Play Time en San Luis
Intercambiador de transporte regional Gobernador Poggi / der neue Busbahnhof von San Luis, in dem wir einen ganzen Tag verbracht haben, hat diesen tollen Namen |
Salimos de Córdoba descansados,
bien dormidos, colmados de calor familiar y frescos para enfrentarnos
de nuevo al „estrés“ de nuestro viaje lento. Las fechas son
terribles: Nochevieja y alta temporada veraniega en Argentina.
Ninguno de los de Airbnb quiere huéspedes para fin de año y, sólo tras
múltiples intentos, hemos conseguido contratar en Mendoza un
apartamento que pertenece nada menos que a un policía. Pero antes
haremos noche en una ciudad muda, a mitad de camino: San Luis.
Como no queríamos que nos pasara lo
mismo que en Corrientes, nos hemos bebido la información que hemos
podido: son 120.000 habitantes, emigrantes mayormente yugoslavos,
ningún museo, varias áreas turísticas naturales en los
alrededores, sabemos dónde está la estación e incluso tenemos
alguna dirección de hotel al que casi se puede llegar andando. Una
vez más, una noche es una noche.
Desde Córdoba a San Luis hay cuatro
horas de autobús, una llanura sin fin, se pasa por Rio Tercero, Rio
Cuarto, y otras poblaciones de nombres igual de fantasiosos, pero de
menor rango. Son nombres útiles, propios de la colonización militar de hace un par de siglos, y
las poblaciones son prósperas aparentemente; en la gente que se ve
en las estaciones de autobús predominan los tipos desgalichados, con
cierto aire a Luis Aguilé. Los campos no parecen campos, sino
ejércitos al ataque: intimida ver esas llanuras interminables
devoradas por la soja y el girasol. El potencial de la agricultura de
este país tan llano y tan feraz es temible, por lo menos mientras dure la capa freática.
Al atardecer aparece en el horizonte
una montaña verde, aislada en medio de la llanura. Parece que
llegamos. Antes de entrar en la ciudad, el autobús se para en un
edificio nuevo, con aires de Guggenheim de Bilbao pero con techo de
cinz, y la gente que se levanta para apearse nos dice que hemos
llegado a San Luis. El nombre de la población no aparece por ninguna
parte en el logo de esta novísima terminal de autobuses que se
autodenomina „Intercambiador de transporte regional Gobernador
Poggi“. La estación, nos dicen, se abrió hace apenas una
semana, pero vemos que el edificio no está acabado, las tiendas aún
están vacías, los cables se desparraman desordenados por el suelo,
los operarios todavía montan cierres de pladur en los futuros
escaparates, los pintores rematan detalles. Eso sí, todo pretende
funcionar normalmente: Entramos en el escenario de una película de
Jacques Tatí.
Qué hacer en este decorado inconcluso?
Nos vamos a la mesa de información donde cuatro jóvenes con aspecto
de estudiantes van y vienen ajetreados con papeles y fotocopias de un
laptop a otro. Que qué se nos ofrece? Pues información, un plano de
la ciudad, hoteles, medio de transporte para llegar a ellos... Una
diligente chica agarra papel y boli y se pone a apuntar demasiadas
cosas. Que si entendemos su letra? Si, si... Los precios de San Luis
tampoco son bajos, pero nos da tres direcciones de alojamientos de
categorías distintas. Antes de irnos de allí, tenemos que saber a
qué hora salen mañana los autobuses para Mendoza. Echamos a cara o
cruz y le toca a Sabine ir a la ventanilla mientras yo me quedo
esperando con las maletas y pensando que para qué vamos a irnos al
hotel cargados con ellas, seguramente hay en esta flamante terminal
una consigna (perdón, „guardería de valijas“) y podemos irnos
al centro, que no sabemos si está a cinco minutos o a media hora,
sólo con la mochila y el pijama.
Observo a la gente que llega, familias
que miran y admiran el nuevo edificio con una sonrisa algo
bobalicona, de evidente orgullo; niños que juegan en los toboganes
de plástico del rincón de „zona infantil“ y se estrompan de
cabeza o de culo contra un duro suelo de terrazo, (clonc, clonc!).
Pienso que en tres meses, el material estará completamente deslucido
y destrozado y entonces llega sofocada una de las chicas de turismo:
„Que no me preocupe, que no pasa nada, que mi esposa está muy
bien, pero que pregunta por mí, pues se ha quedado encerrada en el
ascensor!!!“ Casi me da la risa, pero como no está bien que... la
señorita me lleva al sótano, donde cuatro o cinco obreros dicen
frases como las de las películas: „Estái bien? Deseái un vaso de
agua?“ Y uno, sin duda más ducho en estas lides, lanza temerario
la definitiva „Llamamos al psicólogo?“ y se crea en el grupo un
inmediato silencio y mutuas miradas como de admiración de su propia
osadía. „Estás bien?“ le pregunto yo casi meado de la risa y
Sabine se echa a reir también desde su prisión.
In diesem Aufzug war ich "gefangen" / en ese ascensor estuve yo encerrada |
Al principio no se
deciden, pero luego tratan de abrir la puerta sin forzarla y sin
lograrlo. A mi me molesta esta cicatería y les apremio serio a que
la liberen rompiendo lo que tengan que romper. Por fin revientan la
puerta (sin demasiado esfuerzo, todo hay que decirlo) y Sabine sale
triunfante Jonás del vientre de la ballena.
Tras dejar las maletas en la consigna,
rebozadas en polvo y cascotes, nos vamos en autobús al centro y
visitamos dos de los tres hoteles de la lista; el primero, que es
algo así como una dependencia del Colegio Médico, tiene las
habitaciones a modo de contenedores, encaramadas una sobre otra en
una escalera. Ni entramos a verlas porque ya es de noche y se nos
hace tarde. El segundo, en la zona peatonal y el más caro, tiene una
entrada bastante pomposa, pero nuestra habitación en el piso séptimo
es más bien miserable. El baño
es un „unicum“, lo más estrambótico que he visto en nunca: el
inodoro queda justo debajo de la ducha, de modo que hay que ducharse
doblando las piernas y dejándolo a un lado o escarrampado sobre él
o, claro, deponiendo.
ducha-water del hotel / Bad im Hotel: Dusche und toilette. alles in einem |
Veremos a ver qué pasa. Es tan estrecho que
resulta imposible de fotografiar. Como no tenemos ganas de seguir
buscando, nos quedamos allí.
En un rincón, varios mozos hacen exhibiciones de baile a lo Michael Jackson muy aplaudidas; más allá, un aburrido mercado artesanal. Tras echar una ojeada a los locales de restauración entramos en una Pizzeria Galicia, sin duda por el nombre.
Viendo las
pizzas que sirven a nuestros vecinos, bañadas en queso analógico,
me decido por una milanesa de pollo. El camarero me la trae
arrastrando los pies, pero os ahorro la descripción del plato. Al
día siguiente salimos del hotel y el recepcionista sólo nos mira
cuando le preguntamos dónde se desayuna; entonces nos da un
„voucher“ para ir al café de al lado, que se llama „Aranjuez“.
Un camarero recoge el vale en silencio y nos trae el desayuno también
arrastrando los pies. Empiezo a creer que los camareros de San Luis
han hecho un master de gastar suelas.
Kathedrale vion San Luis / catedral de San Luis |
Después de desayunar, nos vamos a la
terminal a seguir nuestro viaje, pero, quiá!, es el último fin de
semana del año y sólo
quedan dos billetes para el autobús de las seis de la tarde.
Empezamos a sentirnos como en
esos dramas modernos donde los personajes se quedan encerrados
en la zona inrternacional de algún aeropuerto sin posibilidad de
escape. Entre las obras a medias y los portales sin puertas también
podría haber algún camello con su droga, algún boliviano o
paraguayo ilegal o alguna alternadora aprovechada. Compramos el
billete para asegurarnos la salida y, como hay wifi, paseamos por la
terminal buscando un rincón con enchufe para instalarnos con el
notebook. las chicas de turismo nos saludan como a viejos parientes,
los obreros del sótano que aún arreglan la puerta del ascensor,
comentan algo cuando pasamos. Sólo hay enchufes en los baños
y a la puerta de los mismos.
Puesto que aún no hay guardawáteres
cobrando, dudamos un momento en arrastrar hacia allí una mesa e
instalarnos nosotros. Entro a orinar y, al dar el botón del agua, se
me dispara un chorro contra la barriga que me deja empapado.
Por fin, en el piso alto, descubrimos un „Rincón de la Ciencia“
con tres laptops en una decorativa mesita y nos apoderamos de ellos.
Allí pasamos la mañana. Llegan varios niños pero nosotros no
soltamos nuestro sitio así como así.
A la hora de comer volvemos al centro.
Conocemos la nueva línea de autobus mejor que muchos sanluisinos.
Luego volvemos a la terminal, recuperamos nuestras maletas, montamos
en el autobús y llegamos a Mendoza sólo con un ligero retraso.
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