17. Januar 2013

La Difunta Correa

La Difunta Correa


Desde La Granja de la Tía Nora, Pedro nos lleva en coche a la terminal de San Juan y nos da la dirección de unos amigos que tienen un hostel en Huaco, en pleno desierto. Dice que nos gustará. Pero cuando vamos hacia el autobús, de nuevo está el andén atestado de mineros que entorpecen cualquier operación de sacar billete o dejar maletas. Por otra parte, hemos oído que cerca de allí (a sólo 70 km, lo cual es realmente cerca) hay una de las metas de peregrinación más cutres del mundo, hasta en el nombre: Se trata de un pueblo llamado Vallecito en el que se venera a una tal „Difunta Correa“. 

Se me ocurre que esto puede estar íntimamente relacionado con la Comunitat Valenciana, los trajes de Milano y la Operación Gürtel. Así pues, decidimos quedarnos en un hotel frente a la terminal e irnos allí aquella misma tarde, aunque sólo sea a pedir que el juez Garzón sea rehabilitado! Cuando esto suceda, volveré a Vallecito para colgar en las paredes un birrete o una balanza justiciera.
Aquel día, tomamos un autobús por la tarde y, pensando que quizás no pudiéramos regresar en el día, pregunté al de turismo de la terminal, que era un tipo como Dios manda (era domingo y debía ser el de la limpieza que se había sentado allí un rato aprovechando el aire acondicionado), digo, le pregunté si había posibilidad de quedarse a dormir. Sí, me contestó, hay una hostería de la Fundación de la Difunta Correa. Pero será cara, le objeté. Pues claro, me contestó, ésos, con perdón, „comen hostias y cagan diablos“.
Estos santuarios argentinos me hacen menos gracia que los animales antediluvianos del continente austrialiano.
Hay varios santos con los que te topas en cada esquina. por ejemplo, San Expedito, que va vestido de romano. 

San Expedito estaba en todos los hoteles chilenos, está en todas las iglesias argentinas, y en todos los periódicos de América del Sur se publican con su nombre esquelas de agradecimiento por los favores recibidos. No sé, tampoco me interesa, quién era San Expedito, pero por lo visto es rápido en contestar y se le tiene una devoción primaria. Me gusta: Zás-Zás (favor por promesa: tu me concedes y yo te pongo una esquela, una vela, una limosna o lo que sea). 40 km más arriba de la Difunta Correa hay un santuario a San Expedito, pero no nos da tiempo y parece tan sacado de contexto que tampoco despierta mi interés (Sabine, en estas lides, es una ignorante).
Luego está el „Gauchito Gil“, presente en todas las carreteras del norte argentino: son templetes rojos o situados a la sombra de un árbol con muchas cintas rojas atadas a las ramas. 

Tampoco se sabe mucho de él. Lo más gracioso es que el gauchito era un desertor del ejército, que se dedicaba a robar a los ricos para dárselo a los pobres. Pero la primera circunstancia, la de desertor, ha sido suprimida de su bagaje simbólico y para nada se tiene en cuenta en este país tan militarizado. El Gauchito queda, pues, como un Robin Hood de la Pampa y es patrono de los camioneros (los gauchos tradicionales eran itinerantes, arrieros y tratantes de animales).
Otros santos más oscuros a los que ni mi falta de escrúpulos me permite acceso, son el Niño Obispo y San La Muerte. Supongo que en la wikipedia salen todos.
Recuerdo que esto de los santos era un fenómeno muy vivo en Chile también, y los santos chilenos tienen vigencia en estas regiones fronterizas: Los „serios“, como Santa Laura Vicuña, violada por su padrastro; Santa Teresita de los Andes, monja; San Alberto Hurtado, fraile... a los cuales santificó el papa San Juan Pablo ii, Wojtila, rápido, rápido, no fuera que los protestantes y ésos acabasen de robarle todos los feligreses. Y los venerados „folklóricos“, como Romualdito, que tenía un templete en el mercado de abastos al que peregrinaba gente hasta de la Patagonia.
Esta tal Correa pertenece a este grupo.


Parece que fue un hecho real ocurrido hacia 1835: una mujer iba con su hijito recién nacido (o nacido en el desierto, como el de aquella Agar bíblica). No se sabe con exactitud qué hacía por allí; hay quien dice que buscaba a su marido, apresado por el ejército español (en 1835!, tras cuatro décadas de Independencia?), pero el caso es que murió y el niño siguió mamando de la teta muerta. Si vivió para contarlo no se sabe, ni tampoco interesa qué fue de él. Unos cincuenta años después, iba un gaucho por estos montes a vender sus vacas y le sorprendió una tormenta, las vacas se escaparon y el arriero, acordándose de la Difunta Correa, prometió que si las recuperaba, aunque fueran sólo unas pocas, le haría una ermita. Cuando escampó, encontró a todo el rebaño, sin faltar ni una cabeza, en un „vallecito“ que era, por lo visto, donde la difunta había sido hallada. Así entraron el pueblo y la santa en los mundos de la hagiografía popular. 

En realidad el santuario está en un monte, no en un valle. Todo él cubierto de exvotos, casi todos bastante horrorosos: desde botellas de agua de plástico porque la mató la sed (miles y miles de millones, como si fuera un basurero), camioncitos de juguete (es la patrona de los camioneros argentinos), casas de cartón, madera o metal que ella ayuda a construir... fotos, velas, placas con inscripciones que llenan las paredes, todo lo que se pueda imaginar.
El sábado por la tarde hay poca gente en el santuario. Es difcil de creer que los domingos se llene, pero la ingente cantidad de tenduchos de devocionales, de chiringuitos de comida rápida, de puestos de recuerdos lo demuestra. De las dos horas que pasamos en el lugar nos sobra casi una entera.
Vamos al museo, donde se exponen los mejores exvotos; vamos a la capilla religiosa que ha levantado la iglesia porque, aunque no reconoce a santa Difunta, tiene que estar por allí; vamos al albergue en construcción, que parece una escombrera; 

un cartel dice que lo han comenzado a construir los políticos porque también quieren su cacho de pastel; y no subimos al hospedaje de la fundación porque el calor es infernal. Este calor es el único elemento digno de crédito en la historia de la Difunta.
Y eso fue la excursión. Volvimos aquella misma tarde.
Por la noche nos fuimos a cenar en San Juan y lo hicimos en uno de los mejores restaurantes vegetarianos de nuestra vida. Lleva el nombre del dios de los Huarpes: Soychu, y está en la Avenida José Ignacio de la Roza Oeste 223, tlf. (0)264 422 1939.



Wie Uschi in Lourdes …
… habe ich mich gestern (d.h. inzwischen: neulich, als wir in San Juan waren) in oder bei oder wegen Difunta Correa gefühlt. Abgründe des Aberglaubens tun sich hier auf! Nicht ganz so folgenreich wie der, den die katholische Kirche schürt, und deutlich harmloser, keinerlei Moralgetriefe, keinerlei Bereicherung von irgendjemandem ist damit verbunden, aber Aberglauben ohne Ende. Von christlichen Varianten der Heiligenverehrung haben wir schon im Zusammenhang mit der Fahrradwallfahrt in Posadas erzählt. Zusätzlich haben wir jedoch in Argentinien auch drei populär verehrte „Helden“ gefunden. Den schon aus Chile bekannten, bei Lastwagen- und Fernfahrern hoch im Kurs stehenden „San Expedito“, ein römischer Märtyrer christlicher Porvenienz. Dann den Gauchito Gil, und schließlich Difunta Correa.


Über San Expedito kann ich nicht viel erzählen. Er steht in seiner römischen Toga rum, guckt märtyrerhaft, und auf den Lastwagen steht „San Expedito, beschütze mich“. Wenn er's denn tut …

Gauchito Gil haben wir auf unseren unzähligen Busfahrten kennen gelernt. Uns fielen rot beflaggte kleine Schreine am Straßenrand auf. Schreine am Straßenrand, das sind kleine Häuschen mit Blumen, Kerzen, Heiligenbildern, die gab es schon in Peru, die sog. Animitas. Dort, wo jemand tödlich verunglückt war, da wurde seiner Seele ein Häuschen hingebaut. Ist ja verständlich, in diesen unwirtlichen Gegenden und bei den Temperaturen, wo soll die arme Seele da sonst hin? Gruselig war allerdings die Kurve bei Abancay, in den Bergen, in der 40 oder 50 so „Häuschen“ standen. Da war ein Bus runtergekippt! Aber das war Peru. Und ohne rote Fahnen.
Einen rot beflaggten argentinischen Schrein haben wir das erste Mal irgendwo aus dem fahrenden Bus fotografiert. Die Vergrößerung des ziemlich verwackelten Fotos zeigte zu unserem Erstaunen aber weder Jesus noch María, sondern einen Cowboy. 
Aus dem Bus ...

Nachfragen ergaben, dass es sich bei diesem „kleinen Gaucho“ (Gauchito) um eine Art argentinischen Robin Hood handelt, der sich irgendwann im 19. Jh. geweigert hatte, sich in die Bürgerkriegsarmee einziehen zu lassen und stattdessen lieber die Reichen bestahl, um den Armen etwas zu geben. Er wird von den einfachen Leuten und den Über-Land-Fahrern verehrt. Vor einigen Tagen war die große Wallfahrt zum Ort Mercedes, wo er nach Gefangennahme hingerichtet worden ist. Zig-Tausende sollen dort gewesen sein.

Am Straßenrand jedem das Seine: rote Fähnchen für Gauchito Gil,
Plastik-Wasserflaschen für Difunta Corres






Die dritte im Bunde ist eine Frau, Difunta Correa. Auch diese hat manchmal am Straßenrand einen kleinen Schrein, meistens weiß, und daneben sieht man immer einen Haufen großer mit Wasser gefüllter Plastikflaschen. Hier wird es richtig skurril. „Difunta“ – das klingt für nicht-spanisch-Sprechende wie ein Frauenvorname, so wie Dolores oder Mercedes. Aber nix da: difunta heißt „verstorben“. Correa heißt „Gürtel“ und scheint ein Nachname zu sein. Bekannt von einem der größten spanischen Korruptionsskandale, den uns die Presse seit Jahren auswalzt. Da ging es um einen Politiker aus Valencia namens „Correa“, und ein polyglotter Polizist hat die Aktion, die zur Aufdeckung der Korruption führte, mit dem Decknamen in deutscher Übersetzung versehen. Seitdem müssen sich die Spanier mit dem für sie unaussprechlichen „Caso Gürtel“ rumschlagen. Aber ich schweife ab.

Die argentinische Correa also ist dahingeschieden. 1884, um genau zu sein. In einer unwirtlichen, hügeligen Wüstenlandschaft, rund 30 km südöstlich der Stadt San Juan. Dort, wo heute die Ortschaft „Difunta Correa“ liegt, die nur aus Andenkenläden und Lokalen, einer Tankstelle und einem Hotel besteht. Sie war mit ihrem neu geborenen Kind in der Wüste unterwegs und hatte sich wohl verirrt, so dass sie schließlich an Durst und Erschöpfung „verschied“. Und als man ihren Leichnam dann schließlich einige Tage später fand, stell man sich vor, da war das Kind noch am Leben, denn es hatte sich selbstständig mit Muttermilch versorgt.



Und wenn das nicht schon Wunder genug ist, so kam einige Zeit danach an dieser Stelle ein Gaucho vorbei mit seiner Herde, und als genau dort, wo die Difunta Correa difunted war, ein Gewitter runterkam, da gingen seine Kühe allesamt auf und davon, in alle Himmelsrichtungen. Da dachte der arme Gaucho an die Dahingeschiedene, und flehte sie an „wenn ich nur ein paar von meinen Kühen wiederbekomme, dann werde ich die Botschaft deiner Wundertätigkeit in die Welt hinaustragen.“ Und, da der Glaube Berge versetzt, waren am nächsten Morgen alle wieder da, seine Kühe, alle zusammen in dem kleinen Tal am Fuße des Hügels, wo die Difunta … Das Tal heißt nun Vallecito, Tälchen, und da halten die Autobusse, die auch so heißen, und die Leute tragen ihre Wünsche und ihren Dank dorthin, sie bauen Kapellen, beschreiben Plaketten und bauen Miniatur-Häuser, in die sie ihre Sehnsüchte einschließen. Sie robben wie in Fatima auf Knien zum Heiligtum und bringen der Armen, die da in der Wüste verdurstet ist, Plastikflaschen voller Wasser. 


Und vielleicht auch all die vielen Plastik-Müll-Flaschen, mit denen sie sonst nicht wissen, was sie machen sollen. 


So sieht das Ganze wenigstens aus, mehr wie ein Müllhaufen als wie ein Heiligtum, eine gar schreckliche Ansammlung von Zeichen menschlicher Misere und Not, von heiliger Einfalt und hilfloser Hoffnung, die einen nichts anderes als deprimieren kann.



Hier schließt sich meine Geschichte. Das Gefühl war wohl ähnlich dem, das Uschi verspürte, als wir vor vielen Jahren mit ihr nach Spanien fuhren und auf dem Weg in Lourdes halt gemacht haben.










1 Kommentar:

  1. Hallo ihr zwei,

    habe gerade mit Gerhard zusammen eure Januar-Beiträge nachgeholt. Unglaublich, wie schafft ihr es nur, so viel und so gut zu schreiben? Wir waren seit Jahresbeginn eine Weile in Lesotho unterwegs und ohne Internet und Mobilfunk. Wir schicken bald noch ein paar Fotos per E-Mail. Ich überlege nach wie vor, mich auch an einem Blog zu versuchen, da ich von eurem so begeistert bin. Einige kurze Beiträge habe ich sogar in der Weihnachtspause schon verfasst, nur der Blog selbst existiert noch nicht. Aber ich will nicht zuviel versprechen.
    Neben all den spannenden Dingen, die ihr berichtet, ist es auch schön, Fotos von Carmelo und Alicia sehen zu können. Ich weiß nicht mehr genau, aber ich glaube, ich habe die beiden mindestens 2-3 Jahre nicht gesehen.

    Habt weiterhin viel Spaß auf eurer Slowfahrt, wir freuen uns schon auf euren nächsten Blog.

    Viele Grüße aus dem momentan verregneten Pretoria

    Iris und Gerhard

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