11. Januar 2013

Playtime en San Luis

Play Time en San Luis

Intercambiador de transporte regional Gobernador Poggi  / der neue Busbahnhof von San Luis, in dem wir einen ganzen Tag verbracht haben, hat diesen tollen Namen
Salimos de Córdoba descansados, bien dormidos, colmados de calor familiar y frescos para enfrentarnos de nuevo al „estrés“ de nuestro viaje lento. Las fechas son terribles: Nochevieja y alta temporada veraniega en Argentina. Ninguno de los de Airbnb quiere huéspedes para fin de año y, sólo tras múltiples intentos, hemos conseguido contratar en Mendoza un apartamento que pertenece nada menos que a un policía. Pero antes haremos noche en una ciudad muda, a mitad de camino: San Luis.
Como no queríamos que nos pasara lo mismo que en Corrientes, nos hemos bebido la información que hemos podido: son 120.000 habitantes, emigrantes mayormente yugoslavos, ningún museo, varias áreas turísticas naturales en los alrededores, sabemos dónde está la estación e incluso tenemos alguna dirección de hotel al que casi se puede llegar andando. Una vez más, una noche es una noche.
Desde Córdoba a San Luis hay cuatro horas de autobús, una llanura sin fin, se pasa por Rio Tercero, Rio Cuarto, y otras poblaciones de nombres igual de fantasiosos, pero de menor rango. Son nombres útiles, propios de la colonización militar de hace un par de siglos, y las poblaciones son prósperas aparentemente; en la gente que se ve en las estaciones de autobús predominan los tipos desgalichados, con cierto aire a Luis Aguilé. Los campos no parecen campos, sino ejércitos al ataque: intimida ver esas llanuras interminables devoradas por la soja y el girasol. El potencial de la agricultura de este país tan llano y tan feraz es temible, por lo menos mientras dure la capa freática.
 Al atardecer aparece en el horizonte una montaña verde, aislada en medio de la llanura. Parece que llegamos. Antes de entrar en la ciudad, el autobús se para en un edificio nuevo, con aires de Guggenheim de Bilbao pero con techo de cinz, y la gente que se levanta para apearse nos dice que hemos llegado a San Luis. El nombre de la población no aparece por ninguna parte en el logo de esta novísima terminal de autobuses que se autodenomina „Intercambiador de transporte regional Gobernador Poggi“. La estación, nos dicen, se abrió hace apenas una semana, pero vemos que el edificio no está acabado, las tiendas aún están vacías, los cables se desparraman desordenados por el suelo, los operarios todavía montan cierres de pladur en los futuros escaparates, los pintores rematan detalles. Eso sí, todo pretende funcionar normalmente: Entramos en el escenario de una película de Jacques Tatí.

Qué hacer en este decorado inconcluso? Nos vamos a la mesa de información donde cuatro jóvenes con aspecto de estudiantes van y vienen ajetreados con papeles y fotocopias de un laptop a otro. Que qué se nos ofrece? Pues información, un plano de la ciudad, hoteles, medio de transporte para llegar a ellos... Una diligente chica agarra papel y boli y se pone a apuntar demasiadas cosas. Que si entendemos su letra? Si, si... Los precios de San Luis tampoco son bajos, pero nos da tres direcciones de alojamientos de categorías distintas. Antes de irnos de allí, tenemos que saber a qué hora salen mañana los autobuses para Mendoza. Echamos a cara o cruz y le toca a Sabine ir a la ventanilla mientras yo me quedo esperando con las maletas y pensando que para qué vamos a irnos al hotel cargados con ellas, seguramente hay en esta flamante terminal una consigna (perdón, „guardería de valijas“) y podemos irnos al centro, que no sabemos si está a cinco minutos o a media hora, sólo con la mochila y el pijama.

Observo a la gente que llega, familias que miran y admiran el nuevo edificio con una sonrisa algo bobalicona, de evidente orgullo; niños que juegan en los toboganes de plástico del rincón de „zona infantil“ y se estrompan de cabeza o de culo contra un duro suelo de terrazo, (clonc, clonc!). Pienso que en tres meses, el material estará completamente deslucido y destrozado y entonces llega sofocada una de las chicas de turismo: „Que no me preocupe, que no pasa nada, que mi esposa está muy bien, pero que pregunta por mí, pues se ha quedado encerrada en el ascensor!!!“ Casi me da la risa, pero como no está bien que... la señorita me lleva al sótano, donde cuatro o cinco obreros dicen frases como las de las películas: „Estái bien? Deseái un vaso de agua?“ Y uno, sin duda más ducho en estas lides, lanza temerario la definitiva „Llamamos al psicólogo?“ y se crea en el grupo un inmediato silencio y mutuas miradas como de admiración de su propia osadía. „Estás bien?“ le pregunto yo casi meado de la risa y Sabine se echa a reir también desde su prisión. 
In diesem Aufzug war ich "gefangen" / en ese ascensor estuve yo encerrada
Al principio no se deciden, pero luego tratan de abrir la puerta sin forzarla y sin lograrlo. A mi me molesta esta cicatería y les apremio serio a que la liberen rompiendo lo que tengan que romper. Por fin revientan la puerta (sin demasiado esfuerzo, todo hay que decirlo) y Sabine sale triunfante Jonás del vientre de la ballena.
Tras dejar las maletas en la consigna, rebozadas en polvo y cascotes, nos vamos en autobús al centro y visitamos dos de los tres hoteles de la lista; el primero, que es algo así como una dependencia del Colegio Médico, tiene las habitaciones a modo de contenedores, encaramadas una sobre otra en una escalera. Ni entramos a verlas porque ya es de noche y se nos hace tarde. El segundo, en la zona peatonal y el más caro, tiene una entrada bastante pomposa, pero nuestra habitación en el piso séptimo es más bien miserable. El baño es un „unicum“, lo más estrambótico que he visto en nunca: el inodoro queda justo debajo de la ducha, de modo que hay que ducharse doblando las piernas y dejándolo a un lado o escarrampado sobre él o, claro, deponiendo. 
ducha-water del hotel / Bad im Hotel: Dusche und toilette. alles in einem
Veremos a ver qué pasa. Es tan estrecho que resulta imposible de fotografiar. Como no tenemos ganas de seguir buscando, nos quedamos allí.
La plaza de San Luis, con una catedral que parece cita de la Madeleine parisina y tiene la vida de San Luis Rey de Francia representada en el friso, es un hervidero de gente joven y alegre, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas.
 En un rincón, varios mozos hacen exhibiciones de baile a lo Michael Jackson muy aplaudidas; más allá, un aburrido mercado artesanal. Tras echar una ojeada a los locales de restauración entramos en una Pizzeria Galicia, sin duda por el nombre. 

Viendo las pizzas que sirven a nuestros vecinos, bañadas en queso analógico, me decido por una milanesa de pollo. El camarero me la trae arrastrando los pies, pero os ahorro la descripción del plato. Al día siguiente salimos del hotel y el recepcionista sólo nos mira cuando le preguntamos dónde se desayuna; entonces nos da un „voucher“ para ir al café de al lado, que se llama „Aranjuez“. Un camarero recoge el vale en silencio y nos trae el desayuno también arrastrando los pies. Empiezo a creer que los camareros de San Luis han hecho un master de gastar suelas. 
Kathedrale vion San Luis / catedral de San Luis

Después de desayunar, nos vamos a la terminal a seguir nuestro viaje, pero, quiá!, es el último fin de semana del año y sólo quedan dos billetes para el autobús de las seis de la tarde. Empezamos a sentirnos como en esos dramas modernos donde los personajes se quedan encerrados en la zona inrternacional de algún aeropuerto sin posibilidad de escape. Entre las obras a medias y los portales sin puertas también podría haber algún camello con su droga, algún boliviano o paraguayo ilegal o alguna alternadora aprovechada. Compramos el billete para asegurarnos la salida y, como hay wifi, paseamos por la terminal buscando un rincón con enchufe para instalarnos con el notebook. las chicas de turismo nos saludan como a viejos parientes, los obreros del sótano que aún arreglan la puerta del ascensor, comentan algo cuando pasamos. Sólo hay enchufes en los baños y a la puerta de los mismos.
Puesto que aún no hay guardawáteres cobrando, dudamos un momento en arrastrar hacia allí una mesa e instalarnos nosotros. Entro a orinar y, al dar el botón del agua, se me dispara un chorro contra la barriga que me deja empapado. Por fin, en el piso alto, descubrimos un „Rincón de la Ciencia“ con tres laptops en una decorativa mesita y nos apoderamos de ellos. Allí pasamos la mañana. Llegan varios niños pero nosotros no soltamos nuestro sitio así como así.
A la hora de comer volvemos al centro. Conocemos la nueva línea de autobus mejor que muchos sanluisinos. Luego volvemos a la terminal, recuperamos nuestras maletas, montamos en el autobús y llegamos a Mendoza sólo con un ligero retraso.


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