La Difunta Correa
Desde La Granja de la Tía
Nora, Pedro nos lleva en coche a la terminal de San Juan y nos da la
dirección de unos amigos que tienen un hostel en Huaco, en pleno
desierto. Dice que nos gustará. Pero cuando vamos hacia el autobús,
de nuevo está el andén atestado de mineros que entorpecen cualquier
operación de sacar billete o dejar maletas. Por otra parte, hemos
oído que cerca de allí (a sólo 70 km, lo cual es realmente cerca)
hay una de las metas de peregrinación más cutres del mundo, hasta
en el nombre: Se trata de un pueblo llamado Vallecito en el que se
venera a una tal „Difunta Correa“.
Se me ocurre que esto puede
estar íntimamente relacionado con la Comunitat Valenciana, los
trajes de Milano y la Operación Gürtel. Así pues, decidimos
quedarnos en un hotel frente a la terminal e irnos allí aquella
misma tarde, aunque sólo sea a pedir que el juez Garzón sea
rehabilitado! Cuando esto suceda, volveré a Vallecito para colgar en
las paredes un birrete o una balanza justiciera.
Aquel día, tomamos un autobús por la
tarde y, pensando que quizás no pudiéramos regresar en el día,
pregunté al de turismo de la terminal, que era un tipo como Dios
manda (era domingo y debía ser el de la limpieza que se había
sentado allí un rato aprovechando el aire acondicionado), digo, le
pregunté si había posibilidad de quedarse a dormir. Sí, me
contestó, hay una hostería de la Fundación de la Difunta Correa.
Pero será cara, le objeté. Pues claro, me contestó, ésos, con
perdón, „comen hostias y cagan diablos“.
Estos santuarios argentinos me hacen
menos gracia que los animales antediluvianos del continente
austrialiano.
Hay varios santos con los que te topas
en cada esquina. por ejemplo, San Expedito, que va vestido de romano.
San Expedito estaba en todos los hoteles chilenos, está en todas las
iglesias argentinas, y en todos los periódicos de América del Sur
se publican con su nombre esquelas de agradecimiento por los favores
recibidos. No sé, tampoco me interesa, quién era San Expedito, pero
por lo visto es rápido en contestar y se le tiene una devoción
primaria. Me gusta: Zás-Zás (favor por promesa: tu me concedes y yo
te pongo una esquela, una vela, una limosna o lo que sea). 40 km más
arriba de la Difunta Correa hay un santuario a San Expedito, pero no
nos da tiempo y parece tan sacado de contexto que tampoco despierta
mi interés (Sabine, en estas lides, es una ignorante).
Luego está el „Gauchito Gil“,
presente en todas las carreteras del norte argentino: son templetes
rojos o situados a la sombra de un árbol con muchas cintas
rojas atadas a las ramas.
Tampoco se sabe mucho de él. Lo más
gracioso es que el gauchito era un desertor del ejército, que se
dedicaba a robar a los ricos para dárselo a los pobres. Pero la
primera circunstancia, la de desertor, ha sido suprimida de su bagaje
simbólico y para nada se tiene en cuenta en este país tan militarizado. El
Gauchito queda, pues, como un Robin Hood de la Pampa y es patrono de
los camioneros (los gauchos tradicionales eran itinerantes, arrieros
y tratantes de animales).
Otros santos más oscuros a los que ni
mi falta de escrúpulos me permite acceso, son el Niño
Obispo y San La Muerte. Supongo que en la wikipedia salen todos.
Recuerdo que esto de los
santos era un fenómeno muy vivo en Chile también, y los
santos chilenos tienen vigencia en estas regiones fronterizas: Los
„serios“, como Santa Laura Vicuña,
violada por su padrastro; Santa Teresita de los Andes, monja; San
Alberto Hurtado, fraile... a los cuales santificó el papa San Juan
Pablo ii, Wojtila, rápido, rápido, no fuera que los protestantes y ésos acabasen de robarle todos los feligreses. Y los venerados
„folklóricos“, como Romualdito, que tenía un templete en el
mercado de abastos al que peregrinaba gente hasta de la Patagonia.
Esta tal Correa pertenece a este grupo.
Parece que fue un hecho real ocurrido hacia 1835: una mujer iba con
su hijito recién nacido (o nacido en el desierto, como el de aquella
Agar bíblica). No se sabe con exactitud qué hacía por allí; hay
quien dice que buscaba a su marido, apresado por el ejército español
(en 1835!, tras cuatro décadas de Independencia?), pero el caso es
que murió y el niño
siguió mamando de la teta muerta. Si vivió para contarlo no se
sabe, ni tampoco interesa qué fue de él. Unos cincuenta años
después, iba un gaucho por estos montes a vender sus vacas y le
sorprendió una tormenta, las vacas se escaparon y el arriero,
acordándose de la Difunta Correa, prometió que si las recuperaba,
aunque fueran sólo unas pocas, le haría una ermita. Cuando escampó,
encontró a todo el rebaño,
sin faltar ni una cabeza, en un „vallecito“ que era, por lo
visto, donde la difunta había sido hallada. Así entraron el pueblo
y la santa en los mundos de la hagiografía popular.
En realidad el santuario está en un
monte, no en un valle. Todo él cubierto de exvotos, casi todos
bastante horrorosos: desde botellas de agua de plástico porque la
mató la sed (miles y miles de millones, como si fuera un basurero),
camioncitos de juguete (es la patrona de los camioneros argentinos),
casas de cartón, madera o metal que ella ayuda a construir... fotos,
velas, placas con inscripciones que llenan las paredes, todo lo que
se pueda imaginar.
El sábado por la tarde hay poca gente
en el santuario. Es difcil de creer que los domingos se llene, pero
la ingente cantidad de tenduchos de devocionales, de chiringuitos de
comida rápida, de puestos de recuerdos lo demuestra. De las dos
horas que pasamos en el lugar nos sobra casi una entera.
Vamos al museo, donde se exponen los
mejores exvotos; vamos a la capilla religiosa que ha levantado la
iglesia porque, aunque no reconoce a santa Difunta, tiene que estar
por allí; vamos al albergue en construcción, que parece una
escombrera;
un cartel dice que lo han comenzado a construir los
políticos porque también quieren su cacho de pastel; y no subimos
al hospedaje de la fundación porque el calor es infernal. Este calor
es el único elemento digno de crédito en la historia de la Difunta.
Y eso fue la excursión. Volvimos
aquella misma tarde.
Por la noche nos fuimos a cenar en San Juan y lo hicimos en uno de
los mejores restaurantes vegetarianos de nuestra vida. Lleva el
nombre del dios de los Huarpes: Soychu, y está en la Avenida José
Ignacio de la Roza Oeste 223, tlf. (0)264 422 1939.
Wie Uschi in Lourdes …
… habe ich mich gestern (d.h. inzwischen: neulich, als wir in San Juan waren) in oder bei oder
wegen Difunta Correa gefühlt. Abgründe des Aberglaubens tun sich
hier auf! Nicht ganz so folgenreich wie der, den die katholische
Kirche schürt, und deutlich harmloser, keinerlei Moralgetriefe,
keinerlei Bereicherung von irgendjemandem ist damit verbunden, aber
Aberglauben ohne Ende. Von christlichen Varianten der
Heiligenverehrung haben wir schon im Zusammenhang mit der
Fahrradwallfahrt in Posadas erzählt. Zusätzlich haben wir jedoch in
Argentinien auch drei populär verehrte „Helden“ gefunden. Den
schon aus Chile bekannten, bei Lastwagen- und Fernfahrern hoch im
Kurs stehenden „San Expedito“, ein römischer Märtyrer
christlicher Porvenienz. Dann den Gauchito Gil, und schließlich
Difunta Correa.
Über San Expedito kann ich nicht viel
erzählen. Er steht in seiner römischen Toga rum, guckt
märtyrerhaft, und auf den Lastwagen steht „San Expedito, beschütze
mich“. Wenn er's denn tut …
Gauchito Gil haben wir auf unseren
unzähligen Busfahrten kennen gelernt. Uns fielen rot beflaggte
kleine Schreine am Straßenrand auf. Schreine am Straßenrand, das
sind kleine Häuschen mit Blumen, Kerzen, Heiligenbildern, die gab es
schon in Peru, die sog. Animitas. Dort, wo jemand tödlich
verunglückt war, da wurde seiner Seele ein Häuschen hingebaut. Ist
ja verständlich, in diesen unwirtlichen Gegenden und bei den
Temperaturen, wo soll die arme Seele da sonst hin? Gruselig war
allerdings die Kurve bei Abancay, in den Bergen, in der 40 oder 50 so
„Häuschen“ standen. Da war ein Bus runtergekippt! Aber das war
Peru. Und ohne rote Fahnen.
Einen rot beflaggten argentinischen
Schrein haben wir das erste Mal irgendwo aus dem fahrenden Bus
fotografiert. Die Vergrößerung des ziemlich verwackelten Fotos
zeigte zu unserem Erstaunen aber weder Jesus noch María, sondern
einen Cowboy.
Aus dem Bus ... |
Nachfragen ergaben, dass es sich bei diesem „kleinen
Gaucho“ (Gauchito) um eine Art argentinischen Robin Hood handelt,
der sich irgendwann im 19. Jh. geweigert hatte, sich in die
Bürgerkriegsarmee einziehen zu lassen und stattdessen lieber die
Reichen bestahl, um den Armen etwas zu geben. Er wird von den
einfachen Leuten und den Über-Land-Fahrern verehrt. Vor einigen
Tagen war die große Wallfahrt zum Ort Mercedes, wo er nach Gefangennahme hingerichtet worden ist. Zig-Tausende sollen dort
gewesen sein.
Am Straßenrand jedem das Seine: rote Fähnchen für Gauchito Gil, Plastik-Wasserflaschen für Difunta Corres |
Die dritte im Bunde ist eine Frau, Difunta Correa. Auch diese hat manchmal am Straßenrand einen kleinen Schrein, meistens weiß, und daneben sieht man immer einen Haufen großer mit Wasser gefüllter Plastikflaschen. Hier wird es richtig skurril. „Difunta“ – das klingt für nicht-spanisch-Sprechende wie ein Frauenvorname, so wie Dolores oder Mercedes. Aber nix da: difunta heißt „verstorben“. Correa heißt „Gürtel“ und scheint ein Nachname zu sein. Bekannt von einem der größten spanischen Korruptionsskandale, den uns die Presse seit Jahren auswalzt. Da ging es um einen Politiker aus Valencia namens „Correa“, und ein polyglotter Polizist hat die Aktion, die zur Aufdeckung der Korruption führte, mit dem Decknamen in deutscher Übersetzung versehen. Seitdem müssen sich die Spanier mit dem für sie unaussprechlichen „Caso Gürtel“ rumschlagen. Aber ich schweife ab.
Die argentinische Correa also ist
dahingeschieden. 1884, um genau zu sein. In einer unwirtlichen,
hügeligen Wüstenlandschaft, rund 30 km südöstlich der Stadt San
Juan. Dort, wo heute die Ortschaft „Difunta Correa“ liegt, die
nur aus Andenkenläden und Lokalen, einer Tankstelle und einem Hotel
besteht. Sie war mit ihrem neu geborenen Kind in der Wüste unterwegs
und hatte sich wohl verirrt, so dass sie schließlich an Durst und
Erschöpfung „verschied“. Und als man ihren Leichnam dann
schließlich einige Tage später fand, stell man sich vor, da war das
Kind noch am Leben, denn es hatte sich selbstständig mit Muttermilch
versorgt.
Und wenn das nicht schon Wunder genug
ist, so kam einige Zeit danach an dieser Stelle ein Gaucho vorbei mit
seiner Herde, und als genau dort, wo die Difunta Correa difunted war,
ein Gewitter runterkam, da gingen seine Kühe allesamt auf und davon,
in alle Himmelsrichtungen. Da dachte der arme Gaucho an die
Dahingeschiedene, und flehte sie an „wenn ich nur ein paar von
meinen Kühen wiederbekomme, dann werde ich die Botschaft deiner
Wundertätigkeit in die Welt hinaustragen.“ Und, da der Glaube
Berge versetzt, waren am nächsten Morgen alle wieder da, seine Kühe,
alle zusammen in dem kleinen Tal am Fuße des Hügels, wo die Difunta
… Das Tal heißt nun Vallecito, Tälchen, und da halten die
Autobusse, die auch so heißen, und die Leute tragen ihre Wünsche
und ihren Dank dorthin, sie bauen Kapellen, beschreiben Plaketten und
bauen Miniatur-Häuser, in die sie ihre Sehnsüchte einschließen.
Sie robben wie in Fatima auf Knien zum Heiligtum und bringen der
Armen, die da in der Wüste verdurstet ist, Plastikflaschen voller
Wasser.
Und vielleicht auch all die vielen Plastik-Müll-Flaschen,
mit denen sie sonst nicht wissen, was sie machen sollen.
So sieht das
Ganze wenigstens aus, mehr wie ein Müllhaufen als wie ein Heiligtum,
eine gar schreckliche Ansammlung von Zeichen menschlicher Misere und
Not, von heiliger Einfalt und hilfloser Hoffnung, die einen nichts
anderes als deprimieren kann.
Hier schließt sich meine Geschichte.
Das Gefühl war wohl ähnlich dem, das Uschi verspürte, als wir vor
vielen Jahren mit ihr nach Spanien fuhren und auf dem Weg in Lourdes
halt gemacht haben.
Hallo ihr zwei,
AntwortenLöschenhabe gerade mit Gerhard zusammen eure Januar-Beiträge nachgeholt. Unglaublich, wie schafft ihr es nur, so viel und so gut zu schreiben? Wir waren seit Jahresbeginn eine Weile in Lesotho unterwegs und ohne Internet und Mobilfunk. Wir schicken bald noch ein paar Fotos per E-Mail. Ich überlege nach wie vor, mich auch an einem Blog zu versuchen, da ich von eurem so begeistert bin. Einige kurze Beiträge habe ich sogar in der Weihnachtspause schon verfasst, nur der Blog selbst existiert noch nicht. Aber ich will nicht zuviel versprechen.
Neben all den spannenden Dingen, die ihr berichtet, ist es auch schön, Fotos von Carmelo und Alicia sehen zu können. Ich weiß nicht mehr genau, aber ich glaube, ich habe die beiden mindestens 2-3 Jahre nicht gesehen.
Habt weiterhin viel Spaß auf eurer Slowfahrt, wir freuen uns schon auf euren nächsten Blog.
Viele Grüße aus dem momentan verregneten Pretoria
Iris und Gerhard