25. Januar 2013

Viaje lento, lento, lento / Eine SEHR langsame Etappe

Pintada en Catamarca: "Ich muss schnell schauen, was die Bande meiner Strasse auf meine Wand geschrieben hat ..."

 De Huaco a la Rioja y a Catamarca

En los últimos días el cielo se nublaba en Huaco y en los montes se formaban tormentas que descargaban el agua por alguna parte y nos mandaban el aire fresco para nosotros. La última noche, el viento fue tan fuerte que oíamos en nuestra cabaña los traqueteos y golpes pensando que el techado iba a volarse y por la ventana veíamos cimbrearse los árboles de una manera que causaba respeto; pero el día de nuestra salida amaneció otra vez tranquilo y con el cielo azul.
Paso del autobús / hier quert der Autobus
Desde Huaco se tiene pocas opciones para salir. El único autobús hacia el norte llega sólo hasta Villa Unión, y allí hay que hacer transbordo a Chilecito o hacia La Rioja.  Durante el viaje, que va por un valle llano entre dos cadenas montañosas (Es la Región que Sarmiento llama “Los Llanos” en su vida de Facundo Quiroga), pudimos ver dónde había caído la tormenta la noche anterior y con qué potencia.

Desde la ventanilla
En veinte ó treinta lugares el autobús tuvo que atravesar torrenteras coloradas, arroyos de cauce desparramado y barrizales mezclados con piedras que habían llenado la carretera obstruyéndola en parte y, aunque estos autobuses de dos pisos parecen monstruos indefensos, el nuestro superó los obstáculos con una parsimonia grandiosa. Llegamos a Villa Unión a las 12.30 h y la terminal se quedó vacía inmediatamente, a no ser los cuatro que queríamos continuar viaje.

Y menos mal que no estábamos nosotros solos porque podíamos haber perdido el día allí. Como los cuatro queríamos ir a Chilecito, a sólo una hora de viaje, pero teniendo que esperar hasta las 5 de la tarde, decidimos tomar entre todos una remise y fue el taxista quien nos explicó que el autobús a Chilecito estaba suprimido porque era imposible llegar allí: las tormentas de los últimos días habían bloqueado la carretera y causado destrozos en la cuesta de Miranda y no quedaría libre, por lo menos, hasta el día siguiente.
Para llegar a Chilecito había que dar un rodeo de unos 200 Km, bajar casi hasta La Rioja y allí tomar otro autobús. La noticia nos dejo un poco sin saber que hacer. Los otros dos viajeros eran de Chilecito y querían llegar allí a toda costa, pero a nosotros nos daba un poco igual. Nuestros motivos para ir a ese pueblo de nombre tan gráfico eran más bien difusos, así que decidimos prescindir de visitar Chilecito y la accidentada carretera 40 y bajar a La Rioja, que al fin y al cabo era una ciudad de 250.000 habitantes, a pasar el fin de semana. Tras la semana de Huaco queríamos un poco de asfalto.


Chilecito
Claro que sabíamos qué nos atraía de Chilecito además del nombre. Es una ciudad al pie de la sierra de Famatina (6300 m) que a finales del siglo xix todavía se llamaba Santa Rita. Pero entonces se descubrió una mina de oro en las alturas y empezaron a llegar mineros de Chile que le cambiaron el nombre. El oro parece que se acabó relativamente pronto pero el espectáculo debía ser impresionante: el mineral era transportado desde la mina hasta el pueblo, a lo largo de 120 Km a lomos de miles de burros, salvando una altura de casi 4000 metros. Cuando las ganancias fueron suficientes se decidió hacer un funicular de vagonetas colgantes (“cablecarril”) que redujera la distancia a 34 km y el  proyecto fue encargado a una firma alemana de Leipzig que se dedicaba a fabricar tales mecanismos y a exportarlos por el mundo. Y resulta que dicha firma, de nombre Bleichert (desapareció después de la guerra), estaba muy cerca de nuestra casa y conservaba no sólo los edificios de las fábricas sino la villa del dueño y su jardín intactos. 
Gingko Biloba / Hojas de un joven Gingko Biloba en los Valles Calchaquís, horas despues de escribir el post   















En la DDR el palacete fue convertido en una institución social o vecinal y, en el jardín, se instalaba durante el verano un Biergarten que tenía una carta de comidas demencialmente mala, pero buena cerveza y un gigantesco árbol, un gingko-biloba, bajo el que daba gusto sentarse a mirar las hojas partidas. Pues desde allí se transportaron hasta Chilecito los 34 km de cable y los 272 postes de hierro, pequeñas torres eiffeles, que sujetaban las vagonetas de aquel tren colgante. Hay un museo en Chilecito que informa de todo este montaje, pero nosotros sólo lo conocemos de Internet. En Chilecito tampoco falta un Cristo al estilo del Corcovado, pero en Argentina ven un monte ante un pueblo y en seguida se les ocurre poner la imagen de un cristo o una virgen o un general. Son así.

En la La Rioja, siesta perenne
Así pues, huyendo del pueblo minero durante el fin de semana, decidimos ir a La Rioja, que no resultó ser precisamente Babilonia. Los conductores del autobús que nos trajo de Huaco ya nos avisaron con sorna de la empresa de autobuses Facundo, que , por lo visto, tiene una flotilla proverbial en todo el norte argentino. Y, efectivamente, el que nos tocó tenía
demasiados cristales arpados, muchos asientos viejísimos y bastantes tripas de reposapiés al aire, pero era mejor que todos en una cosa: ¡no funcionaba la televisión! el viaje resulto entretenido y el paisaje muy bonito.

Conseguimos hacer correrse un poco (de lado, digo) a dos hippies que se habían expandido en la primera fila y conseguimos asientos ante los ventanales delanteros del autobús. Así atravesamos el parque nacional de Talampaya como si estuviéramos viendo un documental de la 2. No vimos los lugares más interesantes, claro, pero si las procesiones de coches que iban a ellos, las puertas de entrada donde cobraban y bastantes montañas como las de las películas del Far West con las laderas llenas de cactus de candelabro, de los que Alicia llama “cardones”, llanuras resecas y, varios kilómetros antes de llegar a La Rioja, empezaron plantaciones de olivos y viñedos, algunas con características de plantación-modelo. Nunca he visto olivos tan frondosos. Sin duda son de origen italiano.

La entrada a La Rioja es moderna, limpia, amplia. La Terminal de autobuses nueva, amplia, limpia. De no ser por una estilizada estatua de Wojtila que preside el gran carrusel y sendas capillas al lado, aparentemente muy frecuentadas, dedicadas al Gauchito Gil y a San Expedito, se podría pensar que estamos en una urbe ultramoderna. Mentalmente hago el voto de acercarme por allí a sacar un par de fotos, pero el calor me lo impedirá (desde la terminal al centro hay 5 kms.).
La ciudad está en una especie de valle asado literalmente por un viento caliente, el Zonda, que se queda encajonado en él y la convierte en un horno reseco, como si estuviera al rojo vivo. Sales a la calle y entras en el horno. Literal. Durante los dos o tres meses que dura este verano extremo, los riojanos se quedan encerrados en sus casas y a nadie le preocupa que el mundo se acabe con tal de no tener que salir a la calle a respirar calor. Los camareros, los tenderos, los kiosqueros tienen una lasitud, una desgana y una forma de reptar con los pies como sólo lo puede hacer quien desde siempre ha sido atosigado por este insoportable calor.
Y parece que las consecuencias no quedan ahí, sino que causan una galbana tal, una “fiacca” que impregna la ciudad entera: Las casas están a medio acabar, a los negocios de alquiler de coches les da igual que un cliente quiera uno o que no, en los bares parecen preferir que no entres, los recepcionistas del hotel donde caemos son incapaces de levantar la cabeza adormecida apoyada en el codo para saludarte o darte la llave. 
No, no se admite VISA, a pesar de que el hotel tiene tres estrellas y les da igual que despotriques o que te pongas como te pongas. Es un milagro que la ciudad aún no se haya desmoronado dormida sobre sus propias calles. La experiencia de preguntar en Turismo por una excursión o por un autobús, es irrepetible.
Matamos como podemos el tiempo. Los museos están todos cerrados hasta el martes (aunque la del museo etnológico, sorprendida allí de casualidad, nos deje amablemente visitar una sala). En el cine, refrigerado y céntrico, vemos “La Historia de Pi” y pasamos nuestras dos mejores horas riojanas. Cenamos en un buen bar, que se llama “Joaquín” y tiene en su logo un sombrero como el de J. Sabina (será suyo?, por galbana, ni lo preguntamos), descubrimos un kiosco de empanadas y kiches vegetarianos que son realmente buenos, otro que vende vasos de medio litro de ensalada de frutas por 7 pesos… y el resto del fin de semana nos alimentamos en ambos dos.
 Figurilla en el Museo Etnológico de La Rioja
 De vez en cuando caemos por un bonito café con Wi-fi desde el que escribimos alguna carta…

Por fin, el domingo conseguimos localizar una micro que nos lleva al valle cercano de Sanagasta, que parece que es “mmuuuy lindo!”. Aunque nadie sabe decirnos por qué, en los planos hay dibujado un “Dique”, esto es, un pantano, en el cual se pueden “hacer deportes acuáticos”, según los prospectos. Como el dique nos interesa más que el pueblo, nos paramos en él, a pesar de las recomendaciones de los otros viajeros de la micro que nos avisan de que es mmuuuyy peligroso bañarse, sin especificar porqué. Es mejor que lleguemos hasta Sanagasta, allí hay una buena piscina (en esta región se habla de piscinas, no de piletas) con quincho y parrillada. Esto de las parrillas es un factor de criterio que pesa muchísimo en todas las informaciones (“Hay parrilla?”), a pesar del calor. Desde La Rioja se entra en el Valle de Sanagasta por un desfiladero bastante llamativo, estrecho, con chalets, con algún camping y con alguna pequeña piscina de “club privado”.

Al salir de las montañas, aparece el agua mansa y aburrida del “dique”, tan aburrida y tan mansa que resultaría imposible ahogarse aunque se intentara. Nos bajamos sin querer oír más consejos. Al fin y al cabo ya nos vamos enterando de que el argentino del interior, como el castellano viejo, no suele nadar, sino mojarse la barriga.
La micro nos para en el dique, frente a una caseta de turismo, y nos asegura que pasa cada hora por allí. La caseta depende del pueblo de Sanagasta y el chico que la atiende es bastante simpático. Nos explica que no es conveniente bañarse en el pantano porque el calor ha contaminado el agua y han aparecido peces “boca arriba, ya m’entendés”. De todas formas, ahí abajo se ven esos prados verdes que pertenecen a un club náutico privado, a lo mejor hay suerte y nos permiten bañarnos… Bajamos; al lado del agua se respira mejor y hasta corre un simulacro de brisa. Entramos en los terrenos del club y el portero nos dice que no, que sólo pueden bañarse los socios pero, además, “sólo con chaleco salvavidas”, por motivo de seguridad. Debe ser el primer club náutico que tiene tal medida de seguridad! Damos una vuelta por allí y vemos que, efectivamente,. el agua está casi podrida, con espumarajos quietos, un par de coches caros, un par de embarcaciones de motor, algunos pedalós, un par de barcas…unas parrillas donde tempraneras Maryclubs ya están preparando la carne para el mediodía… Subimos de nuevo con una fuerte impresión de estar reviviendo la novela de Sánchez Ferlosio (El Jarama). El chico de turismo nos explica que ayer vio la piscina de Sanagasta y aún estaban pintándola… Así pues, tomamos la misma micro que nos ha dejado una hora antes y regresamos al aire acondicionado de nuestro hotel, a echarnos la siesta.
El lunes queremos salir hacia Catamarca temprano. Prescindimos del miserable desayuno del hotel y, al bajar las maletas, resulta que el ascensor no funciona. Los porteros arrastran los pies y hacen como que intentan solucionar el problema. Al final tengo que bajármelas yo porque son incapaces de dar un paso algo más rápido para buscar qué puerta del ascensor se ha quedado abierta. Adiós, La Rioja, que duermas bien!.

A Catamarca por una zamba
(texto y link a Cafrune en la parte de alemán)


Pude pasar cerca de Chilecito sin tener que verlo, pero nunca me hubiera perdonado estar tan cerca de Catamarca y no ver ese paisaje que me enamoró desde que se lo oí a aquella franquista de excelente voz, Nati Mistral, hace ya más de 40 años. La canción tiene la virtud de no tener ni un solo adjetivo de más, ni una declaración patriotera de más, ni una inexactitud en su texto. Luego vinieron Cafrune “el turco”, los Chalchaleros, Marisol y todos los demás. Utilicé su texto para dar clase de español, a pesar de que algunas palabras eran regionalismos (“escoba de pichanilla!”) y el resultado siempre fue óptimo; la gente se quedaba encandilada con la magia redonda de la melodía y del texto, que tienen un autor, un tal Polo Jiménez, y no habla de los paisajes en general, sino de la cuesta del Portezuelo, que baja de los montes a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. Así pues, a Catamarca.

Viniendo de la Rioja, la carretera bordea la falda de una cordillera sin apenas cambios de paisaje. Catamarca es, de primera impresión, bastante más pobre y menos limpia, más agitanada, menos encorsetada, menos dormida que La Rioja, pero primas hermanas. Desde la estación, una sucesión de tenderetes de venta de CD’s y dvd’s, de ropa de plástico, de comida rapida, etc., lleva a la calle peatonal, y este estilo de comercio no varia durante la primera mitad de la calle que tendrá casi dos kilómetros de longitud. Por fin llegamos a la plaza donde está la catedral, lo de turismo y desde allí nos ponemos a buscar hotel. En Catamarca será el Hostel San Pedro por la sencilla razón de que está muy céntrico y no hay ni un solo huésped. Es una segunda dependencia del Hostel, pero una casa entera para nosotros dos solos. Podemos cocinar, lavar, sentarnos a leer o a escribir en cualquiera de los dos patios. Al doblar la esquina hay tres fruterías. El Hostel lo lleva un tío bastante potable. Tendrá casi cincuenta tacos, fue abogado en su juventud, vivió en Malasaña durante un tiempo, ha viajado mucho y sabe lo que se trae entre manos, aunque este año le haya cogido por sorpresa la falta de afluencia de turistas.

Hablamos con él y no puedo dejar de llorarle que nos encontramos en un punto bajo del viaje. Sin duda es el calor, que nos impide pasear, ver, visitar, salir… sin duda es la falta de infraestructura de los últimos lugares que hemos visitado, la carencia de transporte privado, pero por un coche de alquiler, tanto en La Rioja como en Catamarca, quieren cobrarnos casi 100 € díarios y eso sólo nos lo podemos permitir como medida de salvación urgente… Julio tiene algo de falta de humor, pero es buen tío: se brinda a llevarnos a Las Juntas, un pueblo a unos 50 km de “La Capital”, donde encontraremos alojamiento, aire fresco, paisaje catamarqueño y todo lo que queramos. El es de allí y lo conoce bien. 


Los dos patios del Hostel / die zwei Höfe unseres Hostels - etwas surreal, aber alles für uns alleine

Al día siguiente vamos y Julio, que iba a hacer unos trámites en el ayuntamiento, se vuelve y nos deja buscando alojamiento. En realidad son dos pueblos. Primero El Rodeo, que es como Miraflores de la Sierra en Catamarca (toda la “high” catamarqueña y de Santiago del Estero hacinada en 4 kilómetros de carretera con sus coches, sus usos sociales, sus quads, sus niños, sus teens, sus caballos y sus rodríguez de fin de semana) y luego, 15 km más allá, Las Juntas, mucho más pequeño pero alargado en 7 km de carretera; da la casualidad de que esta semana es la difícil porque celebra su 41. Fiesta del Membrillo.
Buscamos alojamiento pero no encontramos sino una cabaña bastante miserable por las que nos quieren sacar 400 AR$, sin wi-fi y sin atractivo alguno (sólo el paisaje). Pertenece al rico del pueblo. Dispuestos a luchar como sea por el paisaje, decimos al principio que sí, pero luego, ante la desfachatez del tipo, optamos por las masas y nos quedamos en la Hostería de El Rodeo por 270 AR$, con piscina grande y con Wi-Fi. Volveremos mañana y ya veremos cómo nos las apañamos. Contamos con un clima de 10grados menos que en la capital, un buen paisaje y ganas de remontar el viaje. Dejamos las maletas en el hostel de Catamarca y nos subimos en la micro con lo imprescindible metido en los macutos.



Von Huaco über „La Rioja“ zur „Paisaje de Catamarca“
In den letzten Tagen in Huaco war es immer mal wieder bewölkt und über den Bergen brauten sich Gewitter zusammen, die dann irgendwo anders runter gingen und uns vorübergehend frische Winde brachten. In unserer letzten Nacht im Holzhäuschen von Huaco hatte es speziell wild geblasen, das Blechdach klapperte und die Bäume bogen sich wild, aber morgens war alles wieder strahlend blau und ruhig.
Von Huaco aus hat man wenig Wahl, der einzige Bus nach Norden fährt um 10 Uhr nach Villa Union, einem kleinen Ort, von dem man eine weitere Verbindung nehmen muss. Die Fahrt führte auf der endlosen Talebene zwischen zwei Bergketten entlang, und dort merkten wir, wo die Gewitter runtergekommen waren. An sicherlich 30 bis 40 Stellen musste der Bus durch kleine Sturzbäche und Furten fahren, auf die Strasse geschwemmte Lehm- und Schotterablagerungen überwinden, und obwohl diese zweistöckigen Überlandbusse ja recht unbeholfene Monster sind, hat der unsere das grandios bewältigt. 
In Villa Union kommen täglich 11 Busse an und fahren genauso viele wieder weg (konnte ich in der Wartezeit dort im Busterminal lesen). Wir kamen dort gegen 12:30 h an. Im Busterminal war keine Seele, kein Ticketschalter besetzt, kein Laden, keine Bar. Aber glücklicherweise wollten noch 3 andere Reisende genau wie wir nach Chilecito weiterfahren (ca.1 Std. Busfahrt), und einer davon wusste durch einen Handykontakt, dass die Regen der letzten Tage an der auf dem Weg liegenden Bergstrecke so viel Schaden angerichtet hatten, dass der 5-Uhr-Bus nach Chilecito nicht fahren würde. Man könnte aber den 3-Uhr-Bus Richtung "La Rioja" nehmen, diesen nach ca. 2 Stunden verlassen und an der Kreuzung einen anderen Richtung Chilecito nehmen – insgesamt eine 5-Stunden-Fahrt. Angeschlagen waren diese Infos nirgends, und wären wir alleine gewesen und hätten auf den 5-Uhr-Bus gewartet, hätten wir ganz schön dumm aus der Wäsche geschaut und wären an diesem Tag nicht mehr aus Villa Union weggekommen.
Busterminal Villa Union

Chilecito
Chilecito, "Klein Chile" liegt am Fuss der 6300 m hohen Sierra Famatina und hiess in seiner Jugend mal Santa Rita. Aber als in den Bergen Gold gefunden wurde, kamen hier so viele Chilenen her, dass der Ort den Namen änderte. Das Gold wird schon seit 1926 nicht mehr in der Mine von Famatina gefördert, aber wir wollten trotzdem hin, um unserer Leipziger Vergangenheit zu huldigen. Früher war es nämlich so, dass das Erz mit dem Gold auf einem rund 120 km langen Weg mit Maultieren zu Tal befördert wurde, eben nach Chilecito. Aber um die Jahrhundertwende gab man eine Förderbahn in Auftrag, eine Drahtseilbahn, die diese Strecke mit einem Höhenunterschied von 3510 m auf 34 km Luftlinie verkürzen sollte. Und wer bekam den Auftrag? Die Leipziger Firma Bleichert. Die, deren aufgelassenes Fabrikgelände direkt hinter den Bahngleisen liegt. Wenn man vom Schillerweg ein paar hundert Meter über die Georg-Schumann-Strasse hinaus nach Norden geht, dann liegt das verlassene Fabrik-Gelände gleich rechts hinter der Bahnunterführung, und links liegt die Unternehmersvilla, heute ein Jugendzentrum (Heinrich-Budde-Haus) und in ihrem Garten befindet sich einer der schönsten Biergärten Leipzigs, unter einem grossen Gingko-Biloba. Der alte Bleichert hat also wohl gut Geld verdient, mit seinen Kabeln und Drahtseilbahnen, die er in alle Welt exportiert hat. Das Projekt von Chilecito wird heute noch gefeiert, obwohl die Bahn – wenn auch immer noch funktionstüchtig, so doch bald seit hundert Jahren still steht. Das gute Stück wurde damals wirklich in Einzelteilen von Leipzig hierhergebracht – unvorstellbar! Die Kabel der 34 km-Strecke werden über 262 Stützen auf den Berg geführt, und es dauerte 4 Stunden, bis eine Lore oder wie immer die Erz-Behälter hiessen die gesamte Strecke hinter sich hatte und im Tal ankam.
Darüber informiert auch heute noch ein Museum, aber es sollte nicht sein, wir haben das Wunderwerk nur im Internet angeschaut und des Weiteren auf Chilecito verzichtet.

La Rioja – wenig Wein und viel Siesta
Nachdem es klar war, dass wir so leicht nicht nach Chilecito kämen, lösten wir Tickets direkt nach "La Rioja", einer Stadt, die auf dem Weg nach Norden liegt und die wir früher oder später auf jeden Fall hätten passieren müssen. Die Strecke erwies sich als unerwartet schön. Es ging duch einen Nationalpark, zwischen bunt gefärbten Bergketten hindurch, an einigen tollen Felsformationen vorbei und an wild wachsenden Kandelaber-Kakteen. 


Der Schluss der Fahrt, schon in der Nähe der Stadt, ging dann noch viele Kilometer durch Ölbaumpflanzungen.
Und dann waren wir in „La Rioja“. Nicht „in der Rioja“, wie das in Spanien wäre, sondern in „La Rioja“. Die spanische Rioja ist ja das Gebiet am Río Oja; aber solche Feinheiten haben die Siedler hier ignoriert und einfach den Namen aus der Heimat mitgenommen. Das einzige, was wir von dieser Stadt wussten, war, dass Doña Perla dort lebt, die Mutter von Alicias Schwager Sergio, die mit uns Weihnachten gefeiert hat. Das war nicht sehr viel. Und wir haben sie auch nicht getroffen, obwohl wir diverse Kaffeekränzchen älterer Damen in den Lokalen daraufhin angesehen haben.
Wir kamen an einem Freitag an und beschlossen, bis Montag dort zu bleiben, denn die Wochenenden sind hier in Argentinien immer problematisch, vieles ist geschlossen oder hat andere Zeiten, die Ausflugsgebiete sind überfüllt, wir wollten lieber irgendwo fix sein.
Das Foto zeigt die 42 Grad nicht! / La foto no muestra los 42º
Die Stadt war so, wie die Reiseführer sie beschreiben: adrett, provinziell, ordentlich und heiß, heiß, heiß. Am Wochenende dazu so gut wie tot. Aber besonders, zwischen 13 und 19 Uhr. Wegen der Hitze wird hier wirklich alles von 13 Uhr bis 18 oder 19 Uhr geschlossen. Mittags kann man nur mit Aircondition im abgedunkelten Zimmer verbringen, draußen ist kein Kiosk und kein Lokal geöffnet. Aber um 19 Uhr ist dann wieder alles offen, bis 22 Uhr oder länger. So extrem haben wir es sonst noch nirgends gefunden, aber es war auch noch nirgends so heiß. Ab 7 fand man dann einige ganz nette Cafés, ein paar hübsche schattige Plätze, eine belebte Fußgängerzone, eine pathetische Kathedrale, kurzum, alles, was zu einer anständigen argentinischen Stadt dazugehört. Ja, wir haben sogar das erste Innenstadt-Kino gefunden. Überall sonst sind die Kinos inzwischen in die außen liegenden Shopping-Centers verbannt, die man nur mit dem Auto erreichen kann. So sind wir sogar dazu gekommen, uns „Schiffbruch mit Tiger“ in 3D (mein erster 3-D-Film!) und mit gut funktionierender Luftkühlung anzusehen. Wir waren begeistert!

Bar con Wi-Fi en La Rioja

Das Touri-Büro, das wir nach den Reizen von Stadt und Region befragen, glänzt durch Inkompetenz, wie leider so oft. Es werden uns irgendwelche Prospekte in die Hand gedrückt und Ausflugsziele als „muy lindo“ (sehr hübsch) beschrieben, aber was es dort gibt und wie man dorthinkommt … die Beschreibungen dienen immer nur dem Autofahrer: Ja, das ist ganz nah, etwa ¾ Stunde auf der Route xy … So machen wir uns am Sonntag mit dem Bus auf zum irgendwas-Stausee, habe den Namen schon vergessen, der „muy lindo“ sein sollte. In Erinnerung an den schönen Ausflug mit Carmelo und Alicia nehmen wir Badesachen mit. Und richtig, es geht in ein Bergtal und da ist ein Stausee. Genau dort, wo uns der Bus rauslässt ist ein Parkplatz (gähnend leer), aber – Wunder über Wunder – eine Infobude mit einem netten jungen Mann, der vorbeifahrenden Autofahrern Ziele in der Umgebung empfiehlt. Wir wollen ja nur baden und können uns auch nicht groß fortbewegen, aber nein, das kann man hier nicht, ist verboten, ist auch nicht ratsam, da waren neulich einige Fische, mit dem Bauch nach oben, Sie verstehen … Wir verstehen. Die baumlose Umgebung ist auch nicht wirklich einladend. 
So muss man sich hier offenbar fotografieren lassen; zumindest tun das alle, die hier 3 Minuten anhalten, um ein Foto zu machen :-) / Típica pose del  90% de los turistas ante un monumento

En la caseta de turismo de Sanagasta

Unten am Ufer ist allerdings ein grünes Terrain zu sehen, ein paar Gebäude, zwischen den Bäumen scheint Swimmingpool-Türkis durch. Wir weisen darauf hin, aber da kennt der junge Mann sich nicht aus. Das ist privat. Ein Club Nautico (hier mitten im Binnenland?). Wir stapfen den Abhang runter und werden gleich am Eingang abgefangen, nein, das sei privat, wir dürften nicht, aber der Pool sei außerdem leer … (wir befinden uns in der Sommer-Hochsaison!) - super Nautik-Club! Ob wir denn hier an den See ran könnten? Hmm, jein, es sei ja Privatgelände, und wenn, dann dürfe man nur mit Rettungsweste schwimmen. Sowas schon mal gehört??? Es hilft nichts, wir nehmen den nächsten Bus zurück in die Stadt, denn im nächsten Ort, der auch noch auf unserer „muy lindo“-Besuchsliste stand, da gibt es zwar einen städtischen Pool, aber der nette junge Mann wohnt dort und kennt sich aus: „Gestern waren sie noch beim Anstreichen der blauen Farbe im Schwimmbecken, sie haben sich dies Jahr etwas in der Saison verspätet“ (und das Ganze immer bei gefühlten 45 Grad im Schatten!).
Wir machen einen letzten Versuch, durch Mieten eines Autos eventuell den versteckten Reizen der argentinischen Rioja auf die Spur zu kommen, aber offenbar war DAS Mietauto der Stadt (ca. 140.000 Einwohner) grade ausgeliehen, so die Info der einzigen erreichbaren Firma mit dem irreführenden Namen „Winner“, und selbst ein vom Touri-Büro vermitteltes Avis-Büro gab es nicht (mehr?). So haben wir – leicht gefrustet – am Montag früh den nächsten Bus geentert und sind ins ca. 2 Stunden entfernte Catamarca weitergefahren.

Wir erweisen einem Ohrwurm Reverenz
Wer das Lied einmal gehört hat, wird es garantiert eine Weile nicht mehr vergessen, und den Refrain kann man nur schwer wieder aus dem Unterbewusstsein löschen. Wer es nicht kennt, hier eine Version von Jorge Cafrune, einem berühmten Sänger aus dieser Nordregion, der auf allen Fotos aussieht wie 60, aber schon im Alter von 40 von einem Staatsterror-Kommando (unter Isabel Perón) ermordet worden ist.

Auf einer solchen grünen Anhöhe liegt die "Villa de Portezuelo"


Desde la cuesta del Portezuelo
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.

Hay un ranchito sombreao de higueras
y bajo el tala durmiendo un perro;
y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.

Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde;
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.

Y ya en la villa del Portezuelo,
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo aquí, el tabaco allá,
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.

Con una escoba de pichanilla
una chinita barriendo el patio:
y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.
"Paisaje de Catamarca ..."

Und für Euch Spanisch-Laien und -Lerner eine relativ wörtliche (und gar nicht poetische) Übersetzung und dazu die Info, dass die Steigung von Portezuelo (kleiner Pass) jene ist, die aus dem Tal der Stadt Catamarca gen Nordosten steil in die Berge hinaufführt.

Schaut man von der Steigung von Portezuelo nach unten
erscheint es wie ein Traum
ein Dörfchen hier, ein Dörfchen dort
und ein endloser Weg, der hinabführt und sich verliert.

Da liegt eine kleine Farm im Schatten von Feigenbäumen
und unter dem Talabaum schläft ein Hund
und in der Abenddämmerung, wenn die Sonne verschwindet,
kommt eine Gruppe von Schafen zurück über den Hügel.

Landschaft von Catamarca
mit tausend verschiedenen Grüntönen
ein Dörfchen hier, ein Dörfchen dort
und ein endloser Weg, der hinabführt und sich verliert.


Und im Ort Portezuelo selber
mit seinem provinziellen Brauchtum,
ein Rohrgeflecht hier, Tabakblätter dort,
und von der Schnur hängen Ziegenkäse.

Mit einem Reisigbesen
fegt eine kleine Chinesin den Hof
Und jenseits des Nussbaums, der schon Jahrhunderte alt ist
hört man einen Zaunkönig sein Lied üben.

So viel zur Einführung und zur Erklärung, warum wir unbedingt nach Catamarca mussten und nicht nach 2 Stunden Busfahrt von La Rioja aus einfach weitergefahren sind.

Nach den paar Nächten in einem Mittelklasse-Hotel in La Rioja war unser Bedarf an Hotel wieder gedeckt. Es stellt sich bei uns da immer schnell ein Überdruss ein, denn – trotz (im Idealfall) Sauberkeit und gutem Service, funktionierender Air-Condition und TV mit 999 Kanälen – man ist in einem Hotel halt sehr eingeschränkt, hat wenig Platz, muss alle Mahlzeiten draußen einnehmen und das, bei einem relativ hohen Preis. So haben wir in Catamarca gleich das einzige Hostel der Stadt angesteuert.
Die Hippy-Kultur lebt! / Cultura hippi viva en el hostel


Hostel-Garten
Wisst Ihr Hotel- und Studiosus-Reisenden Deutschen, was ein Hostel ist? Eine ziemlich nette Erfindung, muss man sagen. Unabhängig von der Qualität des jeweiligen Etablissements haben Hostels immer viel Gemeinschaftsflächen, Küche, Garten, Innenhof, oft einen Pool, TV- und Aufenthaltsräume, meist eine Bar und immer ein funktionierendes W-Lan-System. Dafür muss man in Kauf nehmen, dass sie fast alle etwas abgewrackt aussehen, keine tollen Betten/Matratzen haben und man keinen Anspruch auf Luxus wie z.B. eine Nachttischlampe hat. Letztere gibt es übrigens im Hotel, in dem ich grade sitze, auch nicht. Gabriel ist schlau und reist mit einer IKEA-Klemmlampe! Das Hostel in Catamarca kam unserem Bedarf sehr entgegen. Es gab ein Doppelzimmer in einem Zusatzgebäude um die Ecke. Da kaum Klienten im Hostel waren, hatten wir dieses Gebäude (mit seinen weiteren 5 Schlafräumen mit je 2-3 Stockbetten) für uns alleine. 2 Bäder, 2 Innenhöfe, ein Wohnraum mit TV und Internet, eine funktionierende Küche mit großem Kühlschrank. Man kann kochen, internetten, fernsehen, alle halbe Stunde duschen wenn's wirklich heiß ist, alle Türen offen lassen. Im Innenhof kann man bequem Wäsche waschen und aufhängen, man kann dort abends sitzen und lesen und die Füße auf den Tisch legen, das Internet funktioniert auch im zweiten Innenhof ganz ordentlich, und im kleinen Schlafraum sorgt immerhin ein Deckenventilator für etwas Luftbewegung.
Franziskanerkirche /San Francisco en Catamarca
Catamarca ist eine weitere kleine Großstadt mit ca. 150.000 Einwohnern, Schachbrettmuster wie überall, einer Fußgängerzone in der Straße Ribadavia, wie überall, ein paar netten quadratischen Plätzen (auch wie überall). Die Geschäfte machen schon einen weniger adrette Eindruck als in La Rioja, sie geben das Gefühl, dass wir uns Bolivien oder Peru nähern, viel Billig-Kram, kaum große Läden, aber auch das eine oder andere nette Café. Ehrlich gesagt unterscheiden wir diese Kategorie von Städten kaum noch, in einem halben Jahr werden wir vergessen haben, was nun in der einen oder der anderen war, sie sind sich allzu ähnlich und haben auch keine spezifischen Highlights, die Hauptplätze heißen alle San Martin und stehen voller schöner Bäume und an ihnen liegt immer eine neo-barocke mehr oder weniger scheußliche Kathedrale.

Der Besitzer des Hostels – ein ausgestiegener Jurist - lümmelt sich langweilend im Haupt-Gebäude und freut sich wenn man kommt und mit ihm plaudert. Er organisiert Trekking und Bergtouren und rät uns – die wir eine Hitzepause suchen – ein Seitental, in dem es gut 10 Grad frischer ist als in den auf der Ebene liegenden Städten. Wir folgen seinem Rat gerne und machen uns auf nach „El Rodeo“ und „Las Juntas“. Als wir nach 5 Tagen von dort zurückkommen werden wir von ihm schon wie alte Freunde begrüsst und dürfen wieder unser Privatquartier im Nachbarhaus beziehen. Was es mit „El Rodeo“ auf sich hatte, ist eine weitere Geschichte.

Im Museo Quiroga von Catamarca (fotgrafieren verboten)
Figurilla del Museo de Catamarca en peligro de ser robada





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