravilla de sencillez y acertada construcción. Detrás de ella se extiende un campo semiasilvestrado, con flores que cuida Estela, la madre, un gran prado de césped („pasto“, lo llaman aquí, aunque no haya rumiantes para ramonearlo) y, un poco más allá, bajo un sauce llorón rizado („eléctrico“), la pileta portátil que acaban de montar y que sirve de bañera japonesa para toda la familia (al final del día el agua está tan caliente que uno podría pensar que se baña en té, pero esto no resta ni un ápice de humor al baño familiar).
A la izquierda del prado queda el taller de Teo, que no es precario como los garajes que se suelen ver, sino construído en el mismo estilo que la casa, con una bonita arquitectura de ladrillo que recuerda a Poelzig y los edificios de la Bauhaus. Teo hace por encargo placas y piezas de acero para fábricas de maquinaria. Lo admirable de su taller es que todas las máquinas que hay en él han sido también construídas por Teo, bricolagista de alta precisión.
La casa de Teo y Estela, los padres de Alicia, está en un solar que da a la carretera, detrás de dos pabellones rojos, en uno de ellos está la farmacia de Daniela, la hermana; el otro ha sido arrendado a un par de tiendas. La casa es una maravilla de sencillez y acertada construcción. Detrás de ella se extiende un campo semiasilvestrado, con flores que cuida Estela, la madre, un gran prado de césped („pasto“, lo llaman aquí, aunque no haya rumiantes para ramonearlo) y, un poco más allá, bajo un sauce llorón rizado („eléctrico“), la pileta portátil que acaban de montar y que sirve de bañera japonesa para toda la familia (al final del día el agua está tan caliente que uno podría pensar que se baña en té, pero esto no resta ni un ápice de humor al baño familiar).
A la izquierda del prado queda el taller de Teo, que no es precario como los garajes que se suelen ver, sino construído en el mismo estilo que la casa, con una bonita arquitectura de ladrillo que recuerda a Poelzig y los edificios de la Bauhaus. Teo hace por encargo placas y piezas de acero para fábricas de maquinaria. Lo admirable de su taller es que todas las máquinas que hay en él han sido también construídas por Teo, bricolagista de alta precisión.
Los ocho días que pasamos en Córdoba
fueron días de descanso, familia, afecto, tranquilidad, buena
comida, gran colada y paseos por la animada vida nocturna de la
ciudad, un par de excursiones a los alrededores y charlas en la
piscina. Sentados en el jacuzzi estático, Teo hace alarde de su voz
gardeliana y de su gran afición, cantar tangos: tiene incluso un
amigo bandeonista con el que actúa en círculos semiprivados.
También le gustan, como a mí, la películas viejas argentinas de
Hugo del Carril, del propio Gardel...
Hablando y hablando, me entero de que
tanto él como Estela fueron represaliados por la junta militar y
pasaron cuatro años encarcelados. Alicia, la hija menor, tenía
apenas un año y las tres hermanas fueron acogidas en casa de los
abuelos. Imposible no acabar preguntando por todo esto una vez que el
tema ha sido mencionado; menos mal que él parece no tener demasiados
reparos a hablar de su experiencia, donde lo peor, me dice, fue el
mes que estuvo secuestrado en una casa de Córdoba --a oscuras,
apaleado, incomunicado, perdido--; peor, incluso, que los años
posteriores de cárcel sin saber qué era de su familia.
Para mí, lo
más escandaloso de toda esta historia no fue la actuación de los
militares (que a fuerza de archirrepetida está como sobada y casi
sancionada -no como la nuestra de Franco, Fraga y congéneres, que
aún sepasean indemnes por las páginas de la historia de España),
digo, no la criminal actuación de los militares fue lo más
escandalosos, sino la complicidad callada y eficaz de las
multinacionales: Antes de caer preso, Teo trabajaba como inspector de
control de calidad en la Volkswagen. La fábrica de coches alemana,
que tiene amplia experiencia de colaboracionismo con las dictaduras
ya desde los tiempos de Hitler (el cual, se puede decir, fue quien la
fundó), no quiso readmitirle tras haber pasado por las cárceles de
la dictadura militar y Teo se vió obligado a empezar de nuevo. Un
amigo y ex-compañero de trabajo, que también se había
independizado de la VW, le encargó que fabricara algunas piezas para
su nueva empresa y así empezó a montarse su propio taller. Con su
marcado acento cordobés, Teo habla de las dificultades vividas, de
los trabajos para sacar adelante a la familia, para remontar la
escala social y cuenta los detalles con un distanciamiento que diluye
cualquier poso de amargura de la conversación.
Placa en una casa que fue cárcel clandestina |
El último día de nuestra estancia en
Córdoba nos llevaron a cenar a casa de su amiga Mirta, para celebrar
su recién cumpleaños. Mirta es viuda de desaparecido y había otra
mujer más, entre los que allí estábamos, de la misma condición.
José, por su parte, trabaja en una villa cordobesa (alguien ha visto
„El Elefante Blanco“, la mediocre pero muy informativa película
de Darín?)... Así se fue completando la docena de comensales.
La cena fue buenísima, la carne al
horno, estupenda; el pollo al aspic, inolvidable; la gente,
simpatiquísima, abierta, alegre. Bebimos un poco de más, mascamos
algunas hojas de coca de más, hablamos de lo que se suele cuando se
ha ingerido un poco demasiado de todo y, pasada la medianoche, nos
despedimos como si nos conociéramos de toda la vida.
En la gran empatía que me hace sentir
esta gente cordobesa, se abre alguna grieta al tratar de comprender
el fenómeno del peronismo, algo que para cualquier extranjero
resulta incomprensible, supongo, y no digamos ya la histriónica
figura de la Kirchner. Particularmente no acabo de entender cómo
puede ser tomada en serio esa viuda vestida con negligées de luto,
con las uñas esculpidas enganchándosele en la chompa negra y
remedando, a golpes de melena y en nombre de Dios, los discursos de
Evita Perón, inaugurando calles, parques y películas con el nombre
de su marido... Se rumorea que tiene las pezuñas metidas en negocios
hoteleros en El Calafate, zona de turismo que ella misma ha
promocionado y su nombre está escrito en pintadas con los mismos
eslóganes, caligrafía y tinta en tapias de todo país („Clarín,
con la democracia no se jode. Todos unidos y organizados con
Cristina“), lo cual demuestra un marqueting político desmesurado;
su presencia en TV es constante para soltar sus vacuos discursos
autodefensivos y autopropagandísticos... Y, sin embargo, este grupo
de gente con la que hemos cenado, gente comprometida con las ideas de
la izquierda, de probada conciencia social y habiendo puesto la carne
en el asador, la respeta, apoya su política social y no tiene en
cuenta esos excesos personalistas ni esos coqueteos „a lo Evita“...
Sinceramente, es un fenómeno que no entiendo ni me atrevo a
descalificar superficialmente.
Una excursón a la Quebrada del
Hornillos
Un día fuimos con Alicia y Carmelo hasta la baja sierra que se levanta al oeste de la Córdoba, a unos 30 km. El trayecto en autobús, de casi dos horas porque hasta allí llegan los barrios residenciales de la capital, termina en el dique del pantano que hay en Río Ceballos, donde las aguas del arroyo Hornillos son retenidas en una pequeña presa. Remontamos los „teóricos“ 3 kms hasta llegar a una cascada cercana al nacimiento del arroyo.
El camino es de grandes piedras rodadas que obstruyen el cauce y, a trechos, hacen el paso bastante difícil, por lo menos lo suficiente para demostrarnos que ya no sómos tan jóvenes como pensamos. Más que la dificultad del paso, lo que entorpece la marcha (el síntoma de la vejez) es el temor a una caída, a una ruptura o a un accidente que de al traste con un hueso o, incluso, con nuestro viaje lento. El miedo siempre corta las alas, se come el alma, como en aquella película de Fassbinder. El paisaje es perfecto, los montes se elevan a ambos lados con las laderas cubiertas de árboles que proporcionan sombra, en las praderitas de la orilla pace algún caballo, las pozas que forma el agua del regato (supongo que por eso se llama „Hornillos“) resarcen del calor.
Por fin llegamos a la ansiada cascada. Durante las últimas dos horas hemos preguntado por ella a los que regresaban y la contestación era unánime: „Ahi arriba, no más, a un cuarto de hora!“. La cascada no es de las que podrían formar parte del patrimonio universal, gracias a Dios, pero sí que es muy bonita y nos podemos bañar en ella. En un día laborable esto puede ser el paraíso. El sábado 22, antes de navidad, hay bastante gente, grupos de jóvenes y un par de familias numerosas que con bañadores de marca y cierto tufo a Opus Dei.
De vuelta nadamos también en el pantano y nos tomamos una cerveza en un quiosco ambulante en el que solo dan „un vaso“ por litrona. Habráse visto cutrerío!
Detalles así, escatimando miserias,
que expresan la extrema necesidad en que vive la gente del interior,
los sufrimos en nuestra segunda excursión, a la que fuimos sólo
Sabine y yo.
Los jesuítas, además de misiones en
Titicaca, Chiloé, Paraguay, Argentina y Brasil, también tenían
„negocios“ en la provincia de Córdoba. En la capital fundaron la
univesidad y tenían un colegio y una iglesia y, cerca, en un pueblo
que se llama Jesús María, tres o cuatro estancias que explotaban
con alto rendimiento económico y que les servía para compensar los
altos impuestos con que los borbones gravaban las misiones guaraníes.
Una de estas haciendas, Colonia Caroya, estaba dedicada a la
agricultura. Cuando los jesuítas fueron expulsados, se convirtió en
fábrica de armas. La segunda, Estancia Jesús María, estaba
dedicada a la producción de vino, con vides que los jesuítas
trajeron de Pisco, en Perú, donde las habían introducido
anteriormente. La tercera, Estancia Santa Catalina, estaba dedicada a
la cría de ganado. Nosotros, ilusos, pensamos que quizás podríamos
llegar a las tres en coche de línea y visitarlas en un sólo día.
La distancia desde Córdoba era de unos 60 km.
Así que salimos de casa antes de las
ocho de la mañana y sin desayunar. Ya desayunaríamos en la
estación, no en el bar de los 80 pesos, sino en otro menos
ostentoso. Entramos en un garito con pinta de mensa universitaria,
llamado „El Cairo“ y situado justo a la entrada de la terminal.
Una (sota) camarera se encargó, sin preguntar, de traernos dos cafés
con leche deplorables y dos mediaslunas. Cuando nos dijo la cuenta,
de nuevo se le puso en el hocico la cantidad de 80 pesos. Qué poca
vergüenza! Le dije que quería la cuenta detallada. Al fin y al cabo
el primer día habíamos tomado zumo de naranja y hoy habíamos
prescindido de él. La sota volvió diciendo que los dos cafés
dobles (inventados) costaban tanto y las dos medialunas cuanto. Fui a
la barra a hablar con la peripuesta y recién revocada jefa y ella me
repitió con cara de as de bastos la misma cantinela. Le dije
entonces que me diera la cuenta por escrito para mostrársela a la
policía, y, cuando salíamos, llegó la sota al trote diciendo que
se había confundido y que eran 60 pesos (lo que suele costar un
desayuno así es 30 pesos, como mucho). Sin duda debería haber sido
yo más rotundo, pero se iba el autobús. No había policía para
reclamar; en turismo me mandaron al ERSEP (ente de regulación de
servicios públicos), y allí dejé mi reclamación para que la
tiraran „al papelero“ o adonde quisieran. A reclamaciones por
abusos sin respuesta y sin eficacia estamos ya bien acostumbrados los
madrileños. Lo que nunca perdonaré a aquellas dos „cairotas“ es
que me estropearan el empiece de la excusrsión.
Una hora después llegábamos a Jesús
María (sin José). La ciudad es bastante anodina, si no fuera porque
en ella se celebra, precisamente este fin de semana que escribo, un
„Festival Nacional de Doma y Folklore“
(lo he visto un par de
veces en televisores al paso: se trata de un rodeo „americano“
acompañado de payadores y, por la noche, recitales de música
tradicional. Si no hubiera sido por el calendario, estaríamos allí,
pero retroceder 1000 km es excesivo. Y después de la experiencia, la
ciudad tampoco invita a volver).
Equino tras el festival de Doma y Folklore de Jesús María |
A pesar de las maravillas cantadas de
prospectos y anunciadas como patrimonios de tooda la humanidad, en
Jesús María no había ni una sóla indicación, ni una flecha, ni
un indicio de dónde estaban las haciendas jesuítas. El kiosko de
información de la plaza estaba cerrado, la gente parecía no tener
ni idea de lo que buscábamos, hasta que, preguntando, preguntando,
llegamos al consistorio y, allí, una señorita bastante simpática
nos explicó
pormenorizadamente cómo se llegaba a Colonia Caroya y nos dibujó con bolígrafo el itinerario en el plano, calle por calle. La dejamos hablar y pintar porque lo hacía con tanta unción y arrastrando de tal manera las vocales, a la cordobesa, que yo no pude dejar de admirarme. Seguiimos sus indicaciones.
Tras andar casi 5 km buscando la sombra de los árboles, arrivamos a un „country“ de militares y, la sargento que estaba a la puerta, nos dijo que la colonia estaba al otro lado del pueblo, „más allá del museo de armas“. Por lo visto, la funcionaria del ayuntamiento era disléxica y desde un determinado cruce nos había dirigido en dirección contraria.
pormenorizadamente cómo se llegaba a Colonia Caroya y nos dibujó con bolígrafo el itinerario en el plano, calle por calle. La dejamos hablar y pintar porque lo hacía con tanta unción y arrastrando de tal manera las vocales, a la cordobesa, que yo no pude dejar de admirarme. Seguiimos sus indicaciones.
Tras andar casi 5 km buscando la sombra de los árboles, arrivamos a un „country“ de militares y, la sargento que estaba a la puerta, nos dijo que la colonia estaba al otro lado del pueblo, „más allá del museo de armas“. Por lo visto, la funcionaria del ayuntamiento era disléxica y desde un determinado cruce nos había dirigido en dirección contraria.
El posible cabreo por el paseo al sol y
el tiempo perdido se disolvió en el recuerdo de la simpatía sin
paliativos de la funcionaria. Nos fuimos entonces a la segunda
Hacienda, la de Jesús María; Sabine con el plano ante la nariz, y
llegamos pronto y bien, a pesar de que no había ningún indicador.
En la puerta se cortaba la uñas un segurata semiadormecido que ni se dignó saludar. Tras preguntarle si se podía visitar el recinto, arrastró los pies y al rato volvió una señorita que debía estar en su escondite traspuesta del todo. Nos despachó las entradas con cara de no mirar y, con la misma cara, nos prohibió, con voz de robot, „ingresar al recinto con máquina de fotos“. Las probas funcionarias del turismo argentino me tienen hasta los mismísimos: ellas son las que, como sus colegas mundiales, pintarrajean mapas y planos con cruces, rayas y círculos que los dejan inservibles y confusos; ellas las que explican con desgana, mirando a la pared o a sus colegas o a quienes pasan por la calle, lo que se puede hacer y dejar de hacer;
las mismas que no tienen ni idea de qué hay tres calles más allá de su oficina, que no saben contestar a lo que se les pregunta, sino que se limitan a leer el prospecto o a recomendar lo más caro. Esas mismas son las se vuelven celosas de su deber reprimiendo, defendiendo como buenas guardianas la prohibición de sacar fotos que algún jefe incompetente les ha ordenado por fax. La disculpa más normal es que „ha habido un robo“ y, sin que haya relación directa, es imposible sacar fotos en el museo, con o sin flash, dentro o fuera del recinto... imposible
hacerles entender que uno de los postulados fundamentales del turismo es pregonar la mercancía, porque, desde que se inventó el comercio, el „paño en el arca no se vende“.
En la puerta se cortaba la uñas un segurata semiadormecido que ni se dignó saludar. Tras preguntarle si se podía visitar el recinto, arrastró los pies y al rato volvió una señorita que debía estar en su escondite traspuesta del todo. Nos despachó las entradas con cara de no mirar y, con la misma cara, nos prohibió, con voz de robot, „ingresar al recinto con máquina de fotos“. Las probas funcionarias del turismo argentino me tienen hasta los mismísimos: ellas son las que, como sus colegas mundiales, pintarrajean mapas y planos con cruces, rayas y círculos que los dejan inservibles y confusos; ellas las que explican con desgana, mirando a la pared o a sus colegas o a quienes pasan por la calle, lo que se puede hacer y dejar de hacer;
Restos arqueólogicos del siglo XVIIIi? |
las mismas que no tienen ni idea de qué hay tres calles más allá de su oficina, que no saben contestar a lo que se les pregunta, sino que se limitan a leer el prospecto o a recomendar lo más caro. Esas mismas son las se vuelven celosas de su deber reprimiendo, defendiendo como buenas guardianas la prohibición de sacar fotos que algún jefe incompetente les ha ordenado por fax. La disculpa más normal es que „ha habido un robo“ y, sin que haya relación directa, es imposible sacar fotos en el museo, con o sin flash, dentro o fuera del recinto... imposible
Tal que así era la cocina de la Hacienda Jesuitica que estaba prohibido fotografiar |
hacerles entender que uno de los postulados fundamentales del turismo es pregonar la mercancía, porque, desde que se inventó el comercio, el „paño en el arca no se vende“.
Visito con mala hostia el terreno
prohibido y niego el saludo a los otros dos seguratas del recinto que
vigilan que no se hagan fotos. Al concluir la visita me doy cuenta de
que quizás es un buen museo, con piezas interesantes quizás, pero
cómo lo diría yo, si la rabia no me ha dejado verlo?
Decidimos ir a la tercera Hacienda, la
de Santa Catalina, dedicada a la cría de ganado y actualmente
propiedad privada, pero, eso sí, „patrimonio de la humanidad“,
que viste mucho. Está a unos 20 km de Jesús María y hay que ir en
taxi. Ante la estación de autobuses hay un cartel explicitando:
„Precios de los taxis y remises: bajada de bandera, 5 pesos;
kilómetro de recorrido, 4 pesos; minuto de espera, 6 pesos“. Al
llegar, le pregunto a la primera taxista de la fila, una rubia
oxigenada con suéter de piel de tigre, cuánto costará ir a la
Hacienda: „Aquéllo es precioso, lindísimo, no lo conocés? Te va
a gustar! Un momento y estoy preguntando por teléfono!“ Y llama a
su operadora mientras me sigue alabando el lugar. Al final contesta:
„Y... son 160 pesos de ida más lo que tarde la visita y, luego, la
vuelta“.
Le contesto que no me interesa, le señalo el cartel de
los precios y me voy. La muy ladina nos quiere cobrar justo el doble
y obligarnos a hacer la visita contra reloj! Pero ya no tenemos ganas
hacer el número del turista imbécil por los aledaños de Córdoba.
Nos sacamos un billete de vuelta a la capital. Cuando estamos en la
cola, la rubia del tigre sintético viene: „que se ha confundido y
que luego ha hablado con otra operadora y que sale por...“ Sin
dejarla terminar, le digo cortante: Señora, que no nos interesa,
adios!
Mas o menos así eran las letrinas de la Hacienda |
Y nos volvemos a Córdoba.
En la capital tratamos de seguir con el
tema del día y visitar el Colegio y la Universidad de los Jesuítas.
El colegio no se puede visitar porque entorpece a los alumnos que
estudian en él. La universidad tiene un cartel diciendo: „Horario,
de 9 a 19 h“, pero cuando vamos a sacar entradas, sale otra proba
secretaria y anuncia: „Ese horario es el mío, o sea, yo tengo que
estar aquí para decirles que las visitas son los jueves a las 11 de
la mañana; fuera de ese tiempo sólo se pueden ver los patios.
Sesudo pensamiento psicofilosófico a la entrada de la universidad de Córdoba |
Qué bien! acabamos de finiquitar un
tema nos interesaba y que era „nuestro“ patrimonio.
Mientras masticamos por la calle
nuestro rotundo fracaso del día, desde una terraza de la zona
peatonal nos llama Carmelo; está con Alicia y Daniela disfrutando a
la sombra de una soberana cerveza. Ellos sí que saben! Nos juntamos
y renunciamos a la oferta cultural cordobesa.
No hay duda de que nos hemos equivocado
de museos: podríamos haber elegido Alta Gracia, donde está la casa
natal del Ché, o los museos de la capital. Qué lástima!
Al día siguiente a mí no me quedan
ganas de volver a Córdoba; prefiero quedarme escribiendo en el
acogedor refugio familiar, porque llevo bastante retraso en el Blog.
Sabine sí va y regresa con fotos estupendas (que todo el mundo puede
ver en su tag).
Perros policías vigilan la Hacienda Jesuítica de Jesús María |
(9.1.) Es tut uns leid! Wir sind in der totalen Internet-Diaspora. In einer Tankstelle, 40 km von unserem derzeitigen Aufenthaltsort entfernt, gelingt es uns, die Texte hochzuladen, aber bei den Fotos streikt das Netz! Wir hoffen, die Fotos am Wochenende nachladen zu können! Grüsse aus Huaco bzw. Jáchal von Sabine und Gabriel(Jetzt sind wohl alle Cordoba-Fotos drin (12.1.)
Cordoba
Teo und Carmelo (schw.-weiß-Fotos von Carmelo) |
Estela und Gabriel |
Teo und Alicia |
Empfangen wurden wir mit
viel Herzlichkeit und Fröhlichkeit, immer war eine Flasche Wein zur
Hand, und im Garten gab es einen Gartenschlauch und eine “Pileta”,
d.h. ein aufstellbares kleines Schwimmbecken, das bei Hitze die
Funktion einer Familienbadewanne erfüllte.
Carmelos Kochkünste haben
uns während dieser Tage hervorragend versorgt, die Ruhe unter der
Trauerweide verleitet zum Lesen und Dösen oder dient als Zimmer, in
dem Mutter und Tochter vertraulich schwatzten, im letzten vom Sturm
verschonten Eukalyptus krächzt die Papageien-Kolonie und der grosse
Leguan, der irgendwo unter dem Beton vor Teos Werkstatt wohnt,
schlappt triefig quer über den Rasen, auf der Suche nach Mäusen
oder anderem Futter.
Wir wurden fest in die
Familie integriert, haben mit Schwester Daniela in der Apotheke
geschwatzt, mit Schwager Sergio gefachsimpelt, uns Teos Werkstatt mit
den Praezisionsteilen für Waagen angeschaut und seinen Erzählungen
aus der schönen und der weniger schönen Vergangenheit gelauscht,
wir haben Stunden mit Stella und Alicia Mate-schlürfend am Esstisch
gehockt und gequatscht, haben uns mit Freunden von Alicia in der
Stadt getroffen und nette Kneipen kennen gelernt, sind über den
Weihnachts-Kunsthandwerksmarkt gebummelt, haben gemeinsam Feste
gefeiert und einen herrlichen und auch einen frustrierenden Ausflug
unternommen. Mit die schönsten Momente waren, wenn irgendein Thema
Teo an einen Tango-Text erinnerte und er mit viel Konzentration und
weicher Stimme einen Tango anstimmte, einfach so, für sich und für
uns.
Zu Weihnachten gab es ein
grosses Familien-Essen, zu dem alle beigetragen haben. Zum Glück war
es wenig steif und wenig förmlich, der Tisch stand auf dem Rasen und
alle waren guter Dinge. Es war der heisseste Tag der Saison, man
konnte kaum atmen und tagsüber spritzten sich alle jede halbe Stunde
mit dem Gartenschlauch ab oder verliessen die lauwarme Pileta erst
gar nicht. Nach dem Abendessen, nachts um 1, hat Teo den
Rasensprenkler angestellt, unter dem wir alle nass wurden und uns so
ein wenig abkühlen konnten. Es war einfach ganz ungeheuer heiss, und
dann, gegen 4 Uhr morgens, als wir voll des guten Weines, des
Champagners und des Grillfleisches in den Betten lagen, tat es einen
ordentlichen Schlag, alle Fenster schlugen zu, es kam ein wilder
Sturm auf, und die Temperaturen fielen in den Keller. In den Tagen
danach war es wieder mild bis kühl und angenehm, aber der
Weihnachtsabend selber war wirklich denkwürdig warm.
Die Stadt
Cordoba
ist die zweitgrösste Stadt Argentiniens, mitten im Land auf einer
endlosen Ebene gelegen, die im Süden in die Pampa übergeht, im
Norden in den Chaco (was m.E. nur zwei Namen für denselben
Landschaftstyp sind, nämlich Steppe, mal feuchter, mal trockener).
Wenn
man durch so viel leeres Land gefahren ist wie wir, dann glaubt man
es kaum, dass hier am Ende der Welt noch Zivilisation sein sollte.
Aber es kommt eben auf den Blickwinkel an. Es könnte auch der Nabel
der Welt sein. Die Stadt wirkt so ungeheuer normal oder global oder
wie auch immer man das nennen will, was auf uns Mitteleuropäer einen
vertauten Eindruck macht. Keine sichtbare Armut, kaum Menschen
indianischer Abstammung, überall Ordnung und Strassenzüge, die
einen adretten und wohlhabenden Eindruck machen. Ohne irgendwie
besonders zu sein.
Gabriel
nennt das “stumme Städte”, Städte, die ihm nichts sagen. Ja,
man entwickelt kein wirkliches Gefühl für diese Stadt, aber mir
gefällt die Innenstadt, die sehr lebendig ist, voller Studenten und
mit vielen Lokalen, dazu eine wahrlich tolle Art, die Hitze aus den
Einkaufsstrassen raus zu halten, indem sie mit Gerüsten versehen
wurden, an denen Bougainvilles heraufranken. Irgendwo habe ich
gelesen, dass diese Gerüste verhindern, dass Feuerwehrautos in die
Strassen reinfahren können. Das kann wirklich ein Problem sein, gebe
ich zu, aber im Moment gefällt mir der Eindruck einfach. Ausserdem
gibt es viele nette Plätze voller Strassencafés, also, ich kann mir
vorstellen, dass man hier ganz angenehm leben oder studieren könnte.
No hay mejor consuelo que una buena cerveza fresca / ... mit Carmelo, Alicia und ihrer Schwester Daniela, die erst um 5 wieder in der Apotheke sein muss; bleibt Zeit für ein kühles Bier |
Ausflüge in die Natur,
zur Weltkultur, mit Unkultur
Cordoba liegt etwa auf 400
m Höhe, und westlich und nördlich davon gibt es einige niedrigere
Bergketten mit Ausflugsorten. Mit Carmelo und Alicia sind wir in fast
2 Stunden Busfahrt zur “Quebrada” gefahren, wo ein kleiner
Staudamm das Wasser eines Baches auffängt.
Diesen Bach sind wir
entlanggewandert, sehr steinig, aber sehr schön, unterwegs konnte
man sich in den Gumpen baden, und am Schluss winkte ein kleiner
Wasserfall. Wir haben gepicknickt und uns ein wenig bewegt, niemand
hat sich ein Bein gebrochen, und am Schluss gab es sogarein Bier in
einem Kiosk – ein ganz gelungener Ausflug!
Der zweite Ausflug war der
frustrierende, den Gabriel unter den “aergerlichsten Tagen seines
Lebens” abgespeichert hat. Ich, die ich es meistens zu anstrengend
finde, mich aufzuregen, habe den den Tag unter “Erfahrungen, die
das Leben so mit sich bringt” abgespeichert. Es ging in einen Ort
namens JesusMaria, ein weiterer Beitrag zum Jesuitenthema.
Während sich im Nordosten
Argentiniens und in Paraguay die Jesuiten um das Seelenheil der
Guaranis mühten, konzentrierten sie sich in Cordoba auf die
Repraesentanz und in einigen Estancias (besseren Landgütern in der
Umgebung) um ihr eigenes leibliches Wohl. Auch dies alles gehört
seit 30 Jahren zum Unesco-Weltkulturerbe. Was nicht heissen soll,
dass “die Welt” das so einfach angucken kann. Die Jesuitenkirche
in Cordoba – das Reichtum-Protzendste, was ich in Lateinamerika
gesehen habe – ist, wenn offen, immerhin frei zugänglich, die
Universität daneben – die älteste ganz Südamerikas – kann man
um 11 oder um 17 Uhr mit einer Führung ansehen, wenn nicht grade
Feiertag ist oder sowas. Das Kolleg Montserrat, auch gleich daneben,
ist nur zu 2 Zeitpunkten 2x die Woche zu besichtigen … na ja, war
auch nicht so wichtig. Wir werfen einen Blick vorbei an den
Zerberussen in die Innenhöfe und trollen uns.
Noch schwieriger wurde es
mit der Besichtigung der Estancias, von denen 3 in Jesus Maria (1
Std. Nördlich von Cordoba) und Umgebung anzusehen sind. Mit dem Bus
im Ort angekommen, gibt es keinen Hinweis, kein Schild, kein nix
...schliesslich im Rathaus eine freundliche Tante, die eine Fotokopie
eines Stadtplans rauszieht und uns draufmalt, wie wir laufen müssten,
um zu 2 der Estancias zu kommen. Es ist schönes Wetter und der 3 km
Spaziergang zu der ersten, teilweise entlang einer befahrenen
Landstrasse, macht uns kaum etwas aus, ausser, dass wir am Schluss in
einem Militaercamp landen, wo man uns sagt, die gesuchte Estancia sei
am anderen Ende der Stadt. Wir verzichten. Die zweite finden wir auf
eigene Faust. Schliesslich bin ich Geograph!
Dort wurden wir unmutig
empfangen, sicher waren wir wieder die ersten Besucher des Tages, die
die Ruhe der Wächter unterbrachen. Unter Fotoverbot wurden wir
eingelassen (Superargument: es habe Diebstahl gegeben, deshalb sei
das Fotoverbot erlassen worden). Das alte Gebäude ist wirklich recht
schön. Nicht, dass wir ehrlich so scharf auf die Jesuiten wären,
aber die religiösen sind die einzigen historischen Bauten, die hier
überhaupt erhalten sind und unterhalten werden. Als wir wieder
gehen, stolpert ein einsamer Amerikaner die staubige heisse Strasse
entlang, wo denn das Museum sei ….
Die dritte Estancia liegt
20 km entfernt, ueber eine unbefestigte Strasse zu erreichen, ohne
öffentliches Transportangebot. Die Taxifahrerin bietet eine Fahrt
für 40 Euro an – hin. Plus Gebühr fuer die Wartezeit. Und
natuerlich muss man auch zurückkommen. Gabriel winkt ab, und als wir
schon die Rückfahrtickets für den Bus nach Cordoba kaufen, kommt
sie an und bietet den gesamten Trip hin und zurueck zum Hinfahrtpreis
an. Aber wir haben schon keine Lust mehr. Wir wissen ja noch nicht
einmal, ob überhaupt offen wäre.
Mehr Kultur
Cordoba hat 3 Kunstmuseen,
die Werke von Künstlern aus der Region ausstellen. Kein alberner
Versuch, mit internationalen Museen mithalten zu wollen, sehr
angenehm. Schon die Gebäude sind ansehenswert, was nicht wenig ist
in einem Land, in dem jeder bauen kann, was und wie er will und in
dem die Architektur weitgehend vom Geldmangel bestimmt wird.
Im Zentrum der Stadt zeigt die
Jugendstilvilla Genaro Perez ausgesuchte eher klassische Werke. In
der Neustadt liegt das modern ausgebaute Provinzmuseum Emilio Caraffa
am grossen Rondell der Plaza de España. Der Rundgang durch die Säle
gleicht einem durch die Leipziger Spinnerei, sprich, eine Menge
moderner Installationen und zweifelhafter “Kunstwerke”, die in
der Summe aber einen kurzweiligen Eindruck geben.
Und schliesslich, schräg gegenüber,
der Palacio Ferreira, ebenfalls Anfang des letzten Jahrhunders von
einem französischen Architekten erbaut, eine super-Reichen-Villa mit
35 Schlafzimmern und 19 Bädern, die seit Kurzem nicht mehr für
Feten von Regierungsmitgliedern genutzt wird, sondern als weiteres
Ausstellungshaus.
Noch ein Festessen
Teo und Estela
sind die Eltern von Alicia, Daniela und Claudia (letztere haben wir
nicht kennen gelernt). Sie haben uns herzlich in ihre Familie
aufgenommen und ihr Haus und ihre Rituale mit uns geteilt. Sie sind
beide in den 70ern, während die Töchter irgendwo zwischen Ende 30
und Mitte 40 sind. Sie gehörten Ende der 60er und Anfang der 70er
Jahre einer kritischen, links gerichteten Gruppe an, die sich gegen
die Militärdiktatur richtete. Die anti-diktatorische Bewegung war
speziell in Cordoba aktiv. Obwohl Peron vom Militär kam, sahen viele
der revolutionären Gruppen das Heil in ihm, und als er starb folgte
man seiner Frau, der berühmten Evita, die sich speziell mit
Sozialprojekten hervortat. Aber 1976 erfolgte der nächste
Militärstreich und unter diesem geschahen all die brutalen
“Reinigungen”, denen speziell viele Mitglieder der Cordobeser
Gruppen zum Opfer fielen.
Die Eltern von
Alicia waren in dieser Zeit 4 Jahre lang gefangen, und Teo ist
überzeugt davon, dass er nur am Leben geblieben ist, weil er von
Anfang an keinen Ton gesagt hat, während die Compañeros, die
ausgesagt haben, alle wenige Tage darauf “verschwunden” seien. Er
war Arbeiter bei VW gewesen, ein Inspektor oder sowas, und hat sich
wohl auch in der Gewerkschaft engagiert. Es waren 4 harte Jahre für
die Familie, die 3 Mädels wurden von den Grosseltern betreut, Teo
verlor seine Arbeit im VW-Werk und natürlich (!) bekam er auch nach
seiner Freilassung dort keine Anstellung mehr, denn er war ja
schliesslich ein Ex-Knasti. Verblüffend, wie er seine Sanftheit und
seinen stillen Humor beibehalten konnte.
Obwohl wir schon
am 26. Dezember weiterreisen wollten, sind wir 2 Tage länger
geblieben, denn für den 27. abends wurden wir zusammen mit der
ganzen Familie zu Mirta eingeladen. Mirta ist in unserem Alter und
hatte Geburtstag. In ihrem adretten Häuschen, dessen Garten die
ganze Aufmerksamkeit einer allein lebenden Rentnerin widerspiegelt,
erwarten uns sechs weitere 6 Personen und viel gutes Essen.Die Tafel ist auf
der überdachten Terrasse gedeckt, es ist ein himmlischer Abend, alle
sind gut gelaunt, es gibt viel zu trinken, es wird viel gelacht, wir
haben das Gefühl, dass wir uns alle schon seit Jahren kennen. Es
stellt sich heraus , dass die 6 Personen alte Freunde von Teo und
Stella sind, die alle etwa das gleiche Schicksal erlebt haben. Mirtas
Mann und die Männer weiterer 2 Fauen am Tisch sind “verschwunden”,
sprich von den Militärs gefangen genommen worden und nie wieder
aufgetaucht. Jose, der Mann einer weiteren Frau, Schwester einer der
anderen – ich blicke ehrlich gesagt mit den Namen und
Familienverhältnissen nicht ganz durch – arbeitet heute noch
freiwillig in einem Armenviertel und hat sich damals schon für die
Villas engagiert (hat jemand kürzlich den Film vom “weissen
Elefanten” gesehen, einem Armenviertel von Buenos Aires? Da geht es
um so eine Villa); die revolutionären Gruppen haben damals in den
Armenvierteln Essen ausgeteilt oder auch (wie es auch dieses
Weihnachten in Rio Gallegos geschehen ist, wo die Präsidentin
Kirchner die Feiertage verlebt) Supermärkte geplündert, um die
Lebensmittel unter den Besitzlosen zu verteilen.
Wir versuchen im
Gespräch dahinter zu kommen, was diese Leute politisch denken, aber
mir fällt es – zwischen Wein und allgemeinem
Durcheinander-Geschwatze – schwer, dem Gespräch zu folgen, und
mein Eindruck ist, dass sie mehr die Vergangenheit eint als die
Gegenwart. Warum sie alle für die Kirchnerin sind, ist nicht genau
zu verstehen, mir scheint es die fatale Wahl für das kleinere Übel
zu sein. Aber ich werde dran bleiben, würde gerne verstehen, was es
auf sich hat mit dem Peronismus und dem Kirchnerismus, die beide
nicht so einfach in unsere europäischen Klischeeschubladen passen.
Bleibt die
Erinnerung an einen rundum fröhlichen schönen Abend, Dank an die
Gastgeberin und an die Familie von Alicia, ein Abschied am nächsten
Morgen mit Übergabe von viel unnötigem Gepäck an Carmelo, der
verspricht, alles nach Madrid mitzunehmen, und schon sind wir wieder
unterwegs.
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